He probado el dron de GoPro y es el mejor invento para aprender a volarlos
Karma es una máquina excepcionalmente fácil de manejar. Su intuitivo control y su modo para novatos hacen que cualquiera se pueda sentir un experto en pocos minutos
Recuerdo mi primera experiencia con un dron. Fue en 2013. Lo encontré en una juguetería de Londres. Era diminuto y apenas costaba 15 libras. Cuando lo estrené, cruzó la redacción a una velocidad pasmosa para girar inesperadamente a la izquierda (luego comprobé que fue culpa mía) y estamparse contra una pared. Cinco incidentes similares después, cayó en acto de servicio y no volvió a remontar el vuelo. Imposible olvidar a ese valiente.
Probé suerte con otros. Siempre había cierta tensión flotando en el aire cuando me tocaba enfrentarme a uno de estos aparatos. Aunque no volví a mandar uno a mejor vida, lo cierto es que siempre me quedaba la sensación de haber estado a punto de liarla.
Lo de aterrizarlos y despegarlos, mejor para otros. Yo tomaba el control bien arriba, sin obstáculos. Chequeaba cada movimiento con el experto de turno. Daba igual el modelo. Lo movía un poco. Arriba, abajo, delante y pasaba el mando. Por todo esto cuando oí eso del ‘modo principiante’ del dron de GoProme pareció que probarlo podía ser interesante. O un desastre. Sin embargo, tras un buen puñado de vuelos puedo decir que el 'Karma' es el mejor invento para aprender a volarlos.
Una máquina completa
Vaya por delante que este no es un producto lúdico. No está pensando para quien pretenda hacer el mono ocasionalmente y fardar levantándolo unos metros sobre el suelo. Lo demuestra su precio. 799,99 euros (aunque se puede encontrar más barato en internet). Y eso sin la cámara incluida (compatible con la Hero 6, la 5 y la 4). El ‘pack’ completo, a partir de 999 euros. Una inversión mayúscula si hablamos de un ‘gadget’ que corre el peligro de estar guardado en el armario la mayor parte del tiempo.
No entraré demasiado a juzgar la calidad de imagen. Está fuera de toda duda teniendo en cuenta que hemos utilizado las dos últimas generaciones de cámaras de acción de GoPro. El estabilizador que equipa el dron elimina cualquier tipo de vibración de la grabación. Esta pieza es extraíble. ¿Por qué? Porque el Karma incluye un ‘gimbal’, un bastón que unido al estabilizador nos permite grabar con la cámara sin los movimientos típicos que afean las capturas cuando lo hacemos con la mano.
Controlador y montaje: una bendición
El montaje es relativamente sencillo. Tardas, a lo sumo, cinco minutos. Las hélices se enroscan hasta que hagan tope. Sólo hay que desplegar las barras inferiores y los cuatro brazos. Sólo faltaba sincronizarlo con el mando y…¡voilá! Listo para surcar los cielos. Otra historia diferente es desmontarlo. Especialmente las hélices. Hay un pequeño accesorio metálico con el que hacer palanca. Si te confías y no tiras en la dirección adecuada es probable que te cargues alguna de estas piezas.
Se agradece un mando con una pantalla como la del Karma. Responde perfectamente en exteriores
El control es una bendición. La primera vez pensé que alguien se había pasado vistas las dimensiones pero la verdad se agradece tener una pantalla táctil de este tamaño. Recuerda a una consola portátil. Los ‘joystick’ son bastante suaves y responden, en líneas generales, muy bien. En la parte superior tienes dos controles: un botón para iniciar la grabación y una rueda para controlar el ángulo de visión. El único ‘pero’ es la sensibilidad. Si quieres ejecutar un pequeñísimo giro tendrás que hacerlo con muchísimo cuidado porque si no el desplazamiento del Karma será mayor de lo que esperas.
En el aire: amor a primer vuelo
Llegó el día del despegue. Obviamente, la primera vez decidí utilizar la ‘asistencia’ para novatos. Era un pabellón. Todo despejado. Me alejé cinco metros y presioné la tecla para levantarse automáticamente como indicaba el tutorial en la pantalla. Los motores empezaron a calentar y…¡Fuuuuuuuuuu! La máquina se elevó poco por encima de mi cabeza en cuestión de dos segundos. 2,5 metros. Ahí estaba mirándome fijamente. Ahora me tocaba manejarlo. Estaba en un entorno cerrado así que le di un par de vueltas sin acercarme mucho a las paredes y aterricé presionando el botón del controlador. Sin incidentes.
