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La 'guerra de desgaste' en la que Putin se ha metido y que puede llevarlo al fracaso total
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Una guerra cruel, sangrienta y cara

La 'guerra de desgaste' en la que Putin se ha metido y que puede llevarlo al fracaso total

La invasión rusa de Ucrania se ha convertido en un lodazal donde la maquinaria bélica rusa se ha atascado. Es el peor de los escenarios para Putin, pero aún tiene varias cartas para desencallar la situación

Foto: Piezas de artillería lanzacohetes rusas BM-27 Uragan. (Russian MinDef)
Piezas de artillería lanzacohetes rusas BM-27 Uragan. (Russian MinDef)
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Hoy se cumple un mes de guerra en Ucrania. Lo que en las primeras 24 horas parecía una ofensiva aplastante y una acción militar rápida, limpia y casi ‘quirúrgica’, se ha convertido en un verdadero lodazal donde la maquinaria bélica de Rusia se ha empantanado. Tras los primeros días, las tropas rusas han mostrado muchas debilidades y demasiadas carencias, pero lo peor es que la forma en que se desarrollan los combates no les favorece nada. Se han metido de lleno en una guerra de desgaste. Y eso son muy malas noticias para Putin.

La guerra de desgaste es una forma de lucha en la que ambos contendientes se enzarzan en un combate constante, sin apenas ganancias o pérdidas de territorio u objetivos militares. Ambos no dejan de acumular más y más recursos y, en teoría, gana el que consigue resistir mientras su enemigo colapsa. Es una forma de guerra cruel, sangrienta y, sobre todo, cara. Muy cara. Y ninguna de estas cosas le interesan a Putin, todo lo contrario.

Foto: Tropas rusas con equipos NBQ. (Kovalenko Alexander)

La situación actual es la de un frente muy estabilizado. Parece que los avances rusos son mínimos y que todo se encuentra estable. Diríase que casi hemos vuelto a una especie de ‘guerra de trincheras’, paradigma de la guerra de desgaste, si no fuera porque estamos en el siglo XXI. Pero ¿cómo ha acabado Putin atrapado en este lodazal militar? Y, más importante, ¿tiene algo a su alcance para salir del punto muerto?

La trituradora ucraniana

El Ejército ruso es un ejército de maniobra. Su fortaleza es atacar, machacar con la artillería, defenderse de la aviación enemiga y romper el frente con el movimiento de sus fuerzas acorazadas. La lucha estática no les conviene en absoluto porque sus blindados no están hechos para la defensa de posiciones fijas, están hechos para moverse con rapidez, para envolver y para hacer de yunque sobre el que su artillería vuelva a machacar al enemigo. Nada de esto se está viendo en los campos ucranianos.

placeholder Imagen por satélite de las afueras de Chernígov, Ucrania, bajo ataque ruso. (Maxar Technologies)
Imagen por satélite de las afueras de Chernígov, Ucrania, bajo ataque ruso. (Maxar Technologies)

El primer día de la guerra muchos pensamos que el ataque ruso se estaba realizando según el manual. Se iniciaron rupturas importantes en el norte, en la ruta hacia Kiev por ambas orillas del Dniéper, y se atacó con numerosas fuerzas el aeropuerto Antonov de Hostomel, a tan solo 35 km de la capital ucraniana. En el sur se rompió el frente en toda la zona de Crimea y se avanzó con decisión hacia Jersón, llave del paso de la desembocadura del Dniéper y, sobre todo, clave del aprovisionamiento de agua a Crimea. También desde el este se atacó toda la frontera de Járkov en lo que pareció un ataque total dirigido a la segunda ciudad ucraniana, mientras que se consolidaba toda el área del Donbás. Los rusos habían atacado con todo.

