EEUU quiere romper Google: un laberinto que puede beneficiar a quien menos esperas
La Justicia ha hablado. El buscador es un monopolio. Ahora tiene que decidir si opta por la vía blanda o por la vía dura y le obliga a amputarse alguno de sus productos estrella como Chrome, Android o YouTube
Si la entrada a internet fuese una enorme rotonda, daría igual la salida que se escogiese porque una enorme mayoría de ellas irían a parar al mismo sitio: Google. Incluso algunas de las que parecen conducir a otros caminos también llevarían al buscador más conocido de la red o a alguno de sus tentáculos. Esto ocurre porque los californianos gastan miles de millones cada año para que empresas como Apple o Mozilla, responsable de Firefox, redirijan el tráfico que rueda por sus plataformas, a excepción de que el usuario de turno indique lo contrario. El objetivo que persigue con estos acuerdos es doble. Por una parte, el de rebañar todo lo posible para engordar su negocio publicitario, el más rentable del mundo. Y, por otra, invisibilizar a posibles rivales o alternativas.
Esta situación en la que casi todos los caminos digitales pasan por Mountain View ha sido posible, según la justicia estadounidense, gracias a un abuso de posición dominante. Así lo resolvió un tribunal a finales de agosto, después de uno de los juicios más mediáticos que se recuerdan en la industria. Ahora queda lo más sensible y capital de todo este asunto: conocer qué medidas va a imponer el juez para corregir esas prácticas monopolísticas. Unas medidas que, en caso de ser contundentes, pueden influir en la manera en que millones de personas utilizan la tecnología cada día.
Google no solo es responsable del buscador más conocido de internet, también lo es del sistema operativo más utilizado del planeta, Android; del navegador web más utilizado, Chrome; de la plataforma de vídeos más grande del mundo, YouTube; o de una de las mayores tiendas de software, la Play Store. Todo ello conforma una potente infraestructura de recopilación de datos y comportamientos de los usuarios que la compañía utiliza para engrasar y mejorar sus herramientas de búsqueda, una vez más.
¿Cómo se quita poder a Google?
“Durante más de una década, Google ha controlado los canales de distribución más populares, lo que ha dejado a sus rivales con poco o ningún incentivo para competir por los usuarios”, explicaron desde el Departamento de Justicia de EEUU, que es quien lidera la demanda junto a varios estados. “Para remediar por completo estos perjuicios es necesario no solo poner fin al control de la distribución hoy, sino también garantizar que no controle la distribución de mañana”. Los fiscales han reconocido abiertamente que están valorando diversas medidas “conductuales” o “estructurales”. Esto se traduce en un amplio abanico de posibilidades, donde la más extrema sería obligar a la compañía a amputarse alguna de sus divisiones y productos y venderla con el fin de dar un impulso al mercado y fomentar la competencia.
El documento judicial, al que han tenido acceso algunos medios, detalla otras eventuales maneras de meter mano a este monopolio. Desde obligar a revocar los acuerdos para ser la opción predeterminada en los iPhone o Firefox hasta tener que mostrar sus tripas y cañerías a terceras compañías para que también puedan hacer negocio o ponerle límites en la forma en que pueden utilizar la información que recopila a través de sus productos para entrenar sus sistemas de inteligencia artificial.
Sea cual sea el camino elegido, lo que está claro es que el proceso va a ser un laberinto de final incierto. Demostrar que la cuarta compañía más valorada del mundo ha abusado de su poder no ha sido fácil. Desmontar ese monopolio parece más complicado aún. Para empezar, habrá que esperar unos meses para saber cuál es la receta que se aplica. En las próximas semanas, ambas partes tienen que presentar y defender ante el juez sus propuestas. Se espera que el fallo definitivo se anuncie a mediados de 2025. Y en ese momento echaría a correr el reloj de las apelaciones, algo que puede retrasar el fin de este culebrón varios años.
Muchos comparan este caso, precisamente, con el de Microsoft, que en 2000 vio cómo la justicia ordenaba su troceamiento por ahogar la competencia. El problema fue que el Departamento de Justicia vio esfumarse esta victoria tan solo doce meses después, ya que los de Redmond consiguieron, a golpe de recurso, anular la decisión. Los más optimistas y convencidos de que la solución pasa por desmembrar Google recuerdan también el caso de AT&T, que en 1982, tras ocho años de proceso judicial, fue obligada a dividirse en siete empresas. Aquello puso fin a su monopolio y dinamizó el mercado de las telecomunicaciones estadounidense.
