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De Japón a Países Bajos: los sistemas de alerta que podrían haber paliado la tragedia de la DANA
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De Japón a Países Bajos: los sistemas de alerta que podrían haber paliado la tragedia de la DANA

En España, los avisos por móvil no sirvieron de mucho. Si las sirenas hubieran sonado al unísono como si de una amenaza nuclear se tratase, la gente se habría metido en casa en el acto

Foto: Dos afectadas por la DANA en Valencia se abrazan tras la catástrofe. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)
Dos afectadas por la DANA en Valencia se abrazan tras la catástrofe. (Europa Press/Alejandro Martínez Vélez)

Cientos de sirenas que suenan a lo largo de pueblos y ciudades, máquinas expendedoras de Coca-Cola que alertan de desastres, mensajes retransmitidos automáticamente en altavoces, televisiones, radios y marquesinas. Países como Japón o Países Bajos tienen protocolos muy estrictos en caso de emergencia. Unos que la gente acata de manera inmediata y sin dubitaciones. Unos que podrían haber reducido en buena parte la tragedia acontecida en Valencia, que ha demostrado no sólo que los sistemas de aviso llegaron tarde, sino que socialmente no les damos la importancia que merecen. Hacemos poco caso a las alertas y, lo que es peor, no sabemos qué hacer cuando se producen.

El día 28, un día antes de que la DANA arrasara decenas de pueblos en Valencia, la embajada de Japón envió por SMS una alerta a sus ciudadanos en España sobre el peligro inminente de inundaciones en la Comunidad. Ya sabían lo que se venía encima y que había que hacer lo propio, irse a casa rápidamente. Al otro lado del mundo, las ocho largas horas que pasaron entre la emisión de la alerta roja por parte de Aemet y las alertas a los teléfonos móviles por parte de Protección Civil el día 29 para advertir a la gente de que no saliera a la calle se saldaban con cientos de muertos y daños millonarios, con puentes y carreteras destruidas. Lo acontecido contrasta tanto en eficacia como en premura con la realidad japonesa, donde hasta sus máquinas expendedoras de refrescos tienen sistemas de aviso ante emergencias.

Basta con emitir con 24 horas de antelación un aviso de tormenta para reducir un 30% los daños. Es lo que señala la Organización Meteorológica Mundial (OMM), aunque también indica que el 77% de las personas que han sufrido una catástrofe y tenían encima un móvil, no recibieron alertas. Por eso mismo, la norma europea obliga a que los países miembros dispongan de algún tipo de aviso. España lo tiene y, sin embargo, no evitó que la gente saliera a por sus coches cuando el agua se escurría a un nivel alarmante sobre Paiporta, Aldaia o Alaquàs.

La pregunta ahora es si la sociedad española está realmente concienciada con las alertas meteorológicas. En los días posteriores al desastre se han hecho evidentes cuatro puntos débiles que agravaron la tragedia: el retraso en el aviso a la población, la forma en la que se hizo, la imprudencia humana y el estado de las infraestructuras. Y todas ellos tienen que ver con una cosa: los protocolos.

placeholder Miembros del Ejército de Tierra limpia las calles tras el paso de la dana, este lunes en Utiel, Valencia. (EFE)
Miembros del Ejército de Tierra limpia las calles tras el paso de la dana, este lunes en Utiel, Valencia. (EFE)

Japón, un lugar azotado por terremotos y tifones constantes, ha estado perfeccionando su preparación contra emergencias durante siglos. No solo tiene los códigos de construcción más estrictos de cualquier país del mundo, sino que también se ha dotado del sistema de alerta temprana más avanzada, con más de 1.000 sismógrafos repartidos por todo el país. Desde 2007, el sistema J-Alert emite advertencias por televisión, altavoces exteriores, radio y correo electrónico a todos los ciudadanos.

Tokio, la capital, incluso tiene mobiliario urbano equipado con radios que hacen sonar las alarmas. Los trenes se detienen automáticamente cuando se activa el aviso de terremoto inminente. Y en la mayoría de prefecturas, cientos de altavoces emiten un sonido que la gente ya reconoce y asocia con "peligro". En España, un SMS al móvil no creó el efecto esperado. Si las sirenas hubieran sonado al unísono como si de una amenaza nuclear se tratase, la gente se habría resguardado en el acto.

Foto: Uno de los puentes dañados en Ribarroja del Turia. (EFE/Kai Forsteling)

La resiliencia de Japón a los terremotos no es 100% perfecta, pero los expertos dicen que el país está haciendo las cosas bien capacitando a sus ciudadanos. El 1 de septiembre es el Día de la Prevención de Desastres en Japón desde 1960. Donde quiera que estés en la isla, todo el mundo deja lo que está haciendo para realizar un simulacro, que el mismo Gobierno promociona: "¿Estás listo? ¿Qué has hecho? ¿Conoces a tus vecinos? ¿Puedes ayudar en un desastre? ¿Qué habilidades puedes aportar?"