Pero, tras las primeras 48 horas, todo cambió. Las fuerzas rusas perdieron fuelle, se produjo una oleada de apoyos internacionales y la moral de los ucranianos, civiles y combatientes, subió a las nubes. Esto, junto a las ayudas materiales —sobre todo en armas ligeras contracarro y antiaéreas—, produjo una enconada resistencia y las pérdidas rusas se multiplicaron. Aparecieron sus carencias y se cometieron errores.

La logística ha sido uno de sus quebraderos de cabeza. Mover y alimentar unas fuerzas de más de 100.000 soldados —en la primera semana de hostilidades— no es nada sencillo. Requiere de una buena organización y de números medios de transporte. Por supuesto, requiere también lo más importante: tener disponible y cerca de la zona de combate la ingente cantidad de víveres, munición, recambios y combustible. Y la logística falló.

placeholder Pieza autopropulsada rusa 2S7M Malka. (Mil.ru)
Pieza autopropulsada rusa 2S7M Malka. (Mil.ru)

A los fallos en el aprovisionamiento se unieron las prisas y la precipitación en algunos sectores, como en la ruta de aproximación a Kiev. Los rusos movían sus tropas en columnas en orden de marcha, un territorio donde los ucranianos empezaron a realizar emboscadas en las que las tropas de Putin perdían un blindado tras otro. El ritmo de movimiento bajó al mínimo y tan solo la ciudad de Jersón fue ocupada. Los avances se detuvieron y todo el frente se estancó. Se había llegado a una guerra de desgaste, algo que difícilmente podía entrar en los planes de Moscú.

En esta situación, los rusos empezaron a comprometer en la lucha más y más fuerzas, tratando de mantener un empuje que había sido frenado por sus propias pérdidas, hasta empeñar en la lucha todos los batallones concentrados, entre 170.000 y 190.000 efectivos, más del 60% de todas sus fuerzas armadas. Ucrania se había convertido en una trituradora de hombres y material, a la vez que de recursos y dinero.

El desenlace de la tragedia

Una guerra de desgaste nadie la gana, solo la pierde el primero que colapsa, el que consume todos sus recursos antes y ya no puede más. Llegado a ese punto, no cabe otra opción que la retirada. Aquí, como en otras situaciones, el que resiste gana. Esto es lo que les podría ocurrir a los rusos, que llegaran a un nivel tal de agotamiento, que no pudieran ya aportar más refuerzos. La guerra se habría convertido para Putin en un desastre mayúsculo, un desastre humanitario, político y económico del que difícilmente se podría recuperar.

placeholder Tropas rusas, a las afueras de Mariúpol. (Reuters)
Tropas rusas, a las afueras de Mariúpol. (Reuters)

Pero la guerra de Ucrania tiene una pequeña diferencia con otras de las que hemos vivido en los últimos tiempos, y es que el presidente ruso tiene la carta nuclear guardada bajo la manga. Hasta ahora, las armas nucleares habían sido las garantes de una paz, complicada pero firme, basada en el temor al MAD ('mutual assured destruction') o destrucción mutua asegurada. Según esta doctrina, dos contendientes —entonces Estados unidos y la URSS— mantenían una situación de ‘tensa’ paz basada en el equilibrio de poder nuclear. Ambos tenían tantas armas nucleares que permitían una respuesta de total destrucción incluso tras haber sido atacados primero. Esto constituía el mayor ejemplo práctico de disuasión. Pero todo cambió.

Ahora se corre el riesgo de que las armas nucleares no se vean como garantes de la paz, sino como una herramienta para solucionar un problema. Incluso descartando un ataque estratégico a gran escala —una verdadera locura— y utilizando tan solo armas tácticas de baja potencia, la tentación para el presidente ruso sería fuerte, tras verse acorralado ante el agotamiento impuesto por la guerra de desgaste. Si Putin pulsa el ‘botón rojo’, el mundo va a entrar en una nueva era cuyas consecuencias ahora son difíciles de prever, pero que no se nos antojan nada halagüeñas.

