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Lo que un ingeniero aprendió sobre la vida (y el éxito) tras leer obituarios durante años
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las artes se valoran, y mucho

Lo que un ingeniero aprendió sobre la vida (y el éxito) tras leer obituarios durante años

Lux Narayan investigó 2.000 necrológicas para concluir que lo más importante de una persona es lo que ha dejado a la sociedad durante su vida

Foto: (Imagen: Carmen Castellón)
(Imagen: Carmen Castellón)

Alguien dijo que no hay nada como morirte para que hablen bien de ti. Y para ello solo hay que leer algunos obituarios. El ingeniero Lux Narayan, que dice desayunar cada mañana revisándolos en las páginas de ‘The New York Times’, decidió sacar alguna lección de esos textos que honran la memoria de los muertos o repasan su trayectoria vital.

Pero, ¿cómo llega el responsable de una empresa de analítica web a escudriñar los textos de prohombres en sus campos como Prince o Mohamed Ali? Narayan es desde 2011 el consejero delegado y cofundador de Unmetric, es el resultado de un esfuerzo común con varios colegas a los que conoció en el Instituto Tecnológico Indio de Madrás y con los que se reencontró casi dos décadas después para poner en común su experiencia y desarrollar nuevos proyectos.

En India, Narayan había estudiado Ingeniería Mecánica. “Siempre tuve una afinidad con los datos y los números”, cuenta a Teknautas. “Mi trabajo en la industria de la planificación y compra de publicidad en medios me enseñó que los datos y las analíticas se estaban volviendo esenciales para tomar decisiones empresariales, especialmente cuando se firmaban contratos de miles de millones de dólares”. Con el tiempo, él y sus antiguos colegas de universidad se dieron cuenta de la oportunidad de mercado que tenían con los datos y las empresas y decidieron fundar Unmetric.

Pero, ¿por qué se decidió a investigar obituarios? Para responder, Narayan también tira de datos: “Cada día, 6.775 personas mueren sólo en los Estados Unidos [el dato es de 2008; en 2014 subió a cerca de 7.195 personas]. Cada día, ‘The New York Times’ publica de tres a seis obituarios. Eso significa que tienes sobre un 0,07% de posibilidades de que el tuyo aparezca en el diario. Cuando tienes en cuenta que varios de estos obituarios serán de personas no estadounidenses, tus oportunidades de que escriban sobre ti son de casi cero. Incluso, sobre esas seis personas de las que han escrito, ¿qué las hace tan especiales? ¿Qué les llevó en vida a ser famosos tras la muerte?”, se pregunta.

A Narayan siempre le ha parecido “fascinante” la sección de obituarios del periódico. “Mientras leo sobre la vida de personas destacadas en los obituarios de ‘The New York Times’, siempre me sorprende lo que la gente tuvo que hacer para que escribieran sobre ella”, asegura. Por eso se preguntó si habría alguna fórmula secreta para aparecer en la sección de obituarios de uno de los periódicos más prestigiosos del mundo. “Como compañía de análisis de datos, estamos acostumbrados a analizar grandes volúmenes de información desestructurada para extraer conocimiento”. Por tanto, se pusieron manos a la obra para “descubrir los secretos del eterno recuerdo”.

Para ello, tomaron de la web de ‘The New York Times’ 2.000 obituarios publicados durante veinte meses de 2015 y 2016 y los pasaron por un programa de procesamiento del lenguaje. La primera conclusión a la que llegaron es a la propia abundancia de textos que había, algo que se explica, según Narayan, por los obituarios que hay esperando en la ‘nevera’ del periódico listos para ver la luz ante cualquier deceso, que permiten ese ritmo de publicación. En 2015 se dijo que había entre 1.500 y 1.600 textos listos para publicarse en cuanto hiciera falta.

Tras ello, la investigación de Narayan se centró en las palabras que usaban los periodistas. De nuevo, una conclusión parecida: eliminados los artículos y las conjunciones, concluyó que el 40% de los 2.000 descriptores (palabras del titular que explicaban los logros o virtudes de la persona fallecida) tenían que ver con teatro, cine, danza o música. Es decir, estas personas alcanzaron el éxito en las artes y no en otro tipo de profesiones. “Hay que preguntarse por qué en tantas sociedades insistimos en que nuestros hijos estudien Ingeniería, Medicina, Empresariales o Derecho para que logren el éxito”, reflexionaba Narayan. A juzgar por sus hallazgos, no parece la ruta más directa.

