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El Skype de los años 60 que se coló en '2001: una odisea del espacio'
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fue un fracaso de ventas

El Skype de los años 60 que se coló en '2001: una odisea del espacio'

En esta obra maestra de Stanley Kubrick, el doctor Floyd conversa con su hija por videollamada gracias a un Picturephone diseñado en los Laboratorios Bell. El aparato existía en la realidad

Foto: La videollamada entre el doctor Floyd y su hija
La videollamada entre el doctor Floyd y su hija

Un teléfono. Este es el regalo de cumpleaños que una adorable niña solicita a su progenitor, el doctor Heywood Floyd, cuando este viaja a la base lunar Clavius en 2001: una odisea del espacio. Aquel responsable de una misión secreta por culpa de un monolito de cuatro millones de años responde a la pequeña, a la que dio vida la propia hija de Stanley Kubrick, que ya tiene demasiados teléfonos. Buen ejemplo de ello era el sistema con el que se estaban comunicando: un Picturephone que les permitía hablar mientras se veían las caras.

Aquel futurista invento no había nacido de la imaginación del prestigioso cineasta o de la mente del popular escritor Arthur C. Clarke, coguionista y autor de la novela homónima, sino que ya existía previamente, casi cuatro décadas antes de la llegada de Skype a nuestras vidas. El logo de la campana que aparecía en el film desvelaba ya el origen de aquella cabina. En los 60, los Laboratorios Bell trabajaban en el lanzamiento comercial del Picturephone real. "Un tour de force tecnológico, este teléfono te permite ver así como escuchar", rezaba un anuncio de 1964.

Los dos artífices de esta obra de culto de la ciencia ficción se reunieron para conversar sobre la película el mismo año en que se publicó aquel panfleto. Una fecha que coincidía además con el estreno ante el gran público de ese revolucionario sistema que pretendía reemplazar a las tradicionales llamadas telefónicas. ¿Acaso alguien no querría ver el rostro de sus parientes a miles de kilómetros de distancia, como el doctor Floyd?

El servicio que inauguró Lyndon B. Johnson

La Feria Mundial de Nueva York fue el escenario escogido para la presentación en sociedad del Picturephone de AT&T, propietaria de los Laboratorios Bell. En siete estaciones similares a la cabina que aparecía en 2001: una odisea del espacio, los visitantes de la exposición podían llamar y ver al mismo tiempo a sus interlocutores, que se comunicaban con ellos desde el Disneyland de California.

Una cámara, un altavoz y una pantalla conectada al teléfono les permitían charlar durante diez minutos como si estuvieran frente a frente. Según la compañía, los primeros afortunados que probaron aquel experimento consideraron que les proporcionaba "una valiosa información".

"Fue casi un gran éxito, a la gente le encantaba verse, pero no era posible comercializarlo. Creo que capturó la imaginación del público y por supuesto de Kubrick y de la gente que le informaba", aseguró Larry Rabiner, experto en reconocimiento de voz de los Laboratorios Bell, en el documental 2001: The Making of a Myth que se estrenó en Reino Unido precisamente el primer año del tercer milenio.

Los Laboratorios Bell, que comenzaron las pruebas con aquel sistema en los 50, reconocieron ya en 1964 "que en un futuro cercano" no podrían ofrecerlo a todos los domicilios y empresas. Lo que sí se logró fue instalar un servicio comercial limitado en lugares públicos de Nueva York, Chicago y Washington D.C. El propio Lyndon B. Johnson, presidente de Estados Unidos por aquel entonces, fue el encargado de inaugurarlo llamando desde la capital estadounidense al alcalde de Nueva York, que se encontraba en la icónica Grand Central Terminal.

Disfrutar de aquella experiencia multisensorial durante tres minutos costaba la friolera de 16 dólares de la época, unos 120 dólares actuales (110 euros) teniendo en cuenta la inflación. Bastante más barato le salía el servicio al doctor Floyd: tan solo abonaba 1,7 dólares por aquella llamada a su hija. Lo que no previó Arthur C. Clarke es que aquel servicio llegaría a ser gratuito.

El investigador que creó un Picturephone de cine

Los satélites de telecomunicaciones jugaron un papel más importante de lo que cabría imaginar para que 2001: una odisea del espacio mostrara un Picturephone. Arthur C. Clarke había propuesto el uso de satélites y su colega John R. Pierce desarrolló el primer satélite comercial de comunicaciones del mundo, el Telstar, en los Laboratorios Bell.

