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Morozov: "Las manzanas podridas no son las tecnológicas, son los fondos millonarios"
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"Cambridge analytica es una distracción"

Morozov: "Las manzanas podridas no son las tecnológicas, son los fondos millonarios"

Escritor e investigador bielorruso, Evgeny Morozov es uno de los grandes azotes mundiales de Silicon Valley y la tiranía del capitalismo digital. Hablamos con él

Foto: Evgeny Morozov en un momento de la entrevista.
Evgeny Morozov en un momento de la entrevista.

Evgeny Morozov (Bielorrusia, 1984) se hizo mundialmente famoso en 2011 con 'El desengaño de Internet. Los mitos de la libertad en la red', donde ofrecía un refrescante escepticismo al evangelio del buenísimo tecnológico capitaneado por revistas como Wired y profetas de la Inteligencia colectiva como Clay Shirky. Hoy resulta difícil creer que tantos defendieran la red social como la herramienta perfecta para acabar con el totalitarismo y democratizar el mundo entero. Morozov, que entonces tenía 26 años, encontraba en la red otras tres cualidades favoritas de cualquier dictador: censura, vigilancia y propaganda.

Se choteaba de cómo los medios de comunicación alimentaron la peregrina idea de que un retraso premeditado en el mantenimiento de los servidores de Twitter había sido determinante para acabar con el Sha de Irán. Y apuntaba los nombres de las compañías que bloquearon a Wikileaks el acceso a sus propias donaciones cuando denunció los crímenes cometidos por el ejército norteamericano, que no eran chinas, ni árabes ni coreanas. Eran Amazon, PayPal, Visa, Apple y Mastercard.

Foto: Mark Zuckerberg, creador de Facebook. (Reuters) Opinión

Dos años más tarde, con 'La locura del solucionismo tecnológico', los papeles de Edward Snowden le habían dado la razón. Morozov publicaba en el 'London Review of Books,' el 'New York Times', el 'New Yorker' y 'The New Republic', donde le daba candela a gurús de la Web 2.0 como Tim Wu, Jeff Jarvis y Kevin Kelly. Hace tres año se mudó a Barcelona con su pareja Francesca Bria, comisionada de Tecnología e Innovación digital del gobierno de Ada Colau. Desde entonces trabaja en un libro que, según las últimas predicciones, publicará el año que viene, aunque no las tiene todas consigo.

placeholder Evgeny Morozov (Foto: Román Lores, MNCARS)
Evgeny Morozov (Foto: Román Lores, MNCARS)

"Empezó como un libro sobre ciudades y tecnología pero se ha convertido en un libro sobre feudalismo y capitalismo", explica con un largo suspiro. Este lunes estuvo en el auditorio del Reina Sofía hablando sobre "el lado oscuro de la libertad de Internet", como parte del seminario "Seis contradicciones y el fin del presente".

Aunque ha contribuido al reciente debate en medios como la BBC, no quiere hablar de Cambridge Analytica porque le parece una distracción. Quiere hablar del los fondos de inversión estatales y su impacto en la configuración de las infraestructuras que están por venir.

PREGUNTA: El lunes dedicó los primeros 10 minutos de su charla a explicar que el capitalismo digital es un capitalismo financiero. ¿Qué le hace pensar que hace falta esa aclaración?

RESPUESTA. Mi experiencia es que en la mayoría de eventos que tienen capitalismo digital en el título, solo se habla del impacto de las empresas tecnológicas y de lo malas que son. Son la nueva manzana podrida y todos los demás son mejores. Sobre todo en Alemania, donde los sindicatos tienen una fuerte obsesión por el término. Pero no es así. Otros entienden que ciertos fondos soberanos multimillonarios, un mundo que nadie parece comprender fuera del sector tecnológico, han empezado a depender de inversiones en esas grandes tecnológicas para su propia infraestructura y gasto social.

