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Héroes de la basura: a bordo del barco que recoge el plástico que mata el Mediterráneo
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Héroes de la basura: a bordo del barco que recoge el plástico que mata el Mediterráneo

Un grupo de expertos en medioambiente y amantes del mar ha convertido un pesquero noruego de 108 años de antigüedad en un símbolo de la lucha por la conservación

Foto: De pesquero de arenques noruego a barco conservacionista. (Fotos: Guillermo Cid)
De pesquero de arenques noruego a barco conservacionista. (Fotos: Guillermo Cid)

Son las 6 de la mañana del primer lunes de octubre, y en Mahón (Menorca) no se oye ni un ruido. La tranquilidad de esta pequeña ciudad balear se une a la paz que transmiten las aguas de su puerto. Los barcos, atracados, apenas mecen sus estructuras, y los grandes yates parecen gigantes dormidos. Pero uno de estos navíos destaca sobre el resto. Entre embarcaciones deportivas y lanchas, aparece un pesquero de dos mástiles que recuerda a tiempos pasados. Construido en madera y sin apenas rastro de modernidad parece un barco de exposición. Lo que uno no se imagina es que en su interior vive un grupo de marineros de lo más peculiar.

En los camarotes del Toftevaag (un nombre que da pistas de su origen) amanece a estas horas su tripulación. Un grupo de entusiastas y expertos medioambientales de toda Europa que bajo la bandera de la asociación Alnitak ha convertido esta embarcación clásica construida en 1910 en todo un símbolo de la conservación marítima, el cuidado de los animales que viven en sus aguas y la lucha contra la basura en el mar.

Foto: Un empleado recoge botellas en un taller de reciclaje de Islamabad. (Reuters)

Carlota y Alberto, dos jóvenes españoles que nunca habían pisado un buque como tripulación hasta este mismo verano, son los primeros en salir del estomago del navío a recibirnos. A estas horas, el sueño puede con todo y en el barco reina una tibia calma, pero sus caras demuestran que están más que acostumbrados a estos horarios. Ofrecen café y tostadas, salen a lavarse los dientes y empiezan a preparar el viaje. Durante las próximas 7 horas, nos enseñarán en el mar cómo han conseguido hacer de este queche de 108 años y origen noruego una embarcación en pro de la limpieza y el mantenimiento de los mares. Sobre todo del Mediterráneo.

Tras ellos aparece el resto del equipo. Maurice, el capitán de origen noruego que a sus alrededor de 70 años (nunca dice su edad) ha cambiado su plaza como profesor universitario de ingeniería náutica en Noruega por este pequeño barco, Anna, una voluntaria de origen suizo y Jasmine, la joven italiana que lleva la comunicación del proyecto. Después de un verano muy largo con otros compañeros y decenas de voluntarios, solo queda la tripulación que en unas semanas, tras acabar su misión estival, sacará el navío del agua y lo guardará hasta la próxima campaña.

placeholder El Toftevaag. (Foto: G. C.)
El Toftevaag. (Foto: G. C.)

Partimos a eso de las 7 de la mañana, en plena lucha entre el Sol y la Luna y las primeras luces despuntan a lo lejos. El barco sale del puerto teñido de un precioso color anaranjado que da aún más épica al momento. Hace mal tiempo y el viento va a pegar mucho en mar abierto. "Se avecina un tormentón", nos explican los tripulantes. Pero vamos a dejar por unos momentos la protección del puerto natural más grande de Europa para poder conocer parte del trabajo que realizan en el Toftevaag.

40 metros cúbicos de basura

El buque, comprado y remodelado por el líder de la asociación, Ricardo Sagarminaga, lleva desde 1989 surcando los mares y realizando todo tipo de labores educativas, científicas y de concienciación con instituciones de toda índole. La limpieza de basura es una de sus tareas, pero no es la única, ni mucho menos. También recogen datos de los animales que encuentran, limpian playas, hablan con los pesqueros de la zona y hasta acuden por los colegios de la zona enseñando todo su proyecto a los niños del lugar. "Hacemos un poco de todo. Son cuatro meses de campaña en los que no paramos", explica Carlota, que a sus 26 años y tras terminar biología marina, se enamoró de este proyecto. "Es duro, pero la verdad que engancha un montón. Tenemos gente de toda Europa que hasta paga por venir aquí durante una semana a ayudar".

Desde este pequeño navío, y con la ayuda de todo tipo de asociaciones y proyectos, enseñan durante unos cuatro meses (de julio a octubre) a voluntarios a conservar las aguas, avistan cetáceos (fueron los que descubrieron al ya famoso tiburón blanco balear este verano), marcan tortugas para seguir sus andaduras y, cómo no, recogen toda la basura que encuentran. Este verano, por ejemplo, forman parte del proyecto ‘1m2 por las Playas y los Mares’ de LIBERA, liderado por SEO/BirdLife y Ecoembes, y con su ayuda han recogido hasta 40 metros cúbicos de basura en los 4 meses que ha durado su viaje alrededor de las Baleares.

placeholder La cubierta del Toftevaag. (Foto: G. C.)
La cubierta del Toftevaag. (Foto: G. C.)

