Lo que no se cuenta del 'boom' de Bluesky. Cómo los 'criptobros' dominan el nuevo 'Twitter'
Que la red social de moda tenga como principales inversores a empresas relacionadas con las criptomonedas ha levantado muchas dudas. La pregunta es si van a lograr ser inmunes a eso o si pueden terminar como X
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Zcash, SkuChain, Komorebi, SevenX Ventures, Protocol Labs, Blockchain Capital… Es probable que nunca haya oído hablar de estas empresas, pero todas tienen algo en común: forman parte de la historia y presente de Bluesky y son empresas relacionadas con las criptomonedas. Bluesky es un cohete que lleva dos semanas multiplicando su base de usuarios a una velocidad inquietante, impulsado por la victoria de Donald Trump en las elecciones y la deriva política de Elon Musk. Promete a los usuarios una plataforma descentralizada, basada en protocolos transparentes y sin publicidad. ¿Cómo se financia todo eso? ¿Y qué papel juegan las personas que hay detrás? O mejor dicho, ¿cómo un plantel de ‘criptobros’ se ha ganado el beneplácito de 20 millones de personas?
En febrero de 2023, un pequeño grupo de apasionados de la tecnología descentralizada presentaron al mundo un prototipo de red social a la que solo se podía acceder con invitación. Era Bluesky. Entonces las personas que la utilizaban se contaban por miles y ahora son tantos millones que el actual equipo (de solo 20 personas) no da abasto para reforzar su infraestructura ante interrupciones, fallos en el código y problemas de moderación. Este pelotazo se empezó a vislumbrar después de que Elon Musk comprara Twitter en 2022, lo transformara en X, y cambiara muchas de sus funciones, alejando a algunos de sus usuarios más fieles. La única alternativa con una sólida base de usuarios era Threads (de Meta), que se basa en una curación algorítmica igual de opaca. Esa bola de nieve se hizo más grande cuando Trump ganó las presidenciales de EEUU hace unas semanas. Y ahora el ‘cielo azul’ ya lo ha empezado a cubrir todo.
Desde sus inicios, Bluesky quiso diferenciarse de lo que ya había. De hecho, el concepto surgía de una preocupación de uno de los fundadores de Twitter, Jack Dorsey, de que el valor de las redes sociales estaba mutando “hacia los algoritmos de recomendación que dirigen la atención de las personas”. Y eso, para Dorsey, hacía que la atención se centrara irremediablemente en “contenidos y conversaciones que generan controversia e indignación, en lugar de conversaciones que informan y promueven la salud”.
Dorsey, que defiende con uñas y dientes a las tecnologías descentralizadas (como las criptomonedas), puso sobre la mesa su sueño: construir una red social con un “protocolo abierto”, que mantuviera el poder y la toma de decisiones fuera de las manos de una empresa o de un grupo de ellas. Una red de código abierto que permitiría a los desarrolladores independientes crear sus propias redes, y que dejara a las personas mudar sus datos a través de diferentes plataformas. Es decir, todo lo contrario de lo que hacen Facebook o TikTok, que encierran a las personas en "jardines amurallados" que dificultan migrar a cualquier otro lado. Es lo que Bluesky llama AT Protocol (del inglés authenticated transfer).
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Los protocolos descentralizados no eran ajenos para él. Ya había puesto en marcha esa estrategia con otras iniciativas como Block, una fintech de criptomonedas, de la que Dorsey es presidente y que fue señalada por fraude el año pasado. Con todos esos propósitos, el directivo consiguió que la empresa montara de manera exprés un equipo encargado de desarrollar lo que sería un nuevo estándar tecnológico. A la persona que pusieron al mando fue Jay Graber, una ingeniera de 28 años que, desde entonces, ha posicionado a Bluesky como un David que se enfrenta a Goliat. Ese grupo también incluía al exjefe de Dorsey, Evan Henshaw-Plath; a una exingeniera de Uber, Golda Velez; y a Jeremie Miller, de Wikia Search.
