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Si ya hemos visto coches voladores funcionando, ¿por qué sigue pareciendo un disparate?
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¿HUMO O PROMESA CREÍBLE?

Si ya hemos visto coches voladores funcionando, ¿por qué sigue pareciendo un disparate?

Decenas de compañías e instituciones públicas han invertido montañas de dinero para desarrollarlos y ya hemos visto volar varios de ellos. ¿Qué es entonces lo que falla en todo esto?

Foto: Foto: EFE.
Foto: EFE.

80 kilómetros en tan solo 35 minutos. Sin tocar el suelo. Ese fue el hito que hace unos meses marcó el AirCar, el invento de una desconocida empresa eslovaca que se convirtió en el primer coche de la historia en hacer un trayecto aéreo entre dos ciudades de aquel país, Nitra y Bratislava. Antes de este hito, los organizadores de los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020 tenían entre manos un vehículo funcional llamado SkyDrive, financiado por Toyota, para encender el pebetero, aunque finalmente el covid mandó al traste esta futurista ceremonia. En Alemania, hay un unicornio europeo dedicado a estos inventos llamado Volocopter, valorado en más de 1.700 millones y que ha hecho demostraciones que dan fe de que sus coches vuelan.

Al otro lado del Atlántico, Uber nos lleva prometiendo tiempo que esta misma década veremos un servicio de taxis voladores (ya los tiene preparados) en su aplicación. Fabricantes de automóviles del tamaño de Suzuki o Hyundai tienen proyectos activos. Y así un largo etcétera. El problema de esto, a pesar de que los hemos visto surcar los cielos dejándonos asombrados, es que la promesa de los coches voladores sigue pareciendo más lejana que nunca. ¿Qué está pasando? ¿Nos han vuelto a vender una realidad que simplemente es imposible de lograr?

Foto: Esta moto flotante tiene un sistema de rotores "unico". (Horizon)

A día de hoy, muchas compañías son las que están invirtiendo enormes presupuestos en perseguir este objetivo. También desde la esfera pública, donde organismos como la Agencia Espacial Europea (ESA) o la estadounidense trabajan para poner en marcha prototipos a escala. ¿La realidad? La idea que gobierna el imaginario popular es que los prometidos coches voladores son poco más que helicópteros como los de toda la vida, aunque algo más baratos, y en el mejor de los casos, drones hormonados. Pero eso no es del todo cierto.

El modelo que más se acerca a la idea que tenemos en la cabeza es el mencionado AirCar, cuyos creadores, los visionarios Stefan Klein y Anton Zajac, estuvieron años trabajando en el concepto. Tras aterrizar en pista, este invento esconde sus alas, que son retráctiles, al igual que su cola, a golpe de botón desde la cabina, para pasar a modo coche.

Otro caso de éxito parece ser el de Joby Aviation. Un taxi volador futurista con capacidad para un piloto y nada menos que otras cuatro personas. Su autonomía es de 241 kilómetros, con una más que envidiable velocidad máxima de 321 kilómetros por hora. Recientemente, acaba de recibir una inyección de efectivo de 45 millones de dólares procedentes del Departamento de Defensa de los EEUU. El objetivo es explorar las aplicaciones militares con esta tecnología.

El Lilium Jet, financiado por la Agencia Espacial Europea (ESA), la Universidad Técnica de Múnich y otras compañías, se trata de otro de los grandes proyectos, y busca surcar el aire para 2025. Este taxi volador eVTOL dispone de dos alas donde se encuentran hasta 36 motores eléctricos, que le han permitido poder realizar ya una serie de pruebas con éxito.

Los bautizados como eVTOL, con los que puedes despegar y aterrizar de manera vertical y eléctrica, parece que son los que se están imponiendo en esta fase experimental. ¿Por qué? Hoy en día, muchas empresas se están aprovechando de la emergente tecnología de los drones, con los que este tipo de autos guarda gran parecido. Además, las miras se están poniendo hacia la movilidad urbana del futuro y este modelo es el más propicio en los entornos de las ciudades con poco espacio para maniobrar.

La tecnología de los drones se presenta como el futuro de la movilidad aérea urbana

Sin embargo, este tipo de tecnologías aún presenta muchos desafíos, entre ellos, convencer a los reguladores y al público de que sus productos son seguros, en un contexto en que muchos gobiernos siguen teniendo problemas para definir las normas de uso de esta técnica y de los coches autónomos. Accidentes como el de la empresa Tesla o Uber evidencian como aún queda un amplio camino por recorrer en el tema de la conducción autónoma, teniendo en cuenta que la mayoría de estos vehículos voladores va hacia esta misma dirección.

placeholder Joby Aviation, futuro taxi aéreo. (EFE/Bradley Wentzel)
Joby Aviation, futuro taxi aéreo. (EFE/Bradley Wentzel)

Es necesario contar con lugares y velocidades donde los imprevistos se reduzcan al máximo. ¿Cómo? Hay que hacer un exhaustivo estudio y mapeado de la ruta para poder evitar cualquier imprevisto que pueda poner en riesgo a los pasajeros. Aun así, se vuelve algo impredecible, aunque se pueda pensar que hay menos obstáculos en el aire.

