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Química del fuego: por qué un incendio de neumáticos es tan peligroso
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es muy difícil de extinguir

Química del fuego: por qué un incendio de neumáticos es tan peligroso

Desde primera hora de este viernes, en Seseña las llamas devoran miles de neumáticos, un material especialmente peligroso cuando arde y difícil de apagar

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Unas 9.000 toneladas de neumáticos arden desde la mañana de este viernes en Seseña, y además de los aspectos legales del problema (el vertedero carece de licencia desde 2003 y el dueño de la instalación, condenado por delito ecológico, está desaparecido), hay que tener en cuenta los aspectos científicos: qué sustancias se liberan en el aire al arder un neumático, qué efectos pueden tener esas sustancias sobre la salud y el medio ambiente y cuál es la forma más apropiada de extinguir un fuego como este.

Joan Grimalt es profesor de química ambiental del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua, perteneciente al CSIC. En una nota emitida esta mañana, Grimalt advertía de que el humo que emite este incendio es muy dañino para la salud, porque la carbonilla contiene compuestos "altamente cancerígenos". Se refiere en concreto a los hidrocarburos aromáticos policíclicos, un tipo de compuesto que se emite durante la combustión de todos los elementos orgánicos, pero que en el caso de los neumáticos es mucho más abundante respecto al volumen de materia quemada que si se tratase por ejemplo de un incendio forestal. Al ser una quema descontrolada, producida a baja temperatura, la cantidad de carbonilla emitida es aún mayor, explica Grimalt.

En cualquier caso, el riesgo para la salud depende del nivel de exposición. Según Grimalt, la recomendación para la población es que se quede en casa y cierre las ventanas, para evitar respirar esa carbonilla perjudicial, "algo que entra dentro de la lógica en estos casos, nadie quiere que se le llene la casa de humo". Además, señala la importancia de que los bomberos y demás personal implicado en las tareas de extinción se proteja con equipos adecuados.

"Imagina una montaña de carbón"

J. López es bombero y coincide en esa recomendación, especialmente para todas aquellas personas con problemas respiratorios, personas mayores y niños. Señala que el humo resultado de un incendio nunca es benigno, da igual lo que esté ardiendo, pero en este caso es especialmente dañino por la cantidad de compuestos provenientes de hidrocarburos.

Cuenta que la extinción de este tipo de incendios es especialmente problemático porque los neumáticos se fabrican con derivados del petróleo, que es altamente inflamable. "Para que nos entendamos, es como si fuesen gasolina sólida. Arden muy fácilmente". Grimalt coincide en la explicación, aunque utiliza otro símil: "Imagina una montaña de carbón".

El problema en cualquier caso es la dificultad de extinguir totalmente el fuego: "Incluso si consiguieses apagar las llamas, en el interior de la montaña de neumáticos, donde se puede llegar, se han alcanzado temperaturas altísimas. Eso seguiría ardiendo aunque no se viese desde fuera", explica López.

En este caso, la estrategia a seguir suele ser tratar de separar la zona en llamas de aquella que aún no ha ardido, y enfriar los alrededores para que el fuego no se extienda. Es, cuenta López, la estrategia que se suele seguir cuando lo que arde es una sustancia sólida: apartar la materia en llamas y esperar a que se consuma, controlando que no se extienda.

Según los estándares europeos, los incendios se pueden dividir en distintas clases, según qué es lo que actúa como combustible.

Clase A: combustibles ordinarios

Cuando lo que arde es madera, papel o tela, por ejemplo, se considera un fuego de clase A. Normalmente sirve el agua, en mayor o menor cantidad, para apagar el fuego.

Clase B: combustibles líquidos

Lo que arde en los fuegos de clase B son combustibles, como la gasolina o el queroseno. El problema de atacar este tipo de incendios con un chorro de agua es que cause salpicaduras que extiendan las llamas o hieran a alguien cercano.

En vez de eso, la estrategia suele ser interrumpir la reacción química de la combustión, que solo ocurre en presencia de tres elementos: combustible, calor y oxígeno. "Normalmente usamos agua mezclada con algún agente espumante, para formar una espuma que se sitúe entre el combustible que arde y el aire. Cuando se queda sin oxígeno, el fuego se sofoca y se apaga", explica López.

Clase C: gases inflamables

Gas natural, butano, metano... Cuando lo que arde es un gas inflamable, el objetivo de los cuerpos de bomberos muchas veces no es apagar el fuego directamente, sino encontrar de dónde proviene el gas. "Igual que ocurre con el gas que utilizamos para cocinar, si hay una fuga, es más seguro que arda a que se acumule el gas".

Case D: metales

Normalmente, los metales combustibles (como el litio, el potasio, el magnesio o el titanio) no suponen un gran riesgo de incendio porque el calor se conduce de forma muy eficiente y por tanto el calor de la combustión no se mantiene durante mucho tiempo. Esto quiere decir que hace falta una enorme cantidad de energía para prender y mantener este tipo de fuegos. El problema puede aparecer cuando en una fábrica o entornos similares se mezclan virutas metálicas con trozos de papel, madera, tela u otros elementos inflamables.

Algunos metales y aleaciones metálicas pueden arder a altas temperaturas, y esos fuegos son especialmente peligrosos porque requieren equipos y conocimientos específicos para apagarlos que la mayoría de la población no tiene. Algunos incluso arden al entrar en contacto con el aire o el agua (es el caso del sodio), lo cual eleva aún más su peligrosidad. Normalmente se apagan con extintores de polvo seco, por ejemplo de grafito o cobre.

Clase F: aceites y grasas para cocinar

Esta última clase no está diferenciada por el tipo de combustible (los aceites y grasas son en realidad un subtipo de combustible líquido), sino por el entorno en el que se producen: principalmente cocinas industriales y profesionales, así como cocinas domésticas, en menor medida.

Los incendios que surgen en ellas suelen estar perfectamente delimitados en su origen y son zonas con gran presencia de alimentos que se echarían a perder si se usan extintores espumantes, como es lo habitual en estos casos. Debido a ello, suelen tener protocolos de extinción especiales, como el uso de campanas sofocantes o mantas antillamas con las que se tapan los fogones en caso de prenderse una sartén.

Unas 9.000 toneladas de neumáticos arden desde la mañana de este viernes en Seseña, y además de los aspectos legales del problema (el vertedero carece de licencia desde 2003 y el dueño de la instalación, condenado por delito ecológico, está desaparecido), hay que tener en cuenta los aspectos científicos: qué sustancias se liberan en el aire al arder un neumático, qué efectos pueden tener esas sustancias sobre la salud y el medio ambiente y cuál es la forma más apropiada de extinguir un fuego como este.

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