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La profecía de Sam Altman que se ha vuelto en su contra y anticipa el auge de un nuevo tipo de empresa
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EL GRAN ÉXODO DE OPENAI

La profecía de Sam Altman que se ha vuelto en su contra y anticipa el auge de un nuevo tipo de empresa

¿Se imaginan que el trabajo de un autónomo valiese cientos de millones de euros? Los proyectos de muchos de los pesos pesados que han dejado la empresa de OpenAI muestran que no es ninguna locura

Foto: Sam Altam, junto a Sutskever, cofundador y uno de los primeros en salir. (Reuters/Amir Cohen)
Sam Altam, junto a Sutskever, cofundador y uno de los primeros en salir. (Reuters/Amir Cohen)

OpenAI es la tecnológica de moda. Lo lleva siendo desde el big bang de la inteligencia artificial generativa que provocó el lanzamiento de ChatGPT. Esa condición de ser la chica popular de la clase la refrendó hace unos días al conseguir cerrar una ronda de financiación de 6.600 millones de dólares. Un dinero fresco que catapultó su valoración hasta los 156.000 millones. Si alguien quisiese comprar a tocateja la compañía de Sam Altman, tendría que pagar una cuantía que supera en 45 veces los ingresos que la firma fue capaz de generar en 2023.

Todos estos guarismos hablan por sí solos de la confianza depositada en esta aventura empresarial. Pero, si está en un momento tan dulce, ¿por qué no ha cesado la fuga de talento que lleva meses produciéndose? No solo es que se vayan de la compañía, es que muchos acaban reforzando a competidores directos o incluso creando empresas que aspiran a mover la silla a los padres de ChatGPT.

Haber pasado por OpenAI se ha convertido en un aval tan grande que no importa que en algunas ocasiones no exista más que una idea lejos de ser un prototipo comercial, ni que el número de empleados se cuente con los dedos de una mano. Esto acerca una de las predicciones que hizo Sam Altman hace unos meses y que, paradójicamente, se está volviendo en su contra: que el despegue de la IA iba a dar paso a unicornios, empresas valoradas en más de 1.000 millones, unipersonales. Algunos de los que eran sus compañeros están levantando ingentes cantidades de dinero sin tener ningún producto o servicio que distribuir. Y los hay que prometen pelear por el mismo pastel que él.

El éxodo de OpenAI se intensifica

Las salidas se han producido en varios estratos de la compañía. Pero en los últimos meses han sido especialmente llamativas las que se han producido en su núcleo duro, donde Altman ha perdido a todos los que han sido sus lugartenientes de confianza en los dos últimos años. En mayo renunció Ilya Sutskever, cofundador y jefe científico. Se marchó en mayo, después de meses liderando un equipo de seguridad de nueva creación. Su marcha se entendió como algo natural, porque se le señaló como una persona clave en el despido de Altman. Días después dimitió su mano derecha, Jan Leike, entre críticas a la compañía por haber dejado la seguridad en segundo plano a la hora de desarrollar productos.

placeholder Mira Murati era hasta ahora la jefa de tecnología de OpenAI. (OpenAI)
Mira Murati era hasta ahora la jefa de tecnología de OpenAI. (OpenAI)

En verano, la brecha no hizo más que agrandarse. John Schulman, cofundador, anunciaba que se marchaba a Anthropic para investigar la alineación de la inteligencia artificial. Peter Deng, vicepresidente de producto, también decía adiós por decisión propia. Y Greg Brockman, presidente de OpenAI y uno de los más cercanos a Altman (también fue despedido y readmitido), sorprendió al afirmar que se tomaba un periodo de reflexión de varios meses para pensar en el futuro de la compañía.

Si se cuenta a Brockman como baja, solo 2 de los 11 nombres que fundaron OpenAI, entre los que se encontraba Elon Musk, siguen en plantilla. Uno de ellos es Altman, el otro es Wojciech Zaremba, que lidera los esfuerzos en robótica. Por si esto fuera poco, hace unos días se conoció que uno de los perfiles clave en el desarrollo de ChatGPT, DALL-E y otras innovaciones como el modo avanzado de voz, también se marchaba de la empresa. Se trataba de Mira Murati, directora de tecnología. Murati explicó que era el momento de “buscar su propio camino”. El anuncio generó bastante estupefacción en redes sociales y Musk, enemigo confeso de Altman, no dudó en llamar al CEO de OpenAI "little finger", en referencia a Meñique, un personaje de Juego de Tronos que progresa y mucho en la ficción de HBO traicionando a personas de su confianza.

Aunque nadie lo ha reconocido explícitamente, los mensajes de los protagonistas señalan que sus salidas pueden tener que ver con el cambio de filosofía y estructura que parece estar pergeñando Altman. OpenAI ahora mismo son dos organizaciones. La primera, la fundación. La segunda, una filial comercial creada con capacidad para emitir acciones y cerrar rondas de inversión. Se creó en 2019 con el fin de cubrir los costes de desarrollo.

