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Los ciervos que aún recuerdan (y respetan) las fronteras de la Guerra Fría
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aprenden el comportamiento de sus madres

Los ciervos que aún recuerdan (y respetan) las fronteras de la Guerra Fría

En la antigua frontera entre Checoslovaquia y Alemania hubo durante la Guerra Fría una valla electrificada. La valla ya no está y la gente circula libremente... pero los ciervos no

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El 9 de noviembre de 1989 fue un día importante en la historia de Europa. Ese día, el muro de Berlín, el gran símbolo de la Guerra Fría, comenzó a desmoronarse, y miles de habitantes de la Alemania Oriental cruzaron por primera vez en décadas a la parte occidental de su ciudad. Esta no era la única separación física de uno y otro lado. Lo que entonces era Checoslovaquia también estaba separada por una valla de Alemania y Austria para evitar que los desertores cruzasen al otro lado.

Los desertores no eran los únicos que se quedaron atrapados. Los ciervos rojos son una especie natural de esa zona de Europa que vieron limitada su libertad de movimiento por los bandos enfrentados en la época. La valla, electrificada, coronada por alambres de púas y vigilada por guardias armados, separaron a los ciervos en diferentes rebaños que quedaron incomunicados. No había forma para un ciervo alemán de pisar suelo checoslovaco, y viceversa.

Mucho ha cambiado desde entonces. Los países entonces separados por vallas y murallas forman ahora parte de una comunidad que permite la libre circulación de personas y, por supuesto, de ciervos. Y aún así, los ciervos siguen sin cruzar la frontera. Varios rebaños habitan a ambos lados de la antigua línea de separación, pero cuando se acercan a ella, se dan la vuelta. A pesar de no tener memoria ninguna de su existencia.

Animales de costumbres fijas

Un proyecto del Parque Nacional de Bavaria, en Alemania, extrajo esta conclusión después de seguir a varios de estos animales durante siete años con collares GPS. "Solo dos, un ciervo alemán llamado Florian y otro checo llamado Izabel han cruzado la frontera y se han quedado. Últimamente, algunos machos jóvenes han comenzado a explorar los pastos del otro lado, pero siempre vuelven. Y las hembras no ponen pie en la zona que una vez les estuvo prohibido", explicaba un reportaje del Wall Street Journal.

Este comportamiento intriga a los investigadores. Después de todo, tres décadas es mucho tiempo para un ciervo, cuya esperanza de vida se sitúa entre los 10 y los 15 años en libertad. Por eso, es imposible que ninguno tenga recuerdo de la existencia de esa valla y de la imposibilidad de cruzarla.

La hipótesis más aceptada es que, ya que los cervatillos pasan su primer año de vida siguiendo a sus madres a todas partes y aprendiendo de ellas dónde pueden ir y dónde no, los ciervos terminan desarrollando unos patrones de comportamiento tradicionales, yendo siempre a los mismos sitios. Es decir, que no cruzan esa frontera porque nadie les ha enseñado a hacerlo, y no serán ellos los primeros en intentarlo.

El 9 de noviembre de 1989 fue un día importante en la historia de Europa. Ese día, el muro de Berlín, el gran símbolo de la Guerra Fría, comenzó a desmoronarse, y miles de habitantes de la Alemania Oriental cruzaron por primera vez en décadas a la parte occidental de su ciudad. Esta no era la única separación física de uno y otro lado. Lo que entonces era Checoslovaquia también estaba separada por una valla de Alemania y Austria para evitar que los desertores cruzasen al otro lado.

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