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Aprende hoy, paga luego: la 'startup' española que seduce (y preocupa) a Silicon Valley
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¿Las nuevas 'hipotecas basura'?

Aprende hoy, paga luego: la 'startup' española que seduce (y preocupa) a Silicon Valley

Varias 'startups' en Silicon Valley permiten estudiar programación gratis y solo pagar cuando encuentres empleo. Exalumnos e inversores, sin embargo, lo consideran un negocio de alto riesgo

Foto: Ariel Camus, en la sede de la 'fábrica' de 'startups' YCombinator, en Silicon Valley. (Foto: YC)
Ariel Camus, en la sede de la 'fábrica' de 'startups' YCombinator, en Silicon Valley. (Foto: YC)

"A ver si se calla ese pájaro... Es que, mira, estoy aquí casi en medio de la jungla". Ariel Camus gira el portátil y enfoca la webcam al jardín de su casa, que es como un bosque tropical donde se cuelan ruidosas aves exóticas. Está en su segundo hogar, en San Salvador. “Mi prometida es de aquí”. El primero lo tiene en San Francisco, adonde viaja cada poco para lanzar una ‘startup’ que tiene mucho que ver con su forma de vida: trabajar a distancia y por videoconferencia. “Solo necesitas un portátil y una conexión a internet. Lo mismo ocurre si quieres aprender a programar, lo puedes hacer en cualquier rincón del mundo. Y gratis”. La frase no es casual. Eso es justo lo que promete su empresa, Microverse, una especie de escuela ‘online’ que acaba de nacer y por la que ya se pelean algunos de los inversores más codiciados de Silicon Valley.

Aprende gratis ahora, pero no pagues hasta encontrar trabajo. Es, en una línea, la apuesta de Camus que está haciendo salivar a los millonarios inversores de San Francisco. Si quieres aprender a programar y encontrar un empleo bien remunerado en una empresa tecnológica, ya no tienes excusa, puedes hacerlo a través de Microverse y sin pagar un euro, asegura Camus. Te apuntas y, si eres seleccionado, arrancas un curso de nueve meses, unas ocho horas diarias, totalmente práctico y basado en el trabajo diario con mentores a través de videoconferencia. Da igual que vivas en un arrozal en Vietnam o en un pueblo de la España profunda, si quieres, puedes. Los propios empleados de Microverse te ayudarán luego a encontrar trabajo de programador remoto para las grandes empresas. Y todo gratis. Bueno, casi.

Foto: Eva Martín es la CEO y cofundadora de Tiendeo.

El curso en realidad cuesta 15.000 dólares, pero solo se empieza a pagar una vez encuentras trabajo con un sueldo mensual de al menos 1.000 dólares al mes (o su equivalente en euros). Cuando eso ocurre, Microverse se lleva el 15% del salario. Así hasta 15.000 dólares. Si te quedas en el paro, la deuda permanece 'congelada' hasta que vuelvas a encontrar otro empleo y reanudes los pagos. Si la idea suena a una especie de ‘hipoteca’ para estudiantes es porque, en el fondo, es justo lo que es, solo que vestida con otro nombre.

Se trata de los denominados acuerdos para compartir ingresos —ISAs o 'income sharing agreements'—, considerados por muchos como una forma alternativa de financiar educación de calidad sin endeudarse de por vida. El concepto lo propuso ya en los años cincuenta el Nobel de economía Milton Friedman bajo el nombre de ‘human capital contract’ y ha permanecido en el olvido hasta la última década, cuando una batería de 'startups' como Upstart, Pave o Vemo comenzaron a ensayar la idea con todo tipo de programas educativos alternativos. Ahora, tras el éxito de los MOOC, los cursos 'online' gratuitos de Coursera, Khan Academy, EdX o Udemy, una nueva hornada de 'startups' en EEUU como Lambda School o la española Microverse buscan adaptar el modelo exclusivamente a cursos de programación para convertirse en desarrollador. Y Silicon Valley está enloqueciendo con la idea.

placeholder Parte del equipo de Microverse (con Ariel Camus, el segundo por arriba), en plena videoconferencia de trabajo.
Parte del equipo de Microverse (con Ariel Camus, el segundo por arriba), en plena videoconferencia de trabajo.