"Hemos encontrado prácticamente de todo y eso que nos quedamos en la superficie. Por ejemplo, hemos visto que hay un grave problema con los globos de los niños que se escapan. No nos damos cuenta, pero su plástico casi siempre acaba en el mar y ensucia igual que el resto", comenta Jasmine, una joven italiana de 33 años que vive en Londres y que es una de las veteranas del grupo. "A unas dos horas de puerto hemos llegado a ver grandes cantidades de plásticos moviéndose junto a delfines y otro tipo de animales. Es algo muy triste", apunta Alberto.

Mientras navegamos escrutan toda la zona buscando desde plásticos hasta animales. Anotan todo lo que encuentran y recogen, y el punto en el que lo hacen. Ayudados por una ‘app’ llamada Mar Noba, suman sus datos sobre las basuras a una base de toda España cuyo objetivo es hacer un mapa con los puntos con más suciedad de nuestros mares y tener todos los detalles sobre esta basura marítima. Según datos de Libera, la realidad de la basura en el mar es alarmante. Se estima que más de 1.000.000 de aves marinas y 100.000 mamíferos y tortugas marinas perecen cada año por enredo o ingestión de basuras marinas.

placeholder Aplicación Mar Noba. (Foto: G. C.)
Aplicación Mar Noba. (Foto: G. C.)

Ya en 2016 se hablaba de que el Mediterráneo acumula unas 1.455 toneladas de plástico, pero el problema no son solo los grandes restos, aunque llamen mucho la atención. Hay algo mucho más pequeño que se debe analizar con aún mayor ahínco: los microplásticos. Pequeñas partículas salidas de todo tipo de productos y objetos que son casi indetectables para el ojo humano pero que llenan nuestros océanos.

Mientras navegamos, desde el Toftevaag lanzan lo que se conoce como ‘Manta troll’. Una red muy fina que unida a una boca en forma de manta atrapa todo lo que se mueve en los primeros 10 centímetros de la superficie marítima. Tras 30 minutos la suben y analizan lo ‘pescado’. Separan los plásticos y lo analizan para ver de qué se trata. "Esto es uno de los problemas más graves que tenemos a día de hoy. Muchos de estos microplásticos acaban en los animales que consumimos a diario y hay investigaciones que dicen que hasta el plancton está empezando a preferir los plásticos que su alimentación natural", explica Jasmine.

placeholder Microplásticos recogidos por la tripulación. (foto: G. C.)
Microplásticos recogidos por la tripulación. (foto: G. C.)

Limpieza continua

El mar cada vez está más bravo y es hora de volver a Mahón para preparar el delicado velero para la tormenta. Pero el trabajo no ha terminado. De vuelta, pasamos por un pequeño puerto junto a la Fortaleza de la Mola, y toca fondear. De ahí, en una pequeña 'Zodiac' que llevan siempre pegada al viejo pesquero de arenques (de lo poco actual que tienen a primera vista en el lugar) acudimos a una de las playas que limpian en la isla balear.

El viento pega fuerte y las olas rompen contra las rocas que llenan el lugar. Sin embargo, Anna, una suiza de unos 40 años que va y viene de su país natal cada semana y que no cobra ni un euro por trabajar en el proyecto de Alnitak, se afana por recoger toda la basura que encuentra en la playa.

placeholder Anna recogiendo basura en la playa. (Foto: G. C.)
Anna recogiendo basura en la playa. (Foto: G. C.)

En apenas 5 minutos se hace con un bidón, una bandera con su mástil que, creen, viene de una boya, y decenas de plásticos y cuerdas. "Esta playa la limpiamos hace tres días y mira como está ya", explica en inglés esta licenciada en Derecho que durante el año trabaja como editora de imagen. Tras 10 minutos, cargamos la lancha con cuatro bolsas de basura y varios objetos que no entran en estas, y volvemos al barco antes de que la tormenta se haga con toda la zona.

Anna, como el resto de la tripulación, destaca por su determinación a la hora de trabajar y hasta de comer (en el buque solo compran en mercados locales y evitan, al máximo, cualquier marca que no cuide el tema de la contaminación). El Toftevaag no es un buque cualquiera, y se nota.

placeholder La tripulación del Toftevaag. (Foto: G. C.)
La tripulación del Toftevaag. (Foto: G. C.)

Volvemos al puerto menorquín tras 7 horas en el mar y, aunque nadie contesta a la pregunta sobre qué hace que dediques tu verano a limpiar el Mediterráneo, todos coinciden en algo: si pruebas, vuelves, aunque sea a limpiar la basura que otros tiran continuamente.

Son las 6 de la mañana del primer lunes de octubre, y en Mahón (Menorca) no se oye ni un ruido. La tranquilidad de esta pequeña ciudad balear se une a la paz que transmiten las aguas de su puerto. Los barcos, atracados, apenas mecen sus estructuras, y los grandes yates parecen gigantes dormidos. Pero uno de estos navíos destaca sobre el resto. Entre embarcaciones deportivas y lanchas, aparece un pesquero de dos mástiles que recuerda a tiempos pasados. Construido en madera y sin apenas rastro de modernidad parece un barco de exposición. Lo que uno no se imagina es que en su interior vive un grupo de marineros de lo más peculiar.

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