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El epidemiólogo suizo tras las 'apps' del covid: "Sin rastreo, perderemos el control"
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Entrevista a Marcel Salathé

El epidemiólogo suizo tras las 'apps' del covid: "Sin rastreo, perderemos el control"

Salathé, asesor científico del gobierno suizo, es uno de los 'padres' de las 'apps' de rastreo. Tiene los primeros datos que demuestran su eficacia pero, sin rastreo tradicional potente, asegura, no funcionan

Foto: El epidemiólogo Marcel Salathé, profesor en la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL). (Reuters)
El epidemiólogo Marcel Salathé, profesor en la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL). (Reuters)

A mediados de abril, en plena vorágine de la pandemia, a Marcel Salathé, asesor científico del Gobierno suizo y uno de los epidemiólogos más reputados del país, se le cayó el mundo encima. Llevaba semanas impulsando algo en lo que tenía una fe ciega, el rastreo digital de contactos a través de aplicaciones en el móvil. Para ello, ayudó a crear el consorcio europeo PEPP-PT, al que llegó a unirse incluso el Gobierno español, con la idea de desarrollar un único estándar tecnológico en todo el continente. A las pocas semanas todo se vino abajo. Varios miembros del consorcio fueron acusados de mentir con la iniciativa y de ser un "caballo de Troya" para espiar a los ciudadanos. "Fue muy incómodo, tuve que distanciarme públicamente del PEPP-PT", explica Salathé en conversación con Teknautas. Por suerte, tenía un 'plan B': apostar por un protocolo tecnológico llamado DP-3T impulsado por la ingeniera española Carmela Troncoso que ahora está en los móviles de millones de personas en toda Europa.

Doctor en biología y profesor en la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), uno de los centros tecnológicos más prestigiosos del mundo, Salathé cuenta allí con su propio laboratorio, el Salathé Lab, especializado en epidemiología digital. En febrero, mientras países asiáticos como Corea del Sur o Singapur experimentaban con el rastreo digital de contactos para frenar la pandemia, en Europa pocos sospechaban aún lo que se nos venía encima. Salathé lo vio claro. "Junté a un grupo de gente del EPFL y les dije, 'mirad, tenemos que hacer algo con esto. Somos una escuela técnica pública. Nos pagan los contribuyentes y dentro de un tiempo probablemente nos preguntarán, ¿qué habéis hecho? ¿habéis estado de brazos cruzados?'".

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Esta vez sí eligió bien los compañeros de viaje. A ese grupo se unió la gallega Carmela Troncoso, investigadora del EPFL y nombrada esta semana por la revista 'Fortune' una de las 40 personas de menos de 40 más influyentes del mundo en el sector tecnológico. "Ella fue la que apostó desde el inicio por crear una 'app' totalmente centrada en la privacidad y la seguridad y pronto comprobamos que ese era el camino". Salathé dedicó entonces toda su energía a convencer al Gobierno suizo, alemán y a otros países para adoptar el protocolo DP-3T creado por el equipo del EPFL. Luego vinieron Google y Apple y respaldaron el sistema. Ahora sí, las cosas marchaban.

Suiza arrancó a finales de mayo el piloto de su aplicación, el primero de Europa. Un mes después, el 25 de junio, la lanzaron en todo el país. Hoy, Salathé asegura que cuentan con los primeros datos que demuestran que las 'apps' de rastreo de contactos funcionan de verdad (han publicado aquí los primeros resultados). No son la panacea, son solo un apoyo. Pero ayudan en lo que Salathé cree que es fundamental y los gobiernos están olvidando: montar un sistema efectivo de rastreo de contactos.

PREGUNTA. Usted se define como epidemiólogo digital. ¿Qué diferencia hay con la epidemiología tradicional?

