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Rusia ya ha movilizado casi todo su arsenal en Ucrania y ahora empieza su gran problema
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Un 5% de soldados rusos, caído en combate

Rusia ya ha movilizado casi todo su arsenal en Ucrania y ahora empieza su gran problema

Si, como los datos apuntan, todos los efectivos de Rusia han tenido que entrar ya en juego, el país se ha quedado sin reservas. El verdadero problema para Putin empieza ahora

Foto: Carros T-72B. Al fondo, un BMP-2. (Mil-ru)
Carros T-72B. Al fondo, un BMP-2. (Mil-ru)
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De amenazar con la mayor concentración de tropas vista desde la Guerra Fría a verse obligados a poner en liza todos esos efectivos. Es la amarga realidad con la que se está encontrando Rusia. Si Vladímir Putin esperaba una victoria fulgurante, se está encontrando con una resistencia encarnizada, un avance muy lento y unas pérdidas terribles. Si, como los datos apuntan, todos sus efectivos han tenido que entrar ya en juego, se ha quedado sin reservas. El verdadero problema empieza ahora.

Las cosas no están saliendo según el guion preparado por Moscú. La guerra ha entrado en una fase de ‘falsa calma’ debido a la lentitud del avance, a su vez provocada por sus crónicos problemas de logística y la cada vez más resuelta resistencia ucraniana. Los combates se están llevando a un terreno que para nada deseaban los estrategas rusos: tropas estancadas, fuerzas acorazadas emboscadas por doquier y líneas de suministros hostigadas de manera continua. Una verdadera pesadilla.

Foto: Tanques rusos destruidos en Ucrania. (Reuters)

La situación es grave si se confirman los datos que proceden de fuentes de la Inteligencia norteamericana —que, recordemos, ha acertado mucho más de lo que al principio parecía—. Estas informaciones señalan que todas las unidades que Rusia había concentrado en las fronteras ucranianas están ya involucradas de alguna manera en los combates. Las imágenes obtenidas por los satélites Sentinel del programa Copernicus (debajo) confirman que, efectivamente, los asentamientos de tropas en las fronteras se encuentran ahora prácticamente vacíos.

Esto tiene varios significados. Si el 100% de los efectivos concentrados está en combate, supone que más de 170.000 soldados están comprometidos en la guerra, aunque ya algunas fuentes elevaban esta cifra a casi 190.000. Es una barbaridad, cuando el Ejército de Tierra ruso —que es quien soporta la mayor parte del peso de esta guerra— al completo tiene 280.000 efectivos alistados, de los que parte (aproximadamente un 20%) serían tropas de reclutas cumpliendo el servicio militar, que allí es obligatorio durante un año.

placeholder Su-35, durante una demostración en vuelo. (Rob Schleiffert)
Su-35, durante una demostración en vuelo. (Rob Schleiffert)

Las cifras anteriores nos dicen que, en un escenario conservador de cifras de despliegue de 170.000 efectivos, Rusia tendría comprometido en la guerra de Ucrania más del 60% de toda su fuerza terrestre. Esto es un porcentaje enorme, que podemos comparar con el dato de que, en su momento más álgido, el volumen de tropas norteamericanas comprometidas en Irak no llegó siquiera al 25% de su fuerza total. Es verdad que este escenario no es el mismo que el iraquí, pero la cifra debe ser muy preocupante para los mandos rusos.

Según fuentes oficiales ucranianas, se habrían producido un número enorme de bajas, que ellos estiman en más de 12.000 efectivos. Por otro lado, fuentes rusas admiten entre 500 y 600 muertos y unos 1.500 heridos, mientras que la Inteligencia norteamericana afirma que las bajas rusas reales de muertos podrían superar las 4.000, algo verosímil que nos permitiría estimar en más de un 5% los soldados de Rusia caídos en combate. No es ningún paseo militar.