No tan lejos, en Europa, Países Bajos utiliza antenas de telefonía móvil para evitar sobrecargar la red telefónica, por lo que no necesita el número de nadie para enviar las alertas. El gobierno envía dos pruebas al año: el primer lunes de junio y el de diciembre a mediodía. Estas alertas se han implementado en pantallas y vallas publicitarias, con advertencias que coinciden con las enviadas a los móviles. Vamos, que si estás en la calle, difícil es no verlas en marquesinas de autobús o estaciones de tren. Por otro lado, su sistema WAS (Warning and Alarm System), que se utiliza desde 1998, cuenta con 4.200 sirenas repartidas por el país que pueden ser escuchadas "en el mejor de los casos por el 75% de la población", según Dilan Yesilgöz, el ministro holandés de Defensa y Seguridad.

En EEUU, los simulacros en colegios en las zonas susceptibles de verse afectadas por desastres son la norma. Y en Australia las alertas de emergencia son literalmente llamadas telefónicas. Hasta el punto que recomiendan no bloquear por nada del mundo el número +61 444 444 444. Peio Oria, exdelegado de la Aemet en Navarra y experto en riesgos climáticos, subrayaba en este artículo de La Vanguardia la necesidad en España de crear una cultura sobre las alertas tempranas “sin generar alarmas innecesarias, pero sí confianza en ellas de la población porque falta mucha concienciación”.

placeholder Varias personas caminan por las calles cubiertas de barro en Paiporta tras el paso de la DANA. (Reuters)
Varias personas caminan por las calles cubiertas de barro en Paiporta tras el paso de la DANA. (Reuters)

El director del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, Jorge Olcina, sugiere directamente cambiar la simbología de las alertas: "A lo mejor tenemos que cambiar los colores y poner una alerta negra para asustar más y que diga: 'Oye, no salgas de casa, que corre serio riesgo tu vida". Sobre todo cuando en un año las alertas rojas emitidas se amontonan y a veces no resultan en ningún desastre, pese a que también significan "quédate en casa porque tu vida corre peligro".

¿Por qué pasamos de las alertas?

En un momento en la que la tecnología y la meteorología son extremadamente precisas, los sociólogos se preguntan por qué las personas tienen una tendencia a no inmutarse cuando un aviso como estos se produce, a menos que estén bastante seguras de que les va a afectar directamente. En Valencia, la advertencia llegó tarde, pero aun así muchos expertos creen que, de haber llegado a tiempo, la gente hubiera desobedecido igualmente.

Hannah Cloke, profesora de hidrología en la Universidad de Reading, explica la diferencia que le damos a los diferentes tipos de alertas: “La gente tiene que entender que las advertencias extremas son muy diferentes de los informes meteorológicos habituales. Tenemos que considerar estos avisos de forma diferente, más como alarmas de incendio o sirenas de terremoto, y menos como la forma en que consultamos el tiempo a diario en nuestros móviles o en la televisión”.

placeholder Un garaje inundado por la DANA en Benetússer, Valencia. (Europa Press)
Un garaje inundado por la DANA en Benetússer, Valencia. (Europa Press)

A la experta le cuesta asimilar que tanta gente haya muerto por inundaciones en Europa cuando los meteorólogos habían pronosticado lluvias torrenciales y emitido advertencias: "La tragedia de personas que mueren en coches y son arrastradas por las calles es totalmente evitable si se puede mantener a la gente alejada de las crecidas". Dicho de otra forma, el sistema de alertas español al completo debería ser repensado.

En la provincia de Valencia, las precipitaciones superaron los 300 litros por metro cuadrado. Chiva recibió 491 litros por metro cuadrado en solo ocho horas, lo que equivale a un año de lluvia, según la Aemet. Liz Stephens, profesora de riesgos climáticos, mantenía en la misma línea que “si bien se emitió un aviso meteorológico rojo para la región con tiempo suficiente para que la gente se alejara del peligro, esta alerta por sí sola no comunica cuál será el impacto y qué debe hacer la gente”.

Hay evidencia sociológica que incluso indica que la gente se siente ridícula por refugiarse, que de alguna manera eso puede reflejar cierta cobardía. Y que para que la gente evacue, las advertencias deben venir de alguien en quien confían o que las fuentes sean muchas y diferentes. E independientemente de la advertencia, algunas personas esperan hasta que ven que su vida está en peligro. Hay, por tanto, todo un proceso de comunicación en los días y horas previos a un desastre. Por eso, cada vez más meteorólogos utilizan mensajes de premura en sus advertencias, para dar la sensación de que el peligro es “inminente”. Muestra que hay tantos factores implicados en un desastre de esta magnitud que hasta los científicos tienen que preocuparse del lenguaje empleado para que el mensaje llegue correctamente a la población. Y si una pieza del dominó cae, el resto pueden desmoronarse.

Cientos de sirenas que suenan a lo largo de pueblos y ciudades, máquinas expendedoras de Coca-Cola que alertan de desastres, mensajes retransmitidos automáticamente en altavoces, televisiones, radios y marquesinas. Países como Japón o Países Bajos tienen protocolos muy estrictos en caso de emergencia. Unos que la gente acata de manera inmediata y sin dubitaciones. Unos que podrían haber reducido en buena parte la tragedia acontecida en Valencia, que ha demostrado no sólo que los sistemas de aviso llegaron tarde, sino que socialmente no les damos la importancia que merecen. Hacemos poco caso a las alertas y, lo que es peor, no sabemos qué hacer cuando se producen.

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