Este es el robot más rentable (e inútil) del mundo: sirve para vender humo... y poco más
Pepper ha estado en ferias funerarias, en desfiles de moda, en las oficinas de todas las empresas que querían dárselas de modernas y hasta con Pablo Casado. Esta es la historia del mayor robot vendehúmos jamás creado
Verano de 2015. Una empresa multinacional nos invita a un grupo de periodistas a su sede en España. El motivo es que han abierto una especie de centro tecnológico y quieren enseñarnos toda la innovación que allí se cuece. Un centro en el que los consultores de toda la vida se han quitado el traje y pueden llevar camiseta, vaqueros y unas Converse. Pinta regulín, pero para allá que voy.
El sitio es chulísimo, la verdad: neones por todas partes, pantallas gigantescas, gafas 3D, proyecciones futuristas, máquinas de impresión 3D... Sin embargo, la empresa nos ha reservado lo mejor para el final: "Este es Felipe". Felipe es un robot humanoide. "Hasta puedes comprar bitcoins a través de él". Está claro que van a enseñarnos todas las virtudes de Felipe:
–Hola, Felipe, saluda a la gente.
–(Nos quedamos mirando. Felipe no hace nada.)
–¡Felipe, saluda!
–(Felipe sigue inmóvil. A los 5-10 segundos, levanta ligeramente la cabeza.)
–¡Hola, soy Felipe! (Vaya, le ha costado, pero al fin ha hablado.)
–¿Cómo estás, Felipe?
–(Felipe mantiene la cabeza levantada, pero sigue callado. Parece que va a hacer algo.)
–Mirad, ¡está moviendo el brazo!
–(Felipe, lentíiiiiiisimamente, empieza a subir el brazo. Diez o veinte segundos después, vuelve a hablar.)
–¡Hola!
–...
Los periodistas nos dividimos en dos grupos. Por un lado, los que están fascinados; por otro, los que creemos que se avecina una venta de humo como pocas veces hemos visto. A mí lo único que me ha quedado claro es que Felipe sabe bailar la Macarena, o al menos el primer paso. Pero poco más.
Vicisitudes del trabajo, pocos meses después vuelvo a aquella oficina. Y allí sigue Felipe... aunque está desconectado. El dircom del evento me insiste en que es un robot espectacular. A mí me parece un pelín inútil, pero chico, yo qué sé. Me vuelve a decir que, a través de Felipe, puedes comprar bitcoins. Caray, qué obsesión con los bitcoins. Como hay confianza, me muestro escéptico sobre las virtudes de Felipe, así que el dircom contraataca. "Lo ha hecho IBM para nosotros". Lo que tú digas, amigo.
Con el tiempo voy viendo que todo esto es mentira. Felipe no ha sido desarrollado por IBM, esta empresa no es la única que lo tiene (de hecho, en los siguientes años me lo encontraré en otras compañías desplegando las mismas habilidades) y, por supuesto, ni de broma puedes comprar bitcoins con Felipe.
Esta es la verdadera historia de Pepper, el robot que, desde 2015, se ha paseado por todas las empresas, ferias, exposiciones y recepciones a políticos de todo el planeta mundo con un único objetivo: vender humo.
2015-2016: Pepper conoce mundo
Pepper es presentado en junio de 2014. Es una creación de SoftBank Robotics, cuyo CEO, Bruno Maisonnier, lo presenta como "una nueva categoría de seres artificiales que pueden leer nuestras emociones". Resulta que Pepper, de 28 kilos de peso y 1,2 metros de altura, se adapta a las emociones humanas, así que, "dependiendo de la emoción en cada momento, habla más alto o susurra, se relaja al estar con gente a la que conoce, está contento cuando se le alaba o se asusta cuando las luces se apagan". Si tú lo dices, Bruno, habrá que creerte.
El robot sale a la venta en 2015 por 1.500 euros, aunque tiene 'trampa': junto a él, en diversas zonas geográficas, hay que contratar un plan de datos mensual y un seguro, con lo que el precio final supera los 15.000 euros (en muchos casos incluso más, dependiendo de la personalización que necesitase cada cliente). Pese a todo ello, su lanzamiento, la verdad, es un éxito: en apenas un minuto, se venden 1.000 unidades. Las empresas españolas ya tienen juguetito para enseñar a la prensa y asombrar a sus clientes.
