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Helicópteros y paracaidistas en asaltos aéreos: España se prepara para una guerra simétrica
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EJERCICIO TORO 22

Helicópteros y paracaidistas en asaltos aéreos: España se prepara para una guerra simétrica

El Ejército de Tierra ha vuelto a realizar su ejercicio más importante. Uno de los aspectos más destacados ha sido la participación de tropas ligeras con capacidad de proyección aérea, algo tan arriesgado como necesario

Foto: Helicóptero de maniobra NH-90 de FAMET. (Juanjo Fernández)
Helicóptero de maniobra NH-90 de FAMET. (Juanjo Fernández)
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Una veintena de helicópteros de varios tipos esperan en tierra, muchos con los rotores en marcha, mientras varias columnas de tropas paracaidistas completamente equipadas aguardan en perfecto orden su turno para embarcar en las aeronaves. Los helicópteros de ataque Tigre son los encargados de iniciar la maniobra y les sigue el resto. El objetivo: una población clave para cortar el paso al enemigo. No, no es el Donbás, sino parte del Ejercicio Toro 22, el más importante que realiza el Ejército de Tierra español.

La pandemia dejó al Ejército sin este ejercicio desde 2019, pero este año se ha celebrado en toda su magnitud. Se trata de un evento que involucra medios de entidad de división y se orienta por completo hacia un escenario de combate simétrico o de alta intensidad, que es el que se libra entre dos fuerzas con medios y tecnología equivalentes. Es el tipo de lucha más exigente y que consume más recursos, pero, como se está viendo en las orillas del mar Negro, no está tan lejos de producirse como se pensaba hace unos años.

Foto: Paracaidistas, durante un asalto aéreo. (Juanjo Fernández)

En esta ocasión, ha involucrado a más de 6.000 militares y ha estado organizado por la División Castillejos, que lidera el ejercicio y que encuadra las unidades pesadas, las brigadas acorazadas Guadarrama XII, Aragón I, Extremadura XI y Guzmán el Bueno X, y las ligeras, Brigada de la Legión y Brigada Galicia VII. También ha contado con una importante participación de unidades de Canarias y Baleares, así como elementos de la División San Marcial y de los helicópteros del Ejército.

Hace unos meses, este periódico analizó el ejercicio GAMMA 22 llevado a cabo por la Brigada Extremadura XI, también orientado a la guerra simétrica. Es algo que podría haber sido el núcleo de este Toro 22, aunque ahora el peso de la parte que se realiza sobre el terreno y con fuego real —fase denominada LIVEX— le ha correspondido a la Brigada Aragón I. En cualquier caso, el desarrollo es muy semejante, aunque sí que hay algo diferente: la importancia de la participación de tropas ligeras con capacidad de proyección aérea, un tipo de acciones que son tan arriesgadas como necesarias.

placeholder Soldados paracaidistas del Regimiento Nápoles. (Juanjo Fernández)
Soldados paracaidistas del Regimiento Nápoles. (Juanjo Fernández)

El empleo de tropas pesadas con sus carros de combate y blindados se suele asociar al combate simétrico, mientras que las tropas ligeras quedan para operaciones de mantenimiento de paz o conflictos asimétricos. Nada más lejos de la realidad. El concurso de tropas ligeras y, sobre todo, aerotransportadas resulta vital para este tipo de escenarios, donde priman los movimientos de grandes unidades blindadas sobre el terreno. Ya se ha visto en la guerra de Ucrania. En los primeros días, hubo una operación de este tipo, con el intento ruso de toma del aeropuerto de Hostomel, que resultó fallido.

La proyección de tropas en Toro 22

El escenario del Ejercicio Toro 22 es complejo, realista y recreado hasta el más mínimo detalle, pero la parte dedicada a los asaltos aéreos se explica por sí sola. Hay dos países, Celtia y Bética, que entran en conflicto. Celtia es un estado con un potente ejército e invade a su vecino. Hispania, aliado de Bética, acude en su ayuda y envía unas fuerzas —representadas por las unidades que participan en todo el ejercicio— para detener la invasión y ayudar a recuperar el terreno ocupado.