Pero necesitaban apoyo… y financiación
Cuando el proyecto despegó, contaba con un pequeño capital dentro de Twitter bajo la dirección de Dorsey. Y más tarde recaudaría más de 23 millones de dólares en dos rondas de financiación de inversores privados. Los primeros 15 millones llegaron de las manos de Blockchain Capital, un fondo que ha invertido también en OpenSea (el mayor mercado de NFT), Kraken y Coinbase (dos de las plataformas de trading de criptodivisas más usadas del mundo). El resto, provenía de otras empresas de capital riesgo relacionadas con las criptomonedas, incluidas SevenX, True Ventures y Alumni Ventures.
Que la plataforma estuviera casi completamente financiada por entusiastas del mundo cripto no fue del todo bien recibido por algunos usuarios. Así que la compañía tuvo que salir a calmar los ánimos para decir que no estaba pivotando hacia la web3: “Nuestro líder, Blockchain Capital, comparte nuestra filosofía de que la tecnología debe servir al usuario, no al revés. Y nunca debe ir a expensas de la experiencia del usuario”. Subrayaban que, a pesar de esa inversión, “Bluesky y el Protocolo AT no usarán blockchain o criptomonedas”, y que no “hiperfinanciarán la experiencia social (a través de tokens, NFT, etc.)”
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La presencia de una empresa cripto, sin embargo, hizo saltar ciertas alarmas. Especialmente porque la propia CEO Jay Graber ha dedicado casi exclusivamente su carrera a esta industria. Empezó en la startup SkuChain, pero luego se mudó a un pequeño pueblo al este de Washington a diseñar ordenadores para minar bitcoins en una antigua fábrica de municiones. "Todavía había casquillos de bala en el suelo", contaba de esa experiencia. En 2016 se lanzó a crear su propia criptomoneda, Zcash, un proyecto que tampoco salió bien. Tras todos esos fracasos, probó suerte en el mundo de las redes sociales: "Decidí crear una plataforma de eventos para intentar que la gente dejara Facebook, y luego, con el tiempo, volvería y construiría una red descentralizada a su alrededor". Tampoco resultó.
Ahora, en sus andanzas al mando de Bluesky, ha puesto a Kinjal Shah, socia general de Blockchain Capital, en la junta directiva de la empresa. Ella, al igual que Graber, fundó un ecosistema cripto llamado Komorebi DAO hace unos años.
Ese vaivén de dinero e inversiones cripto recuerda a X y al papel que desempeñaron varias empresas de criptodivisas en la adquisición de la plataforma por parte de Elon Musk. Entre las casi 100 entidades que pusieron dinero se incluían Binance y varios fondos como el de Andreessen Horowitz (a16z), ARK Venture y 8VC. La cartera de A16z incluye a Coinbase y al banco de criptomonedas Anchorage Digital, mientras que ARK tiene participaciones en la plataforma de trading Robinhood.
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Binance creía que ese acuerdo conectaría las redes sociales y las noticias con la Web3. Y alimentó la especulación de que la empresa de redes sociales podría eventualmente ser impulsada por la tecnología blockchain. De hecho, Musk, quien ha dicho que Twitter necesita estar más descentralizado tuiteaba "el pájaro está libre" tras la negociación y ha fantaseado con el concepto de vincular blockchain a las redes sociales. Eso, finalmente, se descartó, así como cualquier perspectiva de lanzar su propio token criptográfico.
¿Afecta todo eso al futuro de Bluesky?
Sí y no. En primer lugar, que una escudera de la industria cripto se siente en la junta de dirección tiene un significado, y no sólo simbólico. Algunos críticos de esta relación de intereses, como el columnista del Washington Post Dave Troy, incluso mencionan que Blockchain Capital está dirigido en parte por Kirill Dorofeev, que también trabaja para VK, la red social estatal de Rusia. “La única forma en que los creadores pueden evitar ser capturados es poseer su propia infraestructura: sitios web, blogs, redes sociales descentralizadas… Todo lo demás está sujeto a captura, como lo estuvo Twitter. No hagáis como que todo esto es la panacea”.
