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A la US Navy le recortan los fondos: así no va a ser capaz de competir militarmente con China
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A la US Navy le recortan los fondos: así no va a ser capaz de competir militarmente con China

El aparente cierre del grifo que el Gobierno de EEUU está llevando a cabo ha hecho levantar las alarmas en la US Navy. El dron MQ-25 o el F35C pueden verse 'resentidos' por esta sequía

Foto: El portaaviones USS Carl Vinson (CVN 70) reaprovisionándose en el mar desde el USNS Yukon. (US Navy)
El portaaviones USS Carl Vinson (CVN 70) reaprovisionándose en el mar desde el USNS Yukon. (US Navy)
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En el mundo de la defensa, al igual que ocurría en aquella famosa serie de televisión, los ricos también lloran. Esto es lo que le está sucediendo a la todopoderosa US Navy, la marina de guerra norteamericana, que está viendo que, desde instancias gubernamentales, les están imponiendo una serie de recortes presupuestarios que no están gustando nada. Este aparente cierre del grifo económico ha encendido algunas alarmas y no es para menos, obligaría a detraer recursos de una serie de programas que se consideran claves. Desde la Navy ya han avisado: esto podría incluso comprometer sus capacidades de despliegue en caso de conflicto con China.

El malestar es palpable en el seno de la US Navy. En la Cámara y el Senado de los Estados Unidos se está debatiendo un nuevo proyecto de ley de gastos de defensa que incluye un buen número de sustanciosos recortes que afectan a la marina y que, además, van dirigidos contra varios programas que se consideran claves. Este malestar se torna en estupor cuando, por otro lado, el informe 'Global Posture Review' se sabe que pone el acento en China y en un posible conflicto con el gigante asiático.

Foto: F-35B de la Royal Navy preparándose con bombas de guía láser. (MoD)

Este documento, que elabora el Pentágono, viene a ser algo así como un análisis con las recomendaciones o revisiones estratégicas para cubrir o afrontar las nuevas necesidades defensivas. Aún no se ha hecho público, pero ha trascendido de él lo suficiente como para que en la marina de guerra se pregunten cómo afrontar los nuevos retos de un conflicto a gran escala, involucrando enormes cantidades de tropas y material y a la vez sufriendo unas reducciones importantes en las asignaciones económicas de sus programas claves.

Carencia de medios de transporte

El transporte naval militar y la importancia que le otorga cada marina de guerra dependen en gran medida del concepto estratégico de la defensa en cada país. No es lo mismo en países cuya concepción es la meramente defensiva, planteando la defensa en su territorio o sus costas, que la de aquellos que tienen vocación expedicionaria. Para Estados Unidos, cuya estrategia no se basa en defender sus costas, sino en plantear el combate a miles de kilómetros, resulta un aspecto crucial, pues, sin una flota logística en condiciones, no es posible llevar y mantener un despliegue de envergadura lejos de casa.

Sin embargo, el Senate Appropriations Committee, o Comité de Asignaciones del Senado, está proponiendo recortar el presupuesto de este capítulo en nada menos que 300 millones de dólares. Esto es un golpe muy duro para el Maritime Administration (MARAD), organismo que se encarga de gestionar la denominada Flota Logística (Sealift Fleet) y que, precisamente, contaba con destinar esa misma cantidad para la adquisición de buques de transporte de segunda mano.

Revitalizar esta flota de transporte que, es obvio, no afecta solo a la marina, sino también al Ejército (US Army) y al US Marine Corps, era un objetivo naval desde 2018 y, de hecho, el exsecretario de Marina Richard Spencer ya elevó en esa fecha una propuesta en ese sentido al Congreso. Cómo se compatibiliza ahora esa conocida necesidad y una revisión estratégica que puede implicar despliegues masivos con un recorte de fondos es lo que se preguntan los responsables navales norteamericanos.

placeholder El MQ-25 T1 reabasteciendo un F-35C. (Boeing)
El MQ-25 T1 reabasteciendo un F-35C. (Boeing)

El problema, no obstante, tiene más calado que el mero hecho de no poder adquirir algunos buques usados. La US Navy necesita un nuevo diseño de buque de transporte con mejores características, sobre todo para uso estratégico, aunque también táctico. Aquí los recortes podrían comprometer los programas encaminados a la búsqueda de este nuevo tipo de buque y afectar a otros, como el EFP (Expeditionary Fast Transport) o transporte rápido expedicionario, que podría ver reducido el número de unidades planificadas.

