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Este tanque ruso iba a ser revolucionario, pero ahora ni Putin se atreve a mostrarlo
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Lo que el T-14 Armata pudo ser y no fue

Este tanque ruso iba a ser revolucionario, pero ahora ni Putin se atreve a mostrarlo

Podría haber sido el día para presumir de uno de los tanques más avanzados del mundo, pero no ha ocurrido. El T-14 Armata no ha aparecido en el desfile del Día de la Victoria. Casi nadie lo esperaba, y ese es parte del problema

Foto: Prototipos del T-14 Armata desfilando. (Vitaly Kuzmin)
Prototipos del T-14 Armata desfilando. (Vitaly Kuzmin)
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Tras más de año y medio de guerra, y lo que nos queda, uno de los aspectos que ha salido a la luz y que ha sorprendido es la falta de eficacia del material ruso. Mucho de su equipo militar ha funcionado muy por debajo de lo que se esperaba y esto ha afectado, sin duda, a su industria. Una de esas sonadas decepciones la ha protagonizado el Armata, el gran blindado que parecía llamado a marcar tendencia y que, al final, puede que quede aparcado. De hecho, por no aparecer no ha aparecido ni en el desfile del Día de la Victoria en Moscú este martes 9. El único tanque que hemos visto es el viejo T-34. ¿Qué ha pasado con el T-14 Armata?

El problema de los productos rusos de defensa no solo se limita a su comportamiento en combate, también a su vertiente industrial, que ha dejado al descubierto una incapacidad de desarrollar tecnología avanzada y que, a la postre, se basaba en buena parte en componentes occidentales. Que muchos de sus carros utilizaban ópticas de origen francés ya se sabía, pero que ahora, con los suministros cortados tras las sanciones, se tenga que recurrir a modelos anticuados, denota una debilidad industrial en toda regla.

Foto: F-16 C Block 52 marroquí. (USAF)

Ya explicamos con anterioridad que, con independencia del resultado final de este conflicto, una de las víctimas era la capacidad de exportación militar rusa. Ya se está notando, pues, aunque también es normal que la mayor parte de la producción —por no decir toda— se dedique a cubrir las bajas propias, no es menos cierto que varios países han cancelado o cuando menos congelado sus pedidos de armamento ruso. Los chinos, mientras, frotándose las manos. Saben que ocuparán parte de ese hueco.

Hay varios casos de productos punteros que están en entredicho. Desde el nuevo avión de combate Su-57, a las capacidades reales de diversos tipos de misiles, por ejemplo, el famoso Kinzhal, pasando, cómo no, por el T-14 Armata. Son, como mínimo, dudas razonables que surgen de un desempeño muy limitado o nulo. En el caso del caza, que lleva desarrollándose desde hace más de 20 años, ni ha entrado en producción, ni hay suficientes ejemplares y ni siquiera cuenta con sus motores definitivos.

placeholder El T-72B3M, última evolución del viejo T-72. (Vitaly Kuzmin)
El T-72B3M, última evolución del viejo T-72. (Vitaly Kuzmin)

En el caso del misil, hablar de un ingenio hipersónico suena muy bien, pero no deja de ser un misil balístico modificado, ya que en el fondo no es más que un Iskander adaptado para ser lanzado desde un avión. Aprovecha la altura y velocidad del avión lanzador para obtener una mayor velocidad con su motor cohete. Es verdad que es muy veloz y supone una gran ventaja, pero se usa con cuentagotas y tampoco supone un hito innovador.

Con el Armata ha pasado algo muy parecido y ha seguido el mismo camino de otros fantásticos inventos rusos que al final quedaron en nada. Empiezan con un diseño innovador y mucha propaganda. Se construyen algunos prototipos, todos con diferencias. Se empieza a hablar de problemas de fallos. El desarrollo se prolonga más de lo razonable y acaban abandonados. Sin embargo, lo que en este caso le hacía diferente es que, de verdad, suponía algo innovador, algo nuevo en el mundo de los carros de combate y, en ese sentido, ha sido sensacional.