Por otro lado, pudiera llegar el agotamiento ucraniano. No es menos cierto que si bien los rusos han alcanzado muy pocos de sus objetivos iniciales previstos, otros penden de un hilo. Mariúpol resiste y se está convirtiendo en todo un símbolo, pero podría caer en cualquier momento y con ella, toda la franja costera del mar de Azov, asegurando a los rusos el corredor terrestre hacia Crimea.

placeholder Helicóptero de ataque ruso Ka-52 derribado. (Oryx)
Helicóptero de ataque ruso Ka-52 derribado. (Oryx)

Odesa se encuentra amenazada, por tierra por las tropas detenidas ante Mykolaiv, pero también por mar mediante una posible acción anfibia e incluso por las tropas rusas dispuestas en Transnistria. Járkov también se encuentra sometida a una gran presión e, incluso por el norte, la amenaza sobre Kiev es constante y si bien es muy difícil que la ciudad sea ocupada, de quedar aislada sería casi el final.

¿Puede haber una reacción rusa?

Metidos en una guerra de desgaste, no hacer nada conlleva un enorme riesgo. Rusia puede —y debe— hacer algo para intentar retomar la iniciativa y dar un impulso a esta guerra que parece atascada. Por un lado, no le queda otra que añadir más recursos al combate. Desde hace unos días, está movilizando tropas que se encontraban en Osetia del Sur, unas tropas profesionales y fogueadas en el conflicto con Georgia. Estas tropas se estarían movilizando para entrar en acción vía Rostov y de ahí pasar al Donbás.

Hay más movilizaciones y se habla de posibles traslados de tropas de los distritos militares orientales y de unidades traídas por mar y que estarían desembarcando en el puerto de Berdiansk, ya en poder ruso. Otra acción sería movilizar reservas, aunque esto implicara traer tropas de reclutas al frente, unas tropas poco (o nada) motivadas y escasamente instruidas, con apenas unos meses de adiestramiento básico. Una acción muy arriesgada pues, de continuar el ritmo ucraniano de los ataques y aunque los reclutas se mantuvieran en tareas de retaguardia, se producirían muchas bajas y esto afectaría de forma muy negativa a la población rusa.

placeholder El presidente ruso, Vladímir Putin. (Reuters)
El presidente ruso, Vladímir Putin. (Reuters)

Por último, Putin podría jugar la baza de utilizar a Alexander Lukashenko. Implicaría meter a Bielorrusia en una guerra cuya población es muy dudoso que desee o tan siquiera entienda. Además, dejaría el país como otro ‘apestado’ mundial, pero sin los recursos y la capacidad rusa. La entrada de estas tropas tampoco sería fácil. Putin sabe que no tiene más que mover los hilos para que el presidente bielorruso obedezca, pero también llegan informaciones que hablan de que los propios mandos de su Ejército son contrarios a la guerra.

En definitiva, cualquier cosa menos no hacer nada. Las tropas rusas se enfrentan al reto de hacer un alto, pensar, reorganizarse y mover ficha. Necesitan asegurarse sus líneas de suministros y protegerlas de las emboscadas ucranianas, lo que requerirá más tropas aún. Parece que ya se están dando algunos pasos y, por ejemplo, la zona de la ciudad de Chernígov, en el norte, habría quedado aislada al llegar los rusos a la orilla este del Dniéper. Los próximos días serán decisivos.

Hoy se cumple un mes de guerra en Ucrania. Lo que en las primeras 24 horas parecía una ofensiva aplastante y una acción militar rápida, limpia y casi ‘quirúrgica’, se ha convertido en un verdadero lodazal donde la maquinaria bélica de Rusia se ha empantanado. Tras los primeros días, las tropas rusas han mostrado muchas debilidades y demasiadas carencias, pero lo peor es que la forma en que se desarrollan los combates no les favorece nada. Se han metido de lleno en una guerra de desgaste. Y eso son muy malas noticias para Putin.

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