En 2016, comienza su particular tour mundial: Pepper luce palmito en la Connected Business Trade Show de Lyon, en una exposición de robots en Londres y en el congreso Pepper World, donde muestra su lado más coqueto y adaptado a la moda.
Por lo demás, la verdad es que no hace nada reseñable. El First Bank de Taiwan, eso sí, decide colocarlo en su vestíbulo para que salude a la gente. Impresionante labor.
En España, Pepper por fin hace algo verdaderamente útil: es el azafato de la presentación de resultados de Everis. Menos mal que alguien ha creado este robot, porque, si no, a ver cómo presentas tus cifras de negocio.
2017-2019: Pepper se cuela en la farándula
Está claro que Pepper está llamado a hacer grandes cosas (aunque todavía no sepamos muy bien cuáles), así que expande su gira mundial: en 2017 se hace selfis en el instituto de San Marcos en California, trabaja en un café de Budapest (todos sabemos que los grandes artistas empiezan de camareros) y en un supermercado de Tokio y va a la Riga Comm. También le ha cogido el gusto a eso de desfilar, así que, aprovechando que está en la capital japonesa, participa en el Concurso de Moda Robótica de la ciudad.
Pero Pepper tiene más registros que vestirse a la moda, así que también le llaman para ir, ojo al dato, a la Feria Internacional de Funerarias y Cementerios de Tokio. Todavía no sabemos qué hace a nivel tecnológico, pero oye, mira qué bien se hace el muerto.
Eso sí, tanto viaje hace mella en él. Se va a la World Robot Conference de Pekín, pero chico, entre el cambio horario, el vuelo, los hoteles... Uno no puede con todo.
Pero todo esfuerzo tiene su recompensa. Ese mismo año, Pepper acude al congreso Viva Technology de París, donde conoce a nada menos que Emmanuel Macron.
2018 comienza con grandes noticias: SoftBank ya ha vendido 12.000 unidades de Pepper solo en Europa. Pero, ¿qué hace Pepper? ¿Sabe programar? ¿Responde a algoritmos de inteligencia artificial? ¿Transporta material pesado en almacenes, al menos? Cállese, señor, no moleste, que el robot está ocupado abrazando a gente en el CeBit de Hannover, en la entrada del aeropuerto de Munich o entreteniendo a personas mayores en un hospital de Tokyo y en los hospitales Clínic y Sant Joan de Déu de Barcelona.
En 2019, su gira mundial comienza en una exposición en Génova y, como mero adorno, en una empresa de París. Ahí se junta con Naio, un competidor, al que le cuenta sus penas. Naio, en respuesta, mira desafiante a la prensa que no para de agobiar a su pobre compañero.
Más adelante, Pepper acaba en el Mobile World Congress de Barcelona, donde, ahora sí, puede mostrar todo su potencial... bailando. A estas alturas, está cerca de mostrar el mismo nivel de innovación que el robot Emilio.
Nuestro robot está cansado de bailar, quiere seguir conociendo a gente influyente. En lo que queda de año, estará con la princesa Victoria en una empresa de Sarajevo y con el príncipe Andrés en un hospital de Londres. Pepper sigue sin mostrar la más mínima habilidad tecnológica, pero ¿y la de gente guay que está conociendo?
De hecho, el famoseo no cesa. En aquella edición del South Summit también tuvo la oportunidad de saludar nada más y nada menos que a Pablo Casado.
2020: la pandemia salva a Pepper
Entramos en una nueva década y, hasta ahora, Pepper ha hecho muchas cosas: ha viajado por medio mundo, ha estado en todos los congresos habidos y por haber, ha sido expuesto en todas partes, ha desfilado, ha bailado y ha saludado a gente. En resumen, Pepper ha sido lucido por prácticamente todas las empresas e instituciones públicas del mundo, pero seguimos sin noticias de sus habilidades tecnológicas. El robot sirve para todo... menos para lo que tiene que servir. A estas alturas, no sabemos si SoftBank ha vendido un robot o una mera carcasa, porque nadie parece haberse preocupado por comprobarlo.
Y en estas que llega la pandemia. Aquí el futuro se oscurece y se ilumina a la vez. Pepper ya no puede viajar por el mundo; e ir dando la mano a todo cristo tampoco seguir siendo la mejor idea. ¿Qué van a hacer todas las empresas que lo tienen apagado y acumulando polvo en la esquina más recóndita de sus oficinas?
