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"No somos tan tontos: la bomba atómica se inventó hace 70 años y seguimos aquí"
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miquel barceló, investigador y escritor

"No somos tan tontos: la bomba atómica se inventó hace 70 años y seguimos aquí"

Este ingeniero polivalente es también un experto en ciencia ficción. Junto a él hemos echado un vistazo al futuro de la Humanidad, aprovechando que publica su 'Nueva guía de lectura'

Foto: Miquel Barceló. (Sinc)
Miquel Barceló. (Sinc)

Miquel Barceló (Mataró, Barcelona, 1948) es el vivo ejemplo de que las dos culturas, ese supuesto muro insalvable entre ciencias y humanidades, son en realidad un mito. Ingeniero Aeronáutico, doctor en Informática, diplomado en Ingeniería Nuclear, graduado en Ingeniería Aeroespacial... es catedrático de la Universidad Politécnica de Cataluña a la vez que escritor, crítico, editor y traductor de ciencia ficción.

Su guía de lectura de ciencia ficción publicada en 1990 acaba de ponerse al día con una nueva edición que añade veinticinco años de novedades. Uno de los apartados de su Ciencia Ficción: Nueva guía de lectura imprescindible para expertos y aficionados, incorpora un apartado sobre el uso de este género en divulgación científica, algo a lo que Barceló ha dedicado dos décadas de su vida. Hemos aprovechado la presentación del libro para hablar con él sobre su género favorito, la ciencia y el futuro de la Humanidad.

Pregunta: ¿Cómo usas la ciencia ficción para divulgar?

Respuesta: Se pueden explicar muchas cosas con superhéroes, Harry Potter y Star Wars. ¿Es posible fabricar una capa de invisibilidad? ¿Podría volar una escoba? Hasta hablo de genética al explicar por qué Hermione, que es hija de no magos, es maga. Los fallos también dan juego: en el espacio no se oyen explosiones porque no hay aire ni hay incendios porque el único oxígeno es el de la nave y se consume enseguida. El hombre invisible es ciego porque los rayos de luz rebotan en su cuerpo, por lo que la retina no ve la luz.

La gente ignora la ciencia que tiene a su alrededor: para ellos el televisor se enciende por magia

P.: Además de excusa para divulgar, ¿qué utilidad tiene la ciencia ficción?

R.: Es muy sano decirle a la gente que la forma en la que vive no es la única en la que se puede vivir. Las cosas podrían y pueden ser distintas. Llevo 55 años leyendo este género y es una herramienta maravillosa para el aprendizaje del futuro, porque te entrena para aceptar que el mundo va a cambiar y que no hay una única manera de organizar la sociedad. Ahora llevamos el comunicador personal en el bolsillo, algo que hace veinte años me hubiera parecido ciencia ficción alocada. Te lleva a pensar sobre cómo vives, cómo has vivido, qué te puede dar la ciencia y la tecnología, y sobre todo qué te puede quitar. Además gracias a ella, y no soy el único, acabé dedicándome a la ciencia.

P.: ¿Sirve como herramienta predictiva?

R.: Su voluntad no es predictiva sino preventiva: no hagamos lo malo y tiremos para adelante con lo bueno. Actúa como profecía autopreventiva. Ves una característica extraña en el presente e inventas un futuro donde se ha desarrollado exageradamente en una sociedad distópica donde no quieres vivir. Es lo que hay detrás de Un mundo feliz y 1984: vigilad esto que está empezando a ocurrir.

P.: Pero a veces sí adelanta el futuro, ahí está Julio Verne…

R.: Cuando salió 20.000 leguas de viaje submarino hacía tres siglos que William Bourne había escrito sobre una posible nave submarina. Esa misma década, en la Guerra de Secesión, un submarino del Sur entró a un puerto y torpedeó varios barcos. Monturiol ya había construido su Ictíneo. Lo que quiero decir con esto es que no era una predicción: de hecho el inventor del barco de vapor le intento vender a Napoleón una nave submarina… que se llamaba Nautilus.

La gente cree que un mail es una carta cerrada pero es una postal abierta

P.: ¿No ha acertado nunca?

