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Treinta años del Challenger: el transbordador espacial que no explotó
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Murieron siete astronautas

Treinta años del Challenger: el transbordador espacial que no explotó

National Geographic recuerda la tragedia con un documental con material inédito y en el que destaca la figura de Christa McAuliffe, destinada a ser la primera profesora en viajar al espacio

Foto: La mezcla de hidrógeno y oxígeno líquido provocó la bola de fuego icónica del desastre del Challenger.
La mezcla de hidrógeno y oxígeno líquido provocó la bola de fuego icónica del desastre del Challenger.

El 28 de enero, a las 17:39 hora española, se cumplirán treinta años de una de las mayores catástrofes de la historia espacial estadounidense. Hace tres décadas que el Challenger se desintegraba en pleno vuelo, tan sólo 73 segundos después de haber despegado de Cabo Cañaveral.

National Geographic ha aprovechado la efeméride para emitir un documental en Estados Unidos con material inédito sobre el Challenger con vídeos que demuestran la preparación que llevó a cabo la tripulación. Entre los siete astronautas que perecieron aquel día se encontraba Christa McAuliffe, la primera maestra que viajaba al espacio y que iba a impartir un par de clases durante la travesía por la órbita terrestre.

La cabina del Challenger, con la tripulación a bordo, se estrelló en el Atlántico a 321 kilómetros por hora

"Mi filosofía de vida es exprimirla al máximo", aseguraba la maestra en la entrevista final, uno de los archivos rescatados por National Geographic para el documental. En él, se puede apreciar parte del proceso de selección del programa Teacher in Space —un proyecto impulsado por Ronald Reagan para enviar a profesores al espacio—y se sigue de cerca el lanzamiento, y posterior desintegración, de la nave. Los padres de McAuliffe siguieron el terrible evento en Cabo Cañaveral mientras que los alumnos de la profesora del instituto donde impartía ciencias sociales en Concord, New Hampshire, lo hacían en la sala de actos.

El Challenger se desintegró en el aire

Contrariamente a la creencia popular y a lo que parecen indicar las imágenes del desastre, el transbordador espacial nunca explotó en mil pedazos. El fallo que provocó la muerte de los siete astronautas estuvo localizado en el tanque derecho de combustible sólido.

La investigación determinó que el destino de la tripulación ya estaba decidido en el mismo momento del despegue. Un humo negro apareció de una de las cinco juntas tóricas que dividían el tanque de combustible derecho durante los primeros segundos, lo que indicó que esa junta se quemaba. Sin junta, no había aislante que separara de la atmósfera todos los procesos que estaban teniendo lugar en el interior del cohete.

Varias rachas de aire ahondaron en la brecha que había resultado del mal funcionamiento de la junta tórica lo que provocó una fuga de gases calientes derivados de la combustión del motor. Esos gases provocaron la ruptura del mecanismo de unión del tanque y, finalmente, despedazaron el deposito de combustible. Al mezclarse en el aire, el hidrógeno y el oxígeno líquido formaron la característica bola de fuego que ha alimentado la teoría de la explosión.

¿Qué sucedio con el transbordador? Hasta el momento de la desintegración del cohete de combustible sólido, la nave se encontraba en perfecto estado. A partir de ese momento, el vehículo perdió toda propulsión por lo que sufrió una deceleración tan pronunciada que se desintegró en diferentes partes. Primero se separó del tanque principal, la pieza naranja sobre la que se montaba, para romperse en diferentes pedazos que dejaron un rastro de humo mientras se precipitaban al océano Atlántico como se puede apreciar en el vídeo sobre estas líneas.

Christa McAuliffe, licenciada en historia y profesora de ciencias sociales, iba a impartir dos clases a bordo del Transbordador

Una de las piezas que se separó de manera casi intacta fue la cabina en la que viajaban los siete astronautas. Y aquí se desmonta otra creencia popular generalizada: la investigación del incidente no fue capaz de determinar el momento de la muerte de los ocupantes. Los siete pasajeros estaban en sus asientos cuando se encontró la cabina bajo el mar. Aunque es probable que sobrevivieran a la desintegración de la nave, se cree que perdieron el conocimiento por la despresurización de la cabina o a causa de las fuerzas gravitatorias —entre 12 y 20G— a las que se vieron sometidos. El hecho de que tres de las mascarillas de oxígeno, que se activaban manualmente, se encontraran fuera de su lugar pone en duda la veracidad de esta teoría. Finalmente, la cabina impactó en el mar a 321 kilómetros por hora.

Los peligros del Transbordador

Una de los errores en el diseño del Transbordador Espacial y que ha motivado que Estados Unidos haya vuelto a naves similares a las del inicios de la carrera espacial reside en la ausencia de un método de escape cuando el cohete sufre una avería fatal, como en el caso del Challenger.

Las naves convencionales, desde el programa Apolo hasta el Soyuz pasando por la futura Orion o las cápsulas Dragon y Starliner que preparan SpaceX y Boeing, cuentan con un sistema de emergencia capaz de impulsar la nave a una velocidad todavía mayor que la del cohete para colocarlo en una trayectoria de escape. Separada del propulsor, la nave se encuentra fuera de peligro una vez que se despliegan unos paracaídas que posan el vehículo en tierra o en el mar.

En el caso del Challenger y del resto de vehículos de la flota, esta maniobra no era posible ya que no había forma de separar la nave de los tanques de combustible que la enviaban al espacio. Tras el incidente, la NASA desarrollo un protocolo de rescate que sólo se podía poner en funcionamiento durante la reentrada, cuando la nave estuviera en posición horizontal y a una velocidad estable. La maniobra ni siquiera se pudo poner en práctica cuando el Columbia se desintegró en febrero de 2003 y no habría servido de nada en el vuelo del Challenger.

21 años de espera

No fue hasta 2007 cuando Barbara Morgan, sustituta de McAuliffe en el vuelo del Challenger, se convirtió en la primera maestra en el espacio. Lo hizo a bordo del Endeavour, el vehículo que reemplazó al transbordador desintegrado, y cerró el círculo del programa Teacher in Space, que se canceló en 1990.

placeholder Imagen que muestra la fuga en el cohete derecho de combustible sólido que provocó la catástrofe. (NASA)
Imagen que muestra la fuga en el cohete derecho de combustible sólido que provocó la catástrofe. (NASA)

En los meses previos al lanzamiento, McAuliffe aseguraba no tener miedo, aunque sus palabras fueran macabramente proféticas: "No siento temor. Quizá lo sentiré cuando arranquen los motores". En la entrevista final para ganarse un asiento en la nave, la maestra era tajante respecto a sus motivaciones para viajar al espacio: "Siendo historiadora, no podía decir que no a una aventura como esta". Desgraciadamente, McAuliffe pasó a la historia de la peor de las maneras.

El 28 de enero, a las 17:39 hora española, se cumplirán treinta años de una de las mayores catástrofes de la historia espacial estadounidense. Hace tres décadas que el Challenger se desintegraba en pleno vuelo, tan sólo 73 segundos después de haber despegado de Cabo Cañaveral.

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