El gran negocio que desea España en el que ya está Amancio Ortega: cables submarinos
Prácticamente todo el tráfico de internet pasa por estas infraestructuras. Y la Península Ibérica tiene una posición privilegiada para atraer estas autopistas de datos
Hace unas semanas el presidente Pedro Sánchez desvelaba su plan España Digital 2025. Más una ensalada de promesas e intenciones que compuesta por medidas concretas, dibujaba a lo largo de 48 puntos lo que pretende ser una hoja de ruta con la que dar al país el empujón definitivo en materias como banda ancha y 5G, administración conectada, ciberseguridad o 'big data', entre muchos otras. En ese aliño de conceptos se hacía una pequeña referencia hacia la necesidad de atraer cables submarinos a nuestro país, una enorme red de fibra óptica que se ha ido tejiendo a lo largo de los años en el fondo de los océanos y que son una pieza fundamental cada vez que alguien ve una película en Netflix, consulta algo en Google o incluso lee este artículo. No en vano, se estima que la práctica totalidad del tráfico mundial de internet transcurre por ellos, a excepción de un raquítico 1% que aún depende de satélites.
España a día de hoy cuenta con 28 puntos de anclaje previstos o en funcionamiento, de los que parte son conexiones para llevar la señal a los dos archipiélagos patrios, Baleares y Canarias. Sin embargo, la geografía le brinda una nueva oportunidad, ya que tiene papeletas para convertirse en una especie de puerta giratoria digital que conecte Europa con Estados Unidos, América Latina, África, la cuenca mediterránea o Asia, a través de Oriente Medio. Un negocio, el de los cables submarinos que, cada año, ya da millones de euros en forma de beneficios a Amancio Ortega, fundador de Inditex.
En 2018, el gallego, poseedor de la mayor fortuna en España, decidió entrar en el capital de Telxius, una filial de Telefónica, adquiriendo parte de una de las empresas que controla una porción de su capital. Esta empresa, que la teleco valora sacar a Bolsa, es un operador neutral que gestiona, además de 30.000 torres de telefonía móvil, casi 90.000 kilómetros de cable en todo el mundo. Solo en el ejercicio de 2019, Ortega ingresó 16 millones de euros en concepto de dividendo, superando los 13 logrados el año anterior.
Algo que da fe de la importancia y de los lucrativos negocios que orbitan alrededor de las infraestructuras sobre las que descansa el peso de las telecomunicaciones mundiales. "La sociedad de la información se está convirtiendo principalmente en un negocio de movimiento de datos", recuerda Jose Antonio Morán Moreno, director del grado de ingeniería y servicios de telecomunicaciones de la UOC. "El ser un centro neurálgico de estas comunicaciones debería ser algo estratégico para cualquier país y más uno con la ubicación en el mapa como España", añade, a la par que señala que hay muchísimos negocios -como data centers, servicios cloud...- que atraen muchísimo capital, empleo y talento que valoran tener este tipo de infraestructuras cerca.
MAREA: vuelta al mapa
Telxius es prácticamente la única empresa de cierta entidad que se dedica a estos cometidos, el de los cables submarinos, en España. En 2017 fue noticia por haber conectado, junto a dos gigantes del tamaño de Microsoft y Facebook, una pequeña localidad costera de Bizkaia, Sopelana, con Virginia Beach, en EEUU. Todo gracias a un cable -bautizado como MAREA- de más de 6.600 kilómetros de largo, por cuyo interior discurrían ocho pares de fibra que a día de hoy ostentan el récord de velocidad, ya que consiguieron una capacidad por par de 26,2 terabytes por segundo. Eso significa que trabajando a toda su capacidad, sería capaz de 'mover' 209,6 terabytes cada segundo. La filial de Telefónica gestiona tiene cuatro de esos canales, uno recientemente alquilado a Amazon Web Services, mientras que el resto se lo reparten a partes iguales entre las dos tecnológicas.
Más allá de conseguir esto, la noticia era importante porque era la primera vez en 15 años que un cable transoceánico se decantaba por una de nuestras costas para entrar en el Viejo Continente y no por las de Portugal, Francia, Reino Unido o Italia. "Hay únicamente 400 en el mundo de esta naturaleza y entidad", comentan desde la compañía, que señala su importancia no solo en términos tecnológicos sino también económicos. "En el caso de MAREA supuso una ruta alternativa para los cables del Atlántico norte, una de las rutas de mayor tráfico del mundo", añaden, remarcando que tradicionalmente se optaba por trazados más septentrionales.
