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Los marginados de la ley 'rider': "Es mejor que ser repartidor, pero se parece mucho"
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"NO NOS QUIEREN DAR DE ALTA"

Los marginados de la ley 'rider': "Es mejor que ser repartidor, pero se parece mucho"

La norma que regula a empresas como Glovo o UberEats está a punto de cumplir un año, pero su reducido ámbito de aplicación ha dejado en la estacada a miles de personas que trabajan en condiciones muy similares

Foto: (Reuters/Paul Hanna)
(Reuters/Paul Hanna)

Poco después de ser madre y llegar a España, Carmen (nombre ficticio para preservar su identidad) empezó a trabajar como limpiadora por horas en Clintu, una app catalana que le recomendó una amiga. Todo fue sencillo. Se apuntó, le contactaron para hacerle unas preguntas y ya pudo empezar a aceptar servicios. "Cuando me registraron en la app, yo ponía mi disponibilidad y me llegaban ofertas", recuerda esta mujer peruana. Aquel negocio que parecía redondo rápidamente demostró no serlo. Y prueba de ello es que Carmen, junto a otro medio millar de compañeras, tendrá que acudir a un macrojuicio contra esta empresa, acusada de ser un 'Glovo' del trabajo doméstico.

"No nos exigieron nada, ni nos dieron de alta", se queja la limpiadora. Estaban cobrando en negro. No había ni contrato ni la obligación de estar dado de alta como autónomo, algo que sí se exige en otras plataformas, como la mencionada Glovo y otras tantas. Todo aquello no tardó en entrar en el radar de la Inspección de Trabajo que, tras investigar el asunto, resolvió que tenía que regular la situación de cientos de trabajadoras y hacerse cargo de la cuotas atrasadas. Como la resolución no fue aceptada, el asunto se ha visto abocado a tener que solucionarse en los tribunales. "No quieren pagar nuestra Seguridad Social", lamenta esta limpiadora, que tras dos años en la app, decidió montárselo por su cuenta.

Foto: Imagen de una huelga de trabajadores de Glovo. (EFE/Alejandro García)

El relato de Carmen dibuja una 'app' que no da tanta libertad de elección como la empresa vendía en un primer momento. "Te iban apareciendo ofertas, que iban desde 7 hasta 9 euros brutos la hora, y te penalizaban si lo rechazabas", dice, dibujando su experiencia como una auténtica subasta: cuando un cliente fijaba un precio, podía ver el porcentaje de probabilidad de que alguna limpiadora lo aceptara. No fue lo que más le chocó. "Yo pensaba que ellos se quedaban con una pequeña comisión, de un euro o algo así, pero era casi de la mitad de lo que pagaban, que eran entre 13 y 14 euros", desarrolla. Además, muchos clientes se quejaban de que el servicio era caro, así que les pedían que estuvieran más tiempo. En ocasiones, eso terminaba en reclamaciones a Clintu que, a su vez, llamaba por teléfono a la trabajadora para "meter caña".

"Se quedan con el valor que generan sin cotizar nada por ellas", recalcan desde Comisiones Obreras, que está asesorando a algunas de las trabajadoras convocadas al macrojuicio. Para ellos, es "un fraude administrativo en toda regla". No es la única plataforma de limpieza que ha sido señalada por la Seguridad Social. Según ha adelantado 'El País', la Inspección de Trabajo también ha llevado a cabo una actuación similar contra MyPoppins, una 'start-up' catalana que sigue el mismo modelo que Clintu y también opera en varias capitales españolas. A diferencia de ellos, aquí la empresa sí aceptó regularizar la situación de las falsas autónomas sin tener que llegar a los tribunales. No obstante, ninguna de las compañías implicadas ha respondido a las preguntas de este periódico.

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El problema de la 'ley rider'

El de la limpieza solo es una gota en un mar de falsos autónomos que nadie sabe con certeza cuán profundo puede llegar a ser. "Hay una infinidad de plataformas de este tipo y pueden llegar a cualquier sector que te puedas imaginar, desde guías turísticos a abogados. La Inspección no ha entrado en todas porque no tiene recursos para ello", explica Adrián Todolí, profesor de Derecho Laboral en la Universidad de Valencia.

Y es que, pese a que la 'ley rider' se aprobó hace ya casi un año, una de sus principales limitaciones ha sido que solo afecte al reparto de comida. "La propuesta de directiva europea sí engloba todas, pero la ley española redujo mucho el ámbito de aplicación. Incluso las empresas como Cabify o Uber están fuera, porque transportan personas. No regula un sector entero, sino una parte de él", incide este experto, que también pone de relieve que el hecho de que una compañía tire de falsos autónomos es algo que acaba siendo "contagioso para el resto del sector".

