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Los jubilados que reparan de su bolsillo los más de 2.000 telégrafos de Correos
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UNA COLECCIÓN ÚNICA

Los jubilados que reparan de su bolsillo los más de 2.000 telégrafos de Correos

Estos mecanicos voluntarios aplican su experiencia arreglando estas máquinas ahora en desuso. Gracias a ello se las puede ver funcionando en el Museo Postal y Telegráfico de Madrid

Foto: Estación morse que estuvo en funcionamiento en las islas Chafarinas de 1891 a 1970, el ultimo trabajo terminado de estos mecánicos. (Imagen: cedida por Victoria Crespo)
Estación morse que estuvo en funcionamiento en las islas Chafarinas de 1891 a 1970, el ultimo trabajo terminado de estos mecánicos. (Imagen: cedida por Victoria Crespo)

Cada miércoles por la mañana, Ángel Brasero, José Castellanos y Manuel Martín se encuentran en el barrio madrileño de Moncloa y toman un autobús hasta el Museo Postal y Telegráfico, cerca del Hipódromo de la Zarzuela. Llegan sobre las nueve, saludan a Victoria Crespo, la directora, y comienzan a trabajar con los aparatos que allí se encuentran. A eso de las diez y media u once, hacen un descanso para tomar un café y continúan otro par de horas, hasta pasada la una de la tarde. Entonces, regresan a casa hasta la semana siguiente. De manera voluntaria, estos tres mecánicos jubilados, que forman el grupo técnico de la Asociación de Amigos del Telégrafo, recuperan para la posteridad los aparatos con los que durante décadas los españoles mandaron sus mensajes.

Foto: Antonio Moreno, frente a los contadores de la luz (cedida por Interviú)

Entre colecciones de sellos nacionales e internacionales, uniformes o centralitas de teléfono, el Museo Postal y Telegráfico atesora más de 2.000 piezas, de mediados del siglo XIX hasta hace unas décadas. Muchas de ellas están expuestas gracias al trabajo previo de Brasero, Castellanos y Martín, como una quincena de máquinas morse, una oficina de envío y recepción de estos mensajes de puntos y rayas o las impresoras que en las redacciones periodísticas recibían los teletipos de las agencias de noticias. Además, gracias a ellos se están recuperando reliquias que estuvieron funcionando durante más de 70 años.

Piezas aún en funcionamiento

placeholder De izquierda a derecha, Victoria Crespo, Ángel Brasero y Manuel Martín. (Imagen: cedida por Victoria Crespo)
De izquierda a derecha, Victoria Crespo, Ángel Brasero y Manuel Martín. (Imagen: cedida por Victoria Crespo)

El grupo de trabajo lleva en marcha desde 2007. Lo fundó el entonces presidente de la Asociación de Amigos del Telégrafo, Sebastián Olivé, y ahora son los citados tres miembros quienes se encargan de seguir con la labor. “Gracias a ellos, el museo es un museo dinámico y vivo, y los visitantes, además de ver piezas originales, las pueden ver en funcionamiento”, explica Victoria Crespo, directora del museo, a Teknautas.

La sección telegráfica del museo se exhibe en dos salas, una dedicada al siglo XIX y otra al XX. En la primera también están las maquetas de los primeros aparatos españoles de telegrafía óptica, que consistía en la transmisión de figuras en la parte superior de altas torres, que había que observar con un catalejo. Estas figuras formaban un mensaje cifrado que solo conocían emisor y receptor; pero si las condiciones meteorológicas eran adversas (o si era de noche) no se podía transmitir, razón por la que apenas tuvo diez años de esplendor, de 1844 a 1854. En 1855 se legislaría la telegrafía eléctrica, “una revolución para las comunicaciones” debido a su rapidez para transmitir la información, explica Crespo.

Aportes personales

La tarea de restauración comienza con una limpieza a fondo de cada aparato. Muchos de ellos vienen del antiguo Museo de Telégrafo (que estaba situado en el Palacio de Comunicaciones, lo que hoy es el Ayuntamiento de Madrid), de la primera Escuela Superior de Ingenieros de Telecomunicación, de 1913, y de los aparatos que había en las oficinas de telégrafos de pueblos y ciudades.

