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La esperanza del Mar Menor: las medidas que salvaron otras bahías con el mismo problema
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Un espejo en el que mirarse

La esperanza del Mar Menor: las medidas que salvaron otras bahías con el mismo problema

El consenso social, político y de los sectores económicos debería dar paso a un programa de actuaciones basadas en evidencias científicas para recuperar la laguna mediterránea

Foto: Limpieza de las playas del mar menor (EFE)
Limpieza de las playas del mar menor (EFE)

Existen pocas imágenes tan representativas de un desastre medioambiental como las de los miles de peces muertos que hemos visto este mes de agosto en el Mar Menor. Es una de las mayores lagunas litorales del Mediterráneo, cuyas aguas serenas y cristalinas eran en una joya para el turismo hasta que en 2016 se volvieron turbias y provocaron la muerte de animales y plantas. El episodio se repitió en 2019 y no hay dos sin tres. El diagnóstico de lo que está sucediendo está bastante claro, pero poner soluciones sobre la mesa ya es harina de otro costal.

A principios de los años 80 el Campo de Cartagena se transforma en una zona de regadíos gracias al Trasvase Tajo-Segura. Los abonos de las parcelas de cultivo acaban en la laguna tanto por las aguas superficiales como por las subterráneas y el resultado es una eutrofización, es decir, un exceso de nutrientes. El 85% de los que llegan al Mar Menor tienen su origen en esa agricultura industrial, explica a Teknautas Miguel Ángel Esteve Selma, catedrático de Ecología de la Universidad de Murcia.

Foto: Imagen satelital de la laguna de agua salada del Mar Menor (Sentinel)

Hace años se calculó que hasta este ecosistema llegaban entre 4.000 y 5.000 toneladas anuales de nitratos (sin contar los abonos empleados en los regadíos ilegales). Las aguas se mantenían claras gracias a las praderas marinas que absorbían estos nutrientes, pero en 2016 no pudieron con más, de manera que quedaron disponibles para el fitoplancton, que vivió una verdadera explosión que enturbió las aguas. Sin luz en el fondo de la laguna, las plantas y las algas del fondo no sobrevivieron y el desastre se multiplicó. Toda esa materia muerta provocó la anoxia o falta de oxígeno que asfixió a los peces y al resto de animales.

placeholder Salton Sea, California (EFE)
Salton Sea, California (EFE)

Este colapso ambiental parece condenado a repetirse cada vez con más frecuencia (dos veces en los tres últimos años) pero no es un problema exclusivo de Murcia. La Laguna de Berre (Francia), la Bahía de Chesapeake (entre Virgina y Maryland, EEUU) o Salton Sea (California, EEUU) son ejemplos muy similares. La buena noticia es que en algunos de estos casos el desastre ocurrió antes y ahora los murcianos tienen un espejo en el que mirarse para actuar. “El final más halagüeño es el de Tampa “, asegura el experto en referencia a otra bahía estadounidense del oeste de Florida, a orillas del Golfo de México.

El desastre que impulsa la acción

Noelia Guaita, investigadora de la Universidad de Alcalá, presentará la próxima semana su tesis doctoral sobre el Mar Menor, pero vive en Florida y conoce este caso al dedillo. “El diagnóstico era muy similar, en 1970 tenían un grave problema de eutrofización como consecuencia de la entrada de nutrientes que procedían de actividades agrícolas e industriales”, explica. Tal y como está ocurriendo en la laguna murciana, entre 1950 y 1990 este ecosistema perdió la mitad de su pradera marina, pero “ahora ha revertido su situación hacia un modelo de desarrollo sostenible”.

Desde el punto de vista socioeconómico, la Bahía de Tampa guarda muchas similitudes con el Mar Menor, ya que es punto de atracción turística para muchos estadounidenses, que tienen allí sus segundas residencias. Sin embargo, en 2016, mientras en Murcia saltaban todas las alarmas por el primer desastre ecológico, en Florida se felicitaban de los resultados de sus actuaciones. Los datos de ese año indicaron que la entrada de nutrientes se había reducido a la mitad, la pradera marina se había recuperado y la transparencia del agua volvía a ser similar a la de los años 50.

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Bahía de Tampa (Reuters)

No obstante, el proceso fue largo y complejo, sumando más de 500 actuaciones a través del Tampa Bay Estuary Program (TBEP), un programa que se puso en marcha en los años 80. Holly Greening, su directora ejecutiva, suele explicar que fue necesario llegar a un “desastre total” para que la ciudadanía reaccionara y comenzara a reclamar soluciones.

“Hubo una movilización social y los gobernantes comenzaron a ponerse las pilas”, apunta la investigadora de la Universidad de Alcalá, que precisamente analiza en su tesis si Murcia está en ese punto. “Intento ver qué es lo que la gente del entorno piensa en relación con la situación de degradación ambiental a través de encuestas e identificando a los actores implicados, afectados e interesados en el problema”, explica.

