El secreto de Bankman-Fried: así creó un entramado millonario para reventar las cripto
FTX era la gran empresa de criptomonedas de EEUU, un estatus que se había ganado a base de tareas de 'lobby' en Washington. Estas son todas las conexiones que le hicieron pasar como el "niño mimado" del sector
El mundo de las criptomonedas también es un pañuelo. Hace unos meses, mucho antes de que Sam Bankman-Fried pasara de héroe a paria, Katie Haun contaba que el fundador de FTX había sido "la primera persona que conocía del sector". Era una broma, ya que por aquel entonces él era un niño y ella una estudiante de Derecho en la Universidad de Stanford, donde le daban clase los padres del ya exmillonario, Joseph Bankman y Barbara Fried. No es lo único que tienen en común, ya que también han sido dos de las personalidades mejor relacionadas (si no las que más) de esta industria. Una tarea de lobby que ahora afean los detractores de SBF y que relacionan con una de las grandes preguntas sin resolver en todo este enredo: ¿cómo todo esto pudo ocurrir en una empresa tan cercana a los reguladores estadounidenses sin que nadie se diera cuenta?
El agujero de FTX ha sido de nada menos que 10.000 millones de dólares, si bien al principio se estimó que eran 6.000, y se ha llevado por delante todo el patrimonio del que fue el multimillonario más joven de las criptomonedas. Es lo que ha hecho que se lleve por delante las cerca de 130 empresas que formaban su entramado societario, pero también algunas víctimas colaterales. Han sido los casos de BlockFi, una compañía que había rescatado este verano, y Genesis, una empresa que custodia 2.800 millones en préstamos y ya ha anunciado que paraliza las retiradas. Nadie sabe hasta dónde puede llegar el efecto dominó.
La caída del que fue el segundo exchange más importante del planeta también ha sido la de la que, a ojos de todo el mundo, era la gran empresa estadounidense de criptomonedas. En realidad, nunca lo fue, ya que la matriz estaba ubicada en Bahamas, mientras que en Estados Unidos solo mantenía una filial. Ahora, ambos países le están investigando y la extradición de SBF a Estados Unidos puede ser cuestión de horas. "Es un gran donante demócrata, no va a haber investigación", ha aventurado Elon Musk, que rechazó la entrada del exchange como inversor de Twitter este año y ahora ha visto a Bankman-Fried como el blanco de sorna en mitad del caos de la red social.
Quizá sea aventurarse demasiado, pero lo cierto es que la jugada del despiste (por llamarla de alguna forma) ha sido total. Más allá de una estética desaliñada que ya no cuela tanto como hace 15 años, SBF también aseguraba que quería acumular riqueza para donarla, abogando por lo que se conoce como altruismo eficaz. Además, su perfil se salía de los cánones habituales de los empresarios de las criptomonedas, apoyando propuestas como una mayor tasa impositiva para los ricos y apoyando sin tapujos a los demócratas. Así que, ¿quién iba a desconfiar de un tipo que parecía no saber ni atarse los zapatos cuando acudió a declarar al Congreso de EEUU?
Millonadas para los demócratas...
"SBF se convirtió en una especie de niño mimado de los medios de comunicación, lo que le dio una influencia excesiva", comenta Saul Hudson, socio director de la agencia Angle42. En conversación con El Confidencial, este especialista destaca que, "en líneas generales, el lobby de las criptomonedas se ha hecho más fuerte y sofisticado en los últimos años", y cita actores como fondos de capital riesgo o los exchange centralizados. "Han sido especialmente activos en Washington y en todo el país", apostilla.
Las conexiones de Bankman-Fried con la política estadounidense —las financieras, darían para un artículo aparte— van más allá de que fuera el segundo mayor donante de Joe Biden en la campaña presidencial de 2020, en la que aportó 5,2 millones de dólares. Según una investigación de Recode, la madre de SBF, Barbara Fried, era una de las líderes de Mind The Gap, un grupo de profesores de Stanford que se movía en las sombras para promover donaciones —consiguieron 20 millones— de las fortunas de Silicon Valley para los demócratas, que llevaban tiempo clamando por una reducción de poder de las grandes tecnológicas.