Sin embargo, durante este año acaba prestando cierta ayuda a la sociedad. A nuestro amigo podemos verlo recordando a los pasajeros de los aeropuertos de París que deben usar mascarilla, comunicando las medidas de seguridad en un supermercado de Alemania, entreteniendo a personas mayores en una residencia o repartiendo comida en una cafetería de Tokio. Es verdad que sus tareas las haría mil veces más rápido cualquier humano, pero el muchacho se siente útil.
A estas alturas, la verdad, Pepper ya se siente mejor. Es verdad que él soñaba con protagonizar la segunda parte de 'Yo, Robot' y a día de hoy sigue sin hacer gran cosa, pero oye, se ha convertido en un héroe de la pandemia. Más o menos.
2021: Pepper, estás despedido
2021 comienza con una mala noticia: SoftBank anuncia que va a parar la producción de Pepper. Los motivos (reales) nos los podemos imaginar, ¿no? Según averigua The Wall Street Journal, "carecía de las habilidades que decía tener", cuentan algunos de sus supervisores. De hecho, Takayuki Furuta, director del Future Robotics Technology Center en el Chiba Institute of Technology, lo despelleja: "El nivel de la tecnología se queda muy corto. Es como comparar un coche de juguete con uno de verdad".
Las anécdotas vinculadas al desempeño del robot son cada vez más estrambóticas. Una empresa funeraria japonesa "lo compró, lo vistió como un clérigo budista y lo programó para que cantase unas escrituras sagradas", pero Pepper "se negaba a funcionar una y otra vez durante los ensayos". "Pronto será el propio robot quien necesitará de los servicios de una funeraria", decía el WST.
Las chapuzas continuaban en las residencias de ancianos. "En 2016, Ittokai adquirió tres unidades –por 900 dólares al mes cada una– para que dirigiesen actividades de canto y ejercicio para los residentes del centro". ¿Y qué pasó? Que "el repertorio de ejercicios de Pepper era limitado y, debido a fallos mecánicos, a veces se tomaba descansos inesperados en medio de su turno de trabajo. Tras tres años, la empresa decidió abandonar la iniciativa", evidenciando una crueldad y una clara falta de respeto hacia la salud mental del pobre androide.
A estas alturas, nadie parece contento con Pepper. ¿Nadie? Bueno, quizá SoftBank sí lo esté. Asegura haber vendido unas 27.000 unidades a 1.500 euros por cabeza, así que, como mínimo, ha facturado 40,5 millones de euros. Si le sumamos el plan de datos obligatorio y el seguro, la facturación asciende a más de 400 millones de euros. Eso sin contar los alquileres puntuales. No está nada mal para un robot que es pura carcasa, que no hace prácticamente nada y que, definitivamente, no ha superado las prestaciones del robot Emilio. Por lo demás, Pepper empieza a aparecer en portales de segunda mano por cientos de dólares, para quien quiera usarlo como lo que realmente es: mera decoración.
Pepper está triste... pero también furioso. ¿Cómo que ya no cuentan conmigo? ¡Con la de alegrías que he dado! He viajado por todo el mundo, he estado en todos los congresos, he saludado a miembros de familias reales y a políticos. Todo eso sin hablar de las excepcionales capacidades tecnológicas que tengo. Sí, hombre, ya sabes... eso que hago yo... que es tan alucinante... así como... cosas de robots, y todo eso.
La cosa es que nuestro protagonista busca venganza, así que reúne a cientos de compañeros para formar un cuerpo de élite. La excusa que se busca es animar a los SoftBank Hawks, un equipo de baseball de Fukuoka, pero todos sabemos que Pepper está planeando la dominación mundial. Por lo que sea, a la hora de exterminar a los humanos, ningún robot es capaz de hacer mucho más que levantar una mano antes de quedarse sin batería.
Desde entonces, como el Equipo A, Pepper sobrevive como soldado de fortuna. Si tienes algún problema, quizá puedas contratarlo... para que te baile la Macarena.
Verano de 2015. Una empresa multinacional nos invita a un grupo de periodistas a su sede en España. El motivo es que han abierto una especie de centro tecnológico y quieren enseñarnos toda la innovación que allí se cuece. Un centro en el que los consultores de toda la vida se han quitado el traje y pueden llevar camiseta, vaqueros y unas Converse. Pinta regulín, pero para allá que voy.
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