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Los navarros que han creado dos 'armarios' de silicio para descubrir vida en Marte
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Rumbo a marte en 2020

Los navarros que han creado dos 'armarios' de silicio para descubrir vida en Marte

La 'startup' Orbital Critical Systems nació en Navarra como una asesoría técnica. Hoy fabrica equipos que verifican la seguridad de los sistemas que gobiernan aviones y naves espaciales

Foto: El 'rover' de la misión ExoMars.
El 'rover' de la misión ExoMars.

Aparte del incansable Elon Musk y de la NASA, en el Viejo Continente también queremos poner un pie (aunque el primero no sea de carne y hueso, sino metálico y redondo) en suelo marciano. La Agencia Espacial Europea (ESA), con ayuda de la rusa (Roscosmos) prepara la segunda etapa de la misión ExoMars, que zarpará en el 2020 equipada con un ‘rover’ para buscar evidencias de vida en el planeta rojo.

Foto: Imagen del cohete gigante de Elon Musk

Pero, antes de cualquier lanzamiento, hay que asegurarse de que todo en la nave funciona correctamente. En especial, los sistemas y el ‘software’ de a bordo. Por algo ambos se califican como críticos: un solo fallo podría dar al traste con inversiones millonarias, valiosos instrumentos científicos y con la reputación de las agencias. Daños materiales a los que se sumarían los humanos de existir una tripulación.

El ordenador principal que gobernará la sonda de ExoMars se ha gestado en las instalaciones de la división de defensa y espacial de Airbus en España. Le acompañan “dos armarios” de silicio, como los llaman sus creadores, o equipos eléctricos de soporte terrestre (EGSE, por sus siglas inglesas) con firma española. Luis Ramírez, director de tecnología de Orbital Critical Systems, la empresa navarra que los ha fabricado, explica a Teknautas su función: “Ponen a prueba en la Tierra el ordenador que va a ir en la nave”.

Los dos gemelos se conectan al sistema que llevará instalado la sonda para engañarlo y que no sepa “si está conectado a la nave de verdad o a un equipo de pruebas”. En este entorno simulado, el ordenador actúa como si estuviese en medio de un viaje espacial o en Marte. “Podemos probar si funciona correctamente y generar situaciones de error”, dice Ramírez.

placeholder Este es uno de los equipos de prueba desarrollados por Orbital CS. (Orbital CS)
Este es uno de los equipos de prueba desarrollados por Orbital CS. (Orbital CS)

Con los EGSE, le obligan a reaccionar ante una supuesta caída de potencia y verifican que responde apropiadamente a los comandos a pesar del desfase temporal que sufrirán las comunicaciones con la Tierra durante el periplo cósmico.

Los ingenieros de la compañía navarra trabajan actualmente en un equipo homólogo que tiene otro destino: poner a prueba uno de los equipos de aviónica principales de Vega, “un cohete que pone satélites en órbita”, describe Ramírez. Se trata de una lanzadera espacial desarrollada por la ESA y la Agencia Espacial Italiana para transportar fuera de la atmósfera cargas pequeñas y medianas.

Ambos proyectos suponen la entrada de Orbital CS en el campo de los EGSE y su afianzamiento en la industria espacial, un sector en el que no es fácil hacerse un hueco. “Es el más difícil de los tres para acceder”, subraya el director de tecnología de la firma, que también ha conquistado el aeronáutico (donde empezaron) y el ferroviario (su apuesta más reciente).

Raíces pamplonicas

Airbus, el primer cliente de la empresa navarra, le abrió las puertas del cielo antes que la ventana al universo. La relación con el gigante europeo se remonta a sus comienzos, allá por el 2008, cuando Orbital Aerospace —era su nombre original— nacía como una ‘startup’ en un vivero de empresas de Pamplona. Entonces solo le prestaban servicios de asesoría especializada. Aunque el lazo se formó incluso antes. Uno de sus fundadores, Jorge Robles, ya había trabajado para la multinacional.

Debido a su experiencia en el sector, Robles vio un nicho de mercado en el desarrollo de sistemas y ‘software’ críticos. “No hay empresas pequeñas ni medianas que tengan este conocimiento, suelen ser grandes compañías”, subraya Ramírez. Estas voluminosas corporaciones contratan a los ingenieros que necesitan para uno u otro encargo, pero luego el equipo se disgrega. El objetivo de Robles y su socia, Ascensión Cruchaga, era crear un grupo permanente especializado en este tipo de proyectos.