"Desde el punto de vista técnico, atraer una conexión de este tipo se deja notar mucho en la latencia, que es el tiempo de respuesta entre que el equipo envía la señal, la recibe el servidor y vuelve la información al punto de origen", explica Sergio Ríos Aguilar, profesor de la escuela de Ingenieros Informáticos de la Universidad Politécnica de Madrid. Indica, este docente, que esto puede tener mucho impacto en determinadas operaciones "como operaciones bursátiles intercontinentales 'con ventaja', acceso a equipos remotos casi en tiempo real...".
Los planes de Google
Ahora España vuelve a repetir un 'pelotazo' similar. Y es que Google ha anunciado que a partir de 2022 pondrá a funcionar un nuevo cable, el primero de su propiedad que unirá España con EEUU, además de con Reino Unido. Será bautizado como 'Grace Hooper' y tendrá una longitud de 6.000 km para conectar el puerto de Bilbao con el estado de Nueva York así como con la localidad inglesa de Bude.
En este caso contará con 16 pares de fibra óptica, doblando así a MAREA. Google será el único dueño de la instalación (pagará la factura en solitario), lo que supondrá que todos esos canales serán para su explotación interna. El modelo de la compañía perteneciente al conglomerado Alphabet ha optado por hacerse con estos 'cables' en propiedad, lo que le supone una mayor inversión pero también otros beneficios. "Hay que tener en cuenta la seguridad y la independencia que proporciona tener un enlace no compartido, amén de que refuerza su infraestructura propia", comenta Ríos a este respecto. "Es ya el mayor inversor privado en esta materia, con 14 propiedades".
Esto supondrá un enorme empujón a la capacidad de su división Google Cloud en el sur de Europa, especialmente en España, donde tiene una alianza con Telefónica, ya que pretende abrir un centro de datos en Madrid. Un mercado en el que trata de competir con Azure de Microsoft, AWS (el rey del gremio) así como AliBaba a nivel global. Es más, de todas estas empresas, es la de Mountain View la que menor cuota atesora a nivel mundial, con un 4%. "Este despliegue en la región le va a permitir, por ejemplo, diferenciarse del resto de proveedores en ancho de banda y latencia", cuenta este experto, que destaca que la proximidad geográfica entre estas instalaciones y la entrada de los cables a tierra firme benefician también en términos de latencia, al tener que pasar por menos nodos intermedios en su camino.
¿Beneficiados por el Brexit?
¿Puede jugar a favor el Brexit en los planes de España de 'amarrar' más de estas conexiones? "Por supuesto. Todo influye y todo tiene su impacto", dice Morán Moreno. "Hay que partir de un supuesto: una infraestructura de red, cuantos más nodos tenga es mejor. Si falla uno de los puntos de conexión, puedes utilizar otro", recuerda. Esto se suele asociar a fallos técnicos o incidentes que corten el servicio pero también puede tener una dimensión política. ¿Qué ocurriría si un Gobierno decide poner una tasa por el uso de las redes del país? "Se podría 'conmutar' y regular el caudal. Por eso interesa que tener una conexión directa con cada región, políticamente hablando, para estar menos expuesto también a estos eventuales episodios".
El Reino Unido ahora es un actor independiente de la UE en ese sentido. "Probablemente, el Brexit pueda afectar a esta cuestión en función de los países de reubicación de las grandes empresas que saldrán de la City, y los nuevos centros financieros europeos, pues a ellos habrá que redirigir las comunicaciones transatlánticas, con parada o paso por Portugal y norte de España", añade Ríos Aguilar a este respecto.
Autopistas para África y Asia
Pero no hay que mirar solo a EEUU. "España está en una posición privilegiada, como puerta entre Europa y América Latina, pero también para África y hacia Oriente Medio", comenta Morán-Moreno. "Es importante EEUU, pero hay que tener en cuenta Asia también, el otro gran polo empresarial y ecoómico del momento". En este sentido, en términos de longitud, uno de los enlaces más importantes que pasan por España, es el conocido como 'FLAG/FEA'. Este cable, que hace 'parada' en Estepona, cuenta con más de 27.000 kilómetros de recorrido.