La cuestión es que los intereses de esta empresa siempre estaban supeditados a la organización sin ánimo de lucro y había medidas de seguridad y cortafuegos, como que los directivos no podían tener participaciones de OpenAI para no influir en el espíritu de la empresa. El problema, tal y como explica Bloomberg, es que Altman estaría dando una vuelta de calcetín, que aún no se ha consumado, para dar un giro comercial y crear una empresa orientada a la rentabilidad y hacerla más atractiva para los inversores, quedando la parte altruista arrinconada. Esto conlleva, como denunciaba Leike, ser más agresivo en el desarrollo y comercialización de productos, dejando cosas como la seguridad en segundo plano. Por si fuese poco, también se especuló con que Altman podría recibir hasta un 7% de los títulos de la compañía. Una posibilidad que enfrió el propio directivo al decir que no hay nada cerrado y que eso están encima de la mesa. Todo esto habría alimentado esa desconexión entre la compañía y muchos perfiles clave.

La OpenAI Mafia

Algunas de las renuncias se han traducido en fichajes sonados por la competencia directa, como el caso de Schulman o Leike por Anthropic, uno de los mayores rivales de Altman que ha sido respaldado, entre otros, por Amazon. Pero muchos otros de los exempleados han decidido montar sus propias empresas y han dado lugar a lo que se está conociendo en los mentideros especializados como OpenAI Mafia.

Aquí la palabra mafia no tiene sentido negativo alguno. Se acuñó cuando eBay compró PayPal por 1.500 millones de dólares. Algunos de los trabajadores de la plataforma de pagos pillaron un buen pellizco y utilizaron ese dinero para dinamizar la industria tecnológica, bien montando nuevas empresas o invirtiendo en otras startups y compañías. En la nómina de PayPal estaban gente como Elon Musk, Peter Thiel o Reid Hoffman, fundador de LinkedIn.

La lista de empresas montandas por exs de OpenAI empezó a cocinarse hace años. Es bastane larga y, en algunos casos, muy notable. El caso más destacado es el de Aravind Srinivas, cofundador y CEO de Perplexity, una empresa que ha lanzado un buscador basado en respuestas de IA generativa que está dando que hablar en las últimas horas. Según el Wall Street Journal, la compañía se prepara para una ronda de financiación que la valore en 8.800 millones de dólares.

placeholder Los hermanos Daniela y Dario Amodei, fundadores de Anthropic. Foto: Cedida.
Los hermanos Daniela y Dario Amodei, fundadores de Anthropic. Foto: Cedida.

El movimiento llega después de que haya sido capaz de generar 50 millones de ingresos anuales. Srinivas pasó por OpenAI y en 2022 optó por emprender este proyecto. Un año antes, un grupo de investigadores entre los que se incluían Dario y Daniela, los hermanos Amodei; Jared Kaplan o Tom Brown, decidieron hacer lo mismo. ¿Qué les unía? La fe en la IA y haber trabajado en OpenAI.

Montaron Anthropic, una startup que a día de hoy ha recibido miles de millones de financiación y ya cuenta con 300 empleados. Pieter Abbeel, Peter Chen o Rocky Duan trabajaron investigando sobre IA y robótica en OpenAI la pasada década, mucho antes del despegue de ChatGPT. Crearon Covariant para comercializar estos avances en 2017. Como era incompatible con la política filantrópica, tuvieron que abandonar las filas de OpenAI. Hoy en día cuentan con 200 empleados y sus robots funcionan en varios almacenes de todo el mundo. Cresta, Daedalus, Gantry o Pilot son algunas otras empresas de IA que tienen en común haber sido fundadas por personas que pasaron por dicho proyecto.

El valor de haber trabajado en ChatGPT

Es cierto que los exempleados de OpenAI, por muy cuantiosas que hayan sido sus indemnizaciones, no tienen una montaña de dinero para activar la industria como sí ocurrió con los empleados de PayPal en el momento de su venta. Pero sí tienen otros activos, como el conocimiento y el haber pasado por la empresa de moda, lo que sirve para abrir muchas puertas y convencer a los fondos de inversión para que financien su aventura empresarial.

“Tener la etiqueta de haber estado en OpenAI en LinkedIn ha servido para que más de 35 empresas de capital riesgo se hayan puesto en contacto conmigo”. Eso no lo dijo Sutskever ni Murati, que se han lanzado a crear sus propios proyectos. Lo dijo Ishant Singh, un exmiembro del equipo de seguridad, que en 2023 se puso a crear una alternativa a ChatGPT orientada a las empresas, donde el sistema es capaz de conectar a todas las fuentes de información de la organización y ofrecer respuestas adaptadas al nivel y rango de cada empleado.