Además, el fundador de FTX ha sido el sexto donante en las midterm de este año, donde se ha dejado 38 millones de dólares en financiar casi exclusivamente a políticos demócratas. Su hermano Gabe, que fue asesor en el Congreso de EEUU, también le ha acompañado en estas tareas, dando 18,6 millones a candidatos de esta corriente. Lo llamativo de este movimiento es que una de las personas que le ayudaron a montar el exchange, Ryan Salame, puso 23,6 millones en el ala republicana, según Open Secrets. La versión financiera de poner una vela a Dios y otra al diablo.
De todos modos, todas estas cantidades son calderilla comparadas con lo que SBF tenía previsto gastar para 2024. Según dijo en mayo, quería dar a los demócratas entre 100 y 1.000 millones de dólares, cantidad que le convertiría en el mayor donante político conocido de unas elecciones en la historia. Si Donald Trump se presentaba de nuevo, avisó, la cantidad iría en aumento. "Depende de quién se postule y qué quiera hacer", explicó entonces.
... y puertas giratorias
Uno de los vínculos de los que más se habla estos días es el que une a SBF con la Comisión de Valores y Bolsa (SEC, por sus siglas en inglés), una de las instituciones encargadas de investigar y aclarar lo ocurrido con FTX. Las miradas se están centrando cada vez más en el presidente de la institución, Gary Gensler, que se habría reunido varias veces en los últimos meses con Bankman-Fried, algo que cada vez está generando más ruido. "Los informes de mi oficina alegan que estaba ayudando a SBF y FTX a trabajar en las lagunas legales para obtener un monopolio regulatorio", ha asegurado el congresista republicano Tom Emmer, que por ahora no ha ofrecido pruebas al respecto.
También está circulando en los entornos de la altright otra conexión, pero mucho más débil: Gensler fue profesor en el MIT en un departamento dirigido por Glenn Ellison, padre de Caroline Ellison, la CEO de Alameda Research, la primera carta que cayó de esta casa de naipes. Aunque esto es cierto, también lo es que era un docente invitado que solo acudía a determinados cursos. "Hay un riesgo de que las investigaciones se vean envueltas en la política y se contaminen las decisiones a tomar", lamenta Hudson, de Angle42, que ya adelanta que quienes tuvieron una buena relación con SBF "querrán que los focos desaparezcan, mientras que el resto querrán aprovechar para anotarse el tanto".
De todos modos, había otros aspectos regulatorios que también interesaban a Bankman-Fried. Uno de ellos era fomentar la Ley de Protección al Consumidor de Productos Básicos Digitales (DCCPA), una norma muy criticada por los defensores de la descentralización —una de las ideas fundacionales de las criptomonedas—, ya que dejaría los proyectos de este tipo mucho más atados. Este especialista enfatiza que "parecía razonable que ellos abogaran por regulaciones más estrictas", pero matiza que, en realidad, "estaba desdibujando las líneas entre la actividad de las criptomonedas dirigida por entidades centralizadas y las descentralizadas". "SBF cabreó a muchos en la industria, porque estaba utilizando su influencia para proteger su propio negociado", lamenta este especialista.
Entre los rebotados estaba Binance, la reina del sector, ya que su consejero delegado, Changpeng Zhao, también está involucrado en estos entornos. Hace un mes, el propio SBF publicó un tuit en tono burlesco —borrado poco después— sobre los problemas regulatorios de la competencia, algo que medios como The Verge señalan como el principio del fin de FTX. Sea como sea, lo cierto es que solo unos días después se empezaron a levantar sospechas sobre su solvencia, con el final ya por todos conocido.