Opiniones divididas
“El principio del problema es el mismo: afectación de la competencia”, explica Ana Salinas, profesora de Derecho Mercantil y Derecho Internacional Privado en la Universidad Alfonso X El Sabio (UAX), que puntualiza que el paradigma es distinto porque “el mercado que tenía Microsoft” no puede equipararse a la utilización y repercusión “que tiene internet en la actualidad”. “La opción de compartir información, tanto de búsquedas como de resultados, con los competidores tampoco me parece probable ya que los datos, que deben ser confidenciales y personales, deben protegerse”, comenta la docente.
“Podrían existir riesgos de seguridad y privacidad si otras compañías acceden a los datos y los utilizan maliciosamente si no existen suficientes protocolos de seguridad, que son costosos y no todas las compañías pueden permitírselo”, añade sobre este punto, que la propia Google tampoco comparte, ya que argumenta que esto no sería un acicate para “la innovación” porque la competencia no se sentiría “incentivada” al tener esta vía que explotar. “Necesitaría mucha supervisión”.
Esta experta ve “bastante improbable” que la decisión final apunte a fraccionar la empresa. “Dividir distintas unidades de negocio o secciones de Google, que posiblemente compartan tecnología y datos, no es sencillo. Además, podría tener importantes consecuencias también en el valor de las acciones”, explica Salinas, que dice que hay que tener en cuenta el valor de lo fragmentado, que sin lugar a dudas sería una “venta multimillonaria”. “Vender Android o Chrome sería una operación que le reportaría unos ingresos considerables, pero supondría un cambio enorme en el modelo de negocio y su hegemonía”. Salinas se inclina por pensar que la opción más probable es la de obligarle a anular los acuerdos que mantiene con empresas como Apple, que le dan una “enorme ventaja competitiva”.
Esa hegemonía de la que habla Salinas se basa en un círculo virtuoso trabajado durante años, donde unos productos retroalimentan a otros, creando una situación en la que deja un espacio mínimo para que alguien de la competencia pueda meter el cazo. Este punto se ha utilizado para acusar a la compañía de ser un monopolio, pero también, al mismo tiempo, se ha convertido en un argumento de defensa.
Lo que vienen a sostener es que un cambio estructural podría originar una onda expansiva que pasase factura en múltiples frentes. Hace unos meses, un cambio tan significativo como que no se pueda ir a Google Maps pinchando en la vista previa de los resultados hizo pensar a miles de usuarios que el sistema estaba roto. En realidad, se debía a un cambio impuesto desde la Unión Europea. Si esto puede producir contratiempos, imaginen los problemas que podría generar a cientos de desarrolladores o fabricantes el hecho de desacoplar la Play Store o Android de la estructura de la compañía. Ese es uno de los puntos de defensa que esgrime la compañía, al igual que algunos de los partidarios de sus tesis.
¿Es posible separar Android de Google?
“Uno de los problemas, y las tecnológicas lo exprimen, es que las autoridades no suelen tener la capacidad técnica para auditar realmente a estas empresas, que por norma suelen ser opacas”, asegura Paloma Llaneza, abogada y autora de Datanomics, que recuerda que este caso se refiere al mercado de las búsquedas y que hay otros procesos que estudian si su negocio publicitario también ha pecado de abuso de posición dominante.
“Tenemos otros ejemplos de veces que nos han dicho que no era posible hacer algo y cuando se han visto obligados a hacerlo, han podido. Fue el caso del derecho al olvido. Durante muchísimo tiempo, Google afirmaba que no podía implementar lo que se le demandaba. Luego llegó la sentencia de la justicia europea y tardaron 15 días en tenerlo preparado, como quien dice”, apunta esta experta, que recuerda que la compañía lleva años perfeccionando una estructura de servicios que le ha permitido tener una ventaja frente a sus competidores al poder crear publicidad diseñada milimétricamente para los usuarios.
"Una vez que se ha calificado como un monopolio, es necesario introducir medidas correctivas y punitivas que realmente solucionen el problema detectado. Nadie ha dicho que sea fácil, pero hay que tomarlas", apunta Llaneza, quien se muestra partidaria de dividir la empresa. "Es la línea que Lina Khan, actual presidenta de la FTC, impulsó en 2016, y me parece la más adecuada y eficaz".
¿Desvestir un monopolio...para vestir otro?
Surgen otros grandes interrogantes en este asunto. Estados Unidos lleva años inmerso en una lucha sin cuartel contra China, con el objetivo de evitar que desarrollen tecnología de vanguardia que luego puedan utilizar con fines militares. En este contexto, también hay voces que se preguntan si amputar a un supercampeón nacional para fomentar la aparición de otros posibles competidores es la mejor estrategia. También persiste la duda sobre quién sería el verdadero beneficiado de estos movimientos y si esto podría acabar con una big tech como Google siendo menos big, pero con otro de los GAFAM, como Microsoft o Facebook, fortalecido.