Diversos indicios, unidos a la situación de las fábricas rusas de blindados, hacen pensar que este programa será abandonado

Lo que nos hace ahora volver a hablar del T-14 es que en estos últimos días han surgido un par de informaciones que, sin estar confirmadas al cien por cien, sí parecen bastante creíbles. Una de ellas hablaba de que se había visto algún ejemplar, cerca del frente y utilizándose para bombardear las posiciones ucranianas, como si fuera artillería. La otra apunta a que diversos indicios, unido a la situación de las fábricas rusas de blindados, hacen pensar que este programa será, definitivamente, abandonado.

Desde que a principios de año saltó la noticia de que los T-14 se llevarían a Ucrania, se ha especulado mucho con ello. Tampoco se han visto imágenes claras y contrastadas de que hayan entrado en combate. Todo son imágenes sin geolocalizar, donde se ven prototipos —que es lo único que hay— evolucionando por un terreno no localizado. Por otro lado, incluso asumiendo que se hubieran llevado al frente, su insuficiente número no permite otra cosa que no sea probar sobre el terreno cómo se comporta el vehículo.

placeholder Unp de los prototipos del T-14 Armata. (Vitaly Kuzmin)
Unp de los prototipos del T-14 Armata. (Vitaly Kuzmin)

Que se esté empleando como artillería móvil no sería ninguna sorpresa. Ya lo están haciendo con otros carros y es una muestra de que la poderosa artillería rusa también flojea, aunque en el caso del Armata pudiera tratarse de probar el desempeño de su nuevo cañón 2A82-IM de 125 mm, que también dio algunos problemas.

Que el programa del T-14 quede aparcado es otra cuestión bien distinta y supondría un gran desprestigio para una industria militar en horas bajas. Su historia es la de un modelo llamado a ser la vanguardia del diseño de blindados, pero que ha sufrido tal cúmulo de problemas que resulta difícil imaginar llegar a verlo en producción y en grandes cantidades. Dicho esto, hay que reconocer que su aparición causó sensación entre los medios mundiales. Un concepto de vehículo con una barcaza muy bien protegida, albergando sus tres tripulantes, junto a una torre totalmente automatizada y plagada de tecnología.

El Object 148 o T-14 posee algo que le diferencia de todos los demás blindados rusos. No es otra cosa que se trata del primer carro de combate que no surge de modernizar diseños soviéticos. Trabajar sobre sistemas legacy, es decir, modernizar y mejorar vehículos ya probados, tiene sus indudables ventajas y todo el mundo utiliza esta vía, por las ventajas económicas que tiene. Sin embargo, la idea no se puede estirar hasta el infinito. En algún momento hay que innovar y desarrollar. Rusia lo ha intentado con el T-14 y, por eso, su abandono sería un golpe brutal.

El fin de una idea

El desarrollo del T-14 se cuenta por los numerosos problemas surgidos. En esto, hay que reconocerlo, no es ni el primer ni el último producto militar al que le ocurre y que se abandona. No vamos a entrar ahora en los fallos de su planta motriz —verdadera clave del vehículo— ni en las suspensiones y tren de rodaje, por no hablar de su torre, atiborrada de sistemas de defensas activas, lo que nos da una ligera idea de que la protección pasiva no es tan buena como debiera. Los problemas surgen y se solucionan, pero aquí se choca con una industria rusa incapaz de conseguir soluciones.

placeholder El presidente ruso, Vladímir Putin. (Reuters)
El presidente ruso, Vladímir Putin. (Reuters)

Pero lo que ahora le puede dar la puntilla, escasez de componentes clave aparte, es la realidad de una industria no solo limitada tecnológicamente, sino incapaz de fabricar otra cosa que los ya conocidos modelos de diseño soviético. No es posible para Rusia hoy en día quitar el mínimo recurso de las factorías de carros, pues necesitan cada T-72, T-80 y T-90 que puedan fabricar o poner a punto, para enviarlos a la lucha. En esta situación, invertir en el T-14 ni tiene visos de llegar a nada, ni ninguno de sus componentes, cañón incluido, sirve para los modelos anteriores. Esto es lo que firmará su sentencia de muerte.

