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¿Guardar todo en la nube o en un disco externo? Así puse orden en mi vida (digital)
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un proceso laborioso como pocos

¿Guardar todo en la nube o en un disco externo? Así puse orden en mi vida (digital)

Me he enfrentado al reto de organizar los 40GB de archivos que reposan en mi disco duro. Para evitarlo he tenido que tirar de una tarjeta SSD y Drive en un proceso laborioso como pocos

Foto: Imagen: EC.
Imagen: EC.

Tengo que reconocerlo. Me suelo preocupar más bien poco por las copias de seguridad. Poco o nada. De vez en cuando me hacía un Javier Clemente. Cogía unos cuantos archivos y carpetas que consideraba valiosos, les metía un 'patapum parriba' y acababan sin demasiado gobierno en el Drive asociado mi correo de Gmail. Pero hace poco más de un mes sentí la llamada.

Fue tomando una cerveza con un amigo, uno de esos locos de la seguridad informática, que me estuvo comiendo un buen rato la oreja con este asunto: “Además tú que estás todo el día probando equipos y dispositivos”. Le faltó poner los ojos en blanco y soltar algún 'Sin copias de seguridad. Esto clama al cielo'. Tras perder la noción del tiempo que duró el sermón, abracé sus postulados con el raciocinio anestesiado.

Foto: Algunas de las mejores memorias SSD externas. (EC)

Dispuesto a enmendar este pecado mayúsculo empecé a planificar mi penitencia. Me encontré entonces con lo más parecido a un cajón de sastre. A eso se refería mi madre cuando decía aquella expresión. Carpetas de fotografías sin ninguna organización, brutos de vídeos, audios, muchísimos PDFs, lecturas pendientes, documentos de Word repetidos con la coletilla '(1)', '(2)', '(3)',... de tantas veces que lo había descargado o guardado con el mismo nombre. Por encontrar, encontré hasta mi trabajo de fin del máster que cursé hace ocho años. Y tal y como están las sensibilidades, mejor tenerlo a buen recaudo.

40 GB de desgobierno... y ahora, copia de seguridad

placeholder Foto: Apple.
Foto: Apple.

En total, casi cuarenta y pico gigas de información desordenada y acumulada en la memoria de mi MacBook Pro durante años. A esto hay que sumar todo lo que he perdido en memorias USB y borrado sin pensar. Empecé a etiquetar todo, eliminar parte y agrupar lo restante. La tentación de coger todo, chutarlo al fondo de un disco duro externo y empezar de cero apareció en varios momentos. Pero resistí estoicamente ese impulso, puse todas las carpetas en orden y apenas quedó rastro de esa especie de 'síndrome de Diógenes 2.0' que me ha acechado durante años. Había puesto en orden mi vida (digital). Ahora tocaba el momento de buscar 'trastero' donde colocar esa ingente cantidad de archivos y empezar a clonar cada cierto tiempo mi información.

La pregunta es clara. ¿Nube o almacenamiento físico? Opté de primeras por hacerme con una tarjeta SSD. Una de 500 GB me pareció suficiente. La escogí por tamaño, entre otras cosas, como velocidad de escritura y conexiones. El precio de este aparato de Samsung es de 190 euros, pero tienes tarjetas SSD portátiles más asequibles o con mayor almacenamiento.

Apple ofrece 'Time Machine' para las copias de seguridad. Y Windows 10 tiene sistema propio

Di forma a la copia en la unidad de almacenamiento externo y listo. En el caso de que tengas un PC, tienes que saber que Microsoft ha habilitado en Windows 10 un sistema similar para hacer 'back up' desde el menú de configuración en 'Historial de Archivos'.

Aún así -sí que fue convincente la charla de mi colega- pensé que no era suficiente con ello. No sería la primera vez que le meto un viaje considerable a un aparato dejándolo inutilizado o, directamente, lo pierdo. Así que empecé a valorar muy en serio tener un segundo as en la manga.

Disco duro sí, pero...

placeholder Montaje: E. Villarino.
Montaje: E. Villarino.

Decidí meter en la ecuación los llamados servicios en la nube. Especialmente para mis tareas del día a día o viajes de trabajo, donde el trajín y las idas y venidas pueden hacer que la memoria externa SSD (del tamaño de una tarjeta de crédito) cayese en desgracia en cualquier momento.

