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Que vuelvan los curas: cómo internet convirtió a los charlatanes en nuestros ídolos
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LO LLAMAN PUBLICIDAD. ES PROPAGANDA

Que vuelvan los curas: cómo internet convirtió a los charlatanes en nuestros ídolos

Los charlatanes siempre han sido frikis marginados de la sociedad porque en persona su falta de honestidad y decoro es obvia. En el mundo de internet, hemos perdido esas normas

Foto: Foto: Gettty Images/Drew Angered.
Foto: Gettty Images/Drew Angered.

Inspirar, crear narrativas, generar expectativas, contar historias, generar marca, 'clickbait'… Jamás mentir tuvo tantos eufemismos, ni estuvo tan bien visto. Internet ha glorificado la mentira y masificado su uso. 'Apps' y charlatanes se han aliado para hackear nuestro cerebro y volvernos adictos.

Mentir en público descaradamente siempre ha sido patrimonio exclusivo de gobiernos, políticos, empresas y religiones. Cuando hay un obvio interés político o pecuniario, la mentira se da por descontada e incluso se disculpa. A fin de cuentas, si una mentira es muy burda, ¿es realmente un engaño? Todos sabemos que las maravillosas fotos de hamburguesas en un 'fast-food' son tan falsas como la blancura de la camisa del anuncio de detergente. Los votantes de un partido saben que sus líderes no dicen la verdad y ni siquiera los creyentes se toman sus propios textos religiosos al pie de la letra.

Foto: Adam Neumann, cofundador de WeWork, uno de los grandes ejemplos de 'pufo' tecnológico. (Reuters)

Ese mundo donde sabíamos quién nos mentía y por qué nos mentía ha saltado por los aires 'gracias' a internet. En la red, el uso de la mentira se ha masificado y las mentiras han encontrado una infinita variedad de formatos. El 'influencer' se gana la confianza de millones de seguidores y lo utiliza para propagar mensajes sin que su audiencia sea consciente de estar recibiendo un mensaje publicitario o proselitista. Los 'influencers' no llevan sotana.

¿Cómo ha sucedido algo así? La realidad es que el medio incentiva ese comportamiento. En internet, se compite por captar la atención de los usuarios, que pasen el máximo tiempo con nosotros y que se enganchen. Una vez captado el interés, podemos revenderla a anunciantes o venderles nuestros propios productos o servicios. El negocio publicitario es tan grande que se ha creado toda una industria de 'apps' y webs para ayudar a mantener esas audiencias.

La maldición del 'influencer'

Uno pensaría que la atención se capta contando cosas interesantes y haciéndolo con frecuencia. Sin embargo, contar algo genuinamente interesante es muy difícil. Aún más difícil es hacerlo con frecuencia suficiente para enganchar a la audiencia. Y el colmo de la dificultad es conseguir que la audiencia no se acabe cansando. ¿Un reto para titanes intelectuales? No, basta con convertirse en un charlatán o, dicho de otro modo, para mantener una audiencia permanentemente enganchada no hay otro remedio que caer en la charlatanería. Es la maldición del 'influencer'.

Los charlatanes siempre han sido frikis marginados de la sociedad porque en persona su falta de honestidad y decoro es obvia. En cambio, en internet son ídolos de masas precisamente porque esa falta de pudor es el superpoder necesario para triunfar en este medio. Por la misma razón que uno puede tragarse horas y horas de telebasura, uno puede escuchar a su 'influencer' favorito que sin recato alguno nos cuenta su nueva dieta, su última ruptura sentimental o nos explica en detalle su anodino día a día. Es un contenido intelectualmente ligero para conseguir el encefalograma plano requerido para que las emociones ganen la partida. La telebasura y la comida basura son formatos imbatibles, generan atención, no cansan y son baratos de producir, lo mismo sucede con la “internet basura”.

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Foto: Reuters/Davo Ruvic.

La 'internet basura' representa un nivel más elevado de la generación de inmundicia. La industria de 'apps' y webs han creado formatos donde, con un mínimo esfuerzo en generación de contenido, se maximiza la adicción de la audiencia. Basta una foto en Instagram o un bailoteo en TikTok. La 'app' con filtros y efectos ayudará al 'influencer' en la proyección de la vida de mentira que necesita para mantener a su público.