RESPUESTA. Vengo del mundo de la biología y acabé metiéndome en investigación de enfermedades infecciosas, pero más desde un punto de vista computacional y estadístico. Digamos que no he seguido la formación clásica de epidemiología, vengo de la rama cuantitativa. Hubo un momento en el que empecé a mirar otras aproximaciones. Los datos son importantes, pero no necesariamente los que se obtienen de forma tradicional sino también los que se recogen digitalmente, mediante redes sociales o aplicaciones. Esa es hoy la disciplina de epidemiología digital, un área creciente y no definida de la epidemiología que, en el fondo, mira a nuevas formas de hacer lo mismo.

placeholder Marcel Salathé. (Reuters)
Marcel Salathé. (Reuters)

P. ¿Qué tipo de datos intentan recoger?

R. Hay un frente importante que es entender los movimientos de población a través de los móviles. Puede ser complicado desde el punto de vista de la privacidad, pero es algo que nunca vas a poder capturar con los métodos tradicionales de epidemiología. Yo suelo trabajar mucho con datos públicos disponibles en Twitter, no son tanto epidemiológicos sino sociales y actitudinales. Luego está todo el frente de las 'apps'. Si algo ha demostrado esta pandemia es que no tenemos los datos que necesitamos usando las técnicas tradicionales de epidemiología. Cuando se dice que un país va a ciegas en esta crisis, no se refiere a que tengan malos datos, se refieren simplemente a que no los tienen. Punto. En Suiza y en otros países los gobiernos centrales han estado pidiendo a las autoridades locales datos en tiempo real, todo tipo de indicadores, paneles de cifras... Siempre ha sido muy complicado conseguirlos porque resulta que el sistema sanitario es todavía muy analógico.

P. ¿Es eso lo que ha generado el caos de datos que hemos visto en España y otros países? Cambios de metodología, cifras que no cuadran, datos que no existen...

R. Creo que es más un tema organizativo y operativo. Tienes que plantearte qué datos necesitas de verdad, cuáles son los indicadores clave, asegurarte de que las autoridades locales los consiguen y luego publicarlos de forma coordinada. Desde el punto de vista técnico el asunto es casi trivial. El problema es organizativo. En Suiza estamos separados en 26 cantones y cada uno lo hace de forma diferente. Algunos todavía los envían por fax. Luego alguien tiene que teclear la información de ese fax en un Excel, acaban circulando diferentes versiones del Excel... Esto se une al hecho de que muchos países no han modernizado su infraestructura tecnológica sanitaria. Si luego llega una crisis como esta, en la que todo cambia tan rápido, estás perdido.

Mirad, tenemos que hacer algo con esto. Somos una escuela técnica pública. Nos pagan los contribuyentes

P. Al menos ha logrado convencer al gobierno suizo de la importancia del frente digital.

R. Sí, tenemos un comité científico nacional sobre el covid-19 del que formo parte. Hay varios grupos asesorando al gobierno y uno es el que lidero, el de epidemiología digital, y del que forma parte también Carmela Troncoso. Está centrado en el rastreo digital de contactos. Y, de hecho, el objetivo es obtener cuantos menos datos mejor. Tengo muchos debates con otros colegas epidemiólogos, muchos creen que esto de la epidemiología digital lo llevan "los tíos de los datos" y que lo único que queremos son más y más datos. Hemos repensado esto, porque lo interesante también es hacer cosas con la menor cantidad de datos posible.

P. Usted fue de los primeros en impulsar las 'apps' de rastreo de contactos en Europa, pero la cosa no fue nada bien al inicio.

R. Todo fue muy caótico. En febrero me contactaron varios colegas en Alemania con los que había trabajado y me dijeron que estaban pensando en 'apps' de rastreo de contactos. Entonces junté a un grupo de gente del EPFL y les dije, "mirad, tenemos que hacer algo con esto". El rastreo de contactos digital era algo que se estaba usando mucho en Asia pero la idea de tener aquí un sistema, digamos, al estilo chino, era totalmente inviable bajo los estándares europeos de privacidad. Empezamos a ver cómo podríamos hacer algo nosotros y así arrancó todo. Se creó el consorcio PEPP-PT. Dentro de ese grupo, Carmela y su gente había comenzado a pensar en la parte criptográfica y de privacidad. Y muy pronto quedó claro que ese frente era la línea roja, el aspecto fundamental.

