¿Mártir o delincuente? El arresto de Pavel Durov aviva la gran batalla de internet
Miles de personas denuncian la detención de Pavel Durov como un peligroso ataque contra la libertad de expresión. Otras tantas lo niegan y señalan que, simplemente, Durov se creía por encima de la ley. Hasta ahora
"El arresto de Pavel Durov es preocupante. ¿Quién será el siguiente, Elon Musk?". "¿Por qué detienen a Durov y no a Zuckerberg? Ninguno de los dos puede ser responsable de lo que la gente hace con sus aplicaciones". "Durov dormirá hoy en una cárcel francesa, un alarmante recordatorio para cualquier creador de una plataforma de comunicación que rechace censurar la verdad".
Estas tres citas son solo algunas de las miles de reacciones que ha desatado la detención el pasado sábado en Francia de Pavel Durov, el creador de Telegram. Son frases de gente tan variopinta como el populista británico Nigel Farage, el empresario argentino afincado en España Martin Varsavsky, creador de Jazztel y Fon, o el polémico expresentador de la Fox Tucker Carlson, uno de los pocos que entrevistó recientemente a Durov. Como ellos, miles de personas aseguran que se trata de un terrible golpe a la libertad de expresión más propio de China que de Francia. Una avalancha de mensajes en X eleva a Durov al rango de nuevo mártir de internet al son del hashtag #freepavel.
Cómo no, Elon Musk ha sido uno de los primeros en unirse a esta nueva oportunidad de agitación, animando a sus seguidores a "posicionarse", asegurando que "hoy es Telegram; mañana será X". Criptobros, ultraliberales y figuras de derecha y ultraderecha de todo tipo, desde Kim Dotcom o David Sacks (inversor en Facebook, Airbnb o Palantir), pasando por Andrew Tate (detenido en Rumania acusado de tráfico de personas y explotación sexual) han seguido la misma línea. Pero también gente más respetada y moderada, como el gurú de Silicon Valley Paul Graham, quien asegura que "es difícil imaginar un país que a la vez arreste al fundador de Telegram y sea un gran hub de startups". Incluso Edward Snowden ha calificado el arresto de "asalto" al derecho de libertad de expresión: "Estoy sorprendido y muy apenado de que Macron haya bajado al nivel de tomar rehenes como medio para acceder a nuestras comunicaciones privadas", ha dicho.
El debate ha saltado también a nuestro país, donde el eurodiputado de ultraderecha Alvise Pérez, gran impulsor y beneficiario de la desinformación en Telegram, ha llamado "HÉROE" a Durov, así, con mayúsculas. Junto a él, otras voces, como la de la abogada especializada en asuntos digitales Cris Carrascosa o el economista y columnista Juan Ramón Rallo, han salido en defensa, no tanto de Durov, que también, pero sobre todo de la libertad de expresión. "No deberíamos ser indiferentes al arresto de Pavel Durov, porque es otro comportamiento típicamente mafioso del Estado, que no debería ser normalizado", sentencia Rallo.
La detención de Durov, al que la Fiscalía francesa imputa 12 cargos, entre ellos complicidad en la difusión de imágenes pedófilas, en estafa y en tráfico de estupefacientes, ha prendido otra vez la mecha del show de la polarización y avivado la vieja y gran batalla de internet, la de la censura y la libertad de expresión. ¿Deben Telegram, Facebook, WhatsApp, X o Google intervenir y moderar sus plataformas para combatir el terrorismo, la pornografía infantil o los mensajes de odio? ¿Dónde poner la frontera en esa intervención? ¿Deben proporcionar datos a los gobiernos? ¿Cuánto intervencionismo estatal o de la UE es suficiente o deseable?
La diferencia entre Zuckerberg y Durov
Este debate, al menos en Europa, ya parecía superado. La Unión Europea aprobó a finales de 2022 la llamada Ley de Servicios Digitales (DSA), que obliga a las grandes plataformas de internet a colaborar con las autoridades y la Justicia para combatir el crimen y la delincuencia. Es de lo que Francia acusa ahora a Durov de lavarse las manos, y justo lo que Facebook, Google, o Apple llevan tiempo obligadas a cumplir. En la segunda mitad del año pasado, Facebook recibió, por ejemplo, más de 300.000 peticiones de gobiernos en todo el mundo. En el 77 % de ellas, la compañía colaboró enviando datos requeridos.
¿Con cuántas peticiones de Gobiernos ha colaborado Telegram? Durov, de 39 años y con una fortuna estimada en 15.500 millones de dólares, siempre ha presumido del mismo número: cero. Es lo que le ha convertido en famoso, enfrentarse a las autoridades de más de una decena de países por negarse a proporcionar datos de la actividad de sus usuarios. Telegram, además, se ha hecho con el título de "la app más hermética y segura del mundo", cuando, en realidad, no es ni tan hermética, ni privada, ni segura como la pintan. Su cifrado de principio a fin, por ejemplo, a diferencia de WhatsApp o Signal, no está activado por defecto, y la app almacena información de los usuarios y sus dispositivos.
