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Lecciones de la guerra de Ucrania: España apuesta por su propio sistema antidrones
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¿cómo neutralizar los pequeños drones?

Lecciones de la guerra de Ucrania: España apuesta por su propio sistema antidrones

El Ejército español presenta hoy oficialmente la tercera generación de su proyecto Cervus, un sistema antidrones capaz de detectar y derribar estos aparatos. Hemos tenido acceso a esta tecnología para entender cómo funciona

Foto: Inhibidor en forma de fusil HK. (Juanjo Fernández)
Inhibidor en forma de fusil HK. (Juanjo Fernández)
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La amenaza ya existía desde hace tiempo y muchos países eran conscientes de ello. También España. Pero la guerra de Ucrania está demostrando muchas cosas y si había alguien reacio a convencerse, es muy probable que ya esté más que convencido. Los drones suponen una amenaza real que se debe combatir y muchos ejércitos no estaban todavía preparados. España acaba de dar un firme paso para neutralizar estos pequeños enemigos y lo ha hecho, además, con tecnología propia.

El Ejército español presenta hoy oficialmente la tercera generación de su proyecto Cervus, un equipo de detección y neutralización de drones que lleva años en marcha pero que se acaba de modernizar con las últimas capacidades. La invasión rusa de Ucrania ha demostrado que estos aparatos se han convertido en un elemento clave de la estrategia militar. El problema es cómo defenderse de ellos de forma efectiva.

Foto: Lanzamiento de un Switchblade, instantes antes de desplegar sus alas. (USMC)

Detectar y destruir un RPAS (Remotely Piloted Aircraft System, o aeronaves pilotadas de forma remota), bien sean armados o no, tiene dos vertientes diferentes que se afrontan en función del tamaño del aparato volador. Los drones de gran tamaño, como por ejemplo los Bayraktar de origen turco o los más grandes aún Predator norteamericanos, se pueden contrarrestar con medidas electrónicas, pero también con otras similares a las que se utilizarían contra un avión tripulado.

Los grandes drones, debido a sus características y precio, no están al alcance de todo el mundo, y cuando actúan, lo hacen en número reducido. Esta amenaza ya se encuentra bien definida. El inconveniente de muchos ejércitos surge, como estamos viendo en el escenario ucraniano, con los drones de pequeño o muy pequeño tamaño.

placeholder Dron comercial DJI Phantom-4 modificado para llevar pequeños explosivos. (XL-Drone)
Dron comercial DJI Phantom-4 modificado para llevar pequeños explosivos. (XL-Drone)

Entre este último tipo de drones, algunos son de diseño militar, pero otros muchos de origen comercial, que a veces se emplean tal cual se venden y otras se modifican. Estos UAV están proliferando de una manera exponencial, son muy baratos de adquirir, fáciles de manejar y sencillos de modificar, incluso para llevar pequeños artefactos explosivos. El último ejemplo lo hemos visto en la guerra en Ucrania: soldados rusos armando un DJI Mavic 2 Zoom con una granada de mano y lanzándola sobre su objetivo (en esta ocasión fallaron, lo puedes ver debajo).

Experiencias del Ejército español

Para el Ejército español, este tipo de situaciones tampoco son nuevas. De hecho, ya se trabaja con el sistema Cervus desde hace años e incluso se ha desplegado un equipo en Malí. El objetivo inicial del programa era contrarrestar al RPAS atacando su sistema de guiado, es decir, inhibiendo las señales de GPS o equivalentes que se utilizan para su navegación o bien perturbando sus comunicaciones con el operador. Pronto se vio que era necesario ir más allá y que la solución pasaba por un proceso de detección, identificación y seguimiento, unido por supuesto a la inhibición.

Nacía así el Cervus I, un conjunto de subsistemas estáticos contra RPAS que se compone de un módulo de detección —que incluye un analizador del espectro de radiofrecuencias— con el que se consigue detectar los tráficos de emisiones entre el operador y el RPAS, a lo que se une un equipo de vídeo con cámara óptica. Con esto se consigue detectar cualquier dron en un perímetro determinado de como mínimo 500 metros.

