Los puentes caídos en la DANA reavivan el dilema de las grandes infraestructuras en España
¿Están puentes, túneles y nuestras ciudades listas para un clima donde episodios como la DANA sean más habituales? Algunos expertos creen que están concebidas para el mundo anterior al calentamiento global y eso es un problema
Muchos han sido realmente conscientes de la brutalidad con la que la DANA se ha ensañado con el este de España a través de las redes sociales. Decenas de videos y fotografías de personas que estaban sufriendo la gota fría en sus propias carnes, archivos que quedan ahora como documentos históricos. Uno de los que más ha circulado ha sido un pequeño clip en el que se ve cómo una riada fagocita el puente que unía las localidades de Picanya y Paiporta. En la imagen se observa perfectamente como esa construcción empieza a doblarse por la presión de la corriente hasta el punto de ceder y sumergirse en las aguas, mientras la luz de la farola se extingue de forma instantánea.
Esta es solo una pequeña muestra de cómo ese fenómeno natural ha puesto en jaque infraestructuras clave en la zona. En Picanya, todos los puentes de la localidad han claudicado. En la vecina Torrent cayó uno sobre el que descansa parte de la autopista que une este municipio con Valencia. A poca distancia de allí, Riba-Roja vio desaparecer uno que la conecta con otro puñado de pueblos.
Hay decenas de carreteras secundarias cortadas. No son ni mucho menos los únicos daños en vías de comunicación y transportes. La AP7 y la A3 están afectadas. La línea de alta velocidad que conecta Madrid con Valencia estará fuera de servicio “unos 15 días o tres semanas”. La red de metro de la capital se encuentra comatosa y sin circulación desde la noche del martes. Y así, un largo etcétera.
Todos estos episodios ponen sobre la mesa una duda que han tenido miles de personas estos días: si las infraestructuras españolas están realmente preparadas para un escenario en el que episodios virulentos de gotas frías u otros fenómenos meteorológicos se produzcan con mucha más frecuencia. La otra es hasta dónde se pueden reforzar.
Pareix que la riuada s'acaba d'emportar un pont a Paiporta. Impressionant! Ens arriba el vídeo per WhatsApp i desconeixem l'autor.
— AVAMET (@avamet) October 29, 2024
Molta precaució a les rambles, rius i barrancs. A Paiporta no plou però l'aigua els arriba de més cap amunt. pic.twitter.com/LPWrqFtdCQ
La clave: las zonas inundables
A la hora de construir algo como una carretera, una presa, levantar edificios sobre una determinada zona o dar forma a algo como un hospital o una central eléctrica, se suele tomar como referencia el Sistema Nacional de Cartografía de Zonas Inundables (o sus variantes autonómicas, provinciales o locales), que indica cuán susceptible es un área determinada a sufrir uno de estos episodios.
El indicador que se utiliza es el nivel de retorno, una estimación de la frecuencia con la que un evento de esa magnitud puede suceder. Si determinada construcción se realiza con un periodo de retorno de 25 años, significa, por tanto, que está preparada para soportar una inundación tan contundente que, de promedio, solo ocurriría una vez cada cuarto de siglo. Cosas como grandes puentes u hospitales están diseñados, por ejemplo, con resistencias de 500 años de retorno. Traducido a escala anual, un periodo de retorno de 25 significaría que hay un 4% de probabilidades de que ocurra cada año. En el caso de los 500 años, 0,2% de probabilidades cada 12 meses. El problema que señalan diversos investigadores y expertos de distintas áreas es que esta escala fue concebida hace décadas y no está ajustada al nuevo panorama que ahora se abre.
“Estas previsiones se aplican con el calor, con la sequía o con las lluvias. Por ejemplo, con las temperaturas, la predicción apunta a que se van a disparar”, explica Asier Eguilaz, urbanista y arquitecto. “Con las precipitaciones ocurre algo diferente. Si bien parece que el volumen total anual se va a mantener, sucederá en menos ocasiones. Es decir, se va a concentrar más”, añade este experto. Subraya, por tanto, que es posible que cuando “llueva, lo haga en episodios más intensos” y, por tanto, haya más posibilidades de estresar las diferentes infraestructuras de evacuación de agua pluvial, dimensionadas con parámetros de hace décadas.