El instrumento debía viajar al espacio integrado en el satélite SeoSat, un artefacto español destinado a la observación de la Tierra

Al principio, la ‘startup’ era solo una consultoría para el desarrollo de los sistemas, dedicada casi exclusivamente al programa Airbus A400. Durante tres años, se centró en su cliente aeroespacial, aunque ya fabricando los ordenadores embarcados de los aviones. Gracias a que su fuente principal de ingresos no se encontraba en nuestro país, lograron capear la crisis que asoló España a los pocos meses de la fundación de la empresa.

A partir del 2011 comenzaron a llegar los primeros contratos patrios —también de parte de Airbus— y europeos. Comenzaron a diversificar hasta que, en el 2015, se arrancaron en el desarrollo de sistemas completos, ‘hardware’ y ‘software’ incluidos. Se ha convertido en su dogma: la innovación y el diseño de productos propios que los distingan en el sector. “Invertimos el 20% de los ingresos anuales en I+D”, señala Ramírez.

Entre el cielo y la tierra

La empresa entró en el sector espacial a través de diferentes proyectos científicos, dirigidos por un investigador principal y divididos en partes que llevan a cabo diferentes compañías que forman un consorcio. En el primero que participaron se encargaban de desarrollar la cámara de un espectrómetro de luz visible y ultravioleta (UVAS, por sus siglas en inglés).

placeholder El último satélite meteorológico Meteosat fue lanzado en julio de 2015. (ESA /CNES/Arianespace)
El último satélite meteorológico Meteosat fue lanzado en julio de 2015. (ESA /CNES/Arianespace)

El instrumento debía viajar al espacio integrado en el satélite SeoSat, un artefacto español destinado a la observación de la Tierra cuyo lanzamiento, previsto para 2014, se ha pospuesto en varias ocasiones.

También han participado en el proyecto del último satélite meteorológico Meteosat de segunda generación y en una iniciativa del Instituto de Astrofísica de Canarias para desarrollar un sistema de procesamiento de las imágenes del telescopio William Herschel, uno de los mayores de su clase en Europa. El sofisticado aparato utiliza una técnica conocida como óptica adaptativa: “Deforma sus espejos automáticamente varias veces por segundo para adecuarse a las turbulencias de la atmósfera y así componer una imagen de las estrellas mucho más nítida”, explica Ramírez, astrofísico de formación.

Asimismo, forman parte del equipo español que trabaja en el proyecto EUSO (de Observatorio Espacial del Universo Extremo), un observatorio de rayos cósmicos que se instalará en la Estación Espacial Internacional. Desarrollaron una cámara infrarroja que, de momento, se ha probado a bordo de un globo aerostático que ha volado a la estratosfera en dos ocasiones.

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El sector ferroviario lo han tocado hace poco. Han fabricado para su primer cliente una interfaz que se instala en las cabinas de los trenes y que los hace compatibles con el sistema ERMTS de “vías inteligentes” que transmiten al ordenador del convoy información del trayecto, la señalización o la velocidad indicada para tomar las curvas. Uno tipo de ‘software’ muy similar al que utilizan los coches autónomos, un terreno que planean conquistar pronto.

Pero uno de sus últimos retoños es MOBNET, un dron que simula ser una antena de telefonía para captar las señales de los móviles en una zona devastada por una catástrofe, como un terremoto o un huracán. La idea es encontrar a los dueños de los dispositivos para salvarles la vida. La empresa navarra lidera el consorcio del proyecto, que incluye a otras compañías europeas y al cuerpo de bomberos polaco, los usuarios finales que probarán el dispositivo a finales de año.

Aunque hayan puesto los pies en el suelo para subirse a trenes y coches sin conductor, en Orbital Critical Systems parecen tener la mirada fija en el cielo. E incluso unos cuantos millones de kilómetros más allá.

Aparte del incansable Elon Musk y de la NASA, en el Viejo Continente también queremos poner un pie (aunque el primero no sea de carne y hueso, sino metálico y redondo) en suelo marciano. La Agencia Espacial Europea (ESA), con ayuda de la rusa (Roscosmos) prepara la segunda etapa de la misión ExoMars, que zarpará en el 2020 equipada con un ‘rover’ para buscar evidencias de vida en el planeta rojo.

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