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No vendas tu alma al diablo: lo que firmas cuando te registras en una 'app' o red social
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No vendas tu alma al diablo: lo que firmas cuando te registras en una 'app' o red social

Pueden parecer un galimatías legal, pero los contratos que aceptas cuando te das de alta en una aplicación o red social no son tan complicados. Te ayudamos a entenderlos

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Aunque los términos y condiciones de todos esos servicios que utilizamos en internet dan hasta para escribir un cómic o incluso para crear un comparador con el que vigilar cada cambio de estos contratos que firmamos sin leer, el caos sigue reinando en ellos. Al fin y al cabo, continúan siendo textos legales mastodónticos e incomprensibles que dan lugar incluso a singulares protestas para que sean más cortos y menos complejos.

Foto: Consejo Noruego del Consumidor

No obstante, más allá de procurar estar pendientes de esos cambios que las compañías tecnológicas tratan de colarnos a lo largo del año, la clave a la hora de comprender de forma básica lo que aceptamos al darnos de alta en una red social o en una plataforma cualquiera de internet pasa por prestar atención a diez puntos clave. Con ellos sabremos exactamente hasta qué punto estamos vendiéndole nuestra alma al diablo (tecnológico):

1.- Comprueba para qué pueden usar tus fotos

Tus fotos, tus vídeos y, en realidad todo ese contenido que compartes en tus redes sociales. En la mayoría de los casos, los términos y condiciones de los servicios dejan claro que el contenido que compartes es tuyo, pero lo más probable es que, al aceptarlos, estés dándoles permiso para que usen ese contenido (e incluso para que lo sublicencien, como sucede con las fotos y vídeos que compartes en Instagram) de forma gratuita.

En definitiva, lo que compartas con tus seguidores puede terminar siendo utilizado por la compañía para, por ejemplo, sus campañas de publicidad.

2.- Revisa qué datos personales estás cediendo

Más allá de la cesión obvia de las imágenes y vídeos que compartes en cualquier red social, todos estos servicios se quedan con datos personales como tu número de teléfono, tu cuenta de correo electrónico, tu usuario y contraseña e incluso con tu agenda telefónica como sucede en WhatsApp (por motivos lógicos) o con tus contactos de correo electrónico, como en Twitter e Instagram si decides buscar amigos en la red social de esta forma.

Por si todo esto fuera poco, todos estos servicios suelen quedarse con otros datos personales aún más importantes: los que extraen analizando tu comportamiento en la plataforma en cuestión. Qué páginas de Facebook buscas, cuáles son las imágenes de Instagram que te gustan y, por supuesto, desde qué navegador lo haces y cuál es tu IP. Eso, por no hablar del extremo caso de Google, que guarda (con tu permiso) el mapa de tu día a día en base a la ubicación de tu teléfono Android.

3.- Vigila lo que pueden hacer con esos datos

En líneas generales, tus datos serán utilizados principalmente para ofrecerte un mejor servicio y, además, las compañías suelen comprometerse a no venderlos a un tercero (salvo que forme parte del mismo grupo empresarial, como sucede entre Instagram y Facebook, por ejemplo). Así, la red social fotográfica usa tu información para personalizar la publicidad que ves, YouTube hace lo propio para sugerirte vídeos que te puedan interesar y Facebook para incluirte en campañas publicitarias que se ajusten a tu edad, tu sexo y tus gustos, entre otras cosas.

El caso más sorprendente es el de WhatsApp, que renuncia explícitamente a incluir publicidad (al menos, hasta caer en manos de Zuckerberg) y que usa tus datos únicamente para mejorar el servicio que prestan. De hecho, su texto legal indica que, si los anuncios llegan algún día al servicio de mensajería, harán cambios en sus términos y condiciones, algo que no ha sucedido en más de cuatro años.

4.- Comprueba cómo puedes darte de baja

La mayoría de servicios dan dos opciones a sus usuarios: desactivar su cuenta o eliminarla. En el primero de los casos, no serás visto por otros usuarios, pero tus datos seguirán pululando por los servidores.En el segundo caso, si bien tus datos no se esfuman del todo (en Facebook, por ejemplo, se quedarán los mensajes que hayas escrito en grupos), lo cierto es que tu cuenta desaparecerá para siempre y de forma irreversible.