Conecta Japón con Reino Unido, lo que le convierte en el más largo del mundo, y tiene 'metas volantes' en países como Tailandia, India, Emiratos Árabes, Jordania, Egipto o Italia. Estos especialistas indican que sí que puede suponer un pequeño retraso para los extremos estos cables tan largos debido al mayor tiempo de latencia, pero que no todos los pares de fibra óptica van de principio a fin, sino que los destinos intermedios también son en algunos casos los puntos finales.
Si todo va sobre ruedas, en 2023, España será cabeza de un cable transcontinental todavía más largo que el 'FLAG/FEA'. El proyecto '2Africa' será el primero de este tipo que hace parada en Barcelona. La idea es tirar 37.000 kilómetros de cable. El punto de partida sería la capital catalana y el otro extremo sería Reino Unido. La infraestructura rodeará todo el continente africano gracias al canal de Suez, parando en múltiples países. En este caso, el consorcio que lo impulsa cuenta con la participación de Orange, Vodafone y también de Facebook.
¿Cómo se despliegan?
¿Cómo se despliegan y cómo se protegen estos cables? El proceso de puesta en marcha de un cable transoceánico se puede prolongar durante dos o tres años. El proceso no ha cambiado mucho desde que se desplegasen a mediados del siglo XIX los cables telegráficos o los cables de teléfono en el siguiente siglo: un barco va tirando, en este caso, la fibra a las profundidades del mar. Hay que hacer una importante labor de exploración previa, que se puede demorar varios meses. Lo idóneo es que se posen sobre terrenos arenosos llanos, evitando acantilados y otras formaciones geológicas. Es el propio cable el que hace las veces de 'rastrillo' para dibujar en la arena la canalización que posteriormente las corrientes irán borrando de la vista.
"Se intenta reducir siempre la distancia, prestando atención a que haya poco tráfico marino, poca incidencia de las corrientes y esos fondos sin pendientes pronunciadas", analiza Sergio Ríos Aguilar. Cuando se aproximan a la costa se utiliza un diseño reforzado, más grueso, para resistir golpes o incluso la curiosidad de la fauna subacuática, especialmente tiburones, que pueden tratar de hincarle el diente. "Para evitar esto o la corrosión se envuelven los pares de fibra con varios anillos concéntricos de vaselina, cobre, aluminio y polietilenos, entre otros". Al año se estima que hay que hacer entre 100 y 150 actuaciones de mantenimiento y reparación en todo el mundo.
Los movimientos terrestres también pueden afectarle. Hace años que no ocurren estos incidentes, pero hace década y media, un seísmo de 7 grados que se produjo entre China y Taiwán reventó varias de estas conexiones, que afectó al territorio durante un tiempo. Este experto también alerta de posibles sabotajes deliberados con el fin de cortar las comunicaciones o dificultarlas. Incluso, en las instalaciones más antiguas, no de fibra, ataques humanos con el fin de realizar escuchas e interceptar mensajes. "Ha habido varios casos documentados en la historia reciente", añade. Lo cierto es que sorprende que el nivel de seguridad sobre estas líneas no sea mucho más activo.
Hace unas semanas el presidente Pedro Sánchez desvelaba su plan España Digital 2025. Más una ensalada de promesas e intenciones que compuesta por medidas concretas, dibujaba a lo largo de 48 puntos lo que pretende ser una hoja de ruta con la que dar al país el empujón definitivo en materias como banda ancha y 5G, administración conectada, ciberseguridad o 'big data', entre muchos otras. En ese aliño de conceptos se hacía una pequeña referencia hacia la necesidad de atraer cables submarinos a nuestro país, una enorme red de fibra óptica que se ha ido tejiendo a lo largo de los años en el fondo de los océanos y que son una pieza fundamental cada vez que alguien ve una película en Netflix, consulta algo en Google o incluso lee este artículo. No en vano, se estima que la práctica totalidad del tráfico mundial de internet transcurre por ellos, a excepción de un raquítico 1% que aún depende de satélites.
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