R.: Es como el tarot, si te echan las cartas mil veces es muy raro no acertar una. Existe un cuento de 1945, Un lógico llamado Joe, que habla de cómo la gente tiene en casa un televisor con teclas en lugar de diales, unido a un teléfono conectado a un tanque de datos con el que podían recibir y enviar mensajes, ver información y comprar entradas de cine. Esto es internet, pero es un cuento humorístico, lo que demuestra que ni cuando acierta es buena haciendo prospectiva. Y en Fundación no hay ni un sólo ordenador porque se escribió en los 40. Luego están las cosas imposibles, como viajar en el tiempo o más rápido que la luz, que las consideramos ciencia ficción y no fantasía pero que no se van a cumplir.

P.: La ciencia ficción suele mostrar futuros demasiado optimistas o demasiado pesimistas. ¿Con cuál te quedas?

R.: Tengo tendencia a ser pesimista porque soy un optimista informado. El día en que alguien pueda hacer negocio de la clonación se clonarán humanos. Lo bueno de la ciencia ficción es que cuando salió Dolly todo el mundo habló de ello, pero los aficionados llevábamos décadas leyendo historias que discutían la ética de la clonación desde puntos de vista positivos y negativos.

Hay un grupo de escritores norteamericanos, fundamentalmente de derechas, que sólo quieren ver la parte positiva del desarrollo de la ciencia y la tecnología, que evidentemente la tiene. Otros, más críticos, se preguntan qué pasa con la privacidad personal, si los robots nos quitarán el trabajo y el problema de las inteligencias artificiales [IA].

P.: ¿Existirán las IA que hoy son ciencia ficción?

R.: Estas cosas, como Dolly, acabarán llegando. El problema es que es el campo de investigación con más marketing que se ha hecho, si se hubiera llamado inteligencia ortopédica nadie se llamaría a engaño porque son ayudas a nuestra inteligencia, como una calculadora. En realidad hablamos de IA cuando no se sabe lo que es la inteligencia humana. Traducir y multiplicar se consideraba algo inteligente y ahora lo hace una máquina. El día en que las IA adquieran la capacidad que hoy en día tienen los humanos, con autoconsciencia o no, la historia escapará a nuestro control, para bien o para mal.

El Ministerio del Tiempo también es ciencia ficción, una temática que hace cuarenta años hubiera sido impensable en la televisión española

P.: ¿Y la inmortalidad?

R.: Es un viejo sueño de la humanidad: mi cuerpo está mal, meto mi cerebro en la red neuronal de un ordenador y sigo viviendo, que es lo que ocurre en Ciudad Permutación. La pregunta es qué pasaría si alguien desconecta el ordenador. Los más honestos lo relacionan con el sexo, que es el mecanismo de inmortalidad de la especie. Es un tema de fantasía que tratado con seriedad consiste en extender la esperanza de vida, algo que ya estamos consiguiendo. Quizá en un siglo vivamos 120 años. ¿Por qué no más? ¿Por qué no buscar nuevos soportes para vivir?

P.: Sospecho que en realidad tiendes más al optimismo

R.: La esperanza de vida en España hoy es casi el doble que en 1900. Que vivamos 80 años en lugar de 40 lo veo bien como individuo, aunque para la especie no sé si es bueno. Todo abusado es malo: podemos ver el interior de los seres humanos con un TAC y el avión se ha popularizado en pocos años. Nuestro móvil tiene más potencia informática que la que tenía todo EEUU en el 69 cuando llevó un hombre a la Luna y consiguió regresar. Y varias veces.

Pero también tenemos armas. La ciencia y la tecnología dan posibilidades y nosotros decidimos si las usamos para el bien o para el mal. Soy de la generación que nació con la bomba atómica, y cuando era joven temíamos que alguien se volviera loco, apretara un botón y enviara el planeta a freír espárragos, como en Teléfono rojo ¿Volamos hacia Moscú? Una de mis sorpresas es que hace 70 años de la invención de la bomba atómica y todavía estamos aquí, así que tan tontos no somos. Todavía somos capaces de aprovechar las nuevas posibilidades que dan la ciencia y la tecnología.

El cine suele maltratar la imagen del científico y de la ciencia

P.: ¿Cuál es la 'bomba atómica' de esta época?

R.: El problema de la energía es el más serio que tiene la humanidad en este siglo. En algunos lugares del planeta nos hemos acostumbrado a un uso bestial de la energía. Piensa en el piloto del televisor, que gasta tres vatios pero multiplicados por millones de aparatos son muchos millones de vatios tirados a la basura. Lo bueno es que los ajustes llegan: llevábamos 60 años hablando del coche eléctrico y de repente se comienzan a ver por la calle, no son sólo prototipos como entonces. Luego está el cambio climático, que es serio porque no está claro que la ciencia y la tecnología lo puedan arreglar. En Interstellar la plaga que diezma a la humanidad era el cambio climático en el guion original de Kip Thorne, pero como en EEUU está mal visto lo cambiaron.