El resto de ocasiones lo probé en exteriores, varias de ellas acompañado de un amigo con la titulación que se exige para poder pilotar estos aparatos en España. El despegue y el aterrizaje manual es francamente intuitivo una vez te has familiarizado con los controles para manejar la velocidad y la altura. La primera vez que opté por esta opción lo mandé rápidamente más alto de lo que quería. Rápidamente me percaté y detuve el ascenso. Normalidad el resto del trayecto.
Con el aterrizaje manual pasó lo mismo: fue un poco más brusco de lo debido, no lo aterricé tan cerca como esperaba…pero el dron seguía intacto. Punto para mí. Sin embargo, y a pesar de la buena experiencia, por comodidad acabé utilizando la asistencia en el resto de ocasiones.
En el aire todo respondió magníficamente. Es bastante versátil. Puede alejarse hasta un kilómetro de ti. Recibes un aviso en pantalla cuando has llegado al límite, pero también puedes comprobarlo rápidamente en pantalla con un gráfico que te indica la distancia que te queda coloréandose como un semaforo.
La altitud máxima de vuelo es de 4.500 metros. La velocidad es de casi 36 kilómetros por hora, lo que hace que rápidamente lo pierdas de vista.Sin embargo, por precaución, limité en todas las ocasiones la distancia vertical a 300 metros, no fuésemos a forzar la máquina más de la cuenta.
Modo 'pasajero'
Una de las funciones que más me sorprendieron es que se podía predefinir un circuito para que el Karma lo registre y lo imite en sucesivas ocasiones. Una opción realmente útil cuando quieres preocuparte únicamente del vídeo.
Lo otro llamativo es su ‘Modo pasajero’. Lo que viene a llamarse trabajo en equipo. Con un móvil iOS o Android, podrás descargar una aplicación que te permitirá controlar la cámara y la grabación.
El mismo problema que todos los drones
El mayor reproche que se le puede hacer al Karma de GoPro es algo intrínseco a su condición de dron. Todos y cada uno de los modelos en el mercado libre sufren en el mismo apartado: la batería. La media hora queda aún lejos. La mayoría de ocasiones que lo he levantado en campo abierto mis vuelos han estado entre 16 y 22 minutos. Eso sí, esta pieza es fácilmente desmontable, por lo que hacerse con una de repuesto no es una locura.
El día que más lo apuré recibí tres avisos. Al tercero se acababa la fiesta. Como mi madre con la zapatilla. Llegado este momento, el Karma se elevó, localizó su posición inicial gracias a que estaba activado el GPS, avanzó hasta ahí e inicio un lento descenso.
Creo que otro de los aspectos a mejorar son las dimensiones. Mientras otros modelos de DJI que he visto en estos días entran sin problema en la mochila, esta tiene la suya propia. Entre mando, estabilizador, hélices y demás accesorios son muchos los trastos que transportar. Un kilogramo sólo del Karma, a lo que hay que sumar las otras piezas.
Una máquina ideal pero...
En líneas generales es una máquina ideal. A mi me ha quitado el miedo a volarlos por su facilidad de gestionarlo, en todos los sentidos. Lo que lo separa del público es la batería y su precio. Hay que tener en cuenta que a día de hoy no es un público masivo el que está interesado en estas máquinas y que la competencia (Xiaomi o DJI, entre otros) han apostado una vez más por una estrategia 'low cost'.
Si mejoran el primer apartado tendrían argumentos de sobra. Comprarlo o no depende básicamente del uso que le vayas a dar. Si tienes el título y quieres exprimirlo, es una buena opción. Si eres usuario de GoPro y quieres llevar las grabaciones de tus excursiones y escapadas a un nuevo nivel no lo dudes.
Recuerdo mi primera experiencia con un dron. Fue en 2013. Lo encontré en una juguetería de Londres. Era diminuto y apenas costaba 15 libras. Cuando lo estrené, cruzó la redacción a una velocidad pasmosa para girar inesperadamente a la izquierda (luego comprobé que fue culpa mía) y estamparse contra una pared. Cinco incidentes similares después, cayó en acto de servicio y no volvió a remontar el vuelo. Imposible olvidar a ese valiente.