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Cuando Linkin Park recurrió a Harvard: “Ahora somos una 'startup'”
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buscaba un nuevo modelo de negocio

Cuando Linkin Park recurrió a Harvard: “Ahora somos una 'startup'”

Mientras muchos achacan a los piratas la crisis de la industria musical, algunos artistas tratan de encontrar alternativas. Para diversificar sus negocios, Linkin Park acudió a la Universidad de Harvard

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Seis discos de estudio en sus cerca de veinte años de carrera han sido suficientes para vender 60 millones de copias, ganar dos premios Grammy y ser elegida por la MTV como la tercera mejor banda del nuevo milenio. Tras tantos éxitos, en 2015, Linkin Park ya no se dedica a la música. O, mejor dicho, no es su actividad principal. La culpa de ello la tiene, en parte, la Universidad de Harvard.

Los números digitales del grupo tampoco son precisamente malos. Su popularidad se plasma en un canal de YouTube con más de cinco millones de suscriptores y más de cien millones de reproducciones de su canción más exitosa en Spotify.

Sin embargo, la crisis de la industria sobrepasa las buenas noticias que llegan desde internet. La venta de discos sigue en caída libre y las plataformas de streaming crecen, pero no lo suficiente como para compensar el batacazo. Al fin y al cabo, millones de reproducciones en Spotify no se traducen precisamente en unos ingresos abundantes.

Así, mientras parte del sector parece reticente a la hora de ir asumiendo que el panorama ha cambiado y que ya no volverán a destrozar habitaciones de hotel ni a dormir sobre montones de dinero, algunos artistas, entre ellos la banda californiana, buscan su plan B.

¿Música? ¿Qué era eso?

El grupo de rock ha decidido ir más allá del conocido recurso de la música en directo para probar suerte en el mundo empresarial.

“Todavía estamos en el negocio de la música, pero la creación y venta de música ahora juega un papel de apoyo en nuestra mezcla global de negocios”. Así resume la aventura inversora de Linkin Park Kiel Berry, vicepresidente ejecutivo de Machine Shop, la empresa dedicada a la innovación propiedad de la banda.

Este laboratorio de ideas nació en 1999, cuando el característico sonido electrónico de la formación ni siquiera era famoso (aunque naciera en 1996, todavía quedaba un año para que viera la luz su primer álbum de estudio). Por aquel entonces, la pequeña empresa empezó a innovar poniendo tímidamente un pie en el mundo de los videojuegos y el audiovisual.

Durante más de una década, la actividad principal de Machine Shop no salía del ecosistema en el que se movían sus propietarios: la empresa ofrecía sus servicios de marketing a otras bandas, pero llegó la segunda década del siglo XXI y, con ella, el momento de replantearse ciertas cosas para capear los cambios del sector. Fue entonces cuando llamaron a la puerta de la Universidad de Harvard.

Ante un entorno tan cambiante, ¿cómo actuar para sobrevivir? Machine Shop empezó a probar suerte por nuevos caminos a finales del pasado año, con “modelos de ingresos diversificados que complementaran las ventas de música”, explica Berry. Además, la empresa se reorganizó: “Ahora operamos como una startup de tecnología, con menos jerarquía y más agilidad”.

La brújula de Harvard

Para llevar a cabo esa reestructuración, contaron con la ayuda de la profesora de la Harvard Business School Anita Elberse, experta en estrategias de marketing para medios de comunicación y empresas de entretenimiento.

La profesora y un grupo de alumnos se han dedicado en los últimos meses a analizar el panorama empresarial del sector más allá de la música. Para empezar, estudiaron de forma minuciosa qué medidas han tomado otros artistas para no depender solo del dinero que dan los pentagramas. Las iniciativas empresariales de Jay Z, Jared Leto o Beyoncé han servido para que los expertos de Harvard saquen conclusiones sobre lo que debería hacer Linkin Park en el futuro.

Después de esta primera fase, Elberse y los suyos aconsejaron a Machine Shop que creara una marca bien diferenciada y que diversificara al máximo las fuentes de ingresos para minimizar el riesgo financiero y dar a conocer la marca en más sectores.

Tras esta parte teórica, la sabiduría de Harvard sirvió para que Linkin Park llevara a cabo la fase de reconstrucción de su laboratorio de ideas. Ahora, el grupo debe hacer de aquellos primeros pinitos innovadores su modelo de negocio, aunque no renuncie al marketing musical. Machine Shop se dedica a la creación de contenido audiovisual, a las alianzas con marcas y otros grupos, al merchandising y al capital riesgo, que supone la guinda del pastel propuesto desde Harvard.

Así, a mediados del pasado mes de mayo Linkin Park lanzaba Machine Shop Ventures, su propia firma de capital riesgo. A través de ella, el grupo ya ha invertido en startups como la plataforma de transporte colaborativo Lyft.

Linkin Park sigue haciendo música, aclara Berry, pero solo como una actividad complementaria. De hecho, sus giras ya no son solo un punto de encuentro con su ejército de fans: el grupo aprovechará su próximo viaje a China para reunirse con empresas y fondos de inversión asiáticos en busca de posibles alianzas.

Linkin Park sigue en el mundo de la música, pero desde una posición más cómoda. En caso de terremoto musical, no cundirá el pánico. El plan B ha dejado de ser una alternativa para convertirse en el plato principal de un menú avalado por Harvard.

Seis discos de estudio en sus cerca de veinte años de carrera han sido suficientes para vender 60 millones de copias, ganar dos premios Grammy y ser elegida por la MTV como la tercera mejor banda del nuevo milenio. Tras tantos éxitos, en 2015, Linkin Park ya no se dedica a la música. O, mejor dicho, no es su actividad principal. La culpa de ello la tiene, en parte, la Universidad de Harvard.

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