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Cómo las infraestructuras ayudan a mejorar la vida en las grandes ciudades
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Cómo las infraestructuras ayudan a mejorar la vida en las grandes ciudades

Cuando el crecimiento sin control de las urbes complica su trazado, las infraestructuras viarias pueden ahorrar tiempo y mejorar la calidad de vida de la población

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Según el Banco Mundial más de la mitad de la población vive en ciudades y la mayoría de los expertos coincide en que esta tendencia aumentará. Si hoy conviven 4.200 millones de personas en grandes núcleos urbanos, lo que supone un 55% del total, hacia 2050 la cifra se situará casi en el 70%. Ante este escenario, se antoja necesario meditar sobre cómo las administraciones, organizaciones y compañías privadas deberán planificar este crecimiento para que los habitantes tengan garantizado el acceso a los servicios básicos y dispongan de calidad de vida.

En Occidente, las grandes ciudades “se asientan bajo los planteamientos urbanos que se hicieron en el siglo XX, con el fin de organizar los municipios según la especialización funcional de los espacios”, explica a El Confidencial Marta Domínguez, profesora de Sociología Urbana de la Universidad Complutense de Madrid y coordinadora del Máster 4Cities Erasmus Mundus. Desde su punto de vista, esta ciudad funcionalista, “cuenta con espacios diferenciados para dormir, trabajar, el ocio o el deporte” y la contrapartida es que “este tipo de megalópolis genera una gran necesidad de movilidad que conlleva desplazamientos”. Lo que implica numerosos efectos indeseados: “Desde un gran derroche energético, contaminación y pérdida de calidad de vida, hasta ruido, impacto sobre la salud e incluso desarraigo respecto al ámbito local”.

"La accesibilidad a un determinado punto suele incrementar el valor de la vivienda, debido a que el tiempo de viaje a destinos deseados se reduce"

Una alternativa que cada vez gana más defensores es lo que se denomina ‘Ciudad de los 15 minutos’. Sigfrido Herráez, el decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), aclara que este concepto habla de que “ninguna necesidad, ya sea vivienda, trabajo y ocio, se encuentre a una distancia que conlleve un gasto temporal de más de 15 minutos”. Sin embargo, el arquitecto tiene claro que ese tipo de ciudad “no abunda en la actualidad, ya que vivimos en grandes y extensas metrópolis”.

Carreteras que mejoran la calidad de vida

La mayoría de las grandes capitales no han sido diseñadas recientemente, sino que se trata de núcleos poblacionales que se han ido desarrollando a lo largo de las últimas décadas o siglos. Ante este crecimiento sin planificación, la solución que ha encontrado la humanidad ha sido dotar de infraestructuras para que cubran las necesidades de sus habitantes. Eugenio Pellicer es catedrático de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos de la Universitat Politècnica de València y tiene claro que “cuanto mejor diseñadas están, menor será el tiempo utilizado para el desplazamiento y más restará para realizar actividades productivas, familiares y personales”.

El catedrático también subraya que también generan valor añadido a las zonas que comunican. “La accesibilidad a un determinado punto suele incrementar el valor de la vivienda, debido a que el tiempo de viaje a destinos deseados se reduce”, señala.

placeholder Varios vehículos cruzan el puente de la bahía de Jiaozhou, en la ciudad de Qingdao. EFE/Wu Hong
Varios vehículos cruzan el puente de la bahía de Jiaozhou, en la ciudad de Qingdao. EFE/Wu Hong

Existen ejemplos en todo el mundo de grandes carreteras que están facilitando la vida de los habitantes o incluso se han convertido en iconos para atraer turistas. El Puente de la Bahía de Qingdao, en China, salva más de 42 kilómetros de océano, está sostenido por más de 5.000 pilares y actualmente es el puente sobre agua más largo del mundo. Para su construcción fueron necesarios más de dos millones de metros cúbicos de hormigón y 450.000 toneladas de acero.