FTX también quería convertir la Comisión de Comercio de Futuros de Productos Básicos (CFTC) en el regulador de los exchanges de criptomonedas. Es algo que tiene toda la lógica, ya que llevaba tiempo fichando a perfiles clave que habían pasado por la institución. Hace un año, el exchange anunció el fichaje de Mark Wetjen como jefe de políticas y regulación de FTX en Estados Unidos. Entre 2011 y 2015, había trabajado como comisario de esta institución, que entonces estaba presidida por Gensler, sí, el actual presidente de la SEC. De hecho, Wetjen fue quien lo sustituyó como interino cuando dejó el organismo. Hay más conexiones, como la del abogado jefe del exchange, Ryne Miller, que trabajó como consejero directo de Gensler.
Además, el año pasado FTX compró la plataforma Ledgerx, un proyecto que había sido aprobado por la CFTC unos meses antes, y que se convirtió en la división de derivados de la empresa. El consejero delegado, Zach Dexter, había estado los dos años anteriores en el Comité Asesor de Tecnología de la CFTC y, poco después, una antigua trabajadora de la institución, Jill Sommers, se incorporaba a la firma para convertirla en "el exchange de activos digitales más regulado del mundo". Este verano, por cierto, varios congresistas estadounidenses presentaron un proyecto de ley para dar más poder a la CFTC y regular el sector.
¿Los nuevos (viejos) bancos?
La charla de SBF y Haun con la que comenzaba este artículo tuvo lugar en una conferencia organizada por FTX en Bahamas, a la que también acudieron Bill Clinton y Tony Blair, algo que da cuenta del estatus que llegó a alcanzar la empresa. Tras la bancarrota, Haun apenas ha hecho declaraciones públicas sobre el que hasta no hace tanto parecía alguien de su círculo más cercano. De hecho, únicamente ha publicado una carta en la que vuelve a vender la promesa de la web3, pero apenas pasa de puntillas sobre este caso.
Al igual que en el caso de Bankman-Fried, se trata también de un perfil poco habitual. Ella era fiscal y se dedicaba a investigar delitos relacionados con las criptomonedas, pero decidió dejarlo para entrar de lleno en el sector. Tras convertirse en socia del fondo Andreessen Horowitz, su nombre se hizo cada vez más popular y acabó montando su propio fondo. Antes de eso, fue la encargada de fichar como lobistas a personalidades como Brian D. Quintez, presidente de (ejem) la CFTC en la Administración Trump, o Tomicah Tillemann, exasesor de Biden.
En la carta mencionada, eso sí, hace referencia a la regulación del sector, destacando el papel de los exchanges que se han sometido de forma más estricta a las leyes, como es el caso de Coinbase, que incluso cotiza en bolsa. "El colapso de FTX va a animar a los reguladores a crear normas restrictivas", lamenta Hudson, que teme que esto lleve a la idea de que "todo lo cripto es malo", pero también que no se diferencien estos proyectos centralizados de aquellos que apostaban de verdad por acabar con los intermediarios. Si eso sucede, la tecnología que pretendía poner pastas arriba las finanzas tradicionales acabará siendo un calco de los bancos de toda la vida.
El mundo de las criptomonedas también es un pañuelo. Hace unos meses, mucho antes de que Sam Bankman-Fried pasara de héroe a paria, Katie Haun contaba que el fundador de FTX había sido "la primera persona que conocía del sector". Era una broma, ya que por aquel entonces él era un niño y ella una estudiante de Derecho en la Universidad de Stanford, donde le daban clase los padres del ya exmillonario, Joseph Bankman y Barbara Fried. No es lo único que tienen en común, ya que también han sido dos de las personalidades mejor relacionadas (si no las que más) de esta industria. Una tarea de lobby que ahora afean los detractores de SBF y que relacionan con una de las grandes preguntas sin resolver en todo este enredo: ¿cómo todo esto pudo ocurrir en una empresa tan cercana a los reguladores estadounidenses sin que nadie se diera cuenta?
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