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Proyecto Islero, la bomba atómica que España pudo tener durante el franquismo
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contado por Guillermo VElarde, director

Proyecto Islero, la bomba atómica que España pudo tener durante el franquismo

Durante los años 60 y 70, España estuvo cerca de entrar en el club de los países con capacidad nuclear. Las presiones extranjeras terminaron por abortar el proyecto

Foto: (Imagen: EC)
(Imagen: EC)

"Al proyecto de la bomba de plutonio, el desarrollo de sus componentes y a una futura fabricación y prueba de las bombas le puse el nombre de Proyecto Islero, en recuerdo del miura que mató a Manolete y que presentía terminaría matándome a disgustos". En 1963, Guillermo Velarde, físico y militar del Ejército del Aire, ya era consciente de lo que se le venía encima: la titánica tarea de poner en marcha un proyecto científico de élite con el objetivo de meter a España de lleno en uno de los clubs más exclusivos del mundo, el de las naciones nucleares.

Dadas las implicaciones del proyecto, los científicos no serían los únicos desafíos a superar, ya que la política interna y externa de la dictadura primero y la democracia después tendrían mucho que decir al respecto y de hecho serían las responsables de que España finalmente no tuviese armas atómicas.

Velarde lo cuenta todo en 'Proyecto Islero. Cuando España pudo desarrollar armas nucleares', la "historia de una España que pudo ser y no ser", una detallada crónica de nuestra carrera nuclear que comienza con el accidente nuclear de Palomares en 1966, en el que Velarde recibió el encargo de examinar los restos de las dos bombas y de recoger muestras para ser analizadas en la Junta de Energía Nuclear (centro de investigación y órgano asesor del Gobierno en temas de seguridad y protección nuclear), y termina a principios de los años 80, cuando España renunciaba oficialmente a la fabricación de armas nucleares.

Átomos para la Paz y Marruecos

Años antes de esta historia, en 1955, España había firmado con Estados Unidos un acuerdo de cooperación nuclear dentro del programa Átomos para la paz que sirvió para que nuestro país no partiese de cero en el desarrollo nuclear: gracias a aquellas ayudas, en diciembre de 1958 Franco inauguró el Centro de Energía Nuclear Juan Vigón en la Ciudad Universitaria de Madrid.

Fueron las complicadas relaciones con Marruecos a partir de su independencia en 1956 las que hicieron surgir el interés por una bomba atómica española. Los altos mandos militares, con Franco y Carrero Blanco a la cabeza, comenzaron a ver la bomba como una necesidad para reforzar el papel de España en Europa y para disuadir a Marruecos de atacar sus territorios fuera de la Península. En caso de conflicto, Estados Unidos ya había avisado de que no iba venir en su ayuda.

Por eso en 1963 comenzó a fraguarse la idea de una bomba atómica española, con el encargo de un informe sobre las posibilidades reales que había de construirla sin alertar a la comunidad internacional. Unas posibilidades que no parecían muy prometedoras en un principio, hasta que el accidente de Palomares hizo caer en manos de los técnicos españoles restos de las bombas americanas. A partir de la investigación de esos restos se puso de nuevo en marcha el Proyecto Islero.

Plutonio y un proyecto secreto

Desde el principio, el Proyecto Islero se mantuvo en secreto. Cuenta Velarde cómo los distintos equipos que trabajaron en él no sabían a qué se dedicaban los demás ni cuál era el fin último de sus investigaciones. El trabajo se dividió en dos fases: "la primer correspondía al proyecto de la bomba atómica en sí, y la segunda a la construcción de un reactor nuclear, de la fábrica de los elementos combustibles del reactor y de la planta de extracción del plutonio de los elementos combustibles sacados de este reactor".

Velarde apostó en todo momento por una bomba de plutonio, y no de uranio. El uranio 325, del que se necesita un 80% para construir una bomba atómica, había que obtenerlo en plantas de difusión gaseosa, que por coste, consumo eléctrico y dificultades técnicas estaban fuera del alcance de España. El plutonio 239, que forma al menos el 94% de una bomba atómica de esta base, se podía conseguir en un reactor nuclear pequeño y una potencia térmica cien veces inferior a los utilizados para producir electricidad.

La pega era que, con este segundo elemento, el proceso posterior de fabricación de la bomba era mucho más complejo, "pero debido a la gran capacidad científica y técnica de la mayoría de los investigadores de la JEN", asegura Velarde en su libro, "estaba totalmente convencido de que podía desarrollarse y construirse".

Pospuesto indefinidamente por orden de Franco

Pero Franco no veía nada clara esta opción. En una reunión que mantuvo con él en 1966, Velarde recibió la orden de posponer indefinidamente el desarrollo del proyecto. El dictador estaba convencido de que antes o después sería imposible mantenerlo en secreto, y España no estaba en condiciones de soportar otras sanciones económicas. A cambio, permitió que las investigaciones siguiesen adelante, siempre desligadas de las Fuerzas Armadas, y se comprometió a no firmar un acuerdo internacional que se estaba negociando en ese momento para prohibir la fabricación de armas nucleares. Pero eso era todo por el momento.