La decisión de Durov ha acabado convirtiendo a Telegram en una app capaz de lo mejor y lo peor: en la gasolina de movimientos sociales y revueltas populares en Hong Kong, Irán, Ucrania o Bielorrusia, en lo que se llegó a conocer como la "revolución Telegram", pero también en uno de los mayores escondites de internet para grupos terroristas islámicos, supremacistas blancos, teóricos de la conspiración y redes de narcotraficantes y pedófilos.
"Es un caso contra alguien que controla una plataforma y no colabora con la justicia en casos de tráfico de estupefacientes, pedofilia y estafas".
En Europa, Durov tenía una excusa para no cumplir a rajatabla con la DSA, ya que su aplicación no supera los 45 millones de usuarios únicos mensuales requeridos para ser objeto de la misma. Pero Francia ha dicho basta a la "impunidad" de Durov y a su "negativa para cooperar" con la justicia, y ha decidido detenerlo nada más bajarse de su jet privado y pisar suelo francés en el aeropuerto de Le Bourget, a las afueras de París. Le acusa de colaborar con delitos de delitos de tráfico de drogas, estafa, ciberacoso y crimen organizado. Su nacionalidad francesa (además de rusa) hace que una extradición sea ahora imposible. Su futuro inmediato depende de la Justicia del país vecino y, de ser señalado culpable, se enfrentaría a penas de hasta 20 años de cárcel.
Muchas otras voces han querido contrarrestar el endeble argumento del ataque contra la libertad de expresión. "No es un caso general contra cualquier plataforma, ni a priori, ni mucho menos contra la libertad de expresión", asegura el investigador en IA y ex empleado de Microsoft José Luis Calvo. Es un caso contra alguien que "controla una plataforma y no colabora con la justicia en casos de tráfico de estupefacientes, pedofilia y estafas", señala.
El investigador Marcelino Madrigal resumía la clave del asunto con datos: "Reportes en EEUU de pornografía infantil en las redes enviados por los proveedores de servicios en 2023. Telegram: 0; Twitter: 597.087: TikTok 590.376 Facebook 17.838.422". ¿Libertad de expresión o mero (in)cumplimiento de la ley?
En el caso de Francia hay, además, ejemplos concretos de la influencia que Telegram está teniendo en asuntos de política exterior y seguridad nacional. Varias investigaciones señalan el uso de esta aplicación por parte grupos prorrusos y mercenarios del Grupo Wagner en sus actividades en África y en excolonias francesas como el Chad. La coalición de investigadores ADDO (African Digital Democracy Observatory) ha documentado ampliamente la diseminación de desinformación en canales prorrusos en Telegram destinada a "despertar un sentimiento anti-francés" en Chad o República Centroafricana. Hay miles de ejemplos de este tipo en países de todo el mundo.
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Amagos en Alemania, Brasil, España...
"Hay delincuentes en Telegram, Signal, Twitter y todos lados. Incluso en un foro abierto de Internet. Aquí el problema está, y es lo que preocupa a los sistemas judiciales, en que Telegram no suele responder a los requerimientos de los gobiernos a la hora de identificar a usuarios concretos que puedan estar cometiendo ilegalidades", señalaba recientemente a este diario Josep Albors, especialista en ciberseguridad.
Por estos motivos, el Ministerio del Interior alemán abrió hace tiempo una investigación exigiendo que la plataforma se hiciera accesible a las autoridades, que eliminara el contenido delictivo y que revelara los datos de los usuarios a los investigadores. "Las leyes nacionales, ya sean alemanas o europeas, no juegan ningún papel para estas personas", decía un funcionario del ministerio alemán.
En Brasil, Telegram vivió una situación similar, donde llegó a estar bloqueada durante días. Allí, un juez tomó la decisión de suspender su actividad al considerar que la plataforma no estaba colaborando en la investigación contra una serie de grupos neonazis. Poco después, otro tribunal brasileño revirtió la decisión, alegando que era un movimiento "desproporcionado".
Fue lo mismo que pasó el pasado marzo en España, cuando el juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz, ordenó suspender la app de forma cautelar tras varias demandas de Movistar+, Mediaset y Atresmedia relacionadas con la propiedad intelectual de contenido audiovisual y ante la negativa de la plataforma de informar sobre los usuarios infractores. Dos días después, Pedraz reculó y anuló de forma definitiva el bloqueo y considerando la medida "excesiva".
