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Otras veces que creímos haber encontrado a E.T. (y qué encontramos en realidad)
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Las señales espaciales nos confunden

Otras veces que creímos haber encontrado a E.T. (y qué encontramos en realidad)

Esta semana sabíamos que una señal considerada potencialmente extraterrestre provenía en realidad de un viejo satélite soviético. No es la primera vez que nos pasa

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No era vida extraterrestre, sino un equipo en tierra, lo que originó la señal captada por científicos rusos hace un año y cuya procedencia había desconcertado a astrónomos de todo el mundo. Una vez más, la imaginación nos ha jugado una mala pasada (si bien muchos expertos se habían mostrado escépticos) pensando que una explicación extraordinaria era lo que necesitábamos para comprender unas señales inusuales. Pero la realidad se impone y no podemos celebrar, de momento, el hallazgo de vida extraterrestre.

Los púlsares de Jocelyn Bell Burner

No es la primera vez que esto ocurre. En 1968, Jocelyn Bell Burnell, estudiante de radioastronomía de la Universidad de Cambridge, comenzaba a trabajar en su tesis, bajo la supervisión de anthony Hewish y Martin Ryle. Pasó dos años constuyendo un enorme radiotelescopio destinado al estudio de quasares, fuentes astronómicas de energía electromagnética. En 1967 ya estaba operativo, y la tarea de Bell era analizar los datos que producía. Tras horas y horas de observación de las gráficas, encontró una señal intermitente y periódica que no encajaba con los patrones generados por los cuásares.

Durante meses, Bell y su equipo trabajaron para descartar todas las posibles fuentes de esa señal, que bautizaron como el Pequeño Hombrecillo Verde, en referencia a su posible origen extraterrestre. La realidad era menos fantasiosa, pero igual de interesante. La señal que Bell había captado era la primera evidencia de la existencia de los púlsares, estrellas de neutrones que emiten radiación de forma periódica. El descubrimiento valió un premio Nobel (que se llevaron los colaboradores de Bell, pero no ella), pero hizo desaparecer la posibilidad del Pequeño Hombrecillo verde.

El metano en marte que encontró Curiosity

Curiosity llevaba alrededor de un año dando vueltas por Marte cuando un hallazgo llamó la atención de los científicos que siguen sus andanzas desde la Tierra. En un par de meses, desde finales de 2013 a principios de 2014, la concentración de metano en el aire en torno al robot se había disparado. Puesto que en la Tierra la mayoría del metano atmosférico es de origen biológico, este dato despertó el interés de los científicos y del público general.

Pero hay otras hipótesis de cómo pudo producirse ese aumento de metano en Marte. Una es que el metano se produczca en partículas secas de la superficie marciana y sea liberado cuando unas sales, llamadas percloratos, abundantes en la superficie, se 'licuan' tras absorber agua de la atmósfera. Otra es que Curiosity diese por casualidad con un depósito de metano que anteriormente estuviese oculto bajo la superficie.

Los científicos esperan encontrar más información a medida que avance el trabajo y las observaciones de Curiosity que permita determinar de dónde provenía el metano, pero de momento no tienen una respuesta clara. Tampoco se han vuelto a detectar esos incrementos en los niveles del gas.

La misteriosa estructura de KIC 8462852

La estrella KIC 8462852 (llamada también estrella de Tabby por la investigadora Tabetha S. Boyajian, la primera que la estudió) se hizo mundialmente famosa en septiembre de 2015 porque algunas de sus características resultaron chocantes para los astrónomos. Se trataba de las fluctuaciones de luz que provenían de ella, un modo común de detectar los planetas que orbitan en torno a una estrella.

Pues bien: las fluctuaciones de luz en torno a la estrella de Tabby presentaban muchos cambios, lo que parecía indicar la presencia de un objeto de gran masa, o muchos de masa pequeña, orbitando en formación cerrada a su alrededor. Esto dio pie a una serie de especulaciones en torno a su origen, y la vida extraterrestre era una de ellas. Se especuló con que pudiese tratarse de una megaestructura producida por una civilización alienígena, similar a una esfera Dyson.

El SETI (Search for EstraTerrestrial Intelligence o búsqueda de inteligencia extraterrestre) dirigió a esta estrella su conjunto de radiotelescopios durante dos semanas, buscando señales de radio que indicasen la presencia de algún tipo de actividad en torno a ella, pero los resultados no mostraron pruebas de que se estuviesen generando esas señales. Otra hipótesis, más probable, es que se trate de una estrella más joven de lo que su posición sugiere, y por tanto todavía esté rodeada por material, como polvo o asteroides, que terminarán siendo atraídos por ella.

Seguimos, por tanto, sin noticias de ET.

No era vida extraterrestre, sino un equipo en tierra, lo que originó la señal captada por científicos rusos hace un año y cuya procedencia había desconcertado a astrónomos de todo el mundo. Una vez más, la imaginación nos ha jugado una mala pasada (si bien muchos expertos se habían mostrado escépticos) pensando que una explicación extraordinaria era lo que necesitábamos para comprender unas señales inusuales. Pero la realidad se impone y no podemos celebrar, de momento, el hallazgo de vida extraterrestre.

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