Lo peor de esto es que esta confirmación de tropas lanzadas a la batalla nos deja otro dato preocupante: el Ejército ruso se ha quedado sin efectivos. Esto va a obligar a Putin a movilizar a los reservistas, jóvenes que han realizado su servicio militar en los últimos cinco años y que pueden ser requeridos de manera inmediata mientras no sobrepasen la edad de 50 años. Esta fuerza de reservistas, insistimos, soldados con una mínima experiencia previa de un año de servicio militar, estaría formada por unos dos millones de soldados de todos los cuerpos (incluyendo fuerza aérea, marina y guardia nacional), de los que aproximadamente 600.000 corresponderían al Ejército de Tierra.

Foto: El buque de asalto anfibio Aleksandr Otrakovskiy, de la clase Ropucha, durante un ejercicio de desembarco. (Mil.ru)

En resumen, Putin no puede desguarnecer más el resto del país cuando ya tiene en Ucrania el 60% de sus tropas regulares y experimentadas, por lo que, de necesitar más refuerzos, enviaría unidades de reserva sin apenas experiencia militar, lo que podría llevar a otro fracaso aún más sonado si Ucrania sigue resistiendo como hasta ahora. Y esto es muy peligroso cuando el que ha organizado todo posee el control de las armas nucleares.

¿Dónde está la fuerza aérea rusa?

Si las cosas pintan mal para las tropas de tierra, lo que ocurre con la fuerza aérea como mínimo es sorprendente, porque parece que no se está utilizando. Aunque el ataque a las infraestructuras aéreas ucranianas ha sido muy importante, no es menos cierto que muchas bases aéreas han sufrido menos daños de los esperados y no se han destruido en tierra todos los aviones y helicópteros ucranianos. Según la Inteligencia norteamericana —en palabras de oficiales de alto rango de la USAF—, los ucranianos aún mantendrían en vuelo buena parte de sus aviones de ala fija.

placeholder Helicóptero de maniobra Mil Mi-8. (Dmitry Terekhov)
Helicóptero de maniobra Mil Mi-8. (Dmitry Terekhov)

Aunque esta apreciación fuera exagerada, cuando el objetivo ruso para las primeras 24 horas del ataque era la eliminación de la aviación enemiga y el control del aire, la realidad es que ni una cosa ni la otra se han producido. La aviación ucraniana, aunque de forma aislada, sigue manteniendo una actividad constante. Esta falta de agresividad de la aviación rusa se podría explicar por varios factores. Por un lado, el fallo ya comentado al no aniquilar la aviación enemiga, pero también otro fallo a la hora de suprimir las defensas aéreas ucranianas, que se siguen cobrando bajas.

Quizá lo más importante sea el hecho de la enorme actividad (y efectividad) de los misiles antiaéreos de corto alcance, entre los que están los Igla de origen ruso, los Stinger americanos y los Piorun polacos, estos últimos con una reconocida eficacia. Este tipo de misiles fueron los culpables de la carnicería sufrida por los atacantes en el asalto al aeropuerto de Hostomel, pero se siguen cobrando bajas día tras día.

La letalidad de estos misiles contra los helicópteros de transporte (como el Mi-8) y, sobre todo, los de ataque (Mi-24, Mi-28 y Ka-52) es normal, porque son aeronaves lentas y de vuelo a muy baja cota, pero resulta más difícil explicarlo con los aviones. Una hipótesis apunta al hecho de que contaban con escasa reserva de armas guiadas, que además de atacar con mayor precisión permiten hacerlo desde más lejos y a mayor altura. Sin armas de precisión, hay que recurrir a lo barato, que son las bombas de caída libre o ‘bombas tontas’, como también se las conoce. Estas bombas, si se quieren lanzar con mayor precisión, obligan a utilizar perfiles de ataque a baja cota, lo que pone los aviones a tiro de los misiles IR (Manpads) ucranianos.

placeholder Avión de ataque Sukhoi Su-34. (Alex Beltyukov)
Avión de ataque Sukhoi Su-34. (Alex Beltyukov)

La respuesta rusa a este problema ha sido atacar a mayor altura y realizar lanzamientos masivos de bengalas cuando no sea posible, lo que nos lleva a dos consecuencias. La primera es que a mayor altura las bombas de caída libre pierden precisión, lo que se traduce en falta de eficacia a la hora de neutralizar objetivos militares y, lo peor, un aumento de los daños a instalaciones civiles con víctimas mortales, algo que parece que a los rusos cada vez les importa menos.

