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Elon Musk no está loco: conectar nuestro cerebro a un ordenador ya es posible
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pero la "simbiosis con las máquinas" está lejos

Elon Musk no está loco: conectar nuestro cerebro a un ordenador ya es posible

En los años 70 cuando se acuñó el término 'interfaz cerebro-ordenador' para hacer referencia a la conexión directa entre un cerebro y un dispositivo externo

Foto: Jan Scheuermann controló un brazo robótico con la mente en 2014
Jan Scheuermann controló un brazo robótico con la mente en 2014

La última 'locura' de Elon Musk, conectar el cerebro humano a una máquina, se logró por primera vez en 1924, cuando Hans Berger probó su encefalograma. El psiquiatra alemán demostró que la actividad cerebral se podía monitorizar, pero no sería hasta los años 70 cuando se acuñó el término 'interfaz cerebro-ordenador' para hacer referencia a la conexión directa entre un cerebro y un dispositivo externo. La carrera por controlar un ordenador con la mente había comenzado y hoy multimillonarios y militares buscan alcanzar la meta para lograr la 'simbiosis' entre lo electrónico y lo biológico. Suena a ciencia ficción y todavía queda mucho camino, pero los avances de las últimas décadas también parecen cosa de magia.

Foto: Alim-Louis Benabid. (EPO)

En 1978 se implantaron 68 electrodos en el córtex visual de un paciente ciego, que logró ver grises; en 1998 se instaló un implante cerebral en un paciente con pseudocoma, que consiguió mover el cursor de un ratón; en 2005, un hombre tetrapléjico controló una mano artificial con su mente. En 2014, la historia se repitió con una mujer paralizada y un brazo robótico. Son algunos hitos de un campo cuyo potencial va más allá de ayudar a personas discapacitadas.

Los milmillonarios que entran en la neurotecnología son muy optimistas y omiten que estamos lejos de comprender el cerebro

Neuralink es el nuevo proyecto de Elon Musk, adelantado por 'The Wall Street Journal' pero sin todavía anuncio oficial ni información al respecto. Lo poco que se sabe es que la 'startup' comenzaría con implantes para tratar epilepsia y depresión, basados en aquellos que ya se utilizan contra el párkinson. De tener éxito, pasarían a desarrollar tecnologías más transhumanistas, capaces de mejorar nuestras capacidades mentales.

Musk no es el único interesado en estas nuevas tecnologías, que en algunos círculos reciben el nombre de 'cordones neuronales' ('neural lace', en inglés) por el libro de ciencia ficción 'A sotavento' (Iain M. Banks). El año pasado, el fundador del sistema de pagos electrónicos Braintree, Bryan Johnson, fundó Kernel, una 'startup' que llegó al mundo con 100 millones de dólares bajo el brazo para investigar implantes de memoria, aunque ya ha tenido que orientar su misión hacia fines más realistas. La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (DARPA) y Facebook reman en la misma dirección.

El objetivo último, como bien ha resumido Musk en alguna ocasión, es lograr la "simbiosis con las máquinas". Un reto más complicado que mover un brazo robótico con el cerebro: conseguir que un circuito electrónico implantado no afecte a su huésped y siga en funcionamiento a lo largo del tiempo no es fácil, como bien saben los fabricantes de marcapasos.

Foto: quien-no-quiera-morir-tendra-que-convertirse-en-cyborg

Implantes que se inyectan

Los estudios publicados al respecto son todavía escasos, pero uno de los investigadores que trabajan en esta dirección es Charles Lieber, de la Universidad de Harvard. En 2014 describió una especie de 'cordón neuronal' que se podría inyectar en estructuras tridimensionales como el cerebro. En 2015 lo hizo. Con ratones, eso sí. Junto a un equipo del Centro Nacional de Nanociencia y Tecnología de Pekín, logró introducir una malla flexible de electrodos en el hipocampo y el ventrículo lateral del cerebro de animales vivos.

La flexibilidad de la tecnología desarrollada por Lieber es tan grande que se puede introducir en tejidos vivos a través de una aguja

La flexibilidad de la tecnología desarrollada por Lieber es tan grande que se puede introducir en tejidos vivos a través de una aguja de 0,1 milímetros de diámetro, sin necesidad de cirugía. Una vez dentro, se despliega hasta recuperar el 80% de su tamaño original y comenzar a trabajar. Durante cinco semanas, los investigadores comprobaron que los electrodos podían trabajar en red con neuronas sanas y monitorizar la actividad cerebral. El daño producido a los tejidos de alrededor fue "limitado" y no se produjo respuesta inmune. Increíble, pero a años luz de una era de cíborgs.

Para saber más sobre Neuralink tendremos que esperar al menos una semana, según ha prometido el propio Musk en Twitter. Mientras tanto, nos despedimos con estas sabias palabras del neurólogo de la Universidad Northwestern Konrad Kording a la revista 'MIT Technology Review': "Los milmillonarios que entran en el amplio campo de la neurotecnología son muy optimistas y omiten parte del problema, que es que estamos lejos de comprender el cerebro. Pero la neurotecnología te permite trabajar en las preguntas más interesantes del universo mientras potencialmente haces dinero, y eso es emocionante".

La última 'locura' de Elon Musk, conectar el cerebro humano a una máquina, se logró por primera vez en 1924, cuando Hans Berger probó su encefalograma. El psiquiatra alemán demostró que la actividad cerebral se podía monitorizar, pero no sería hasta los años 70 cuando se acuñó el término 'interfaz cerebro-ordenador' para hacer referencia a la conexión directa entre un cerebro y un dispositivo externo. La carrera por controlar un ordenador con la mente había comenzado y hoy multimillonarios y militares buscan alcanzar la meta para lograr la 'simbiosis' entre lo electrónico y lo biológico. Suena a ciencia ficción y todavía queda mucho camino, pero los avances de las últimas décadas también parecen cosa de magia.

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