Por ejemplo Noruega, un país teóricamente socialista donde el capitalismo digital está ayudando a financiar el estado socialista del bienestar. Lo hacen invirtiendo en empresas que causan la ruina en otros lugares, como Uber y Airbnb. Ahí tienes lo peor del capitalismo ayudando a financiar lo mejor del socialismo. Y esto es solo el ejemplo que me gusta usar para explicar lo retorcido que es el sistema ahora mismo. Porque nadie quiere darse cuenta de que todos estos supuestos triunfos de la socialdemocracia que tanto celebramos y envidiamos en lugares como Noruega están conducidos por su capacidad para explotar el trabajo de niños en fábricas inhumanas que producen iPhones.

Cuando tienes fondos multibillonarios invirtiendo en Uber y Airbnb, es poco probable que puedas competir con ellos

La distinción no es ociosa porque, una vez te das cuenta de la cantidad de capital que hay en juego, empiezas a ver con más escepticismo las propuestas alternativas de la economía colaborativa desde la base que se proponen como soluciones para plantar cara al dominio de las grandes empresas tecnológicas. Cuando tienes fondos estatales multimillonarios invirtiendo grandes cantidades de dinero en Uber y Airbnb, es poco probable que puedas sacarles ventaja o competir con ellos con una cooperativa local.

P. ¿Le parece incompatible que un estado invierta en esos grandes proyectos y al mismo tiempo use parte de esos beneficios para establecer las bases de una infraestructura local, no dependiente de empresas extranjeras?

R. Si lo valoras desde un punto de vista estrictamente financiero, ves que la escala del proyecto y la cantidad de dinero, incluyendo la inversión de capital, es demasiado grande. Y no todo son evaluaciones sobreinfladas, mucho de este dinero se invierte en infraestructura: Inteligencia Artificial, etc. Cuando la diferencia en escala es tan desproporcionada, la solución tradicional no basta. Porque no puedes tener una respuesta local a estas plataformas que solo llegue a la mitad.

placeholder Evgeny Morozov (Foto: Román Lores, MNCARS)
Evgeny Morozov (Foto: Román Lores, MNCARS)

Por ejemplo, puedes tener una respuesta a Uber que dependa de conductores. Si la cooperativa es lo suficientemente fuerte y está bien arraigada localmente, puedes sobrevivir un tiempo. Pero en un mundo en el que los coches son conducidos por un sistema autónomo, ya no puedes competir con una cooperativa. Para eso necesitas tener tu propia Inteligencia Artificial y para eso necesitas la clase de inversión masiva que tiene Uber, más las bases de datos que te lleva de ventaja. Ahora mismo siento que es mi obligación desengañar a todas esas personas que piensan que puedes ofrecer una alternativa local a estas plataformas. Para resolver este problema hay que elevarlo a la categoría nacional o europea.

P. Cuando hablamos de infraestructuras, ¿es realmente necesario que la solución local tenga el tamaño de las grandes tecnológicas?

R. Lo es si no puedes obligar a la gente a usar tu plataforma en lugar de la otra. Por ejemplo, prohibiendo servicios como Uber, Airbnb, etc. en tu ciudad o región. Pero los actuales acuerdos comerciales impiden que puedas hacer eso sin que te machaquen en los tribunales.

P. Estas empresas siguen la famosa estrategia de Starbucks de perder dinero abriendo cinco sucursales en el mismo barrio con ofertas ridículas hasta que destruyen el tejido local, para después cerrar cuatro de cinco.

R. Sí pero no, porque la automatización lo cambia todo. Uber con coches autónomos es un Starbucks sin dependientes. Si el otro no paga salario ni seguridad social ni seguros por accidente pero tu sí, te quedas fuera del juego. La cooperativa de conductores solo puede sobrevivir consiguiendo que Uber sea ilegal. Y, salvo que seas Korea del Norte, esa decisión generaría mucho rechazo, porque la gente quiere coger taxis y pagar menos. Si el sindicato de taxis no puede ofrecer coches autónomos porque no controlan los medios de producción, lo único que pueden hacer es alquilar la tecnología a Uber o Google, depender de su infraestructura.