YouTube se lleva la palma a la originalidad en lo que a la eliminación de perfiles se refiere. Para hacerlo, los usuarios deben cerrar su cuenta y, además, notificárselo a la empresa por correo ordinario, al más puro estilo siglo XX, tal y como indican en sus términos y condiciones. Toma nota: tienes que escribir al 901 Cherry Avenue, San Bruno, California, Estados Unidos.

5.- Asume que tus datos no desaparecen

Tal y como indicábamos antes, la información personal que cae en manos de cualquiera de estas compañías no es fácil de borrar del todo. En algunos casos, de hecho, es imposible. Así, Instagram se queda con tus datos y tus fotos durante “un tiempo comercialmente razonable”. ¿Cuánto es eso? No lo especifican.

Por su parte, WhatsApp borra tus mensajes a los 30 días de eliminar la cuenta, pero en los términos y condiciones no se dice nada sobre cuándo suprimen (si lo hacen) tu número de teléfono o tu agenda de contactos. Y los demás, más de lo mismo: YouTube no se pronuncia al respecto, Tinder advierte de que almacena ciertos datos con fines estadísticos… Lo mejor será asumirlo: tus datos rara vez se borran del todo.

6.- Asegúrate de que puedes darte de alta

Trece años para Instagram y Facebook, catorce para YouTube (en España), dieciocho para Tinder… La edad mínima permitida en cada una de las plataformas de internet es distinta y lo mejor es comprobar si puedes o no ser un usuario. De hecho, si no tienes 16 años, no deberías usar WhatsApp: en teoría, estarías infringiendo los términos y condiciones si lo haces.

7.- Revisa si pueden cambiar

La respuesta rápida en todos los casos suele ser que sí. Y no solo pueden cambiar, sino que la mayoría de servicios no notifica las modificaciones y el responsable de estar atento no es otro que el usuario. Sin embargo, algunos servicios como Tinder se comprometen a advertir de los cambios más significativos. Por su parte, Facebook da incluso un plazo de siete días para que los usuarios puedan quejarse y hacer propuestas respecto a los cambios de sus términos y condiciones.

8.- Confirma a qué legislación están sujetos

Si le tienes manía a las leyes estadounidenses, lo mejor es que te olvides de tener una cuenta en Twitter, Facebook, Instagram, Tinder y compañía: todas ellas te remiten a la legislación del estado en el que está su sede (generalmente, California). Solo Google se ajusta a la legislación del país del usuario, así que sí, YouTube, Google+ y demás servicios de la firma de Mountain View están sujetos a las leyes españolas por estos lares. Que las demás tuvieran que someterse llegado el caso, porque así lo marca la ley, es otro cantar. No olvidemos que muchas cláusulas de los términos y condiciones pueden ser nulas en la práctica.

9.- Busca sorpresas

Una vez controlados los principales aspectos de los términos y condiciones de cualquier servicio, tampoco está de más buscar algo de tiempo libre para bucear en estos textos legales en busca de detalles significativos. Solo así podrás descubrir que Instagram no te permite utilizar como nombre de usuario una dirección web, que en WhatsApp dejan claro que ni apoyan ni fomentan “el consumo ilegal de alcohol o tabaco” (algo que, sin duda, necesitas saber) o que en Tinder están dispuestos a mandarte una copia en papel de sus términos y condiciones si se lo pides por correo electrónico. Un detalle.

10.- Écha un vistazo a lo que tendrías que leerte

Aunque con estas claves tendrías suficiente para saber los puntos más importantes del contrato que estás firmando, tampoco está de más que compruebes cómo de dura es la prueba que ponen ante ti los abogados del servicio en cuestión con sus términos y condiciones: WhatsApp te coloca delante de más de 6.000 palabras, Facebook unas 15.000 y LinkedIn va un paso más allá para superar las 16.000 palabras.

Si el reto ya es de por sí complejo, la situación se vuelve aún peor al comprobar el idioma en el que están estos textos legales. Si bien muchos están traducidos al castellano, algunos como Tinder, WhatsApp e Instagram te sorprenderán con un asombroso mamotreto escrito en la lengua de Shakespeare.

Aunque los términos y condiciones de todos esos servicios que utilizamos en internet dan hasta para escribir un cómic o incluso para crear un comparador con el que vigilar cada cambio de estos contratos que firmamos sin leer, el caos sigue reinando en ellos. Al fin y al cabo, continúan siendo textos legales mastodónticos e incomprensibles que dan lugar incluso a singulares protestas para que sean más cortos y menos complejos.

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