Sin embargo, a diferencia de X, Bluesky parte de una base muy diferente al tener sus sistemas descentralizados. Si la red social empezara a llenarse de contenido que la gente no quiere ver o de servicios que disgusten al público, cualquiera podría construir otra sobre los mismos datos, protocolos y relaciones existentes, porque es abierta. Es decir, pueden existir infinitas comunidades operadas individualmente dentro de esta red de código abierto. Lo que da libertad de elegir (y salir) en lugar de estar atado a los intereses de empresas privadas y sus algoritmos de caja negra.
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El analista de datos Eric Blair explica que “Bluesky es mucho más resistente a la adquisición por parte de multimillonarios que Twitter. Podemos trabajar para construir nuestra propia instancia y no sería tan difícil ni tan costoso. Si eso sucede, estaré alentando ese esfuerzo de migración, un esfuerzo que es imposible en Threads/Twitter, ambas plataformas cerradas controladas por oligarcas multimillonarios estadounidenses”.
Admite las posibles barreras derivadas de que Blockchain Capital liderara la ronda de financiación. Pero subraya que está lejos de ser el único inversor: “Sí, la influencia y el dinero de las criptomonedas son malos. Y como parte del acuerdo, una inversora se unió a la junta directiva de Bluesky. Eso sí importa, tiene un voto en las decisiones importantes. Pero también es algo normal en los acuerdos de capital de riesgo”. Y añade: “No es como si Twitter se volviera privado bajo el mando de Musk: Bluesky está dirigida por una junta directiva y su independencia depende principalmente de su protocolo”.
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Esa independencia nos lleva de lleno a su monetización. Si los usuarios no pagan de ninguna manera por usar el sitio, como sucede ahora mismo, hay dos formas obvias de financiarla: publicidad o capital privado. La primera ha quedado descartada de raíz por parte del equipo desarrollador. Y la segunda es la que preocupa ahora. Por eso, a Bluesky se le lleva tiempo pidiendo que dejen que los usuarios paguen por usarla, para que el capital privado no tenga peso en su funcionamiento.
La buena noticia es que han anunciado planes para ello, como que están desarrollando un modelo de suscripción para funciones como cargas de videos de mayor calidad o personalizaciones de perfil como colores y marcos de avatar. Recalcan que este nivel pago no será como X, donde los suscriptores obtienen marcas de verificación azules exclusivas y un estatus algorítmico superior, lo que hace que sus publicaciones sean más visibles: “La forma en la que Twitter (X) diseñó las suscripciones es básicamente un modelo de cómo Bluesky no debería hacerlas. Las características de ‘pagar para ganar’, como obtener visibilidad o tener un blue check porque eres un suscriptor, son simplemente incorrectas y arruinan la red para todos”, señaló la plataforma. Habrá que esperar a ver qué camino siguen, ahora que su red crece a millón por día. Y cómo van a frenar cualquier aspiración que venga de aquellos que les tienen cogidos con una correa.
Zcash, SkuChain, Komorebi, SevenX Ventures, Protocol Labs, Blockchain Capital… Es probable que nunca haya oído hablar de estas empresas, pero todas tienen algo en común: forman parte de la historia y presente de Bluesky y son empresas relacionadas con las criptomonedas. Bluesky es un cohete que lleva dos semanas multiplicando su base de usuarios a una velocidad inquietante, impulsado por la victoria de Donald Trump en las elecciones y la deriva política de Elon Musk. Promete a los usuarios una plataforma descentralizada, basada en protocolos transparentes y sin publicidad. ¿Cómo se financia todo eso? ¿Y qué papel juegan las personas que hay detrás? O mejor dicho, ¿cómo un plantel de ‘criptobros’ se ha ganado el beneplácito de 20 millones de personas?