El EFP es un nuevo tipo de barco de transporte de alta velocidad, bajo calado y carga media. Estos buques forman la clase Spearhead, nombre que viene por el de su primera unidad, el USS Spearhead (T-EPF-1). Son navíos muy sofisticados que alcanzan cerca de los 80 km/h de velocidad y llevan un cargamento de 600 toneladas. Diseñados para apoyar a los despliegues de unidades en combate, permiten hacer una transferencia rápida de material y equipos desde otros buques más grandes a una zona de operaciones en la costa. Son caros (en entorno a 180 millones de dólares), pero se consideran imprescindibles para operaciones de despliegue lejano. Solo hay, de momento, 12 en servicio y tres en construcción.

El dron MQ-25

El MQ-25 Stingray es otra de las apuestas de la US Navy para incrementar la operatividad de sus unidades aéreas embarcadas. No se trata de un dron de combate, ni siquiera para misiones ISR (Intelligence, Surveillance and Reconnaissance), es un vehículo no tripulado diseñado para misiones de reabastecimiento en vuelo. Su objetivo es orbitar alrededor de los buques de la flota y suministrar combustible a sus aviones, incrementando así sus alcances operativos o su capacidad de carga de armas, al permitirles despegar con menos combustible.

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El Stingray resulta un elemento clave pues, en la actualidad, su misión es llevada a cabo por aviones Super Hornet que van configurados para esta misión con el máximo de combustible y depósitos bajo sus alas. Como no se trata de aviones diseñados para esta misión, supone detraer unidades de combate de los escuadrones embarcados, por lo que se limita la capacidad de los mismos. También obliga a reducir el número de aviones disponibles para la acción al tener que reservarse una serie de ejemplares para la misión de cisterna.

Por ello, la US Navy tiene mucha prisa en desarrollar este UAV y que entre en servicio lo antes posible. Además, el MQ-25 aporta otras dos ventajas. Una es su compacto tamaño con tan solo 9,5 metros de envergadura con sus alas plegadas. Esto es muy importante para las atiborradas cubiertas y hangares de los portaaviones, donde el espacio es oro puro. La otra es que no tendrá que dedicar pilotos a las largas y tediosas misiones de repostar a otros aviones en vuelo. No es de extrañar entonces la gran prisa de la Navy por disponer del Stingray: no solo liberará aviones de combate, sino que podrán ir más a bordo y con más pilotos disponibles. Todo ventajas.

placeholder El moderno Expeditionary Fast Transport USNS Trenton (T-EPF 5). (US Navy)
El moderno Expeditionary Fast Transport USNS Trenton (T-EPF 5). (US Navy)

De momento, el programa marcha a buen ritmo. Aunque el UAV (Unmanned Aerial Vehicle) es muy nuevo y el primer prototipo T1 (o Tail 1) se empezó a evaluar hace relativamente poco tiempo, desde abril de 2019, ya se están completando sus pruebas en tierra junto al fabricante (Boeing) y se han realizado con éxito maniobras de reabastecimiento en vuelo con aviones F/A-18, E-2D (el avión de alerta temprana) e incluso con F-35C.

Pero decimos ‘de momento’ porque el Comité de Asignaciones recomienda reducir, solo en este capítulo, nada menos que 474 millones de dólares, lo que ha causado cierta indignación en el seno de la Navy porque, por un lado, las previsiones ante este nuevo escenario podrían suponer más de un año de retraso en la implementación del dron. Esto ocurre, además, en un momento en el que ya se estaba hablando de probar una unidad (el T1) en el portaaviones George HW Bush (CVN 77) para finales de este año o principios del siguiente. Pero lo que es casi peor es que este retraso, según las estimaciones realizadas por expertos de la Navy, supondría unos sobrecostes de desarrollo cifrados entre los 250 y 300 millones de dólares.