El módulo de detección se apoya a su vez en antenas con dos sensores direccionales. El primero detecta en 360 grados discriminando cuatro sectores de 90 grados y hasta 1.000 metros. Con esto se sabe por qué cuadrante llega la amenaza. Una vez detectada, el segundo sensor de alta resolución establece la dirección concreta al discriminar sectores de 11 grados, lo que, unido a su capacidad de triangular con otros sensores, permite dar la posición del dron con gran precisión.

placeholder Dron cautivo asociado al sistema Cervus III. (Juanjo Fernández)
Dron cautivo asociado al sistema Cervus III. (Juanjo Fernández)

El subsistema de inhibición se diseñó en formato portátil y permite inhibir si no todos, sí la gran mayoría de drones comerciales, que son los que utilizan frecuencias en el rango de 2,4 y 5,8 GHz. Está formado por el inhibidor, en forma de fusil que emula el HK reglamentario, junto a la unidad de inhibición integrada en una mochila.

Con estos medios, una vez detectado el dron y en alcance de ser inhibido, puede ser bloqueado, por lo que dejará de enviar imágenes o datos. También puede ser obligado a caer a tierra al perder la señal de posicionamiento o a regresar a su punto de origen, aspecto muy interesante pues muy a menudo es más importante saber quién está operando este tipo de RPAS que la información que eventualmente haya podido obtener.

La evolución del sistema

Todo el equipo anterior se realizó entre el Ejército de Tierra, en concreto el Regimiento de Guerra Electrónica 31 (REW-31) y la empresa TRC, con la colaboración de la española Gradiant. TRC es una firma española especializada en ingeniería de comunicaciones, integración de sistemas, ciberseguridad y desarrollos de software, que se encargó de todo lo relativo al mando y control del conjunto, integrando todos sus componentes. Sin embargo, es un equipo estático, válido para defensa de un puesto de mando o protección de una base o instalación. La necesidad de proteger una fuerza móvil llevó a la siguiente versión, Cervus II, básicamente la misma solución, pero instalada en un vehículo para defender a una unidad en desplazamiento.

También se añadió el mencionado dron cautivo, es decir, alimentado y controlado mediante un cable desde el mismo vehículo. Esto otorga numerosas ventajas al permitir mantener el dron durante prolongados períodos de tiempo de manera ininterrumpida y hasta una altura de unos 120 m, lo que aumenta de manera notable el alcance de los medios de visión. Además, al ser controlado por cable, es inmune a la acción de contramedidas por parte del enemigo.

placeholder Dron comercial Phantom modificado para llevar explosivos. (MR Shutterback-BBC)
Dron comercial Phantom modificado para llevar explosivos. (MR Shutterback-BBC)

El dron permite también aplicaciones muy avanzadas al poder llevar equipos de control de redes de telefonía como el Lifeseeker, de la empresa española CENTUM, afincada en Vigo. Con este sistema es posible, por ejemplo, rastrear y analizar los números de teléfono operativos en una determinada zona, un aspecto clave para identificar posibles amenazas o actividad enemiga. En paralelo permite crear una ‘burbuja’ de red móvil de comunicación, lo que permitiría crear una red móvil alternativa de comunicaciones aislada de la red general.

La evolución definitiva

Tanto el Cervus I como el II en la práctica son lo mismo, uno fijo y el otro móvil, pero ambos son del tipo ‘softkill’, es decir, basan su actuación en medidas de guerra electrónica, pero no de disparo de armas. Esta posibilidad, la de derribar el RPAS mediante un disparo, supone una barrera defensiva adicional a la que se debía acceder, por lo que se inició una nueva evolución.

Si pensamos que el objetivo es ‘un todo’ que integre ópticas avanzadas y una estación de armas de tiro rápido, la participación de la empresa española Escribano M&E era algo casi obligado. Esta empresa, 100% española y que trabaja en un programa tan importante como el del 8x8 Dragón, se ha caracterizado por una innovación constante y está ofreciendo al mercado de defensa unos sistemas optrónicos de gran calidad y unas estaciones de armas de gran éxito internacional de ventas.

