La pregunta que Bill Gates se hace cada día: “Es una de las más importantes de la historia”

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Las opiniones de Bill Gates siguen dando que hablar. Especialmente, tras el lanzamiento de su serie documental en Netflix. Y es que, en sus últimas intervenciones públicas, ha llegado a afirmar que estaría dispuesto a renunciar al 62 % de su fortuna si fuese necesario y que atisba un futuro marcado por una gran guerra u otra pandemia. También ha hablado acerca del problema más grave al que se enfrentan las nuevas generaciones, que según él es la desinformación.

Recientemente, el fundador de Microsoft participó en el pódcast Possible, conducido por Reid Hoffman, confundador de LinkedIn. Durante la entrevista, Gates expresó su asombro por la falta de interés público en temas de gran relevancia: "me sorprende que la gente no sea más curiosa", llegó a afirmar. Especial énfasis hizo en una cuestión que considera como “una de las más importantes de la historia” y en la que asegura no haber dejado de pensar desde que se la planteó por primera vez.

En concreto, esa pregunta es “¿por qué mueren los niños?”. El interés de Gates por esta problemática comenzó hace casi treinta años, tras leer un artículo que exponía las consecuencias devastadoras de la falta de agua potable en zonas desfavorecidas. Desde entonces, el exdirector de Microsoft se ha involucrado activamente en iniciativas de salud global para reducir la mortalidad infantil y mejorar el acceso a recursos esenciales. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), la tasa de mortalidad infantil es un indicador clave del bienestar de una sociedad, ya que refleja su fortaleza económica y el acceso a recursos básicos.

Un problema que puede ser erradicado

Para Gates, este problema podría resolverse con menos del 2% de los presupuestos de las economías avanzadas. Con esta inversión, cuestiones como la desnutrición y las enfermedades infantiles prevenibles podrían ser erradicadas. Sin embargo, estos temas siguen sin recibir la atención necesaria. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que la malnutrición cuesta al mundo aproximadamente 3.500 millones de euros en pérdidas de productividad cada año, un impacto económico que podría evitarse con un esfuerzo coordinado.

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R. Badillo

Gates considera que el compromiso de los países con la salud de los niños más vulnerables es una cuestión de ética y una medida fundamental para evaluar el verdadero progreso de una sociedad. Al proteger a los niños más indefensos, las naciones demuestran su capacidad para ofrecer un futuro más justo y saludable, una señal de que han alcanzado una fortaleza económica y social real.