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(Foto: EFE)

Este problema de “gobernanza ambiental” fue resuelto en la Bahía de Tampa con la creación de un organismo independiente compuesto por todos los actores sociales y económicos implicados en los usos y actividades de la bahía. Neutral desde el punto de vista de la política y con el consenso de todos los niveles gubernamentales, su base es científica y su tarea es realizar propuestas basadas en los datos, tomar las medidas correspondientes e implicar a los ciudadanos.

"Deben estar enfocadas en el origen del problema, no se trata de poner parches"

A partir de 1980 la entrada de nutrientes comienza a reducirse con la mejora de las plantas de tratamiento de aguas residuales. Después, la mayoría de las acciones se centraron en disminuir el uso de fertilizantes y de agua por parte del sector agrícola, pero también en otros ámbitos, como los jardines particulares, así en como la mejora de infraestructuras.

“Son medidas a medio y largo plazo, por eso se tienen que hacer con mucho conocimiento científico, llevan su tiempo y deben estar enfocadas en el origen del problema, no se trata de poner parches”. En Florida, “si en algo estaban de acuerdo todos los sectores económicos y toda la población es en que querían ver sus aguas transparentes”, asegura Guaita.

Por qué Murcia no es Florida

En ese sentido, la experta aprecia diferencias importantes con la situación actual de Murcia, donde aprecia ciertos desequilibrios. Según explica, no existe una correspondencia entre la importancia económica y el poder político de algunos actores. Aunque el turismo aporta un 12% del PIB y la agricultura un 8%, en la toma de decisiones parece tener un mayor peso el sector primario. En cambio, el sector agrícola e industrial de Tampa no eran tan fuertes y probablemente esa circunstancia facilitó el proceso.

Para basar la toma de decisiones en evidencias científicas, también será importante contar con buenos indicadores, que vayan dirigidos a los objetivos de sostenibilidad y que permitan detectar avances y retrocesos. “Ellos querían recuperar la vegetación del fondo de la laguna de Tampa, para que controlara el funcionamiento de ese ecosistema”, apunta Esteve, y ese también debería ser el objetivo en el Mar Menor. En concreto, el experto considera clave la recuperación del alga 'Caulerpa prolifera' y de la planta 'Cymodocea nodosa'. Esta última “es más resistente al cambio climático, así que tendrá un protagonismo especial”, vaticina.

placeholder Operarios retiran los peces muertos de las playas del Mar Menor (EFE)
Operarios retiran los peces muertos de las playas del Mar Menor (EFE)

En la bahía de Florida, otros datos, como los niveles de clorofila, fósforo, nitratos, salinidad u oxígeno disuelto también fueron determinantes para conocer la calidad del agua, según Guaita. “El problema en Murcia es que la información está muy dispersa, un mismo dato te lo dan tres fuentes diferentes; la administración pública va por un lado, el ámbito académico y los centros de investigación, por otro. Es muy difícil evaluar la situación así”, lamenta.

“Manejamos cuatro datos y decimos que el fuego está resuelto porque se ha ido el humo cada vez que el agua está un poco más transparente”, coincide el catedrático de la Universidad de Murcia. Cuando ocurre la catástrofe y aparece la fauna muerta flotando en la laguna “ni siquiera se hace un análisis de qué porcentaje de las comunidades se han muerto”. Así que “hay que investigar mucho más para tener el control científico de la laguna”.

“Llevamos 20 años denunciando lo que pasa"

En su opinión, una de las grandes lecciones de Tampa es que hay que ir a las raíces del problema. Hasta ahora en la laguna mediterránea “la administración se ha centrado en los impactos directos, por ejemplo, tratando de sacar el agua que llega, en lugar de evitar los regadíos, porque no se ha hecho nada, ni siquiera contra los ilegales. Las medidas a corto plazo son las que más interesan, le interesan a la actividad agraria para no estar en el punto de mira, pero no abordar las verdaderas causas”, señala.

Lógicamente, eso requiere tiempo. “Llevamos 20 años denunciando lo que pasa y, si hubiéramos realizado actuaciones de control entonces, el problema se hubiera resuelto con un 5% de lo que vamos a gastarnos ahora, anticipándonos y sin que hubiera emergido el desastre”, asegura Esteve. Ahora no se podrá resolver de un día para otro, pero aun así se muestra relativamente optimista. Si todos los actores se pusieran manos a la obra y se implementase un plan como el de Tampa, los resultados podrían verse en seis o siete años y, a finales de esta década, podrá decirse que el Mar Menor vuelve a ser un pequeño gran paraíso.

Existen pocas imágenes tan representativas de un desastre medioambiental como las de los miles de peces muertos que hemos visto este mes de agosto en el Mar Menor. Es una de las mayores lagunas litorales del Mediterráneo, cuyas aguas serenas y cristalinas eran en una joya para el turismo hasta que en 2016 se volvieron turbias y provocaron la muerte de animales y plantas. El episodio se repitió en 2019 y no hay dos sin tres. El diagnóstico de lo que está sucediendo está bastante claro, pero poner soluciones sobre la mesa ya es harina de otro costal.

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