Uber con coches autónomos es un Starbucks sin dependientes. Si el otro no paga salario ni seguridad social, te quedas fuera del juego

En otras palabras, si eres un fabricante de jabón local, puedes competir con Procter&Gamble porque los costes de producir y distribuir localmente el producto son triviales. Pero la tecnología es una industria de capital intensivo, y el mito de que abarata y democratiza los costes de entrada y producción, de que permite optimizar todo de manera eficiente simplemente ya no es cierto. En la transición a la Inteligencia Artificial, el salto se ha vuelto inalcanzable. La única oportunidad que tienen las industrias locales es que se resuelva el problema de la Inteligencia Artificial y a recopilación de datos a nivel estatal o europeo.

P. Europa ya no pueden reclamar lo que ha cedido sin pedir prácticamente nada a cambio.

R. Las ciudades pueden suplir energía y pueden gestionar el agua, pero no tienen una solución al tema de la IA o de los datos. Y esos datos no se pueden nacionalizar porque no están guardados localmente. No puedes ir a EEUU y reclamar los datos que Google ha guardado en sus servidores de California. ¿Qué estrategia legal puedes argumentar para requisar esos datos? ¿Cómo obligas a Google a dártelos?

Puedes hacer que Google te ceda esos datos en el futuro, si estableces un marco legal que les obligue a dejar una copia de esas bases de datos de manera local. Pero de momento no han infringido ninguna ley de protección de datos. Si lo hubieran hecho, estarían de demandas hasta el cuello. Y tienen un ejército de abogados cuyo trabajo es impedir que eso pase.

placeholder Evgeny Morozov. (Foto: Wikimedia Commons)
Evgeny Morozov. (Foto: Wikimedia Commons)

P. Propone combinar la protección de datos con un acuerdo de redistribución de esos datos.

R. Sería una manera proactiva de gestionarlo. Decir: si quieres tener acceso al mercado de datos europeo, tienes que guardar los datos de manera local y darnos una copia. Pero no hay un solo país en Europa que tenga el poder de hacer eso. Ni siquiera China puede hacer eso. Mucho menos de manera retroactiva.

P. Nuestra regulación de datos establece que cada uno de nosotros puede pedir una copia de los datos que hay sobre nosotros en cualquier base de datos. Si pudiéramos implementar esa petición de manera masiva a nivel local o nacional, ¿serviría para algo?

R. Se podría hacer. Y sería relativamente útil, pero gran parte del valor de esas compañías viene no solo de los datos individuales que consiguen sino del resto de las bases de datos y de su propia plataforma de Inteligencia Artificial. Son los instrumentos para procesar esos datos lo que tienen verdadero valor. Esa infraestructura, construida con esa gran inversión de capital, hace que sean demasiado poderosos para cualquier estado.

Aunque tuviéramos los datos, haría falta tener una infraestructura similar a la suya. Y no estamos en ello. ¿De quién son las redes 5G que se están desarrollando? De quién es la infraestructura de computación cuántica? ¿El Internet de las cosas? ¿Quién está desarrollando Inteligencia artificial? Muchas de esas infraestructuras se están construyendo ahora mismo y aún podemos decidir no depender de las grandes empresas norteamericanas y construir otra cosa. Es la infraestructura lo que hay que socializar, no los datos. Sin la infraestructura, los datos no valen para nada.

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(Foto: EFE)

P. Una de las características del capitalismo digital es que, por primera vez, estamos cediendo el control de nuestras infraestructuras básicas a empresas extranjeras. Y lo que ocurre cuando haces eso es Puerto Rico, que sobrevive sin red eléctrica, sin torres de transmisión y sin acceso a servicios básicos desde septiembre del año pasado, cuando pasó el último huracán. Y seguirá así mucho tiempo porque Puerto Rico no es una prioridad para las empresas norteamericanas de las que dependen. ¿No es motivo suficiente para invertir en una infraestructura local, aunque no sea perfecta, en lugar de depender completamente de una ajena a nuestra comunidad, ajena a nuestra legislación?

R. No creo que las ideas sean tan importantes, porque las ideas no cambian las cosas. Podría ser que Puerto Rico consiga levantar su propia infraestructura después del desastre, pero ahora su principal preocupación es pagar su deuda. Que por cierto es el caso de muchos países también en Europa. No es como si el margen de maniobra es muy grande. Con una idea no puedes construir infraestructura o cambiar las políticas comerciales.