Yo hice de portavoz improvisado del PEPP-PT, publicamos un primer informe el 1 de abril y de repente me di cuenta que no sabía en qué se había convertido aquello. Se unió gente que de repente decía que había estado hablando con Angela Merkel y yo pensaba "¿pero esto qué es?". Tuve que distanciarme públicamente del proyecto, fue un poco incómodo, puse toda mi fe en el lanzamiento del PEPP-PT y luego se convirtió en algo que no compartía. Pero a la vez cada vez estaba más claro que la opción del protocolo DP-3T liderado por Carmela era la vía a seguir. Luego de repente vino Apple y Google y dijeron que lo iban a hacer basándose en este sistema. Así que decidimos mover ficha, olvidarnos de la polémica, dejar atrás el PEPP-PT y apostarlo todo por esta vía.

P. De eso hace ya unos meses. Ahora casi todos los países, incluido España, han lanzado sus 'apps 'pero de momento no hay ningún caso de éxito claro. ¿Hay ya datos que respalden que estas aplicaciones sirven de algo?

R. Primero hay que recordar que hace solo unas semanas que se han lanzado estas 'apps' en la mayoría de países. En términos de la velocidad y el alcance, es algo que no tiene precedentes. En Suiza hicimos un piloto a finales de mayo, creo que fuimos el primer país en hacerlo. Nos llevó más o menos un mes, lo finalizamos el 25 de junio. Ahora, un par de meses después, al menos en Suiza tenemos evidencia suficiente para demostrar que estas 'apps' funcionan y que la efectividad del rastreo digital es, hasta cierto punto, comparable al del rastreo tradicional.

P. ¿Cómo miden esa efectividad?

R. Mucho depende de la adopción, pero aún con una adopción relativamente baja, la nuestra es solo del 20% de la población, estamos viendo que son útiles. Y digo probablemente porque no medimos descargas, es una cifra muy basta, medimos la actividad real de la gente con la aplicación de diferentes formas, a través de las peticiones que hace la 'app' a los servidores. Eso te dice de una forma mucho más precisa cuántas de esas descargas se están usando de verdad. En Suiza esto ronda el 60% de las descargas totales. Creo que no será muy diferente en otros lugares. Cuando algunos países dicen, "oh, tenemos tantos millones de descargas", en realidad lo tienes que multiplicar por 0,6 para tener el número aproximado real de 'apps' en uso. Luego vas a poder calcular la eficacia real del sistema teniendo en cuenta el número de positivos detectados cada día en un país y el número de códigos enviados. No es tan alta como en el rastreo tradicional, pero se acerca mucho. De todas formas, no hay que olvidar que esto no está pensado para reemplazar nada. Las 'apps' solo funcionan si están muy bien integradas con un sólido sistema de rastreo tradicional existente.

placeholder Marcel Salathé.
Marcel Salathé.

P. ¿Ha servido la 'app' para identificar contagiados o solo contactos estrechos de positivos?

R. El gobierno suizo anunció hace poco que se habían identificado 13 casos de positivos de covid solo usando la 'app'. Cuando te dan un resultado positivo, se te hace una entrevista en el que te preguntan el motivo por el cual te hicieron el test. Esas 13 personas dijeron que el motivo era por la alerta de la 'app'. Es un dato que tienes que poner en contexto del número total de casos, pero aún así, lo interesante es que en ese momento, el ratio de actividad en la 'app' era del 15%. Si logras aumentar el uso, el número de casos identificados se puede disparar más o menos al rango del rastreo tradicional.