Tras ello, junto a su experiencia como técnicos, echan mano de los libros de la biblioteca especializada con la que cuenta el museo y buscan los esquemas en los que se describe el funcionamiento de cada máquina. Una vez puestos en funcionamiento, se exhiben en las salas. Cada aparato es tratado con líquidos especiales que ellos mismos aportan.

Ángel Brasero tiene 85 años y es uno de esos mecánicos, luego denominados técnicos especializados en telecomunicación. Empezó en el año 1949 como repartidor de telégrafos (fue “el quinto motorista de España” en el servicio, asegura a Teknautas), pero le dieron “varios golpes” y decidió cambiar su trayectoria. Aprobó las oposiciones para auxiliar mecánico y comenzó a reparar teleimpresores y máquinas morse. Cuando se jubiló, entró en la Asociación de Amigos del Telégrafo y en el museo para reparar sus fondos.

"Una lucha contra ciento y pico años"

Brasero recuerda que al empezar a colaborar con la institución los jóvenes y los alumnos de los colegios iban y veían “una cosa estática que no se mueve; [eso] no dice nada”. Había que reparar todo aquello. “Yo desguazo un morse [en desuso] por completo, todas las piezas encima de una mesa, tornillería y todo, lo vuelvo a montar, y aquello, el noventa y tantos por ciento, vuelve a funcionar”, resume.

placeholder  Estación morse portátil del siglo XIX. (Imagen: cedida por Victoria Crespo)
Estación morse portátil del siglo XIX. (Imagen: cedida por Victoria Crespo)

Brasero define su trabajo como “una lucha, porque tú luchas contra un equipo que tiene ciento y pico años” y con el que surgen muchos problemas, “pero una vez que lo consigues y ves que aquello funciona, pues oye, te sientes orgulloso de la labor que has hecho”. Según Crespo, la pieza que más llama la atención de las que han reparado es precisamente una estación telegráfica de morse de finales del siglo XIX, que está en funcionamiento. “Es una oficina completa”, describe la directora: un transmisor, un receptor de cinta donde quedan registrados los puntos y rayas y otro receptor acústico, con una fuente de alimentación adaptada a las corrientes actuales.

Teletipos y máquinas como pianos

También han arreglado teleimpresores o télex, aparatos que imprimían los mensajes mandados desde otras estaciones y que se encuentran en la sala del siglo XX. Entre ellos están los de la marca Creed, que triunfaron en los años 30 y que ahora se pueden ver funcionando, o los de la marca SAGEM, de mediados del siglo pasado.

Estas máquinas podían colocarse en casas de abonados o comercios (también en las propias oficinas de telégrafos) para recibir los mensajes con comodidad. Los periodistas los conocen por otro término: son los teletipos, las máquinas que permitían recibir noticias en las redacciones en finas tiras de papel y que dieron nombre a las informaciones de agencias de prensa, un vocablo que todavía se emplea en la actualidad. Crespo cuenta cómo muchos visitantes aún recuerdan estas máquinas en sus casas u oficinas.

placeholder Dos teleimpresores SAGEM y un teletipo Siemens de mediados del siglo XX. (Imagen: cedida por Victoria Crespo)
Dos teleimpresores SAGEM y un teletipo Siemens de mediados del siglo XX. (Imagen: cedida por Victoria Crespo)

Picadoras

Muchas se asemejan a las actuales impresoras o faxes, pero también hay otras llamadas picadoras o perforadoras. De estas se han recuperado “tres o cuatro”, explica José Castellanos, otro de los miembros del equipo. Ahora con 74, cuando tenía 16 años entró en la escuela de aprendices y estuvo más de cuatro décadas en el oficio. Ahora, cada semana trabaja para recuperar máquinas como estas picadoras, llamadas así porque los mensajes, se tecleaban como si fuera con una máquina de escribir, se perforaban en una cinta y luego se transmitían.