El problema aumenta todavía más en el caso de terrenos inundables que en su momento fueron ocupados y edificados. “Durante los años de la burbuja inmobiliaria y previamente a que salieran los planes territoriales y estudios de inundaciones, muchos ayuntamientos permitieron la concesión de licencias y construcción en estas zonas, cuando deberían ser no urbanizables”, explica el arquitecto y divulgador Gonzalo Bonet al respecto.
“Si se comprueba que de verdad está cambiando el perfil hidrológico de las avenidas y trombas de agua, ya sea por el cambio climático o cualquier otra razón, habrá que poner un plan para reevaluar las distintas infraestructuras, si están realmente preparadas y si necesitan reforzarse o repararse”, explica Manuel Francisco Herrador, ingeniero de Caminos y profesor de Hormigón Estructural en la Universidad de A Coruña.
El docente explica que lo que se ha visto en esta DANA ha sido que esas riadas y avenidas de agua han sido tan grandes y voluminosas que han producido alteraciones del suelo en un breve lapso de tiempo. “Eso ha afectado a la cimentación, que se ha llevado por delante. El problema, por tanto, no estaría en las pilas o el tablero de los puentes, sino en los cimientos”.
Herrador indica que hay que realizar dos trabajos fundamentales antes de intervenir directamente en un puente o en un túnel. Primero, actualizar la base de datos con la que se trabaja. “Si hasta ahora construíamos algo pensando en un evento que estadísticamente solo iba a pasar, de promedio, cada 100 años, y estimamos que puede ocurrir cada 50 años o que cuando suceda va a ser mucho más grande, pues hay que recalibrarse y recalcular esas referencias que son la base de todo”, añade, a la par que explica que ya hay muchos organismos en diferentes partes de España trabajando en esta línea. “Esto ya se está viendo en la obra marítima desde hace años, donde ya se trabaja la resistencia pensando y pronosticando eventuales subidas del nivel del mar de diferente intensidad provocadas por el calentamiento global”.
¿Van a necesitar todas las infraestructuras reforzarse? “Algunas sí y otras no”, responde, y subraya que esto no es solo un trabajo que haya que hacer en el Levante español, porque en toda la geografía se enfrentan desafíos derivados del cambio climático. Cuando se le pregunta cuánto se tardaría, cree que un plan de refuerzo y reparación podría completarse en un plazo relativamente corto, “de cinco a diez años”, una vez se ponga en marcha. Pone como ejemplo otros planes que se han llevado a cabo en Turquía o California para reforzar vías de comunicación ante terremotos. “Es algo abordable, porque tenemos técnicas de cimentación modernas que nos permiten atacar el problema en tiempos relativamente cortos. La tarea principal sería hacer ese estudio. Hay que partir del hecho de que la seguridad al 100% no existe. Siempre puede aparecer algo más grande de lo previsto"
Uno de los videos que también se ha compartido mucho en las últimas horas es el de la presa romana de Almonacid de la Cuba aliviando agua con gran solvencia. Es inevitable preguntar cómo una construcción de casi 2.000 años de antigüedad puede soportar una gota fría como esta, mientras que otras edificaciones contemporáneas no lo han logrado. “Eran obras mucho menos ambiciosas”, contesta Herrador, quien detalla que este tipo de embalse soporta una “carga menor de lo que parece”, aunque produce imágenes y saltos de agua impresionantes.
Almonacid de la Cuba aliviando lo bestia. https://t.co/WskiMiZWQe pic.twitter.com/L7Y5yrs2iF
— Isaac Moreno Gallo (@imorenogallo) October 30, 2024
“Hay que tener en cuenta que esto no ha sido una tormenta extrema; esto ha sido, por así decirlo, el unicornio de las tormentas”, comenta Manuel Romana, profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universidad Politécnica de Madrid. “No es que haya llovido a un nivel equiparable al de 500 años de retorno, el máximo previsto; es que probablemente estemos ante un nivel de 10.000 años”, añade. Por tanto, pide no confundir términos y no hablar de “colapso” de los puentes. “Han quedado inutilizados por una cantidad de agua completamente inusual. No han colapsado”.