De hecho, es lo que ya está pasando en el propio 'delivery'. Si bien Deliveroo decidió cerrar en España y Uber Eats optó por subcontratar flotas de repartidores, Glovo ha seguido operando con autónomos, aunque ha introducido ciertos cambios en su relación con ellos para intentar ocultar los indicios de relación laboral. Es lo que provocó que la jefa de Uber Eats en España mandara una carta a la ministra de trabajo, Yolanda Díaz, con una pregunta envenenada: "¿Debemos seguir el ejemplo de Glovo y trabajar con autónomos para poder competir en igualdad de condiciones?".

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(Reuters/Gleb Garanich)

Entonces, ¿por qué no se llegó a más? "La norma surgió del diálogo social y se priorizó el pacto de la patronal con sindicatos a los objetivos del Ministerio de Trabajo. Podían haberlo regulado por su cuenta, pero prefirieron el acuerdo y eso ha implicado un ámbito de aplicación mucho menos ambicioso", responde Todolí, que hace un recordatorio importante. "La ley 'rider' no legalizó nada, no cambió el contenido de lo que había, sino que tuvo una función casi pedagógica. El texto insiste en la aplicación y aclara algunos puntos respecto a los repartidores, pero la justicia ya había dicho antes que no eran autónomos", desarrolla antes de lamentar que "si hubiera ido más allá, ahora sería más fácil regularizar". También cabe recordar que uno de los puntos más criticados de la ley 'rider' fue la presunción de laboralidad de los repartidores, en lugar de obligar a la misma, tal y como pedían los sindicatos.

En CCOO defienden que "esta ley ha sido un punto de partida". "Fue la culminación de una serie de reivindicaciones de los repartidores, pero es necesario que se extienda a todas las plataformas digitales", cuenta Liliana Reyes, responsable de Nuevas Realidades Laborales en este sindicato. "Antes no se habían visibilizado estos puestos y los estamos conociendo ahora. A un 'rider' lo puedes identificar por la calle por la mochila, pero en otros muchos casos es imposible", incide la sindicalista. "Hay mucho trabajo por hacer y lo que más cuesta es que alguien dé el paso de venir para que le asesoremos".

"Muchas veces se trabaja en negro"

Una de las aplicaciones de este tipo que más se ha ruido ha hecho en los últimos años ha sido TaskRabbit, que desde 2017 es propiedad de Ikea. En este caso, la plataforma ofrece los servicios de montaje de muebles de la firma sueca, pero también se pueden encontrar todos los servicios que pueda hacer un 'manitas' o, como lo llaman ellos, un 'tasker'. Jaime Javier es uno de ellos. Hace casi un año, este ingeniero venezolano migró a España y necesitaba algo para subsistir. "Me aparecía mucha publicidad de esta app y me llamó la atención", cuenta en conversación con este periódico.

Así, se dio de alta como autónomo para trabajar a través de la plataforma. "Desde entonces, hay algunos meses que va mal y otros que bien, pero me da para vivir. "Es un trabajo puente mientras busco otra cosa y creo que es mejor que estar de repartidor, aunque se parecen mucho, porque aquí tienes que llevar también los materiales y las herramientas". Además de ensamblar mobiliario, allí hace un poco de todo: limpieza, cocina, decoración, reparaciones básicas, pintura... Según la tarea, la tarifa varía, pero suele recibir entre 13 y 17 euros brutos la hora.

En TaskRabbit rechazan que estos trabajadores sean falsos autónomos. "Eligen sus tarifas por horas, que pueden cambiar en cualquier momento", argumentan en la empresa, donde recalcan que no se pueden fijar precios "por debajo del salario mínimo, para evitar competir por abajo" o que "los clientes pagan la comisión a TaskRabbit, no los 'taskers'". También enfatizan que no exigen exclusividad y que "establecen sus propios horarios con hasta dos semanas de antelación, además de decidir sus zonas de trabajo y tener el poder de aceptar o rechazar las tareas que les ofrecen".

Foto: Foto: Reuters.

Esto último tiene sus matices. "Si no coges algunas tareas, te puede perjudicar y tener un tiempo de bloqueo", comenta Jaime Javier. "Eso a veces provoca que haya gente alterando el funcionamiento de la aplicación: el propio 'tasker' llama por teléfono para hacer el trabajo sin tener en cuenta a la aplicación, así que trabajan en negro y nos quita ofertas al resto", enfatiza. No es el único problema que ha encontrado. "En ocasiones te sorprende la carga de trabajo que te espera, porque el cliente quizá no indica bien el modelo o lo que necesita, así que al final tienes que echar más tiempo", lamenta Jaime Javier.