Se trataba pues de unir todas estas ventajas en el que ya se denomina Cervus III, la tercera generación de un sistema antidrón que integra medidas ‘softkill’ y ‘hardkill’. Para redondear el producto se buscó un radar capaz de detectar incluso los RPAS de menor tamaño, como es el caso del extendido Phantom, un modelo muy interesante de la firma china DJI, muy popular y barato, que se puede adquirir por menos de 1.500 dólares.

Para ello se eligió un radar de la empresa española ART (Advanced Radar Technologies) y en concreto su modelo S-3D, un radar de tecnología 3D y alcance medio que podría detectar un dron tipo Phantom a una distancia de entre 1,5 y 5 km. El radar 3D aporta una ventaja adicional, pues con su tecnología basada en ‘pinceles de búsqueda’ en lugar de la onda de los radares convencionales, permite no solo calcular el rumbo y distancia, sino también el vital dato del azimut o altura.

placeholder Estación Guardian 2 con el sistema Dillon Aero de 7,62 mm. (Juanjo Fernández)
Estación Guardian 2 con el sistema Dillon Aero de 7,62 mm. (Juanjo Fernández)

También hay otras aplicaciones muy interesantes incorporadas, como el inhibidor autónomo de la empresa española ATL Europa. Es un equipo que puede actuar de forma automática y pasiva y por tanto no detectable—, algo que es muy conveniente en muchos casos. El equipo se coloca en la zona que interese proteger y se le parametriza el rango de frecuencias a inhibir, realiza un escaneo constante y, cuando detecta una de las frecuencias programadas, procede a su inhibición.

Escribano M&E, junto con TRC, se ha encargado de la integración en un único conjunto defensivo que comprende el radar S-3D, su sistema optrónico Oteos y las diferentes partes del Cervus I y II, junto a una estación remota basada en la Guardian 2 y sobre la que se pueden montar dos tipos de armas, la Dillon Areo Minigun M134D o bien el Mk-19. En el primer caso, se trata de un cañón rotatorio multitubo de 7,62 mm de muy alta cadencia de tiro, entre 2.000 y 6.000 disparos por minuto. La segunda es un lanzagranadas de 40 mm preparado para utilizar munición del tipo Airburst o de fragmentación, en este caso la munición ABM 40 mm de Nammo. Ambas armas ya se utilizan en España.

Con este sistema se podría detectar cualquier dron, incluso los más pequeños, a una distancia de entre cuatro y ocho kilómetros con el sistema Oteos (incluso en infrarrojos), inhibirle o derribarle con la Dillon Aero entre 200 y 600 metros o con el Mk-19 entre 200 y 900 metros según el tamaño del dron.

Como se ve, Cervus III es una solución integrada que presenta múltiples ventajas: una serie de subsistemas para detección y clasificación, bien sean por análisis de frecuencias, visual o radar, varios tipos posibles de inhibición —medidas ‘softkill’— y dos posibles armas de defensa ‘hardkill’. Pero, sin duda, lo mejor de todo es que se trata de una tecnología completamente nacional. Si añadimos que lo previsto es que el conjunto completo, con la estación de armas, se monte en un blindado ligero Vamtac, de la firma gallega Urovesa, todo queda en casa. Esto permitirá independencia de terceros suministradores y abrirá un interesante mercado de exportación.

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La amenaza ya existía desde hace tiempo y muchos países eran conscientes de ello. También España. Pero la guerra de Ucrania está demostrando muchas cosas y si había alguien reacio a convencerse, es muy probable que ya esté más que convencido. Los drones suponen una amenaza real que se debe combatir y muchos ejércitos no estaban todavía preparados. España acaba de dar un firme paso para neutralizar estos pequeños enemigos y lo ha hecho, además, con tecnología propia.

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