P. ¿Pero 13 positivos identificados de cuántos en total?

R. De toda la gente que ha recibido la alerta, no sabemos cuántos se hicieron el test y dio negativo, no se captura eso en el sistema. Es uno de esos agujeros de datos de los que hablaba antes. Esta es la famosa tasa de ataque secundario que se calcula cuando se trata de conocer la efectividad del rastreo tradicional de contactos. Si pones a 100 contactos en aislamiento, ¿cuántas personas acaban dando positivo en PCR? En el rastreo tradicional es una tasa muy baja, un porcentaje de un solo dígito. Para el rastreo digital nos gustaría tener las mismas estadísticas, pero aún no lo sabemos porque no se capturan. Lo que sí sabemos es, de las personas que dieron positivo, qué porcentaje fue a hacerse el test por haber recibido una alerta. Es muy bajo, sobre el 1%, y puedes decir, esto no vale para nada. Pero recuerda que si consigues eso con un 15% de uso de la 'app', si aumentas la adopción y uso significativamente, los porcentajes empiezan a cambiar. Ahora mismo no podemos concluir que el uso de la 'app' de rastreo sea un éxito garantizado, pero sí podemos concluir que, dada la adopción y el número de test positivos, la efectividad está dentro de lo esperado.

La forma de estar mejor en dos semanas no es preguntar cómo evitar un colapso de recursos, es reducir el número de contagios

P. Si estoy en Suiza y recibo una alerta en la 'app' porque he estado cerca de un contagiado y voy al médico, ¿me hacen un PCR en el momento?

R. Sí, tienes derecho a que te hagan el test gratis. Es un punto importante: vas a tener un mayor incentivo para ir a hacerte un test incluso si no tienes síntomas si has recibido una alerta que si no. Es una motivación adicional.

P. ¿Qué le diría a las autoridades sanitarias que, como en España, son reacias al uso de estas 'apps' por miedo a que se produzca una avalancha de casos que sature a los escasos rastreadores que hay?

R. Escuchamos este problema en todas partes, también aquí en Suiza. Creo que esa noción de que ya vamos justos de recursos y no podemos hacer nada más es equivocada. La mejor forma para no estar desbordados es no tener muchos casos. Es como muy obvio, pero las autoridades, en la urgencia del momento, tienden a olvidarse de esto. Si no cambias lo que haces ahora, en dos semanas vas a tener aún menos recursos de los que tienes hoy porque tendrás más casos. La forma de estar mejor en dos semanas o en dos meses no es preguntar cómo evitar un colapso de tus recursos, es preguntar cómo reducir el número de casos. La clave primero es tener un sistema de rastreo tradicional robusto. Si lo tienes, la parte digital no te va a dar más trabajo, todo lo contrario, te lo va a quitar. Y si ese rastreo tradicional funciona, mucha gente ya estará en el sistema, la 'app' lo que hace es traerte los casos en lugar de tener que salir tú a pescarlos, que es la mayor parte del trabajo.

Y hay otro aspecto clave: quien recibe una alerta es muy probable que se comporte de forma muy diferente en los siguientes 10 o 14 días. Mucha gente asegura que no podría ponerse en cuarentena por miedo a perder el trabajo y otras razonas similares. Si esta gente recibe una alerta diciendo que han estado en contacto con un infectado, la mayoría será más cuidadosa con lo que hace, y eso ya va a tener un enorme impacto. Puede que no llegues a capturar a esas personas en el sistema, pero ya estás quitándote trabajo. En resumen, lo que hemos encontrado es que esos miedos de las autoridades sanitarias de que sus rastreadores acabarán inundados de casos, simplemente no ocurren.

placeholder Soldados del ejército suizo prueban la 'app' de rastreo de contactos del país a finales de abril. (Reuters)
Soldados del ejército suizo prueban la 'app' de rastreo de contactos del país a finales de abril. (Reuters)

P. ¿Qué le parece que el gobierno español no haya publicado aún el código de la 'app'? Más de 100 destacados académicos acaban de exigir en un manifiesto que haga pública toda la información.

