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La falsa paradoja autodestructiva de las impresoras 3D
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¿Para qué comprarla si puedes fabricarla?

La falsa paradoja autodestructiva de las impresoras 3D

Las impresora 3D capaces de autorreplicarse podrían dinamitar el mercado: nadie estará dispuesto a venderlas y pocos necesitarán comprarlas. Una paradoja completamente falsa

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La lógica parece aplastante. Si una impresora 3D es capaz de replicarse dando lugar a todos y cada uno de los componentes necesarios para fabricar otra, ¿qué empresa en su sano juicio estaría dispuesta a meter la cabeza en esa industria? Los propios usuarios dinamitarían el mercado.

Las cifras, sin embargo, indican lo contrario. Según un informe de la consultora Canalys, el pasado año llegaron a venderse alrededor de 130.000 impresoras 3D en todo el mundo. El sector, incluyendo componentes y materiales, generó unos ingresos superiores a los 3.000 millones de dólares (más de 2.000 millones y medio de euros).

“La combinación de la caída de precios, la disponibilidad de una gama de tecnologías más amplia y la mejora de las velocidades de impresión ayudó a impulsar esta demanda", se explica en el informe de la consultora.

Por si fuera poco, las previsiones parecen ir en contra de cualquier teoría apocalíptica. Según Canalys, el mercado de las impresoras 3D comerciales crecerá un 56% este año y generará más de 20.000 millones de dólares (más de 18.000 millones de euros) de ingresos en 2019.

Así, la paradoja autodestructiva no parece salir del plano teórico. En realidad, todo es mucho más complejo que la inocente y redundante idea de una impresora que imprime impresoras.

Replicación incompleta

“Que tú mismo puedas pintar tu propia casa no quiere decir que los pintores vayan a desaparecer”. Con este símil, el maker y desarrollador Miguel Ángel López rechaza la dinámica autodestructiva que amenaza con cortar las alas al prometedor mercado de la impresión en 3D.

“Hay gente que no tiene ni el tiempo, ni la paciencia o la habilidad para pintar”, prosigue. “Con las impresoras comerciales pasará lo mismo: también habrá gente que no tenga la habilidad para montarse una. No es algo fácil, requiere cierto esfuerzo y hay que mantenerla”.

'Que tú mismo puedas pintar tu propia casa no quiere decir que los pintores vayan a desaparecer'

Para empezar, no todos los componentes de una impresora se pueden fabricar con otra. Eso sí, “hay modelos cuya estructura se puede imprimir en un 80%, y el resto, lo que no se puede imprimir, puedes comprarlo en una ferretería. Son cosas muy baratas”, admite el experto.

En cualquier caso, producir una impresora 3D no es precisamente darle a un botón y ver cómo nace un nuevo aparato. “Tendrás que calibrarla tú con mucho empeño para que funcione, comprobar que el componente se está pegando, volver a ajustarla un poco más… Mientras que una comercial va a funcionar igual prácticamente comprándola y poniéndola”, detalla el desarrollador.

A pesar de que adquirir una sea indudablemente más cómodo que crearla, las impresoras libres aún podrían suponer todo un riesgo para este emergente y prometedor mercado. De hecho, la compañía española BQ optó por entrar en el sector de la impresión 3D con dispositivos libres salidos del proyecto RepRap, precisamente centrado en impresoras capaces de autorreplicarse.

Un paso por delante

Al igual que en el sector audiovisual las empresas desarrollan sistemas basados en tecnologías diferentes para ver cuál se lleva el gato al agua (que le pregunten a Betamax y VHS), el sector de la impresión tridimensional está en una búsqueda constante de técnicas que ofrezcan unos mejores resultados. Obviamente, la inversión permite que lo hagan a una velocidad mayor que el mundo maker, y con unos caros dispositivos como resultado que no están precisamente pensados para replicarse.

“Cuando ven que una técnica llega a su límite, crean otra técnica”, resume López. Así, las de filamento, las estrellas del open source tridimensional, son prácticamente agua pasada para las empresas.

No todos los componentes de una impresora se pueden fabricar con otra, aunque hay modelos en los que el 80% es imprimible

Una casera y una comercial ya ofrecían resultados muy similares, de ahí que las compañías dieran el salto a las impresoras de resina, que “consisten principalmente en un líquido que, cuando le da la luz directa de un proyector, se endurece”, cuenta López. Ya hay alguna versión libre para crear la estructura, pero las comerciales siguen ofreciendo una mayor calidad.

Más tarde, para superar las limitaciones de las impresoras de resina, se desarrollaría la técnica de compactación de polvo, con aparatos caros, alejados del mundo open source y unos resultados (ahora mismo) inmejorables.

Este breve repaso por los principales tipos de impresoras 3D también sirve para desmontar la supuesta paradoja autodestructiva. Las empresas siempre van un paso por delante, fabricando dispositivos únicos. Las máquinas capaces de autorreplicarse están lejos de ofrecer los mejores resultados.

“Los que tenemos una casera lo hacemos, más que por necesidad, por hobby y por la ilusión de construirla nosotros mismos”, sentencia López.

La lógica parece aplastante. Si una impresora 3D es capaz de replicarse dando lugar a todos y cada uno de los componentes necesarios para fabricar otra, ¿qué empresa en su sano juicio estaría dispuesta a meter la cabeza en esa industria? Los propios usuarios dinamitarían el mercado.

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