En Europa también podemos presumir de contar con algunas de las vías rápidas más impresionantes. En el norte del continente, la región de Øresund cuenta con dos áreas metropolitanas que tienen un importante flujo bidireccional. Unir Copenhague, en Dinamarca, con Malmö, en Suecia, implicó la construcción del que actualmente es el puente combinado tren-carretera más largo de Europa y requirió incluso la cimentación de una isla artificial en el Bar Báltico.

En otro país nórdico, esta vez en Noruega, el levantamiento de la ‘Atlanterhavsveien’ —en español, la Carretera Atlántica— implicó la construcción de ocho puentes para unir la tierra firme y la isla de Averøya. Su diseño y ubicación son tan impresionantes que los días de temporal en los que el mar azota con fuerza suelen ser ideales para fotografiar esta proeza del ingenio humano.

placeholder Viaducto de Millau. ©Turismo de Midi-Pyrénnes
Viaducto de Millau. ©Turismo de Midi-Pyrénnes

Geográficamente más cerca, en Francia, existe el que está considerado como uno de los viaductos más altos del mundo. Con 343 metros en su punto álgido y una longitud de 2.460 metros, el viaducto de Millau fue diseñado por el conocido arquitecto británico Norman Foster, junto al ingeniero francés Michel Virlogeux, como parte de la ‘A75 autoroute’ que une París con el sur del país. Hasta su finalización en 2004, nunca antes se había edificado un puente de estas características en una zona con vientos fuertes habituales.

Y como no podía ser de otra manera, el continente americano también cuenta con carreteras imposibles que han servido para facilitar la vida de unos vecinos con dificultades de movilidad. Los Cayos de Florida, en Estados Unidos, son una buena muestra de cómo se pueden unir miles de pequeñas islas a través de una única carretera, la conocida como Autopista Elevada. Con cientos de kilómetros y 42 puentes, la ruta se edificó sobre una antigua vía férrea destruida por un huracán. Hoy es, sin duda, un reclamo turístico de primer nivel y una forma eficaz para que los habitantes de este pequeño paraíso puedan desplazarse ahorrando tiempo.

El reto de Hampton Roads

En algunas zonas de Estados Unidos coexisten accidentes geográficos de grandes dimensiones con áreas muy extensamente pobladas. Es el caso de la región de Hampton Roads, en Virginia, donde el desafío era salvar el imponente río Elizabeth, que separaba Norfolk —donde se ubican importantes áreas de empleo, comerciales y militares— del puerto comercial más importante de la Costa Este en Portsmouth. En este caso, los ingenieros y empresas encargadas del reto, apostaron por una solución subterránea.

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Hoy, los túneles de Hampton Roads son unas de las vías más transitadas del área metropolitana de Virginia Beach y Norfolk-Newport News. Las dos calzadas de doble sentido —el Downtown Tunnel y el Midtown Tunnel—, así como la extensión libre de peaje de la autopista Martin Luther King, han sido recientemente adquiridas para su gestión por Abertis a través de una concesión con una duración de 50 años. José Aljaro, consejero delegado de la compañía, destacó que con la gestión de esta infraestructura, esperan “trabajar en beneficio de las comunidades locales”, no en vano la carretera es utilizada a diario por 102.000 vehículos.

La adquisición implica además la entrada del grupo español en Estados Unidos, un país que apuesta fuertemente por este tipo de soluciones y que la compañía ha explorado de forma activa en los últimos años como oportunidad de crecimiento. El Elisabeth River Crossing facilita la vida de cientos de miles de personas y sirve de ejemplo real de cómo la iniciativa privada, en colaboración con la administración pública, puede servir para contribuir al desarrollo de las infraestructuras de la sociedad y a mejorar las ciudades.

Según el Banco Mundial más de la mitad de la población vive en ciudades y la mayoría de los expertos coincide en que esta tendencia aumentará. Si hoy conviven 4.200 millones de personas en grandes núcleos urbanos, lo que supone un 55% del total, hacia 2050 la cifra se situará casi en el 70%. Ante este escenario, se antoja necesario meditar sobre cómo las administraciones, organizaciones y compañías privadas deberán planificar este crecimiento para que los habitantes tengan garantizado el acceso a los servicios básicos y dispongan de calidad de vida.

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