El autor británico visitó el centro de investigación donde trabajaba su amigo, y allí fue testigo de los primeros pasos de una novedosa tecnología: la síntesis de voz. En 1961, Bell había conseguido que el IBM 704 interpretara la primera canción grabada de la historia con ese procedimiento. El tema que entonó aquel ordenador era Daisy bell, una canción popular compuesta a finales del siglo XIX.

A Arthur C. Clarke le impresionó tanto la demostración que HAL 9000, el ordenador malvado más famoso de la historia del cine, también la canta antes de fallecer. En esos momentos, la máquina experimenta un simbólico regreso a su infancia, ya que su primer instructor le enseñó la letra de Daisy bell.

También se rumoreó que el nombre de HAL no era casual. Cada una de las letras es la inmediatamente anterior en el abecedario a las que forman IBM, la compañía que fabricó el primer ordenador cantarín. Sin embargo, Kubrick defendió que se trataba de una mera coincidencia y que el nombre de aquella perversa máquina derivaba en realidad de las siglas "heuristic and algorithimc" (heurístico y algorítmico), "dos métodos de programación por ordenador".

De un modo u otro, mostrar en pantalla las dotes artísticas de un ordenador no fue la única tecnología que apareció en la cinta gracias a John R. Pierce. Este ingeniero sugirió que el film incluyera una cabina de Picturephone e incluso imaginó un posible escenario. Decidió pedir ayuda a A. Michael Noll, que había trabajado para el departamento de desarrollo y para la división de investigación de los Laboratorios Telefónicos Bell en Murray Hill (Nueva Jersey). En aquellos años, Noll se había especializado en el arte por ordenador.

Según cuenta Noll en sus memorias, se encargó de desarrollar la cabina junto con un diseñador que mejoró sus bocetos, y después se los pasó al equipo de Clarke. "Los diseñadores eran en realidad artistas", aseguró este profesor emérito de la Universidad del Sur de California.

No a todo el mundo le gustó que Noll incluyera la campana de Bell System en aquella mítica escena. Después de que la película se estrenara, recibió quejas de AT&T. Un decreto de consentimiento estipulaba que la actividad de Bell System estaba restringida a las telecomunicaciones domésticas y la aparición de aquella campana implicaba que estaban operando en el espacio exterior, pese a que fuera en la ficción. "Dije que Pierce había aprobado su uso y eso zanjó el asunto", explicó Noll. Nadie quería tener problemas con uno de los padres de los satélites.

El invento que haría los viajes "innecesarios"

Dos años después del estreno de aquella innovadora película, Bell presentó un sistema Picturephone en Pittsburgh. Julius P. Molnar, el vicepresidente ejecutivo de los Laboratorios Telefónicos de Bell por esas fechas, vaticinó que antes de finales de siglo el Picturephone "sustituiría a las actuales formas de comunicación" e incluso haría que los viajes "fueran innecesarios". Los directivos de AT&T también estaban convencidos de que en una sola década se usarían un millón de aparatos.

Sin embargo, aquel invento no supuso la revolución que esperaban. La propia compañía ha reconocido años más tarde que el Picturephone de los 70 era todavía "grande, caro e incómodamente intrusivo" pese a las mejoras que habían realizado. En la ciudad de Pensilvania, donde inauguraron el nuevo servicio, su uso costaba 160 dólares al mes, el equivalente a unos 900 euros actuales.

Tras casi veinte años de investigación y 500 millones de dólares invertidos para su desarrollo comercial, aquel futurista aparato que llamó la atención de los mismísimos Arthur C.Clarke y Stanley Kubrick se convirtió en un estrepitoso fracaso comercial. Un fiasco que A. Michael Noll auguró, aunque años más tarde. "Las películas de ciencia ficción podrían ser el único mercado para los videoteléfonos", afirmó.

Si bien al vicepresidente ejecutivo de los Laboratorios Telefónicos Bell tomar la delantera no le salió bien, tanto su compañía como los creadores de 2001: una odisea del espacio estaban en lo cierto. En el que era su futuro, nos gusta conversar con nuestros congéneres a través de una videollamada. Eso sí, fue una empresa nacida en Estonia, ya en el siglo XXI, la que consiguió poner de moda las conversaciones frente al ordenador.

Un teléfono. Este es el regalo de cumpleaños que una adorable niña solicita a su progenitor, el doctor Heywood Floyd, cuando este viaja a la base lunar Clavius en 2001: una odisea del espacio. Aquel responsable de una misión secreta por culpa de un monolito de cuatro millones de años responde a la pequeña, a la que dio vida la propia hija de Stanley Kubrick, que ya tiene demasiados teléfonos. Buen ejemplo de ello era el sistema con el que se estaban comunicando: un Picturephone que les permitía hablar mientras se veían las caras.

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