La plataforma también ha sido criticada porque, en ocasiones, los servicios dejan que desear, sea por chapuzas o atrasos, tal y como denuncian muchos usuarios en redes sociales. También algunas celebridades como el jugador de baloncesto Felipe Reyes, que criticó el servicio hace unos meses. "Primero llaman diciendo que llegan una hora y media más tarde y luego cancelan el montaje después de estar esperando todo ese tiempo sin ponerse en contacto conmigo antes. Qué vergüenza". Desde la empresa relativizan estos comentarios, aludiendo a las opiniones en TrustPilot, generalmente positivas.

La enseñanza de los instaladores

En cualquier caso, el problema de los falsos autónomos en España va mucho más allá de estas aplicaciones. "La clave es que este modelo está presente en otros muchos sectores, como los comerciales de seguros o inmobiliarias. Funcionan al margen de la ley, pero nunca se les ha puesto coto", comenta Todolí, que recuerda que "el objetivo que se puso la inspección en 2019 fue luchar contra este fraude en cualquier parte". Seguramente te haya venido una profesión a la cabeza: el instalador de telecomunicaciones. Durante casi dos décadas, los trabajadores por cuenta ajena fueron la opción predilecta en las empresas del sector, entonces ampliamente dominado por Telefónica.

"Era habitual ver cómo les pedían a chavales de 19 años, recién salidos de estudiar, que se compraran una furgoneta y herramientas para trabajar con ellos", lamenta Javier Lartiga, responsable de UGT Telecomunicaciones a nivel estatal. "La situación se les fue de las manos, porque en su afán de ganar más dinero metieron un apretón de tuercas en los baremos con los que puntuaban a los autónomos. "Aunque trabajaras 12 horas diarias, era complicado que te quedara una nómina decente", expone este instalador, que también es delegado sindical en Cotronic, una de las subcontratas de Telefónica. El sistema funcionaba como una escalera, donde la 'teleco' delegaba en una empresa, esa en otra y, tarde o temprano, aparecían los falsos autónomos en algún peldaño.

Foto: Un trabajador de Amazon, la empresa que se ha convertido en el mejor campo de pruebas sindical. (Reuters)

En cambio, la situación ha mejorado notablemente desde 2015. Fue cuando se produjo una huelga histórica para esta profesión. "20.000 falsos autónomos de toda España salieron a la calle para protestar, y muchos de ellos ni estaban sindicados antes. Se consiguió paralizar el sector y, gracias a eso, se consiguieron varios acuerdos, como ponerle fin a esta modalidad y limitar la subcontratación", celebra Lartiga, que recuerda que "las empresas gestionaban sus horarios, vacaciones y precios, además de hacerles ir con el mismo uniforme que al resto; era de manual". Pero, claro, esto tampoco ha implicado "que haya buenas condiciones laborales", avisa.

En aquel momento, el 'delivery' estaba dando sus primeros pasos en España, algo que puede dar una idea de lo escurridiza que puede ser la persecución del fraude laboral, que va encontrando huecos por donde colarse, y algunos pueden ser tan difíciles de identificar como la falsa autónoma que camina por la calle para limpiar en un piso. "El teletrabajo es algo transversal a todos los sectores. Como lo haces desde casa, es más complicado que te puedan pillar, así que se ha convertido en una fórmula habitual", indica el profesor Tolodí. Al ser algo anecdótico hasta que llegó la pandemia, la presencialidad era la prueba del algodón para las inspecciones. "Había muchas sentencias que declaraban la laboralidad, pero ahora no se la juegan: los falsos autónomos trabajan desde casa".

Poco después de ser madre y llegar a España, Carmen (nombre ficticio para preservar su identidad) empezó a trabajar como limpiadora por horas en Clintu, una app catalana que le recomendó una amiga. Todo fue sencillo. Se apuntó, le contactaron para hacerle unas preguntas y ya pudo empezar a aceptar servicios. "Cuando me registraron en la app, yo ponía mi disponibilidad y me llegaban ofertas", recuerda esta mujer peruana. Aquel negocio que parecía redondo rápidamente demostró no serlo. Y prueba de ello es que Carmen, junto a otro medio millar de compañeras, tendrá que acudir a un macrojuicio contra esta empresa, acusada de ser un 'Glovo' del trabajo doméstico.

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