El otro gran afectado: F-35C

Puede parecer mentira, pero otro de los tijeretazos también va dirigido para el que sin duda es uno de los temas estrella de la US Navy. La marina había establecido para este año una partida de 482 millones de dólares dedicada al programa del F-35C, como sabemos la versión naval para portaaviones convencionales del F-35, más grande que las otras versiones, con más autonomía y capaz de despegar con catapulta y recuperarse con cables de frenado.

placeholder F-35C enganchando el cable de frenado. (US Navy)
F-35C enganchando el cable de frenado. (US Navy)

El disgusto que da aquí el Comité de Asignaciones no es menor. El citado comité reduce la cifra presupuestada por la Navy en 84 millones, lo que tampoco ha gustado nada a sus responsables, que han tardado poco en responder alegando que este recorte supondrá retrasos en el programa de implantación del F-35C y que, al igual que ocurría con el caso del MQ-25, se producirá un incremento de costes a largo plazo estimado en unos 700 millones de dólares. Sin embargo, a diferencia de la situación en el programa del dron, aquí el desencuentro viene de lejos.

El problema, al parecer, estriba en una parte del programa general que se denomina Continuous Capability Development and Delivery o más abreviado C2D2. Se trata de una especie de compromiso por parte de Lockheed (como sabemos, el fabricante) para mantener una permanente línea de desarrollo y actualizaciones de 'software' en los aviones. La cuestión es que este compromiso exigía una periodicidad semestral de actualizaciones. El conflicto ha surgido cuando, por otro lado, el Government Accountability Office (GAO), una agencia que depende de la rama legislativa del Congreso y que le asesora en materias financieras y contables realizando diversas auditorías, informó en julio de este mismo año que estos plazos eran habitualmente incumplidos por Lockheed.

Aquí la cuestión se agudiza mucho más y ya no solo afectaría a la US Navy y a sus F-35C, sino que el terremoto alcanzaría a la USAF con sus F-35A y al US Marine Corps y sus F-35B. Es así porque en términos globales la oficina que lleva el programa conjunto del F-35, la famosa Joint Program Office (JPO), aquella cuya visita por parte del director general de Armamento y Material español generó tanto revuelo, había presupuestado para C2D2 la friolera de casi 2.000 millones de dólares y el Comité de Asignaciones planea reducir esa cifra en más de un 25%.

placeholder F-35C con sus alas plegadas a bordo de un portaaviones norteamericano. (US Navy)
F-35C con sus alas plegadas a bordo de un portaaviones norteamericano. (US Navy)

El tema es grave para todos, pero, mientras que las versiones Alfa y Bravo ya tienen una importante implantación en sus respectivas organizaciones, la fuerza aérea (USAF) y el Cuerpo de Marines (USMC) y un retraso es siempre un inconveniente, para la US Navy, en plena fase de empezar a operar con el F-35C, el retraso es algo dramático.

Con mayor o menor justificación, la realidad es que para la US Navy cualquier cosa que retrase, por poco que sea, la llegada del F-35C, supone un problema mayúsculo. La marina no se encuentra nada cómoda viendo cómo la USAF e incluso el USMC, cuyos aviones operan desde sus buques, disponen de sus modelos de quinta generación mientras que ellos tienen que seguir basando su aviación naval en el Super Hornet, un buen avión, sin duda, pero que ni es de quinta generación ni cumple con las expectativas de la Navy, que ya solo piensa en términos de F-35C e incluso del avión de siguiente generación.

En el mundo de la defensa, al igual que ocurría en aquella famosa serie de televisión, los ricos también lloran. Esto es lo que le está sucediendo a la todopoderosa US Navy, la marina de guerra norteamericana, que está viendo que, desde instancias gubernamentales, les están imponiendo una serie de recortes presupuestarios que no están gustando nada. Este aparente cierre del grifo económico ha encendido algunas alarmas y no es para menos, obligaría a detraer recursos de una serie de programas que se consideran claves. Desde la Navy ya han avisado: esto podría incluso comprometer sus capacidades de despliegue en caso de conflicto con China.

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