Tras el Armata queda la duda sobre por dónde irán los nuevos diseños. No está claro, pero sí podemos dar algunas pistas. Hasta ahora, los carros de combate han seguido una lógica evolución en el sentido de incrementar potencia de fuego y, como consecuencia, sus defensas. Desde sus inicios así ha sido y ambas mejoras se han traducido de manera implacable en un aumento del peso. En 1940 el carro alemán más extendido, el Panzer III, montaba un cañón de 37 mm, luego mejorado con uno de 50 mm y su peso era de entre 20 y 23 toneladas. Al final de la guerra, en 1945, su último modelo operativo, el Panzer VI Tiger II, montaba un cañón de 88 mm con un peso de casi 70 toneladas.

Es verdad que, con posterioridad, las mejoras en materiales y el desarrollo de los blindajes compuestos permitieron mantener los pesos en valores más razonables, pero hoy en día las versiones más evolucionadas de los modelos occidentales, como el M1 A2 SepV3, se mueven en el entorno de las 70 toneladas con los kits de combate urbano. Son pesos que ya rozan el límite de lo viable.

placeholder Un tanque T-90SM. (Aleksey Kitaev)
Un tanque T-90SM. (Aleksey Kitaev)

Se puede evolucionar hacia cañones de mayor calibre, es cierto, y se habla de 130 e incluso 140 mm, pero frente a su mayor potencia, presentan dos grandes inconvenientes. El primero es que ya se hace indispensable un cargador automático, aunque no es lo más grave. Lo peor es que el mayor volumen de la munición implica un menor número de proyectiles a bordo, además de una mayor complejidad o huella logística. No está claro que compense.

Frente a esto no sirve aumentar blindaje sin más, pues más peso implica menor movilidad y limitaciones, por ejemplo, para el tránsito sobre puentes. Fue el problema que martirizó a los alemanes en la Segunda Guerra Mundial, pues cuando movían sus batallones de carros pesados, los "Schwere Panzer-Abteilung", debían llevar siempre por delante una unidad de ingenieros revisando el terreno y reforzando puentes.

Por eso, el futuro está en la innovación tecnológica, en investigar en nuevas aleaciones y blindajes donde el peso no se dispare, a la vez que en medios de ocultación —la mejor defensa es que no te vean— y sistemas activos. El Armata pudo abrir este camino, pero se ha quedado atascado con tan solo un puñado de prototipos, algunos de los cuales ni disponen de torre operativa.

En definitiva, se ha pecado de exceso tecnológico. Un exceso que la industria rusa no ha sido capaz de digerir al sustentarse en demasiada medida en componentes extranjeros de todo tipo, algo que la guerra de Ucrania ha dejado en evidencia cuando expertos locales y occidentales se han dedicado a despiezar el material ruso capturado. Tras la guerra, se nos antoja muy difícil que su desarrollo siga adelante.

Tras más de año y medio de guerra, y lo que nos queda, uno de los aspectos que ha salido a la luz y que ha sorprendido es la falta de eficacia del material ruso. Mucho de su equipo militar ha funcionado muy por debajo de lo que se esperaba y esto ha afectado, sin duda, a su industria. Una de esas sonadas decepciones la ha protagonizado el Armata, el gran blindado que parecía llamado a marcar tendencia y que, al final, puede que quede aparcado. De hecho, por no aparecer no ha aparecido ni en el desfile del Día de la Victoria en Moscú este martes 9. El único tanque que hemos visto es el viejo T-34. ¿Qué ha pasado con el T-14 Armata?

Conflicto de Ucrania Defensa
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