Fuera de la bazofia

Aunque no todo el mundo recurre a la bazofia de la internet basura. Otra técnica es la vieja fórmula del charlatán: contar mentiras disfrazadas de historias y establecer una relación emocional para conseguir credibilidad. El combo perfecto son las historias de superación personal, especialmente las historias de 'renacidos'. Por un lado, tenemos la narrativa de una historia entretenida y, por otro, la empatía emocional que genera una experiencia difícil o traumática. El charlatán renacido asume errores pasados y da detalles íntimos para ganarse nuestra confianza y que bajemos nuestras defensas. Con la excusa de que “hay que visibilizar estos problemas hablando de ellos”, nos tiene donde quería, a tope de vaselina. El charlatán nos parece una persona adorable y alabamos su gran labor como activista. Cuando a los dos años ha montado una empresa indistinguible de una ONG (o viceversa) para ayudar a cambiar el mundo, una extraña sensación nos embarga. '¡Emosido engañado!'.

Las historias, como las drogas, hackean nuestro cerebro, se aprovechan su debilidad. Las historias explican lo complejo de manera sencilla, nos explican la realidad de manera que a nuestro celebro le gusta. En las buenas historias no hay grises, ni incertidumbres, ni complejidades. La narrativa que requiere una buena historia es incompatible con la realidad, por eso las historias están llenas de mentiras. ¿Y no se pueden contar historias reales auténticas? Bueno, poder se puede, se llama “cine de autor” y lo ven cuatro gatos.

Foto:  Julia Menú García en una foto de Instagram. (Fotografía cedida)

Quizás una evolución típica sea la de experto a charlatán/'influencer'. Todo empieza con alguien especialista en una temática o que cuenta cosas interesantes de un tema valioso que atrae a una audiencia. En un momento determinado, el tipo se viene arriba y empieza a compartir contenido personal. El problema no es tanto compartir fotos de su familia, el coche o el gato, sino la manera en que se hace. Se comporta como alguien que sabe que tiene una audiencia a la que tiene que complacer, enganchar, engatusar… Sabe perfectamente que no puede generar contenido denso con suficiente frecuencia (ni su audiencia procesarlo), con lo que, para mantenerlos enganchados, debe recurrir a la bazofia. La naturalidad en la interacción desaparece y ahora ya no es un experto, es un 'influencer'.

¡Que vuelvan los curas!

Al mismo tiempo y de manera cada vez más descarada, empieza el proselitismo, nos empieza a vender algo, un producto, una dieta, una filosofía de vida… Tras un sorprendente 'disclaimer' donde confiesa no ser experto ni en inversiones ni en nutrición, pasa a explicarnos cómo forrarse con las cripto o lo maravillosa que es su experiencia con el ayuno intermitente. El siguiente paso es sacar rendimiento a esa audiencia, montando un chiringuito propio o promocionando productos de terceros. Y, de repente, nos damos cuenta de que ese tipo que nos parecía majete y contaba cosas chulas se ha convertido en un charlatán.

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Foto: Reuters/Dado Ruvic.

Con un poco de suerte en el siguiente salto mortal, el charlatán se vuelve antivacunas o tiene un delirio espiritual en el que recomienda dejar la quimio a los enfermos de cáncer. Por definición, el 'influencer' hará un discurso pseudocientífico porque la rigurosidad que requiere la ciencia es intrínsecamente bajonera y la antítesis de una narrativa atractiva. Las 'apps' entonces se vuelven locas, le cierran la cuenta o ponen mensajitos de aviso sobre la credibilidad.

En los inicios, todos pensábamos que internet produciría maravillosos seres perfectamente informados. Nadie pensó que la tía Manola nos iba a dar la chapa con los 'chemtrails' en la cena de Navidad. En ese momento, piensas que los curas son gente maravillosa.

Inspirar, crear narrativas, generar expectativas, contar historias, generar marca, 'clickbait'… Jamás mentir tuvo tantos eufemismos, ni estuvo tan bien visto. Internet ha glorificado la mentira y masificado su uso. 'Apps' y charlatanes se han aliado para hackear nuestro cerebro y volvernos adictos.

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