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La ciencia forense, un 'Sherlock Holmes' que también se equivoca
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el material genético es sólo una pieza más

La ciencia forense, un 'Sherlock Holmes' que también se equivoca

Un grupo de investigadores europeos ha publicado una guía para explica qué puede aportar el ADN en un caso policial... y qué es propio de las películas policíacas

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Eva Blanco, una joven española de 16 años, fue violada y asesinada en Algete (Madrid) en 1997 sin que la policía pudiera identificar al responsable. Casi dos décadas más tarde, en 2015, un análisis genético determinó que el culpable era de origen norteafricano. Gracias ello, la policía pudo estrechar el círculo hasta detener meses después a un ciudadano español de origen marroquí, aunque el juicio jamás tuvo lugar. El sospechoso se suicidó en la cárcel al poco tiempo.

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En 2011, Adam Scott fue detenido por violar a una mujer en Manchester, a pesar de no haber puesto jamás un pie en la ciudad inglesa, a más de 300 kilómetros de su hogar. La única razón, el análisis de una muestra de semen obtenida de la víctima. Los técnicos responsables aseguraron que existía "una fuerte evidencia científica de que había mantenido relaciones sexuales con la víctima". Se equivocaban. La coincidencia fue debida a una contaminación accidental en el laboratorio y la muestra de Scott era en realidad de saliva. El culpable jamás fue hallado.

Un caso reabierto con éxito y una detención errónea. Estos dos ejemplos muestran las dos caras de la genética forense, una ciencia con el potencial de resolver crímenes que hace un par de décadas eran imposibles; todo gracias al ácido desoxirribonucleico, ese DNI molecular que dice quienes somos y de dónde venimos. Pero series como 'CSI' nos han inculcado mitos sobre estas técnicas que amenazan su credibilidad. Por eso un grupo de investigadores de la Red de Excelencia Europea de Genética Forense (EUROFORGEN, por sus siglas en inglés) publica hoy una interesante guía para aclarar qué puede decirnos de verdad ese misterioso ADN y qué es parte, de momento, del universo de Hollywood.

El simple acto de abrir una puerta puede hacer que nos 'llevemos' parte del material genético de la persona anterior y lo esparzamos

"Existe la idea de que 'todos' los tests de ADN son extremadamente precisos", explica a Teknautas el investigador del Instituto de Ciencias Forenses Luís Concheiro, de la Universidad de Santiago de Compostela, Christopher Phillips. La televisión ha alimentado esta forma de pensar gracias a sus análisis rápidos y certeros, pero en la realidad existen problemas como la "transferencia secundaria": el simple acto de abrir una puerta puede hacer que nos 'llevemos' parte del material genético de la persona anterior y lo esparzamos.

No hace falta estornudar sobre la escena del crimen: incluso el polvo de una casa presenta material genético en forma de células de la piel. Phillips, además, critica que "todo el mundo cree que un análisis genético da resultados definitivos, 'a prueba de balas'", cuando esto no es así. Se puede asegurar con alta evidencia científica que una muestra genética pertenece a un determinado individuo... pero esto no significa que dicha persona se haya siquiera acercado al lugar donde se recogió la muestra.

Es por ello que los investigadores recuerdan que el ADN, por sí mismo, no resuelve crímenes. Como en el caso de Adam Scott, es importante comprobar si los resultados genéticos contradicen otro tipo de evidencias. "Es una herramienta de detección importante, pero no es un detective", advierte la guía, que defiende la necesidad del "contexto". Sobre todo desde que los avances tecnológicos han aumentado la sensibilidad de los equipos de análisis: hoy, el resto más nimio es susceptible de ser detectado.

Phillips remarca el valor predictor de los tests genéticos y pone como ejemplo el caso de Eva Blanco. En este caso, las muestras obtenidas de la víctima permitieron reducir el número de sospechosos, al saber la ascendencia norteafricana del culpable. Una vez detenido gracias a esta pista, un último análisis corroboró que el material genético recuperado del cuerpo coincidía con el del arrestado.

Tu cara me suena

El último punto que destaca la guía de EUROFORGEN hace referencia a las técnicas más punteras de análisis genéticos, que todavía no son aptas para su aplicación en criminología. Phillips pone como ejemplo la determinación de la forma de la cara, algo que algunos departamentos de policía prometen desvelar a pesar de que no existe evidencia científica al respecto.

Es muy pronto para hacer una predicción segura [sobre la forma de la cara de una persona] a partir de su ADN

"Es muy pronto para hacer una predicción segura [sobre la forma de la cara]", asegura el investigador. Sí destaca interesantes novedades que comienzan a emplearse gracias a los avances tecnológicos, como la determinación de la edad, el color de los ojos y hasta tipología del pelo —desde rizado a calvo—. "Decir que el sospechoso tiene unos 25 años, ojos azules y pelo rubio resulta muy útil para la policía", añade Phillips, "existen un montón de casos abiertos en España y Europa donde podrían aplicarse estos métodos". Porque un criminal puede cambiar de ropa, de apariencia, de casa, de país y de equipo de fútbol, pero no puede escapar de sus propios genes.

Eva Blanco, una joven española de 16 años, fue violada y asesinada en Algete (Madrid) en 1997 sin que la policía pudiera identificar al responsable. Casi dos décadas más tarde, en 2015, un análisis genético determinó que el culpable era de origen norteafricano. Gracias ello, la policía pudo estrechar el círculo hasta detener meses después a un ciudadano español de origen marroquí, aunque el juicio jamás tuvo lugar. El sospechoso se suicidó en la cárcel al poco tiempo.

ADN Genética Eva Blanco
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