Ante esta situación, Celtia se resiste a devolver el territorio ocupado y plantea una férrea defensa. Por eso, para facilitar el avance de las fuerzas acorazadas aliadas y evitar una situación de guerra estática y larga, el general al mando de las tropas aliadas ordena que se tomen una serie de pueblos fronterizos que, por cuestiones de orografía y comunicaciones, constituyen un paso obligado para el agresor. El objetivo es doble. Por un lado, se trata de cortar las líneas de abastecimiento para debilitar así a las unidades enemigas en territorio de Bética. Por otro, se impide no solo la llegada de refuerzos, sino que las unidades cercadas se puedan replegar en orden y escapar.

placeholder Artillero de un NH-90 de FAMET. (Juanjo Fernández)
Artillero de un NH-90 de FAMET. (Juanjo Fernández)

Para atender a la petición del mando se crea una Agrupación Táctica de Asalto Aéreo. Está formada por unidades de la Brigada Almogávares VI —la Brigada Paracaidista— y de las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra (FAMET). Esta fuerza, bajo el mando del coronel Betolaza, integra casi 1.000 efectivos de tropas paracaidistas y 20 helicópteros de FAMET: seis Tigre de ataque, tres CH-47D Chinook, cuatro NH-90 —dos de ellos del Ejército francés— y dos Cougar/Super Puma, a los que se añaden cinco ejemplares del EC-135 de enseñanza pertenecientes a la Academia de Aviación del Ejército.

El asalto aéreo

Mientras que el grueso del ejercicio terrestre de Toro 22 se realiza en San Gregorio con participación de unidades de Canarias y Baleares, toda la fase de asaltos aéreos se ha desarrollado en el campo de maniobras de Chinchilla (Albacete), algo que viene siendo bastante habitual. Como explica el coronel Betolaza a El Confidencial, los asaltos aéreos son unas acciones muy complejas y arriesgadas, cuyo éxito se basa en tres factores fundamentales: sorpresa, inteligencia y rapidez.

En cuanto al primer elemento, hay que tener en cuenta que las primeras tropas que llegan lo hacen en una situación muy vulnerable, no cuentan con apoyo en tierra, van escasas de medios y potencia de fuego, además de que la llegada se debe hacer necesariamente cerca del objetivo y en terreno despejado. Si el enemigo sabe del ataque y les está esperando, la operación puede acabar en un desastre y habrá muchas bajas.

placeholder Helicópteros CH-47 Chinook despegando con la primera oleada. (Juanjo Fernández)
Helicópteros CH-47 Chinook despegando con la primera oleada. (Juanjo Fernández)

Por otro lado, la inteligencia es esencial, ya que es necesario conocer lo mejor posible el terreno del objetivo y sus alrededores, lo que permitirá elegir la mejor zona de desembarco. También es preciso saber la composición de las tropas enemigas, su número y armamento. Para ello se utilizan varias fuentes de información, como drones, aviones de reconocimiento o la infiltración de patrullas paracaidistas. Esos equipos son pequeñas unidades de élite que pueden llegar con un par de días de antelación, con total sigilo y en saltos de extrema dificultad a gran altura para no ser detectadas. Así, establecerán posiciones ocultas y estudiarán e informarán de todos los detalles del enemigo.

Por último, la rapidez viene obligada por el factor tiempo. Las tropas helitransportadas no llevan consigo más que lo justo y, a veces, no es fácil reabastecerlas. Cada paracaidista que llega va con su equipo, en el que va la munición (toda la que se pueda y alguna más), comida y agua para un máximo de entre 48 y 72 horas. En ese plazo, las tropas deben ser apoyadas y relevadas por fuerzas terrestres o recuperadas también por helicóptero. Hay que tener en cuenta que a veces el objetivo es ocupar un enclave tan solo por un tiempo determinado.