"No es una solución definitiva, porque cabe la posibilidad de que el comprador, con el tiempo, también adquiera una posición de dominio", anota Salinas en este punto. Es cierto que la FTC (la agencia que supervisa estas adquisiciones) lleva tiempo escrutando hasta el extremo cada intento de compra que hacen las grandes tecnológicas, como ya se vio en el caso de Microsoft y Activision Blizzard. Sin embargo, que Google fuese penalizada de esta manera podría ser una ventaja competitiva para empresas que, hoy en día, compiten de igual a igual con los californianos.
"Microsoft o Amazon podrían ser los grandes beneficiados a corto plazo si se imponen medidas contra Google en el ámbito de las búsquedas y pueden ganar algo de peso", explica José Luis Calvo, ingeniero y fundador de la consultora Diverger.ai. El gigante del comercio electrónico, por ejemplo, se ha convertido en el lugar donde muchos usuarios comienzan sus búsquedas en internet cuando se trata de comprar algo. Una encuesta de Jungle Scout, una empresa de software especializado en e-commerce, ya advertía que seis de cada 10 usuarios solían empezar este tipo de búsquedas directamente en Amazon. La encuesta, que permitía elegir múltiples opciones, colocaba a los motores de búsqueda como Google en segunda posición (49%) y Walmart.com en tercer lugar (32%). Esto, unido a la publicidad de su plataforma de streaming, ha permitido a la multinacional de Seattle convertirse en el tercer mayor anunciante del mundo, solo por detrás de Alphabet y Meta.
A pesar de esto, Calvo cree que no es tan fácil destronar al rey de las búsquedas. La propia Microsoft lleva invirtiendo grandes cantidades de dinero en Bing durante años y no ha logrado cambiar el hecho de que Google ostenta el 90% de las búsquedas. Incluso si el juez obliga a deshacer los acuerdos que ponen el buscador de Google en un lugar privilegiado en los iPhone y se debe elegir entre varias opciones, muchos especulan que los usuarios acabarían eligiendo lo que ya conocen, es decir, Google. Si esto se materializa, en realidad, sería una victoria para la compañía, que se ahorraría la millonada que paga al fabricante del iPhone cada año. "Otra cosa muy distinta es que se produzca un cambio en la forma en que se busca información gracias a la IA generativa. Ahí, las medidas que se apliquen a Google podrían abrir el campo a nuevas tecnologías y competidores", añade este especialista, poniendo como ejemplo a OpenAI o Perplexity, una startup que ha lanzado un buscador basado en esta tecnología. "Si le restringen, por ejemplo, el uso de consultas del buscador o los videos de YouTube para entrenar sus modelos, le quitarían una ventaja competitiva muy importante".
Paloma Llaneza cree que "ese cambio de paradigma ya ha comenzado" y que, en unos pocos años, la IA generativa será la forma en la que millones de personas utilizarán herramientas como ChatGPT para buscar información en internet. Entonces, si el juicio de Google, con las apelaciones, se prolonga durante varios años y la empresa pierde su situación de privilegio, ¿qué sentido tendría un castigo para corregir un modelo de búsqueda desfasado? "Es lo que ocurre cuando la justicia es más lenta que la tecnología. Pero hay que actuar sobre hechos probados y no sobre futuribles", insiste la letrada. Además, cree que este proceso puede ser una oportunidad para cambiar el modelo transaccional en internet, sostenido en gran medida por productos aparentemente gratuitos en los que el pago son datos personales para publicidad. "Si a Google, por ejemplo, se le obliga a vender su división de anuncios, quizá se produzca un cambio importante hacia la generalización de las suscripciones", añade Llaneza, quien vislumbra un escenario en el que algunos usuarios utilizarían productos sin coste, donde su información sería empleada para mejorar los modelos y productos de IA de los usuarios de pago.
Si la entrada a internet fuese una enorme rotonda, daría igual la salida que se escogiese porque una enorme mayoría de ellas irían a parar al mismo sitio: Google. Incluso algunas de las que parecen conducir a otros caminos también llevarían al buscador más conocido de la red o a alguno de sus tentáculos. Esto ocurre porque los californianos gastan miles de millones cada año para que empresas como Apple o Mozilla, responsable de Firefox, redirijan el tráfico que rueda por sus plataformas, a excepción de que el usuario de turno indique lo contrario. El objetivo que persigue con estos acuerdos es doble. Por una parte, el de rebañar todo lo posible para engordar su negocio publicitario, el más rentable del mundo. Y, por otra, invisibilizar a posibles rivales o alternativas.
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