Romana alerta, además, sobre las comparativas de los daños. “No se puede comparar la gravedad por daños económicos de las inundaciones a día de hoy con lo que ocurrió en 1940 o en 1850, porque la cantidad de suelo urbanizado a día de hoy ni siquiera se parece”, apunta este experto, quien insiste en que para este asunto no hay una respuesta sencilla porque es un tema complejo que requiere “un debate sosegado” y no en momentos trágicos y dramáticos como este.
“Hemos planificado las infraestructuras para soportar determinados fenómenos. Si se supera ese fenómeno, se puede mejorar la resistencia, pero hay que preparar la cartera”, añade. Cree que hay que hacer una ponderación y un análisis pormenorizado de cada elemento. “Probablemente haya infraestructuras muy críticas que sí merezca la pena valorarlo”, argumenta. “Las vías ferroviarias están diseñadas para una recurrencia de 300 años. No es un episodio, por ahora frecuente. Pero también tienes el caso de las carreteras, que cuentan con un nivel de retorno menor. Cuando ese límite se supera, es probable que haya que cerrarla durante unas horas por las inundaciones. Pero, cuando cesan las lluvias, el agua se va y la carretera no ha sido prácticamente dañada o se puede recuperr fácilmente, sostiene.
Señala Romana, además, que existe mucha reticencia ante grandes obras como presas. “La canalización de Valencia, a día de hoy, sería imposible sacarla adelante. Habría quejas por si es una obra faraónica, por la financiación, por el espacio...”, comenta el profesor sobre el nuevo cauce del Turia, esa enorme zanja de 12 kilómetros de largo y 200 metros de ancho que parte la capital en dos y que se construyó después de la riada de 1957 con el fin de mantener a salvo la ciudad en caso de riadas y crecidas. Casi siempre discurre seco, lleno de matorrales y algunos restos de basura, pero cuando llueve fuertemente varios días seguidos se convierte en un activo fundamental. Este martes, esta construcción fue clave para evitar que el río se desbordase. La obra, con la inflación ajustada, costaría a día de hoy 4.000 millones de euros. “No solo es la financiación, es dedicar y espacio público a esto”, apunta Romana, quien critica la “falta de memoria” de algunos partidos políticos, como Compromís, que llevaban en el programa la renaturalización de este espacio, lo cual habría restado capacidad para cumplir su misión actual.
En este punto, Asier Eguilaz añade que en estos momentos falta cierta cultura de aplicar soluciones estructurales para abordar ciertos problemas. “Lo hemos visto con la sequía en Cataluña, donde se han estado llevando barcos de agua desde Valencia y no se han hecho actuaciones a largo plazo”, comenta. Este urbanista explica que con el calor se puede “apostar por políticas tácticas” como la instalación de toldos, mejora de la vegetación y opciones similares. “En el entorno urbano, con las lluvias puedes trabajar la permeabilidad de las aceras, pero estamos hablando de un nivel de agua pequeño. Con las inundaciones, que recurrir a remedios estructurales”, señala, refiriéndose a cosas como grandes canalizaciones de agua o tanques de tormentas.
En los entornos urbanos, explica Gonzalo Bonet, la solución es muy costosa “si se ha construido ya en zonas inundables”. “La solución tiene que ir más hacia protocolos y prevenciones, incluyendo protocolos de evacuación y avisos a tiempo”, insiste. Los barrancos y espacios por donde discurre el agua suelen estar secos y requieren mantenimiento para evitar que cuando lleguen las crecidas, cosas como basura o vegetación muerta sean arrastradas. También indica la necesidad de mantener la vegetación en buen estado, lo cual evita que el agua erosione demasiado y arrastre más rocas y tierra de lo que debería. A largo plazo, Bonet indica que se pueden hacer otras cosas, como catalogar edificios “fuera de ordenación” y reemplazarlos en zonas más seguras.
Muchos han sido realmente conscientes de la brutalidad con la que la DANA se ha ensañado con el este de España a través de las redes sociales. Decenas de videos y fotografías de personas que estaban sufriendo la gota fría en sus propias carnes, archivos que quedan ahora como documentos históricos. Uno de los que más ha circulado ha sido un pequeño clip en el que se ve cómo una riada fagocita el puente que unía las localidades de Picanya y Paiporta. En la imagen se observa perfectamente como esa construcción empieza a doblarse por la presión de la corriente hasta el punto de ceder y sumergirse en las aguas, mientras la luz de la farola se extingue de forma instantánea.
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