No digo que sea imposible, ni que la idea de que la tecnología tiene un impacto sobre la economía no sea importante. Sería bonito que la izquierda se diera cuenta de eso. Pero eso no será suficiente para que puedan construir su propia infraestructura. Su problema es que no tienen el poder de cambiar eso. Simplemente no podemos. Podemos hablar todo lo que queramos de municipalismo, de plataformas ciudadanas, de cooperativas, de los comunes. Pero son distracciones de lo importante. Deberíamos estar hablando de nacionalismo económico, proteccionismo, y rediseñando nuestra situación con respecto a América, con respecto a China. Pero la cuestión fundamental es el poder: no tenemos.

Me preocupa poco Rusia, menos que al resto de analistas, creo que la mayor parte del escándalo digital del último año es pura ficción

P. ¿Estamos entonces condenados a depender de infraestructuras, servicios y plataformas chinas y norteamericanas?

R. Parece inevitable. Algunas de las empresas europeas dedicadas a la Inteligencia artificial están siendo compradas por unos y otros. Por ejemplo, un fondo de inversión chino [Chinese Midea Group] compró la empresa de robótica alemana Kuka y otro fabricante italiano. Con este orden de cosas y sin la intervención de ninguna otra fuerza potente, este es el escenario más probable. La buena noticia es que no tendremos que pagar mucho por ellas.

P. Tampoco cobraremos impuestos.

R. Cierto. Porque el modelo económico de muchos países europeos está basado en ofrecer beneficios fiscales. Si quieres cambiar eso, solo tienes que derrocar a los gobiernos de Holanda, Irlanda, Luxemburgo y un par más. Este es el problema que paraliza Europa: no podemos encontrar soluciones al problema tecnológico sin solucionar antes los acuerdos comerciales, el estado del bienestar y del concepto de estado en general.

P. No se escapa sin hablar de Rusia. Como investigador bielorruso, familiarizado con el antiguo bloque soviético. ¿Cuánto poder tiene realmente Putin ahora mismo?

R. Rusia ha intentado adquirir una cierta autonomía como estado, desde el traumático episodio de los 90. Han tratado de construir su propia economía y controlarla. Han intentado atraer compañías occidentales para ayudarles a conseguir ese propósito, especialmente bajo Dmitry Medvedev. Su conflicto con occidente y la guerra en Ucrania les ha apartado de ese camino, así que ahora están más preocupados por su autonomía y la soberanía digital.

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Evgeny Morozov (Foto: Román Lores, MNCARS)

Me preocupa poco Rusia, menos que al resto de analistas, creo que la mayor parte del escándalo del último año es pura ficción. Primero, porque veo que Rusia es un estado demasiado débil para retar a la UE y mucho menos a América. Y segundo porque, aunque es un lugar complicado y está lejos de ser una perfecta democracia, tampoco es un régimen estable como Corea del Norte.

Hay muchas facciones y algunas de esas facciones son más razonables que otras. Pero debemos resignarnos a tener a gente como Putin dirigiendo el país durante un buen rato. Porque la otra alternativa es volver al modelo de los 90, a la era de la hiperinflación, y el Banco Mundial y los consejeros estadounidenses llevando el gobierno e introduciendo el uso de 'fake news' para ser elegidos en 1996, no creo que esa sea la clase de Rusia que prefieren los rusos.

Evgeny Morozov (Bielorrusia, 1984) se hizo mundialmente famoso en 2011 con 'El desengaño de Internet. Los mitos de la libertad en la red', donde ofrecía un refrescante escepticismo al evangelio del buenísimo tecnológico capitaneado por revistas como Wired y profetas de la Inteligencia colectiva como Clay Shirky. Hoy resulta difícil creer que tantos defendieran la red social como la herramienta perfecta para acabar con el totalitarismo y democratizar el mundo entero. Morozov, que entonces tenía 26 años, encontraba en la red otras tres cualidades favoritas de cualquier dictador: censura, vigilancia y propaganda.

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