"Poner que trabajé en OpenAI en LinkedIn ha servido para que más de 35 empresas de capital riesgo se hayan puesto en contacto"

Ahora mismo se encuentra desarrollando un producto mínimo viable, pero no ha sido óbice para recibir ya fondos con los que intentar echar a rodar su proyecto. Incluso, en algunos casos, no ha hecho falta ni tan siquiera que tengan una larga trayectoria en OpenAI. Es el caso de Margaret Jennings, que pasó medio año en la empresa. Su trabajo fue dar forma a un proyecto para adaptar ChatGPT a Morgan Stanley y que sus trabajadores pudiesen utilizarlo. Dejó la empresa en 2023 y montó una startup para trabajar en la accesibilidad de los modelos de lenguaje para grandes empresas. Ya tiene 13 empleados y ha levantado 7 millones de dólares.

¿Unicornios unipersonales? No es tan loco

Los casos de Sutskever y Murati son todavía más destacados y significativos. El ex científico jefe ha creado Safe Superintelligence Inc, una startup que quiere crear una superinteligencia con mucho foco en la seguridad. Para levantarla se ha asociado con Daniel Levy, exingeniero de OpenAI; y con Daniel Gross, que pasó por Apple y por Y Combinator. Sus planes pasan por crear oficinas en Palo Alto y Tel Aviv. Las credenciales de estos tres expertos han sido suficientes para convencer a inversores para que les avalen con 1.000 millones de dólares. Algo que colocaría la valoración de SSI (las siglas de la compañía) en los 5.000 millones nada más arrancar.

placeholder Ilya Sutskever. Foto: Amir Cohen (Reuters)
Ilya Sutskever. Foto: Amir Cohen (Reuters)

Murati todavía no ha cerrado el dinero, pero Reuters informa de que ya persigue 100 millones de dólares. ¿Para qué? Pues para hacer algo similar a lo que ya hacen Google o su excompañía: una empresa de IA que diseñe sus propios modelos de lenguaje. El movimiento suscita muchas dudas en el sentido de cómo se diferenciará de las propuestas ya existentes, cómo accederá a las GPU y otros materiales para entrenar sus inteligencias artificiales o cuál será el modelo de negocio.

No hay que olvidar, incluso, que empresas como Google se han llevado algún tirón de orejas que otro de los mercados por no dejar claro cómo van a rentabilizar todo el dinero que están gastando en esta tecnología. Pero parece que el simple hecho de que Murati tenga algo en la cabeza es suficiente como para movilizar un dinero con el que otras compañías no podrían ni soñar.

Con dos socios más, Sutskever ha levantado 1.000M. Murati, sola de momento, busca 100M

Estos dos últimos casos refrendan la teoría de Altman de que pronto se verían empresas de IA compuestas por una sola persona que serían capaces de alcanzar los 1.000 millones de valoración en el primer año y ganarse el título de unicornio. “En mi pequeño grupo de chat con mis amigos CEO de tecnología, hay una especie de apuesta a que, durante el primer año, habrá una empresa unipersonal que valga mil millones de dólares”, le dijo Altman en una entrevista con el cofundador de Reddit, Alexis Ohanian. “Es algo que habría sido inimaginable sin la IA y que ahora sucederá”.

Para comprender esta idea, que está ganando adeptos en ciertos círculos especializados, es interesante leer un artículo de James Currier, socio de la firma de capital riesgo NFX, que también está convencido de que esto va a ocurrir y que solo falta saber “cuándo”.

Obviamente, una empresa dedicada a un bien físico no puede crecer con este esquema y una de software, por norma, tampoco. La razón, especialmente en las que se dedican al mercado empresarial, es que los clientes quieren soporte en todo momento. Sin embargo, una persona especializada en IA que tenga el conocimiento y las ideas claras puede apoyarse en herramientas ya creadas para hacer crecer su producto, moviéndose mucho más rápido que una empresa tradicional. Es cierto que eso de unicornio de una sola persona tenga letra pequeña, porque seguramente, en algún momento, tengan que subcontratar alguna tarea a trabajadores independientes o terceras empresas. Sea como sea, esto no va a hacer más que aumentar la competencia en la inteligencia artificial generativa, algo que puede pasar factura a Sam Altman.

OpenAI es la tecnológica de moda. Lo lleva siendo desde el big bang de la inteligencia artificial generativa que provocó el lanzamiento de ChatGPT. Esa condición de ser la chica popular de la clase la refrendó hace unos días al conseguir cerrar una ronda de financiación de 6.600 millones de dólares. Un dinero fresco que catapultó su valoración hasta los 156.000 millones. Si alguien quisiese comprar a tocateja la compañía de Sam Altman, tendría que pagar una cuantía que supera en 45 veces los ingresos que la firma fue capaz de generar en 2023.

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