El 40% de los 2.000 palabras del titular que explicaban los logros o virtudes del fallecido tenían que ver con teatro, cine, danza o música

Los abogados, sin embargo, también ocupaban un lugar preponderante: “Aunque son una de las profesiones que causan más aversión durante la vida, en la muerte es una de las dedicaciones por las que la gente es más recordada”, nos cuenta el ingeniero.

Gracias al análisis, Narayan también descubrió con cuántos años se alcanza el supuesto éxito. La edad media a la que se logra son los 37 años, aunque los deportistas lo consiguen en la veintena y los políticos alrededor de los 45 años. Por otra parte, si somos cineastas o literatos, tendremos que esperar a los 35 para firmar esa película o esa novela con la que alcanzaremos el prestigio.

Vivir para ser reconocidos tras morir

Los ingenieros de Unmetric también decidieron escudriñar con especial atención el primer párrafo de cada uno de los obituarios recogidos. Para ello, dividieron a las personas en dos grupos, según su grado de conocimiento por parte de la mayoría de la población. Si algo destacaba en esas líneas era el verbo “ayudar”. Fueran famosos o no para un gran porcentaje de la gente, la mayoría de esas personas, con su éxito, ayudaron a otras. Y ayudar se puede entender de numerosas maneras: ayudar a las mujeres negras estadounidenses a visibilizarse, ayudar a los pobres de la India tras dejar un cómodo trabajo en una casa de subastas o ayudar a toda una ciudad a evitar la bancarrota, por ejemplo.

Los descriptores de los titulares, si no tenían la palabra “ayudar”, explicaban cuáles eran los logros de esas personas. “El artista que desafió el género [musical]” fue Prince, que transitó entre el rock, el pop y el funk. El título de “titán del boxeo” le corresponde a Mohamed Ali, del que se destaca su estilo al boxear y se define como el “más apasionante si no el mejor peso pesado de todos los tiempos”. Y la “arquitecta revolucionaria” fue Zaha Hadid, la primera mujer que obtuvo el premio Pritzker y cuya obra vanguardista tiene muestras desplegadas por todo el planeta.

Con los 2.000 descriptores hicieron una nube de palabras en la que, además de las profesiones y la palabra “ayudar”, destacan vocablos que definen la importancia de estos éxitos personales: “salvar”, “transformar”, “imperio”, “luchó”, “civil”, “activista”... Aun sin saber a quién se adscribe cada una, revelan la importancia de sus logros.

Toda la información que Narayan ha obtenido del ‘big data’ le ha permitido averiguar cómo recordamos a los fallecidos. Y de ahí extrae una lección vital para todo aquel que quiera escucharla. “Pregúntense al volver a sus vidas diarias: ¿cómo uso mi talento para ayudar a la sociedad? Porque la más poderosa lección aquí es que, si más personas vivieran sus vidas tratando de ser famosos tras la muerte, el mundo sería un lugar mucho mejor”, ha dicho.

Si más personas vivieran sus vidas tratando de ser famosos tras la muerte, el mundo sería un lugar mucho mejor

El ingeniero espera publicar pronto nuevas conclusiones basadas en el análisis de datos. Eso sí, de momento no tiene previstas más iniciativas vinculadas con las necrológicas y se centrará en los proyectos de su compañía. No sin antes recordarnos esa valiosísima lección vital que nos puede hacer mejores personas: actúa pensando en cómo quieres ser recordado tras tu muerte. Con o sin homenaje en ‘The New York Times’, merece la pena.

Alguien dijo que no hay nada como morirte para que hablen bien de ti. Y para ello solo hay que leer algunos obituarios. El ingeniero Lux Narayan, que dice desayunar cada mañana revisándolos en las páginas de ‘The New York Times’, decidió sacar alguna lección de esos textos que honran la memoria de los muertos o repasan su trayectoria vital.

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