Aceptación y cambio social

Otro ámbito importante "a tener en cuenta es la aceptación", según comenta a Teknautas Emilio Martín, CEO de Ventor Innovations. El ruido es uno de los factores que más pueden influir. Este empresario afirma cómo es necesario que se demuestre que estas naves son menos ruidosas, argumentando, a continuación, que esto se podrá conseguir al "no tener ruido del motor como el de los rotores de los helicópteros". Además, añade que es necesario que exista "un cambio social en la población", no solo tecnológico, para que este tipo de innovaciones se logre integrar en la sociedad.

Foto: Elon Musk, recién llegado de Ganímedes. (Reuters) Opinión

Conseguir una autonomía equivalente a la que ofrecen los combustibles fósiles es otro de los grandes retos de los vehículos voladores como eVTOL. Estas empresas plantean alternativas como el uso del hidrógeno o los biocombustibles para poder alzarlos al cielo. Iniciativas como la de Ventor buscan ofrecer una alternativa más ecológica para el futuro. Sus autos voladores, bautizados con el nombre de ZEROeVTOL, planean conseguir hidrógeno 'in situ' gracias al amoníaco.

Sin embargo, la mayoría de las empresas siguen trabajando en que se produzcan con energías renovables, sin dependencia de países terceros y sin la influencia de la fluctuación de precios.

A la aún escasa oferta de estos autos voladores se suma una legislación prácticamente inexistente, que aún no ha contemplado su uso privado tanto por la carretera como por el cielo. Las futuras legislaciones tendrán que incluir las obligaciones de tránsito, así como qué lugares se acondicionarán para el despegue y aterrizaje de estos bólidos.

Foto: En lugar de ruedas cuenta con cuatro dobles hélices, una por cada esquina. (Renault)

Si bien la actual normativa europea sobre drones podría tomarse como una base sólida, todavía no ha aparecido una regulación unificada para la certificación del transporte aéreo eléctrico o de hidrógeno, coches voladores y eVTOL. Debe de existir tiempo para crear una clasificación de este tipo de transporte, así como un conjunto de medidas para los controles de seguridad y la frecuencia con la que debería de realizarse un mantenimiento.

Conseguir la certificación de las nuevas tecnologías para el incipiente mercado de la movilidad aérea urbana (UAM) se ha convertido en un largo camino para los fabricantes. En el caso del PAL-V Liberty, considerado el primer coche volador en producción, inició en 2015 los trámites de la certificación de aviación con la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA) y no se espera hasta este año que consiga completarlos.

La imaginación de estas empresas no solo ha pensado en cómo serían estos autos, también los lugares exclusivos en los que estos podrían despegar y aterrizar. Para el caso de los taxis voladores eléctricos, iniciativa de eVTOL que empieza a tomar fuerza, un consorcio de compañías, liderado por la española Ferrovial y la alemana Lilium, propuso al Gobierno español ponerlos en marcha para reducir el tiempo de espera en un viaje entre Madrid y Valencia. ¿El objetivo? Construir mínimo 20 vertipuertos con un coste que rondaría los 200 millones de euros, cuya mitad correría a cargo de los fondos covid.

Además de los costes económicos, estas compañías tienen el reto de descubrir cómo ubicar, autorizar y construir suficientes lugares para que estos taxis voladores aterricen y despeguen, permitiendo un modelo de negocio viable. Algunos factores, como el ruido, la falta de espacio aéreo y la necesidad de modernizar las estructuras para dar cabida a sus vehículos y proporcionar ráfagas masivas de electricidad para recargarlos, se plantean como los obstáculos a corto plazo.

Por ejemplo, en las reglas de la Administración Federal de Aviación de los EEUU sobre helipuertos, siendo el posible modelo a seguir por los vertipuertos, se detalla cómo la zona de aterrizaje para estos taxis aéreos tendría que estar libre de estructuras próximas de manera indefinida. Además, para obtener el permiso se requiere determinar todas las "trayectorias de planeo" que un vehículo así puede usar al aproximarse a la zona de aterrizaje. Conservar estas trayectorias significa que difícilmente el propietario de una casa cercana podrá construir nada más alto que el vertipuerto. Algo muy complicado si se piensa que estas pistas especiales van a situarse en muchos puntos de nuestras ciudades.

Los primeros proyectos serán medios de transporte con precios no especialmente baratos. Las flotas podrían abaratar su coste, pero lo cierto es que no estaremos ante una alternativa que podrá comprar cada persona de manera privada. Los modelos más desarrollados se plantean en un precio que oscila entre los 80.000 y los 320.000 euros, aproximadamente.

Haya o no coches voladores en el futuro, revolucionar la movilidad aérea urbana no es algo tan fácil y primero habría que plantearse si el uso de un eVTOL en cada helipuerto de nuestro patio trasero sería el verdadero sueño suburbano del siglo XXII.

80 kilómetros en tan solo 35 minutos. Sin tocar el suelo. Ese fue el hito que hace unos meses marcó el AirCar, el invento de una desconocida empresa eslovaca que se convirtió en el primer coche de la historia en hacer un trayecto aéreo entre dos ciudades de aquel país, Nitra y Bratislava. Antes de este hito, los organizadores de los Juegos Olímpicos de Tokio de 2020 tenían entre manos un vehículo funcional llamado SkyDrive, financiado por Toyota, para encender el pebetero, aunque finalmente el covid mandó al traste esta futurista ceremonia. En Alemania, hay un unicornio europeo dedicado a estos inventos llamado Volocopter, valorado en más de 1.700 millones y que ha hecho demostraciones que dan fe de que sus coches vuelan.

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