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Así está afectando ahora el covid según la edad: por qué hay menos graves y fallecidos
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Radiografía del covid por edad

Así está afectando ahora el covid según la edad: por qué hay menos graves y fallecidos

Diversos factores explican que los porcentajes de casos graves y defunciones por coronavirus caigan en picado con respecto a la primera ola, a pesar de que las cifras de positivos se disparen

Foto: Un miembro del Samur en Madrid. (Reuters)
Un miembro del Samur en Madrid. (Reuters)
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España ha superado el medio millón de casos de covid, pero la pandemia ha cambiado. ¿Qué pasa si trazamos una línea que separe los primeros 250.000 diagnósticos del segundo cuarto de millón? El covid de los rebrotes o la segunda ola deja datos muy distintos a los que sufrimos en marzo y abril: el virus no ha cambiado, pero su incidencia entre la población es muy diferente a lo que decían las primeras cifras.

Los informes del Instituto de Salud Carlos III recogen casos notificados a la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (Renave) acumulados antes y después de mayo, y la diferencia está muy clara. Hasta ese mes, se habían identificado algo más de 250.000 positivos, de los que más de 92.000 acabaron hospitalizados (un 38,4%). A las UCI llegaron 7.695 pacientes (un 3,9% del total) y el número de fallecidos era de 20.534 (un 8,2%).

Foto: Foto: EFE.

Los diagnósticos a partir de mayo también han superado ya los 250.000, pero el resultado es muy diferente. De ellos, poco más de 12.000 (4,8%) han llegado al hospital, 878 (0,3%) han ingresado en la UCI y se han producido 1.140 defunciones (0,4%). Por lo tanto, con respecto al número total de diagnósticos, la incidencia de la enfermedad está siendo mucho más llevadera para los hospitales y la letalidad cae en picado. ¿Cuál es la explicación?

Desde el inicio de la desescalada, los epidemiólogos han advertido de que el foco de la infección se había trasladado a la gente joven, así que merece la pena detenerse a analizar las cifras por cada tramo de edad y ver si ahí está la respuesta. Mientras que en la primera oleada el tramo de edad con más casos diagnosticados era el de mayores de 80 años con muchísima diferencia (casi 59.000 casos), en la actualidad destaca el que va de los 15 a los 29 años (más de 62.000 positivos), seguido por el de 30 a 39 (más de 43.000) y por el de 40 a 49 (casi 42.000). En cambio, los diagnósticos en octogenarios y edades superiores sobrepasan por poco los 13.000, menos de la cuarta parte.

“En la primera ola, el virus impactó en toda la sociedad sin discriminar, pero ahora ha penetrado en determinados colectivos y grupos de edad. Los infectados son más jóvenes y tienen mayor capacidad de afrontar la enfermedad”, destaca en declaraciones a Teknautas Ricard Ferrer, presidente de la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias (Semicyuc) y responsable del servicio de UCI del Hospital Universitario Vall d'Hebron de Barcelona. De hecho, recuerda que muchos brotes han estado asociados al ocio nocturno o que los primeros de Cataluña tuvieron que ver con los temporeros, “gente joven que realiza trabajos muy duros, de manera que están en un buen estado físico”.

Mientras que al principio solo se detectaban los casos graves, ahora muchos positivos son asintomáticos. “El criterio para realizar una PCR era que el paciente ingresara en el hospital con neumonía grave”, recuerda. Es más, en los inicios, “tenía que venir de China o Italia para que le hicieran la prueba”. Sin embargo, el uso de las PCR se ha ido expandiendo hasta llegar a los cribados masivos. Por lo tanto, “el denominador es mucho mayor, hay muchísimos casos y los graves quedan diluidos”.

Así, “los casos se acercan más a la distribución poblacional, pero crecen sobre todo por abajo, la curva epidémica es muy distinta”, comenta Ildefonso Hernández, catedrático de Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández de Alicante y miembro de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas). En la actualidad, es difícil estimar qué porcentaje de casos se detecta frente al número real, pero la encuesta de seroprevalencia permite saber que en los primeros meses de la pandemia se infectó el 5% de la población, lo que equivale a unos dos millones y medio de personas. Esto significa que las cifras reflejaban, como mucho, la décima parte de la realidad. Dicho de otro modo: “Antes solo veíamos la punta del iceberg y ahora con seguridad estamos viendo mucho más”, indica el experto.

En su opinión, la explicación más verosímil para la caída en las hospitalizaciones, los ingresos en las UCI y los fallecimientos tiene que ver con esa mayor capacidad diagnóstica, unida al hecho de que la infección se ha distribuido más entre las personas jóvenes, de manera que los casos presentan características muy distintas.

Dentro de un mismo tramo de edad

Sin embargo, la menor gravedad y letalidad de esta segunda ola no solo es una cuestión de estadística poblacional. La distribución de las muertes sigue cebándose en los más ancianos, pero si nos fijamos en el detalle de los datos por tramos de edad, en la primera ola fallecieron el 21,8% de los mayores de 80 años diagnosticados, mientras que de mayo hasta ahora esa cifra ha caído al 5,7%. Entre los septuagenarios, se ha pasado del 14,6% al 1,6%. Además, es probable que muchas de estas muertes se correspondan con pacientes ingresados en fechas anteriores, puesto que los números de UCI son bastante inferiores. Asimismo, el porcentaje de positivos que han sido hospitalizados también ha caído a la mitad y a la cuarta parte, respectivamente.