La segunda consecuencia es que es muy probable que, al ritmo inicial de lanzamiento de bengalas, algo que se pudo ver en el asalto a Hostomel, la fuerza aérea rusa haya agotado su reserva, algo que puede parecer raro, pero que sería una de las explicaciones de la aparente inactividad aérea rusa.

Por último, nos queda otra explicación que puede sonar aún más extraña pero que ha sido avalada por varios analistas de prestigio, y no es otra que el temor de los pilotos rusos a su propia artillería antiaérea y a la vez el riesgo de atacar fuerzas propias. No es broma. Ambos bandos usan algunos tipos de aviones y helicópteros similares y está contrastada la descoordinación entre las diferentes unidades rusas, así como fallos críticos en redes de comunicación que han obligado a que los mandos lleguen a dar instrucciones a sus tropas mediante teléfonos móviles civiles.

Esa situación, en que un aviso de actividad aérea propia no llegue a una batería de misiles, podría provocar el derribo de los aviones en misión de ataque, a la vez que unos pilotos sin información clara sobre las zonas ocupadas por tropas propias podrían bombardear a sus propias columnas tomándolas por enemigas.

El resultado es que, sin dominar el espacio aéreo, los rusos suman un volumen de pérdidas superior al admisible. Según datos ucranianos —que debemos tomar con cautela—, se habrían derribado 49 aviones y 81 helicópteros. Aunque la realidad fuese tan solo la mitad, las pérdidas son muy elevadas.

Aviones de 'ida y vuelta'

También es necesario referirse al reciente asunto de los aviones MiG-29 polacos que este país tiene intención de ofrecer a Ucrania. El presidente Zelenski hace continuos llamamientos desesperados solicitando todo tipo de material, incluidos aviones, pero es precisamente el tipo de material más difícil de suministrar por el hecho de requerir un adiestramiento muy elevado para su uso. La única alternativa —a la que se pueden poner ‘peros’— sería abastecerle de aviones que ellos ya tuvieran en su arsenal y sus pilotos pudieran pilotar, como es el caso de los MiG polacos.

placeholder Aviones Mig-29. (Reuters)
Aviones Mig-29. (Reuters)

Se trata de aviones con muchos años a sus espaladas, unos son de la fuerza aérea polaca de cuando estaban integrados en el Pacto de Varsovia, pero otros proceden del material en servicio con la República Democrática alemana antes de su reunificación. Alemania, pese a que sus pilotos estaban encantados con ellos, quería deshacerse de estos ‘incómodos’ MiG-29, pues no encajaban con el resto de su arsenal occidental, por lo que se vendieron a Polonia al precio simbólico de un euro.

De todos aquellos, quedan en servicio 23 monoplazas y seis biplazas, y, aunque muy bien mantenidos, lo cierto es que han adolecido de muchos problemas, sobre todo en sus plantas motrices, por lo que la cifra total de aviones en estado de vuelo debe rondar los 20. Ahora son estos aviones los que Polonia ofrece a Ucrania, pero, pensando en soslayar las amenazas rusas de que toda ayuda a Ucrania se consideraría acto de guerra, el Gobierno polaco ideó la jugada de transferirlos a Estados Unidos. Sería luego este país el que los cedería a los ucranianos, a cambio del compromiso americano de facilitar a los polacos F-16.

La idea era demasiado retorcida y hasta casi absurda, por lo que el Gobierno americano al final ha desestimado la propuesta. El número de aviones tampoco habría supuesto un vuelco en el curso de la guerra ni hubiera sido tan sencillo e inmediato que los pilotos ucranianos se hubieran subido a sus cabinas para combatir con ellos desde el primer día.

De amenazar con la mayor concentración de tropas vista desde la Guerra Fría a verse obligados a poner en liza todos esos efectivos. Es la amarga realidad con la que se está encontrando Rusia. Si Vladímir Putin esperaba una victoria fulgurante, se está encontrando con una resistencia encarnizada, un avance muy lento y unas pérdidas terribles. Si, como los datos apuntan, todos sus efectivos han tenido que entrar ya en juego, se ha quedado sin reservas. El verdadero problema empieza ahora.

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