P.: Hablando de Thorne, mójate: ¿las teorías de Hawking son ciencia o ficción?

R.: Creo que es uno de los grandes genios de este tiempo, pero hay otros iguales que tienen la desventaja mediática de no ir en silla de ruedas, como Roger Penrose. Breve historia del tiempo como libro de divulgación científica lo siento pero es malo, hay muchos mejores, pero se vendió como rosquillas porque era de Hawking. Fuera del campo de los agujeros negros en el que es experto es como si habla del partido del Barça. Yo no discutiría sobre la guerra de las Galias con un historiador.

La ciencia ficción te enseña a aceptar que el mundo va a cambiar y que hay otras formas de organizar la sociedad

P.: Eso me ha recordado que "cualquier tecnología lo suficientemente avanzada es indistinguible de la magia"

R.: Un romano de la época de Julio César no podría entender algo como un coche, para él es magia porque no ha seguido todo el camino. Pero estamos en la época en la que más ciencia usamos y la gente la ignora: apretamos el botón del televisor y para nosotros es magia, no sabemos qué pasa y en realidad es perfectamente explicable. (Menos cuando salía la pantalla azul del Windows, ahí nadie, ni Microsoft, sabía lo que pasaba). Por eso la divulgación científica es tan importante.

Por otra parte, y curiosamente, el ser humano tenemos la habilidad de encontrarle a la tecnología usos distintos de los originales porque somos muy creadores, aunque no seamos científicos.El teléfono se vendía cuando salió como una herramienta de producción para empresas y ahora un chaval de 13 años le manda mensajes a su novia.

P.: ¿Vivimos en un Gran Hermano por culpa de internet?

R.: Es curioso porque al principio los coches se vendían porque eran más potentes, más rápidos y más bonitos. Tenemos vehículos hace cien años y sólo ochenta años después Volvo comenzó a venderlos diciendo que eran más seguros. Con la informática ha pasado lo mismo: hemos aumentado la potencia de los procesadores pero la seguridad no, y ahora empezamos a preguntarnos por qué hemos hecho un sistema tan poco seguro. La gente a veces parece idiota: a finales de los 90 un tío envió un mensaje que decía I love you y 60 millones de personas lo abrieron para ver quién les quería. Hoy envían mensajes importantes por ordenador creyendo que es una carta cerrada y en realidad es una postal abierta.

La inteligencia artificial es el campo de investigación con más 'marketing'

P.: ¿Cada vez interesa más la ciencia ficción?

R.: En primer lugar los temas propios del género han llegado al gran público, cuando hace décadas estaban en un mundo aparte. Hace cuarenta años sería impensable que una temática como la del Ministerio del Tiempo se emitiera en TVE. Curiosamente la gente no lo ve como ciencia ficción, se lo dan en prime time y le parece normal, aunque hasta ahora los viajes en el tiempo eran sólo para aficionados al género. O piensa también en las películas de Marvel y DC.

Además, los autores ya no especulan a 1.000 años vista sino que imaginan el futuro dentro de 25 años. Esto acerca la ciencia ficción a los lectores porque el mundo que describen es muy parecido al nuestro y no hay que hacer el esfuerzo de entrar en un mundo organizado de forma distinta. Inventa algo que todavía no es realidad, como el viaje a Marte de El marciano, pero mucho más cercano.

Luego está el cine, que suele maltratar la imagen del científico y de la ciencia, salvo algunos casos. La primera novela de ciencia ficción es Frankenstein pero el cine la transmite como una de terror. Y luego están los guiones de las películas de adolescentes, que parece que los productores los consideren idiotas.

Miquel Barceló (Mataró, Barcelona, 1948) es el vivo ejemplo de que las dos culturas, ese supuesto muro insalvable entre ciencias y humanidades, son en realidad un mito. Ingeniero Aeronáutico, doctor en Informática, diplomado en Ingeniería Nuclear, graduado en Ingeniería Aeroespacial... es catedrático de la Universidad Politécnica de Cataluña a la vez que escritor, crítico, editor y traductor de ciencia ficción.

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