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Así creó el padre de los salvapantallas el producto "más exitoso del mundo"
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Así creó el padre de los salvapantallas el producto "más exitoso del mundo"

Los más jóvenes apenas sabrán lo que son, pero en su día los salvapantallas fueron un millonario negocio cuyo proceso de creación no distaba mucho del de una obra de arte

Foto:  Uno de los salvapantallas míticos de After Dark
Uno de los salvapantallas míticos de After Dark

Una pecera, un mar de estrellas sobre una ciudad, todo un arsenal de tuberías y, cómo no, un recorrido infinito en primera persona por el laberinto más famoso de todos los tiempos. Estos y otros escenarios son los que llegaron allá por los años 90 a millones de monitores de la mano de una especie en peligro de extinción: los salvapantallas.

“Los de ahora son poco originales y malos”. Quien dedica estas duras palabras a los salvapantallas actuales es Bill Stewart, uno de los creadores de esas herramientas que llegaron en 1989 para solucionar un problema: si la imagen de un monitor no cambiaba en unos minutos, se corría el riesgo de que la pantalla quedara manchada de por vida. Hasta entonces, el remedio pasaba por apagar el monitor, que fundiera a negro o, en el más avanzado de los casos, que una sucesión de imágenes estáticas fuera desfilando por la pantalla.

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Fue el producto más exitoso del mundo, algo que la mayoría de la gente amaba y por lo que pagaron cientos de millones de personas”, explica a Teknautas Stewart, que creó junto a Ian McDonald el paquete conocido como After Dark. “Comenzó como un experimento de animación gráfica aleatoria que dábamos de forma gratuita. Sorprendentemente, los usuarios comenzaron a enviarnos dinero”, recuerda el padre de estos salvapantallas nacidos originalmente para Macintosh y que tardarían poco en aterrizar en el universo de Microsoft.

“Las ventas explotaron, con licencias para agencias gubernamentales y empresas de todo el mundo; After Dark se convirtió en el ‘software’ número 1 en ventas a nivel global”, rememora. Él era, precisamente, el responsable del aspecto de aquellos salvapantallas que terminaron llegando a millones de monitores. En total, Stewart diseño cerca de un centenar de ellos, pero no solo para After Dark: también creó algunos de los que Microsoft ofrecía por defecto en Windows.

Tostadoras voladoras, un homenaje a Pinocho o la archiconocida pizarra en la que Bart Simpson cumple con sus castigos fueron algunos de los diseños con los que After Dark pasó de ser un ‘software’ novedoso a conquistar el mundo. De hecho, en 1992, el año en el que las creaciones de Stewart aterrizaron en Windows, se vendían una media de 10.000 copias de After Dark 2.0.

Y su éxito no se ciñó a los salvapantallas. Así, en 1998 llegaban ‘After Dark Games’, un paquete de 11 videojuegos para Mac y Windows inspirados en los propios protectores de pantalla: una suerte de Pacman, un Solitario, un Trivial… Además, la propia compañía distribuidora, Berkeley Systems, organizaba concursos para que fueran los propios usuarios los que crearan nuevos salvapantallas y eligieran sus favoritos. Una fuente inagotable de diseños y movimientos que terminaban incorporándose a las versiones sucesivas del ‘software’.

Cada animación debía ser como un acuario con peces coloridos: una distracción agradable, pero no ruidosa visualmente ni exigente”, detalla Stewart. De hecho, los compara con una buena mascota: según él, debían estar listos para jugar pero no molestarte mientras trabajabas.

placeholder Las tostadoras voladoras, una de las señas de identidad del paquete After Dark (Fuente: Wikimedia Commons)
Las tostadoras voladoras, una de las señas de identidad del paquete After Dark (Fuente: Wikimedia Commons)

Aunque hoy pueda parecer irrelevante, lo cierto es que el padre de los salvapantallas aún le da mucha importancia a una serie de reglas que sus creaciones debían cumplir para resultar atractivas a ojos de los usuarios. “Hay un ritmo y cierto caos en la forma en la que se mueven las cosas en la naturaleza y que no se capta en las animaciones demasiado artificiales”, explica. “Por eso incorporé ritmo y aleatoriedad en todos los salvapantallas: para hacerlos más agradables que los bucles preestablecidos”.

De hecho, el propio Stewart confiesa que la elaboración de algunos de estos salvapantallas le llevó semanas, incluso meses. Siempre en busca del caos perfecto que lograra como resultado una animación que no aburriese a los usuarios. Hoy, este experto en usabilidad ha visto cómo sus obras (ya convertidas en arte digital) han pasado por exposiciones en el Museum of the Moving Image de Nueva York, el Computer Museum californiano o el Het Nieuwe Instituut de Rotterdam. “Los salvapantallas fueron el primer arte digital real y forman parte de nuestra cultura digital”, afirma con rotundidad.

Sin embargo, él mismo admite que los tiempos han cambiado. Los salvapantallas ya no son necesarios, sino algo meramente estético y tremendamente opcional (Windows 10 ni siquiera los tiene activados por defecto, aunque es posible hacer que un mar de burbujas flote en nuestra pantalla) que, además, no cuenta con la calidad que alcanzaron antaño. “Los pocos protectores de pantalla que se producen hoy en día son menos satisfactorios”, critica Stewart. No obstante, el creador de After Dark lo justifica: “Hay tanto contenido gratuito que sería difícil que la gente justificara el pago de un protector de pantalla”.

Hay tanto contenido gratuito que sería difícil que la gente justificara el pago de un protector de pantalla

De hecho, uno de los pocos hombres que logró hacer miles de dólares gracias a los salvapantallas (algo a lo que ni la todopoderosa Microsoft le dedicó muchos esfuerzos, ya que los suyos eran diseñados por los desarrolladores en su tiempo libre) espera que, si algún día regresan, no sean tan solo un producto ‘vintage’. “Si vuelven, espero que sea por los beneficios y no por la nostalgia”, asegura.

Cuestiones como el ahorro energético o la innecesariedad de tener imágenes en movimiento para salvaguardar el monitor hacen que el creador de los protectores de pantalla se muestre escéptico. A él le queda el recuerdo de cartas y cartas de agradecimiento (“es lo único que no odio de mi ordenador”, llegó a escribirle un usuario de After Dark) y la satisfacción de ver sus obras en los museos después de haber llegado a miles de hogares y oficinas.

Una pecera, un mar de estrellas sobre una ciudad, todo un arsenal de tuberías y, cómo no, un recorrido infinito en primera persona por el laberinto más famoso de todos los tiempos. Estos y otros escenarios son los que llegaron allá por los años 90 a millones de monitores de la mano de una especie en peligro de extinción: los salvapantallas.

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