Tras un mes copiando mis archivos en uno y otro lado, he llegado a la conclusión de que son necesarios ambos servicios si realmente quieres proteger tu información y tenerla relativamente a mano. Las ventajas de un almacenamiento físico son bastamente conocidas. Rapidez de escritura y lectura y no depender de conexión a internet, principalmente. Los problemas, también. Si extravías el equipo, adiós. Si te lo olvidas y tienes algo importante para esa jornada de trabajo, vuelve para casa y verás que gracia.

Es imposible ceñirse a una sola opción. La SSD es portátil y rápida, pero si se pierde, adiós

Si eres de los que el precio te echa para atrás, también tienes que saber que hay opciones más asequibles. A partir de cien euros puedes encontrar buenos dispositivos en Amazon.

Escogiendo 'nube'

placeholder Foto: Google Drive.
Foto: Google Drive.

Aunque utilizo iCloud en el iPhone, cuando tuve que elegir una plataforma digital de almacenamiento estuve casi siempre entre dos opciones: Google Drive y Dropbox. Consulté los planes de uno y otro. Me acabé decantando por Drive. Aunque lo comparte con Google + y Gmail, el espacio del plan gratuito es de 15 gigas. Mucho más que los 2 GB que ofrece su rival por nada a cambio.

Ambos tienen aplicación para móviles y para ordenador, pero en el caso de Gmail nos deja fácilmente trabajar en documentos colaborativos. Recordé lo útil que me había sido en el pasado y opté por ello. Si en algún momento necesito ampliar el plan, los precios están en la misma línea: 9,90 euros al mes por un terabyte al mes o 99,90 al año. La otra opción a valorar, especialmente en entornos de Windows, es One Drive, que cuenta con un plan gratuito de 5GB.

La sincronización selectiva de Drive es algo que debes controlar. Te ahorrará horas de trabajo

Seleccioné un buen número de carpetas y empecé a clonarlas allá arriba. Digo allá arriba por lo de la nube. La verdad que nunca he entendido lo de llamarle la nube (no hay nada más físico que unos servidores...) pero bueno es el que han puesto y todo el mundo acepta.

Activé la opción para que las carpetas se sincronicen automáticamente entre mi ordenador y Drive (y viceversa). Así no me tenía que preocupar de andar abriendo la plataforma y archivando cada vez que añadiese algo nuevo o descargándolo cada vez que subiese un archivo nuevo desde otro equipo. La solución llegó a gracias a la sincronización selectiva. Esto permite determinar unas carpetas concretas que se sometan a este proceso y no estar clonando todo el contenido.

Drive, pero no para todo

placeholder Foto: Pixabay.
Foto: Pixabay.

Se trataba de una medida para evitar el caos con el que me encontré unas semanas atrás. Y así, de paso, no tendría que estar de un lado para otro con la tarjeta SSD, que dejé reservada para las copias de seguridad periódicas. Copiar archivos es mucho más rápido con el formato físico, pero cuando hablamos de presentaciones, documentos de texto y un volumen razonable de fotos, subirlo a Drive con conexión wifi no es problema.

La SSD ha quedado para copias de seguridad y archivos grandes. La nube, para el día a día

El gran obstáculo me lo he encontrado con los vídeos. Algunos brutos o piezas en calidad Full HD. Ahí si he tenido que tirar del almacenamiento externo porque subir archivos grandes es algo que se me ha demorado durante horas e, incluso, se me ha interrumpido, dando al traste con el proceso.

Así he conseguido poner orden en mi ordenador. La eterna pregunta, al menos para mí, ya tiene respuesta. ¿Guardar todo en la nube o en un disco externo? Ambas. El almacenamiento físico para copias de seguridad completas (como el 'Time Machine') y la nube para mi día a día y fotos en el móvil.

Tengo que reconocerlo. Me suelo preocupar más bien poco por las copias de seguridad. Poco o nada. De vez en cuando me hacía un Javier Clemente. Cogía unos cuantos archivos y carpetas que consideraba valiosos, les metía un 'patapum parriba' y acababan sin demasiado gobierno en el Drive asociado mi correo de Gmail. Pero hace poco más de un mes sentí la llamada.

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