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Cómo triunfar vendiendo patitos de goma a 90 euros en las tiendas de Apple
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han vendido más de 14.000 ejemplares

Cómo triunfar vendiendo patitos de goma a 90 euros en las tiendas de Apple

Edwin no es un patito de goma al uso. El ave de color amarillo es en realidad un juguete inteligente creado por la ‘startup’ Pi Lab

Foto: De izquierda a derecha, Don Inman, Amy Unger y Matt MacBeth, fundadores de la ‘startup’ Pi Lab
De izquierda a derecha, Don Inman, Amy Unger y Matt MacBeth, fundadores de la ‘startup’ Pi Lab

Edwin es pequeño, amarillo y suave. Lo mismo flota sobre el agua de una bañera llena de espuma que se va de safari por una selva animada. También emite sonidos relajantes y se ilumina por las noches para ayudar a dormir a sus jóvenes dueños. No lleva huesos ni plumas, aunque tiene forma de ave.

Edwin podría pasar por un patito de goma de los de toda la vida, si no fuera porque su interior no está hueco. Sus entrañas metálicas, que constituyen un organismo tecnológico en toda regla, lo convierten en un ave inteligente. En el juguete estrella de las Apple Stores.

Desde que sus creadores, el equipo de la ‘startup’ Pi Lab −ahora prácticamente han adoptado el nombre de su animalito−, debutaran en las tiendas de la manzana mordida, han vendido más de 14.000 ejemplares a 100 dólares (casi 90 euros) por pico. Esto sin contar las cifras conseguidas en Amazon, Target y Toys “R” Us, donde también está disponible.

Sin embargo, el pato es el primer producto verdaderamente rentable de una empresa que nació en 2013 para distribuir cargadores y adaptadores. Desde su nacimiento, dos años después, Edwin ha sido el ojito derecho de sus padres: “Era el que acaparaba todo el interés de las tiendas, así que decidimos centrarnos en expandir su mundo”, cuenta a Teknautas Amy Unger, que completa la familia de Pi Lab junto a los cofundadores Don Inmon y Matt MacBeth.

Inmon tuvo la idea durante un viaje a Asia. “Le inspiró el ‘patito de goma más grande del mundo’, que flotaba sobre el puerto Victoria de Hong Kong”, explica Unger. Cuando vio el inmenso animal plastificado, obra del artista holandés Florentijn Hofman, este apasionado de la tecnología se percató del sentimiento universal que despertaba el símbolo en la gente. Pensó que “la amada figura sería el recipiente perfecto para una nueva generación de juguetes inteligentes”, indica la joven.

A su vuelta, discutió su revelación con el resto del equipo de Pi Lab. MacBeth aportó su visión de ingeniero, desarrollando la tecnología que haría de Edwin un ave con facultades especiales.

Por su parte, Inmon está especializado en ‘marketing’ y desarrollo de producto. Creció entre juguetes electrónicos y videojuegos como el mítico Pong, pero en su juventud decidió pasarse al lado estratégico, desde el que trabajó para Apple. En 2008 conoció a MacBeth mientras ambos eran empleados en uno de los establecimientos de Klipsch (una compañía de tecnología de audio) en Indiana. Antes de fundar su propia ‘startup’, al ingeniero le dio tiempo a entrar en otra empresa, Stem Innovation, donde fabricaban una cámara para controlar a niños, mascotas o casas desde una aplicación. Una señal que tardaría un poco en revelarse.

Un patito entre cien productos

En 2010 decidieron lanzar su propio negocio, Pi Lab, y probar suerte con más de un centenar de productos. Y volvieron a arrimarse al gigante de la manzana mordida: “Les habíamos presentado otros proyectos”, dice Unger, pero una vez conocieron al patito, “solo regresaban interesados en Edwin, les gustó el concepto desde el principio”.

Aunque los de Cupertino no son sus “socios oficiales”, les han asesorado durante todo el proceso, tanto en la parte física del producto como en las aplicaciones que lo acompañan y que, al menos de momento, solo están disponible para iOS. “Nos han ayudado a mejorar desde el embalaje a la experiencia de usuario”, señala Unger.

El cuerpo amarillo de Edwin encierra un altavoz Bluetooth, un acelerómetro, luces LED, un termómetro infrarrojo y una batería de litio recargable. Lo recubre un material de silicona suave al tacto y sellado para hacerlo resistente al agua (tiene que nadar en la bañera sin que se mojen sus componentes electrónicos).

Está pensado para niños de entre uno y cinco años, que pueden escuchar las historias, canciones y resolver los puzles en la ‘app’ básica del conjunto de tres herramientas destinadas a padres e hijos. “Trabajamos con padres y educadores para diseñar el contenido”, afirma Unger.

Otra de las aplicaciones permite a los adultos comprobar la temperatura del agua del baño y poner un “modo disco” con luces de colores para distraer a los nenes, mientras que la destinada a la hora de dormir emite una luminosidad y sonidos suaves, cuyo volumen y temporizador se controlan desde el móvil, conectado al patito por 'bluetoothb.

Actualmente, Edwin y su familia viven en un edificio de la calle principal de Carmel (Indiana). La entrada a la oficina está cubierta con imágenes del personaje leyendo un libro y saludando a los recién llegados con un ala extendida. De vez en cuando, una versión de la estrella en forma de globo flota junto a la fachada del inmueble. El patito no solo ha conquistado su barrio, sino también a los miles de padres que se han dejado los cuartos para llevárselo a casa.

Edwin es pequeño, amarillo y suave. Lo mismo flota sobre el agua de una bañera llena de espuma que se va de safari por una selva animada. También emite sonidos relajantes y se ilumina por las noches para ayudar a dormir a sus jóvenes dueños. No lleva huesos ni plumas, aunque tiene forma de ave.

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