El dictador estaba convencido de que antes o después sería imposible mantenerlo en secreto, y España no podría soportar otras sanciones económicas

Así que cuando el 1 de julio de 1968 casi 50 países firmaron el Tratado de No Proliferación Nuclear, España no estaba entre ellos. Poco tiempo después se instalaba en la sede de la Junta de Energía Nuclear (JEN, hoy Centro de Investigaciones Energéticas Medioambientales y Tecnológicas) el primer reactor español con capacidad para producir plutonio para las bombas, y los primeros gramos de este material se obtuvieron el año siguiente.

En 1971, a instancia de Manuel Díez Alegría, jefe del Alto Estado Mayor, Velarde retoma el proyecto Islero. Díez Alegría opinaba que "la defensa de España no debía dejarse en manos de Estados Unidos ni de la OTAN, aunque en un futuro pudiésemos entrar en esta organización. España necesitaba su propia fuerza de disuasión nuclear". Un informe elaborado por Velarde y otros militares ese mismo año concluía que España podía poner en marcha con éxito "la opción nuclear". Las miras estaban puestas en la central de Vandellós, donde se podría obtener el plutonio de forma discreta (de tecnología francesa, el general Charles De Gaulle apoyaba la idea de una España atómica), y se barajaba el desierto del Sáhara como lugar para realizar las pruebas.

Carrero Blanco y Henry Kissinger

Dos años después, Carrero Blanco se convertía en presidente del Gobierno. Sin muchas simpatías con EEUU ni Israel, quería una relación entre iguales con los estadounidenses: si querían seguir utilizando las bases en territorio español, tendrían que compartir sofisticada tecnología militar y comprometerse a defender al país en caso de ataque.

La víspera del atentado en el que murió, el 19 de diciembre de 1973, Carrero Blanco se reunió con Henry Kissinger, secretario de Estado norteamericano, con la idea de presionarle para que firmase un nuevo tratado de colaboración que incluyese sus peticiones. Bajo el brazo llevaba dos folios que resumían el Proyecto Islero: España podía fabricar bombas atómicas, y lo haría si no se llegaba a un acuerdo por el que EEUU garantizase su seguridad. Horas después de esa reunión, en la que no logró arrancar a Kissinger un acuerdo concreto, Carrero Blanco moría al explotar una bomba bajo su coche.

La bomba durante la Transición

Ni su muerte, ni la de Franco dos años después, supusieron el fin del Proyecto Islero. Según relata Velarde, a los pocos días del atentado, con Carlos Arias Navarro como nuevo presidente del Gobierno, recibió la noticia de que se iba a avanzar con el objetivo de disponer de un pequeño arsenar de bombas atómicas para el final de la década.

Pero la fuerza del proyecto se fue desgastando, primero porque desaparecieron de la escena todos los que lo habían impulsado desde las instancias políticas y militares, y segundo porque cuando en 1977 Jimmy Carter llegó a la presidencia, EEUU siguió presionando para que España firmase el Tratado de No Proliferación. Sin embargo, el Islero no desapareció sin más: en 1976 el ministro de Exteriores del primer gobierno de la Transición seguía insistiendo en la intención de "no ser los últimos de la lista" en tener la bomba. En 1977 se conocía el alcance proyectado para el Centro de Investigación Nuclear de Soria: 140 kilos de plutonio al año, suficiente para fabricar 23 bombas anuales.

Siguiendo indicaciones americanas, el OIEA estableció que todas las instalaciones nucleares españolas tendrían que someterse al control de sus inspectores

Los años siguientes fueron duros para la joven democracia española. A una campaña de atentados de ETA y las reivindicaciones nacionalistas en País Vasco y Cataluña había que añadir la inestabilidad política. Mientras, el presidente estadounidense Carter seguía presionando para conseguir un compromiso antiatómico de España, con amenazas de boicot económico incluido.

En una entrevista de Velarde con Adolfo Suárez, éste mostraba su interés con seguir adelante hacia la bomba atómica, así que España se resistía a firmar un acuerdo de no proliferación, pero hacía pequeños gestos para librarse de las presiones sin comprometer sus posturas futuras, pero la situación se complicaba. Siguiendo indicaciones americanas, el Organismo Internacional para la Energía Atómica estableció que todas las instalaciones nucleares españolas, y en especial el reactor Vandellós 1, tendrían que someterse al control de sus inspectores. "En caso contrario, EEUU impediría la importación de algunos componentes para las centrales nucleares productoras de energías eléctrica que se estaban contruyendo en España".

El golpe de Estado de 1981 puso la guinda de una época convulsa. En abril de 1981, algo más de un mes después del golpe de Tejero y ya con el nuevo gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo, España aceptaba las condiciones de Estados Unidos y sometía sus instalaciones al control de la Agencia Internacional de la Energía Atómica. "Esto clausuraba de forma oficial el Proyecto Islero", lamenta Velarde. Años después, en 1987, el PSOE firmaba el Tratado de No Proliferación como parte del acuerdo para la integración en la Comunidad Económica Europea.

"Al proyecto de la bomba de plutonio, el desarrollo de sus componentes y a una futura fabricación y prueba de las bombas le puse el nombre de Proyecto Islero, en recuerdo del miura que mató a Manolete y que presentía terminaría matándome a disgustos". En 1963, Guillermo Velarde, físico y militar del Ejército del Aire, ya era consciente de lo que se le venía encima: la titánica tarea de poner en marcha un proyecto científico de élite con el objetivo de meter a España de lleno en uno de los clubs más exclusivos del mundo, el de las naciones nucleares.

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