Foto: Eurofighter españoles del Ala 14. (Juanjo Fernández)

De hecho, a los rusos en Hostomel les falló sobre todo la inteligencia. Era una operación que habría sido de manual, si no se hubiera ejecutado mal y sin cumplir las reglas de oro. No evaluaron bien la situación de las tropas ucranianas ni sus medios, lanzaron el ataque a plena luz del día, sobre un objetivo grande, sin asegurar las zonas de entrada y sin haber hecho una evaluación correcta de la respuesta enemiga. Todo esto les llevó a una operación fallida y pagaron muy cara la vulnerabilidad de sus helicópteros de transporte ante los misiles ucranianos.

De este modo, el asalto se realiza en oleadas, pues no es posible llevar todas las tropas de una vez. Los primeros en llegar son los Tigre. Su misión es detectar amenazas, como lanzadores de misiles o infantería, con MANPADS y eliminarlos. Luego se mantendrán en la zona proporcionando cobertura a los helicópteros.

placeholder Vehículo ligero Falcata. Al fondo, un Chinook. (Juanjo Fernández)
Vehículo ligero Falcata. Al fondo, un Chinook. (Juanjo Fernández)

Por tanto, el primer asalto es clave, y en el ejercicio ocupa y asegura una zona alta desde la que se domina la población. Ahí los paracaidistas toman posiciones, montan varios morteros ligeros de 81 mm, establecen unas defensas antiaéreas con misiles infrarrojos Mistral y se establece un pequeño puesto de mando con un vehículo ligero MM-1A Mk-2 Falcata, un interesante modelo de fabricación nacional de la empresa EINSA, llegado en uno de los transportes CH-47.

La segunda oleada, ya con la cobertura proporcionada por las tropas de la primera, desembarca cerca del pueblo e inicia el avance, limpiando casas y progresando por las calles, tal y como se ha preparado previamente. Ya con la parte de la población asegurada, la tercera oleada traerá refuerzos, material y evacuará las bajas producidas. En cada oleada habrán llegado entre 160 y 200 efectivos, dependiendo del material que lleven los grandes transportes Chinook y la zona ha quedado asegurada en menos de una hora.

La colaboración con Francia

En este ejercicio, es interesante destacar la participación de dos helicópteros NH-90 franceses, que corresponden a la Aviación Ligera del Ejército de Tierra Francés (ALAT, por sus siglas en francés), el equivalente galo de las FAMET del Ejército español. La colaboración entre ambas unidades viene de bastante atrás, ya que en el país vecino siempre se muestran muy favorables a participar con los helicópteros españoles y, también, suelen invitar a los nuestros a sus ejercicios. Los intercambios también son muy habituales.

placeholder Paracaidistas españoles desembarcan de un NH-90 francés. (Juanjo Fernández)
Paracaidistas españoles desembarcan de un NH-90 francés. (Juanjo Fernández)

Con esto, por un lado, se refuerzan los procedimientos de operación entre dos organizaciones que comparten buena parte del material, como los helicópteros Tigre, NH-90 y Cougar o Super Puma. También dice bastante de las buenas prácticas de pilotos, personal y tropas españolas, pues, si los franceses están siempre dispuestos a integrarse, quiere decir que esperan obtener —y obtienen— buenas experiencias y resultados positivos.

En general, este tipo de ejercicios, donde se integran elementos extranjeros, permiten reforzar los procedimientos de coordinación y utilizar los recursos de los países aliados, allá donde en un momento dado sean más necesarios. Esta es una de las grandes fortalezas de los ejércitos OTAN: su capacidad de interoperar con tropas y medios de diferentes procedencias como si de un mismo ejército se tratara.

Una veintena de helicópteros de varios tipos esperan en tierra, muchos con los rotores en marcha, mientras varias columnas de tropas paracaidistas completamente equipadas aguardan en perfecto orden su turno para embarcar en las aeronaves. Los helicópteros de ataque Tigre son los encargados de iniciar la maniobra y les sigue el resto. El objetivo: una población clave para cortar el paso al enemigo. No, no es el Donbás, sino parte del Ejercicio Toro 22, el más importante que realiza el Ejército de Tierra español.

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