R. Lo que nosotros hemos comprobado es que ser extremadamente transparente desde el primer día fue siempre muy beneficioso. Al principio vas a tener más críticas porque todo el mundo va a destripar la 'app' y se genera un gran debate. En Suiza, como era todo 100% abierto, hicimos incluso un concurso a ver quién era el primero en encontrar fallos de seguridad o privacidad. Hubo ingenieros que encontraron pequeñas cosas y eso se magnificó enormemente. No ayudó al comienzo, pero a largo plazo fue todo lo contrario, la gente se dio cuenta de que era completamente transparente y lo más segura posible. Es curioso porque fue justo el problema que tumbó al consorcio PEPP-PT. Mientras el DP-3T publicó todo el código, el PEPP-PT no lo hizo, dijeron, "no queremos tener un debate público en este momento" y, nosotros dijimos, en realidad sí queremos.

P. ¿Cómo ve la evolución de la segunda ola? En España ha empezado antes que en el resto de Europa, pero ahora se está acelerando en muchos países. ¿Qué ha cambiado?

R. El rango de edad de gente afectada ha cambiado por completo. Al principio afectaba de forma grave a gente mayor y con problemas de salud previos. Eso hizo que viéramos unas tasas de letalidad muy altas. Ahora vemos que está circulando principalmente en gente joven y las tasas de hospitalización y muertes son muy bajas y estables. No nos gustan esos números tan altos de casos, pero al menos la gente no enferma ni muere tanto. Esa es, digamos, la parte llena del vaso. Pero lo peligroso de eso es que te arriesgas a llegar a un número tan elevado de casos con los que ya no puedes hacer un rastreo efectivo de contactos. Y si no puedes hacer rastreo vas a perder otra vez el control de la pandemia. No hay duda. Nadie, nunca ha mantenido el control del virus cuando perdieron el control del rastreo de contactos. Esa es mi mayor preocupación ahora. Si dejamos que los números crezcan con el argumento de que, "bueno, tampoco está muriendo mucha gente", entonces vamos a perder rápidamente el control de la situación y se va a extender a otros grupos de edad, igual que al principio. Y ya hemos visto qué ha ocurrido en otros países como EEUU. En Israel han tenido una enorme segunda ola y se ha disparado la letalidad. Es un fenómeno muy común en el que toda Europa se va a meter si no se controla la situación.

P. Hay un enorme debate e incertidumbre sobre si abrir o no las escuelas y qué medidas tomar. ¿Qué le parece?

R. Lo bueno de los niños es que, a pesar de que se pueden contagiar, solo en ocasiones muy raras sufren síntomas de gravedad. La gran incógnita que aún no está clara es cuál es su papel a la hora de infectar a otros. Ahora sabemos que producen una gran carga viral, pero no sabemos todavía si son una fuente importante de propagación. Los datos aún no son claros y por eso hay un gran debate. Al principio se pensaba que no, que se podían contagiar pero que eran un poco la cola de la cadena de transmisión, porque por algún motivo no lo transmiten tanto como los adultos. Tampoco hubo casos claros en China en los que se viera que el virus saltaba de los niños a los adultos. Pero no había buenos datos en esos momentos ni tampoco ahora. Y es justo lo que necesitamos, más datos para saber si son transmisores importantes o no. Porque si no lo son, las escuelas deberían claramente abrirse. Pero si son transmisores de forma importante, eso lo cambiaría todo. Como aún no lo sabemos, y los niños no enferman de forma grave con el covid, tiene sentido que los gobiernos decidan abrir.

placeholder El epidemiólogo Marcel Salathé, profesor en la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Foto: Penn State)
El epidemiólogo Marcel Salathé, profesor en la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Foto: Penn State)

P. Un colega suyo, el epidemiólogo estadounidense Michael T. Osterholm, cree que si un país tiene más de 25 nuevos casos diarios por 100.000 habitantes no se deberían abrir las escuelas. España está muy por encima de esa barrera.