Una prueba del interés que despierta el modelo es la propia trayectoria de Camus. A sus 32 años, este ingeniero de telecos con doble nacionalidad argentina y española acaba de conseguir algo que muy pocos emprendedores españoles han logrado: ser admitido en Y Combinator, la fábrica de 'startups' más prestigiosa de Silicon Valley, fundada por el gurú Paul Graham. Es el lugar donde nacieron Airbnb, Reddit o Dropbox. "Al final de los tres meses, presentas tu empresa en un 'demo day', delante de 1.000 inversores y unos 2.000 siguiéndote en 'streaming' en directo. Es una pasada. Antes incluso de llegar ese día, ya teníamos ofertas de grandes VC interesados en poner dinero en Microverse", explica Camus, quien asegura haber cerrado ya una primera ronda de financiación de varios millones con uno de los gigantes del capital riesgo de San Francisco. "Pronto lo anunciaremos, aún quedan flecos".

El bagaje de Camus también ha ayudado. En 2013 vendió su primera 'startup' al gigante editorial Lonely Planet. Era Tourist Eye, una aplicación de viajes creada junto a su socio Javier Escribano que en tres años logró cientos de miles de usuarios. Nunca se supo la cifra de venta, pero lo suficiente para que Camus se despreocupara del dinero por un tiempo y viajara un año por medio mundo mientras definía su próximo proyecto. Microverse se materializó durante 2018 pero, casualidad o no, su modelo es prácticamente calcado al de Lambda School, el gran gigante del "aprende ahora, paga mañana" con sede en San Francisco y casi 50 millones de euros de financiación de Google Ventures, Y Combinator y el actor Ashton Kutcher.

placeholder El actor e inversor en 'startups' Ashton Kutcher, uno de los primeros en apostar por Lambda School. (Foto: TechCrunch)
El actor e inversor en 'startups' Ashton Kutcher, uno de los primeros en apostar por Lambda School. (Foto: TechCrunch)

Camus asegura no haber copiado nada a Lambda. "Empecé a diseñar Microverse dos años antes de que Lambda lanzara, y el día a día del programa es muy diferente, nosotros trabajamos con alumnos en pareja, con proyectos de una a tres semanas en lugar de proyectos diarios, con flujos de trabajo remoto, orientación profesional internacional, etc.", explica. Hay otras diferencias, pero la realidad es que ambas compiten por lo mismo: estudiantes dispuestos a apostar por una escuela desconocida y a pagar, en muchos casos, más de lo que les costaría un préstamo tradicional o un curso de programación de 10.000 euros (o mucho menos, incluso gratis) en escuelas con mayor reconocimiento profesional.

Los números no cuadran

Con los millones de los inversores, han ido apareciendo los primeros problemas serios y los estudiantes que, cada vez más, desconfían de las supuestas bondades de este modelo. "Mi terrible experiencia en Lambda School", explica un exalumno en un foro de Reddit. "Si estás pensando hacer un curso en Lambda School, no lo hagas", explica otro. Así decenas. Sus argumentos: no aprendes nada que no puedas aprender en otros cursos de programación disponibles 'online', muchos gratuitos; las 'clases', de entre 40 y 50 personas, mezclan perfiles de estudiantes de todos los niveles de experiencia, lo que complica mucho avanzar; aprender por 'chat' y videoconferencia puede llegar a ser un auténtico caos, y, lo más importante, los números simplemente no cuadran.

placeholder Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, durante una charla en YCombinator, la 'fábrica de startups' más reputada de Silicon Valley que ha impulsado Lambda School y Microverse. (Foto: YC)
Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, durante una charla en YCombinator, la 'fábrica de startups' más reputada de Silicon Valley que ha impulsado Lambda School y Microverse. (Foto: YC)

En Lambda School, los alumnos pagan un 17% de su sueldo una vez comienzan a trabajar, hasta abonar 30.000 dólares. Es la mitad que en Microverse, con la diferencia de que si en cinco años no encuentras empleo, la deuda se cancela. En Microverse, los 15.000 euros te persiguen de por vida. Eso significa que, por ejemplo, si empiezas a trabajar con un salario de 40.000 euros anuales, entre 500 y 560 euros al mes irán destinados a pagar durante dos años y medio tu curso de programación. Una suma considerable, sobre todo si se tiene en cuena que instituciones como el MIT, a través de su plataforma OpenCourseware, ofrece los mismos cursos de programación completamente gratis. No tienes 'career coach' ni 'pair programming' ni prácticas 'peer-to-peer', técnicas que tanto Microverse como Lambda promocionan como ventajas, pero muchos de los alumnos que lo han probado aseguran que son puro humo o, directamente, "basura".

Uno de los puntos clave que señalan muchos exestudiantes es la tasa de abandono, que sitúan alrededor del 50%. "Solo cinco semanas después de empezar el curso en Lambda, ya tienes que pagar el 40% de la ISA. Luego añaden un 10% cada semana que transcurre", explican antiguos estudiantes. El objetivo es evitar lo antes posible que los alumnos cancelen su matrícula. En el caso de Microverse, solo tienes un mes de gracia para decidir si abandonas sin tener que pagar. Al mes y un día ya tienes que pagar la parte proporcional al tiempo de curso transcurrido (si lo dejas a los dos meses, por ejemplo, deberías 1.000 dólares).