placeholder Perforadora Siemens de 1950. Los mensajes se agujereaban en la cinta que salía detrás del teclado. (Imagen: cedida por Victoria Crespo)
Perforadora Siemens de 1950. Los mensajes se agujereaban en la cinta que salía detrás del teclado. (Imagen: cedida por Victoria Crespo)

Sean máquinas morse, teletipos u otro tipo de dispositivos, estos, una vez separados por piezas, “se petrolean”, explica Castellanos. Petrolear es un proceso que comienza echando un poco de aceite y petróleo en una bandeja. Se impregna una brocha en la mezcla y se limpian las piezas con ella. Se dejan secar, se engrasan con un aceite especial y se montan. En otras ocasiones, tan solo basta con poner tinta en las impresoras o cintas que la necesiten para imprimir mensajes.

La pieza favorita de Castellanos es una que acaban de reparar. Se trata de una máquina de morse, con emisor y receptor, que estuvo en funcionamiento en las islas Chafarinas, cercanas a Marruecos, desde 1891 a 1970. Su siguiente reto, en el que ya están inmersos, es una máquina Hughes, un telégrafo del siglo XIX que se caracterizaba por tener un teclado como el de un piano y transmitir a través de cinta: como si fuera un ordenador, el usuario pulsaba unas teclas con caracteres alfanuméricos y se producía una señal que llegaba a la cinta del aparato receptor.

placeholder Telégrafo Hughes del Museo de Tecnología de Varsovia. Un modelo parecido es el que está reparando ahora el Museo Postal y Telegráfico de Madrid. (Imagen: Wikipedia)
Telégrafo Hughes del Museo de Tecnología de Varsovia. Un modelo parecido es el que está reparando ahora el Museo Postal y Telegráfico de Madrid. (Imagen: Wikipedia)

Aunque parezca más fácil de utilizar que un morse, ya que no habría que aprender un sistema de puntos y rayas, las dificultades para sincronizar emisor y receptor hicieron que no tuviera un recorrido tan largo como el otro sistema, con el que incluso Pilar Rubio se atrevió hace poco en ‘El hormiguero’ (es más, ella aprendió en el Museo con la colaboración de los mecánicos). Brasero ha sido el encargado de desmontar esta máquina Hughes pieza por pieza, para luego lijar y barnizar (“porque era una porquería”, describe Castellanos) cada una de sus partes.

placeholder FOTO 6: Estación morse del siglo XIX con cinta y que ha sido restaurada. (Imagen: cedida por Victoria Crespo)
FOTO 6: Estación morse del siglo XIX con cinta y que ha sido restaurada. (Imagen: cedida por Victoria Crespo)

Castellanos explica que ellos pagan de su bolsillo los pequeños materiales que necesitan, como bombillas (algunos modelos de teletipos las necesitan) o líquidos. “Tampoco vale mucho”, explica con modestia, y asegura que lo hacen “con mucho gusto”. Crespo elogia su trabajo semanal y ellos están contentos con su labor. “Así pasamos la mañana”, sentencia Castellanos. “Yo pienso que estamos haciendo una buena labor”.

Cada miércoles por la mañana, Ángel Brasero, José Castellanos y Manuel Martín se encuentran en el barrio madrileño de Moncloa y toman un autobús hasta el Museo Postal y Telegráfico, cerca del Hipódromo de la Zarzuela. Llegan sobre las nueve, saludan a Victoria Crespo, la directora, y comienzan a trabajar con los aparatos que allí se encuentran. A eso de las diez y media u once, hacen un descanso para tomar un café y continúan otro par de horas, hasta pasada la una de la tarde. Entonces, regresan a casa hasta la semana siguiente. De manera voluntaria, estos tres mecánicos jubilados, que forman el grupo técnico de la Asociación de Amigos del Telégrafo, recuperan para la posteridad los aparatos con los que durante décadas los españoles mandaron sus mensajes.

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