Sin duda, el efecto estadístico que tiene detectar un número más amplio de casos también está afectando a la letalidad por edades, no solo al número total, pero los expertos no descartan que haya otras explicaciones. “¿Ha cambiado el virus para ser más benigno?”, se pregunta Hernández. “Sería raro por sus características”, añade. El seguimiento constante a nivel internacional de las mutaciones que acumula el virus a medida que se va replicando no indica que haya habido un cambio decisivo en su agresividad. Aunque esa posibilidad existe, y de hecho algunos estudios parecen haber encontrado alguna variante más leve, como el publicado hace días en ‘The Lancet’ por investigadores de Singapur, no hay pruebas de que el virus que está circulando en los últimos meses en España sea menos letal que a comienzos de año.

Lo que sí ha cambiado, aunque solo sea ligeramente, es el abordaje de la enfermedad en los hospitales. No hay mejores tratamientos, pero los médicos han podido descartar los que no funcionan y ya saben qué pacientes se pueden beneficiar de los que tienen algún tipo de efectividad. “Poníamos medicaciones que no funcionaban y nos complicaban el tratamiento por tener interacciones con otros fármacos o provocar efectos secundarios, ahora sabemos que no ayudaban nada y las hemos eliminado”, apunta Ferrer. Así, se dejaron atrás los antirretrovirales usados contra el VIH y, por el contrario, se están usando con mayor precisión el remdesivir, la dexametasona y algunos anticoagulantes, que “ayudan si somos capaces de seleccionar bien los pacientes a los que se los administramos”.

Otro factor que salta a la vista de los profesionales sanitarios es que “ya no trabajamos en un sistema colapsado, ahora tiene la capacidad de absorber la curva de casos que hay. No es lo mismo trabajar con las UCI al triple de su capacidad que ahora, en condiciones normales, porque tienes mejores recursos para atender a los pacientes de uno en uno”.

Otra clave está en las residencias de ancianos. “En algunas comunidades, representaron el 70% de la mortalidad”, señala el presidente de Semicyuc. “En los últimos meses, se han intervenido. Si conseguimos que el virus no penetre en las residencias, ya habremos dado un gran paso. Una sola acción, como medicalizarlas, puede bajar la mortalidad en un altísimo porcentaje”, asegura. Al margen de que tengan más posibilidades de superar la enfermedad o las mismas que antes, lo cierto es que los mayores de 80 años “se infectan menos porque, al proteger las residencias, estamos protegiendo a la población más frágil”.

¿Suficiente para evitar un nuevo colapso?

Gracias a todo este conjunto de factores, sabemos que la letalidad del covid es menor ahora que hace meses, pero al mismo tiempo la cifra de contagios no deja de crecer, así que la pregunta es si podemos llegar nuevamente a una situación de saturación hospitalaria y, en particular, de colapso de las UCI.

Según Ferrer, en primer lugar hay que tener en cuenta que la población susceptible a la enfermedad es cada vez menor: “Hay un porcentaje de gente que ya está inmunizada. Es verdad que hay casos anecdóticos de reinfección, pero desde el punto de vista de la transmisión, podemos considerar que quienes han pasado la enfermedad ya no cuentan”.

Por otro lado, y a pesar de las cifras de nuevos contagios, lo cierto es que el virus no está penetrando al mismo ritmo que en la primera ola, porque la mayoría de la población cumple con las medidas de distanciamiento, uso de la mascarilla y lavado de manos. “La pendiente de aparición de nuevos casos graves es más asumible. La otra subida fue en vertical y esta subida es más pausada. Esto significa que las altas van compensando los ingresos”, afirma.

No obstante, el número de pacientes que hay en la actualidad ya es elevado y esta aparente estabilidad es engañosa. “La forma en que se incrementan los casos permite ir acomodándolos, pero durante la primera ola solo había pacientes covid y todo el mundo estaba en casa confinado, no viajaba ni tenía accidentes, ni venía a hacerse cirugías que podían esperar. Ahora, el hospital funciona a pleno rendimiento y aquí en el Vall d'Hebron tenemos 40 camas UCI, pero entre 15 y 20 ya están dedicadas al coronavirus”, apunta.

Por su parte, Hernández explica que en el primer tramo de la pandemia uno de los aspectos más positivos del sistema de salud español pudo jugar a la contra. “La facilidad de acceso y atención hizo que en las primeras semanas, antes de que fuera evidente la alta transmisión, el virus se propagara en centros de salud y hospitales, por ejemplo, en Urgencias. A estos sitios acuden con más frecuencia las personas que están en situación de mayor vulnerabilidad, gente en la sala de espera con problemas cardiacos, respiratorios o que estaban en tratamiento contra el cáncer. Así que a las personas más vulnerables les afectó más. Ahora esto ya no se produce”, destaca.

España ha superado el medio millón de casos de covid, pero la pandemia ha cambiado. ¿Qué pasa si trazamos una línea que separe los primeros 250.000 diagnósticos del segundo cuarto de millón? El covid de los rebrotes o la segunda ola deja datos muy distintos a los que sufrimos en marzo y abril: el virus no ha cambiado, pero su incidencia entre la población es muy diferente a lo que decían las primeras cifras.

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