Ariel Camus asegura que más del 80% de los estudiantes de Microverse (ahora mismo, unos 200) termina sus cursos. "No existe a día de hoy una educación internacional como la que damos nosotros. Podrías optar por un 'bootcamp local', pero va a ser un programa de tres meses (el nuestro son ocho o nueve), vas a tener que pagarlo por adelantado, no desarrollas las prácticas de trabajo remoto, no vas a tener 1.500 horas de práctica de inglés, ni la posibilidad de trabajar con estudiantes de más de 70 países, ni el 'career coach' que te ayude a posicionarte como un ingeniero internacional con acceso a oportunidades remotas y de reubicación", explica.

¿Las nuevas 'subprime'?

Más allá de las dudas sobre la calidad de la enseñanza y la verdadera utilidad de esta propuesta, otro punto fundamental ha destapado las sospechas. Tanto Lambda como Microverse obtienen ingresos de una forma poco habitual: la mitad les llega por lo que pagan los alumnos una vez comienzan a trabajar, pero la otra mitad por vender la deuda de los estudiantes a inversores, que la repaquetizan y la transforman en derivados financieros en los que cualquiera puede invertir. La 'startup' obtiene dinero fresco sin tener que esperar a que los estudiantes comiencen a trabajar, dinero con el que puede seguir operando, y los inversores, un nuevo producto que transforman y revenden como un derivado financiero para obtener una jugosa rentabilidad. ¿La historia se repite?

placeholder Parte del equipo de la 'startup' española Microverse. (Foto: Microverse)
Parte del equipo de la 'startup' española Microverse. (Foto: Microverse)

"Los derivados financieros son muy peligrosos, lo deberíamos haber aprendido de la crisis de las 'subrime' de 2007, que generó una de las mayores recesiones económicas mundiales. Pero no creo que haya que prohibirlos, solo regularlos", explica a Teknautas el inversor Luis Martín Cabiedes, socio a su vez de Assembler, una 'startup' que intenta implantar el modelo en España, "pero en absoluto vamos a revender la deuda", señala Cabiedes.

En EEUU, la página Edly, una de las principales webs de compraventa de ISA como mecanismo de inversión, está cofundada por Christopher Ricciardi, exbanquero de Merrill Lynch apodado por el 'Wall Street Journal' como el "padre de los CDO", los derivados financieros que causaron la crisis de las 'subprime'. Ricciardi fue uno de los 'traders' clave que popularizaron los productos financieros tóxicos que hundieron la economía. "Están haciendo con la educación lo mismo que hicieron con las hipotecas", asegura el diario.

Camus no duda ni un milisegundo. ¿No crees que al final tu 'startup' está ayudando a transformar la educación en un producto de inversión? "Absolutamente. Ese es el objetivo, crear un nuevo 'asset class' que permita a inversores del mundo invertir en desarrollar el talento humano. Prácticamente todos nuestros inversores en el fondo de ISA invierten porque quieren ayudar a desarrollar el talento local de sus países", explica. La diferencia fundamental la pone en el tipo de ISA. "Casos como el de Ricciardi demuestran que se tienen que regular rápido para evitar abusos, como las ISA que no tienen topes financieros o temporales". Mientras ese momento llega (y no ha llegado en los tres últimos años), Silicon Valley se apresura a hacer lo que mejor sabe: invertir millones (y mirar hacia otro lado).

"A ver si se calla ese pájaro... Es que, mira, estoy aquí casi en medio de la jungla". Ariel Camus gira el portátil y enfoca la webcam al jardín de su casa, que es como un bosque tropical donde se cuelan ruidosas aves exóticas. Está en su segundo hogar, en San Salvador. “Mi prometida es de aquí”. El primero lo tiene en San Francisco, adonde viaja cada poco para lanzar una ‘startup’ que tiene mucho que ver con su forma de vida: trabajar a distancia y por videoconferencia. “Solo necesitas un portátil y una conexión a internet. Lo mismo ocurre si quieres aprender a programar, lo puedes hacer en cualquier rincón del mundo. Y gratis”. La frase no es casual. Eso es justo lo que promete su empresa, Microverse, una especie de escuela ‘online’ que acaba de nacer y por la que ya se pelean algunos de los inversores más codiciados de Silicon Valley.

Silicon Valley Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) Milton Friedman Wall Street Journal
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