Lo ocurrido ahora en Francia no parece apuntar, por tanto, ni a un asunto de libertad de expresión ni tampoco sorprende, ya que es justo lo que el creador de Telegram lleva haciendo desde 2013, no doblegarse a nadie. Poco se sabe de la vida de este millonario, más allá de que es un nómada digital exiliado que suele vestir de negro en referencia a la película Matrix, que controla una aplicación con 900 millones de usuarios a nivel mundial, que le gusta mostrar sus abdominales en Instagram, que lanza billetes desde rascacielos y que ha desafiado a Putin, saliendo impune.
La historia de Durov contra la censura comienza en desde que era niño, o eso ha contado él en sus escasas apariciones públicas, como la entrevista concedida a Tucker Carlson. En la escuela le tuvieron que prohibir el acceso a los ordenadores porque los hackeaba para insultar a los profesores que le caían mal. Pronto aprendió a programar y creó Vkontakte, una red social estilo Facebook que se disparó en Rusia.
Pavel Durov left Russia when the government tried to control his social media company, Telegram. But in the end, it wasn’t Putin who arrested him for allowing the public to exercise free speech. It was a western country, a Biden administration ally and enthusiastic NATO member,… https://t.co/F83E9GbNHC
— Tucker Carlson (@TuckerCarlson) August 24, 2024
Aquello no sentó bien al Gobierno, que veía cómo los grupos de la oposición organizaban sus protestas en esta red social. La agencia de inteligencia rusa FSB exigió que Durov cerrara los grupos, pero en lugar de hacerlo, publicó la carta del FSB en Twitter junto con una foto de un perro sacando la lengua. Tres días después, agentes armados de la fuerza policial especial rusa se presentaron en su apartamento para intimidarle. Él ni se inmutó. En 2011, el gobierno le volvió a increpar al pedirle que entregara al servicio secreto los datos de los usuarios ucranianos que protestaban contra el entonces presidente, Viktor Yanukovich. También se negó y esta vez la respuesta de la policía fue acusarle de atropellar a un policía. Durov dijo entonces que no tenía ni idea de conducir.
Tras todos estos incidentes, Durov decidió abandonar Rusia para siempre. Viajó por el mundo con un pasaporte de San Cristóbal y Nieves en el Caribe que compró en el mercado negro por 250.000 dólares hasta que se instaló en Dubái en 2013, donde reside en la actualidad, entre otras cosas, por la laxitud de ese gobierno con las compañías que operan allí. Fue más o menos en esa época cuando se enteró de que casi la mitad de VKontakte había sido vendida a oligarcas del Kremlin y cuando comenzaría su batalla contra el gobierno ruso y las viejas élites del poder. "He perdido mi empresa y mi patria, pero lo volvería a hacer", dijo.
Se sospecha que Telegram pueda haber pasado a colaborar con el gobierno ruso, con cuya agencia de seguridad nacional llegó a un acuerdo en 2022 del que se desconocen los detalles.
Ese año, en el 2013, nació Telegram. Con solo 35 años, Durov humilló y superó al regulador ruso al negarse a otra petición del Kremlin de otorgarles acceso a los mensajes de los usuarios ucranianos que se oponían al régimen. Tras dos años de un “bloqueo” a medias (la “Resistencia Digital” de Telegram creó servidores proxy en todo el mundo para ayudar a mantener la aplicación accesible a los ciudadanos), Rusia decidió levantar el veto en junio de 2020. Desde entonces, se ha producido un giro sospechoso: se cree que Durov pueda haber pasado a colaborar con el gobierno ruso, con cuya agencia de seguridad nacional llegó a un acuerdo en 2022 del que se desconocen los detalles. La compañía siempre ha negado esta supuesta colaboración.
Una década después de su creación, Telegram se ha convertido en mucho más que una simple app de telecomunicaciones: es una red social, una herramienta de protesta mundial y el 'búnker' perfecto para los delincuentes. El resumen de la situación actual de la app y de su fundador lo expuso muy bien el propio Durov hace unos meses en su entrevista con Carlson. "[Tras la confrontación con el Kremlin] Entendí que prefería ser libre a tener que acatar las órdenes de alguien. Dejé atrás todo lo que tenía, pero no para ser rico. Nunca fue un tema de dinero, para mi siempre fue un asunto de libertad". Francia es ahora el primer país en acabar con el sueño de Durov. Literalmente. Veremos hasta cuándo.
"El arresto de Pavel Durov es preocupante. ¿Quién será el siguiente, Elon Musk?". "¿Por qué detienen a Durov y no a Zuckerberg? Ninguno de los dos puede ser responsable de lo que la gente hace con sus aplicaciones". "Durov dormirá hoy en una cárcel francesa, un alarmante recordatorio para cualquier creador de una plataforma de comunicación que rechace censurar la verdad".