R. Me parece un límite demasiado alto. El tope de muchos países para establecer cuarentenas es de 60 casos de media por 100.000 habitantes pero en los últimos 14 días. 25 casos nuevos diarios por cada 100.000 es mucho. Tiene sentido poner una línea roja, pero si es 25, 10 o 50, es muy complicado de saber. Depende mucho de cada comunidad y escuela. Las escuelas con niños de más de 13 años son muy diferentes epidemiológicamente de las que tienen niños de entre 3 y 10 años. Las características de la infección son muy diferentes. También varía si hablamos de escuelas en una ciudad o en una zona rural. Michael Osterholm no es muy fan de solucionar las cosas a nivel local, pero yo sí. Y no solo tienes que preguntarte cuál es la mejor medida epidemiológica, también tienes que preguntarte qué es lo que quiere la gente. Esto muchas veces lo olvidamos. Hay comunidades que tienen sensibilidades muy diferentes que dicen, si hay un caso, queremos la escuela cerrada, queremos educación 'online', etc. Otras comunidades dirán que quieren abrir las escuelas sí o sí. Las políticas de salud pública no funcionan si no tienes a la gente de tu lado. Decir "este es el número que hay que cumplir y es la verdad para todos", creo que es muy arriesgado. Especialmente si hablamos de escuelas, que es un tema muy sensible y emocional.

P. ¿Tiene sentido la estrategia de crear grupos burbuja?

R. Sí, tiene sentido. Una de las cosas que quieres evitar si hay transmisión en una zona es que la gente se mezcle demasiado. Es una estrategia que estamos haciendo también en Suiza a diferentes niveles, no solo en las escuelas. Esta noción de que, sobre todo en picos de contagios, mantienes a la gente en grupos e intentas no mezclar esos grupos, tiene mucho sentido desde el punto de vista epidemiológico.

P. Madrid y otras regiones de España están haciendo test masivos de seroprevalencia a profesores. ¿Es una medida política o tiene lógica sanitaria?

R. Depende de cuál sea el objetivo. En general, es bueno tener esos datos, te da una indicación de cuánta gente se ha infectado y pueden ser inmunes, pero tienes que ser muy cuidadoso con la interpretación y, por ejemplo, el tema de los pasaportes de inmunidad. Dicho eso, los resultados que vas a encontrar ya son más o menos conocidos: pocos profesores habrán pasado la enfermedad. Te vas a gastar mucho dinero y estarás de nuevo en la casilla de salida. Desde el punto de vista teórico es interesante porque obtienes los datos pero ¿qué haces luego con ellos?

P. Quizás mejor gastar ese dinero en rastreadores...

R. Desde luego, si hay un 'trade off', invertir en test y rastreo debería ser la prioridad más importante.

A mediados de abril, en plena vorágine de la pandemia, a Marcel Salathé, asesor científico del Gobierno suizo y uno de los epidemiólogos más reputados del país, se le cayó el mundo encima. Llevaba semanas impulsando algo en lo que tenía una fe ciega, el rastreo digital de contactos a través de aplicaciones en el móvil. Para ello, ayudó a crear el consorcio europeo PEPP-PT, al que llegó a unirse incluso el Gobierno español, con la idea de desarrollar un único estándar tecnológico en todo el continente. A las pocas semanas todo se vino abajo. Varios miembros del consorcio fueron acusados de mentir con la iniciativa y de ser un "caballo de Troya" para espiar a los ciudadanos. "Fue muy incómodo, tuve que distanciarme públicamente del PEPP-PT", explica Salathé en conversación con Teknautas. Por suerte, tenía un 'plan B': apostar por un protocolo tecnológico llamado DP-3T impulsado por la ingeniera española Carmela Troncoso que ahora está en los móviles de millones de personas en toda Europa.

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