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Cómo vivir 40 millones de años sin sexo y no extinguirse en el intento
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un animal microscópico lo ha logrado clonándose

Cómo vivir 40 millones de años sin sexo y no extinguirse en el intento

Jules Howard es un zoólogo británico que acaba de publicar en España 'Sexo en la Tierra', en el que cuenta las historias más curiosas y menos conocidas de la reproducción animal

Foto: Dos T. rex en plena cópula (Imagen: José Antonio Peñas)
Dos T. rex en plena cópula (Imagen: José Antonio Peñas)

No es fácil definir a Jules Howard, o al menos hacerlo sin que afloren los malentendidos. Se trata de una persona que ha intentado durante 15 años (sin éxito) ver copular a dos ranas. Se ha ocultado cual voyeur para espiar a las parejas de patos en pleno acto y ha visto todo tipo de vídeos de peces teniendo sexo. No se alarmen, lo hace por la ciencia. Este zoólogo británico, que publica una columna semanal en The Guardian, se autodefine como un "amante de los ácaros de las babosas". En Teknautas hemos hablado con él, aprovechando que la editorial Blackie Books acaba de publicar en España su libro Sexo en la Tierra, donde cuenta algunas de las historias más curiosas y menos conocidas de la reproducción animal.

"Sin sexo no habría color, ni cantos de pájaro, ni bailes, ni exhibiciones. ¿Puedes imaginar un mundo así? ¡Sería muy aburrido!". Howard explica así hasta qué punto es importante esta forma de reproducción en la naturaleza y por qué le interesa tanto al ser humano los ejemplos más extraños del reino animal. El zoólogo estaba cansado de aquellas anécdotasmás populares (como que el percebe es el animal con el pene más largo en relación a su cuerpo) y decidió centrarse en historias "del sexo de cada día".

'No hay duda de que otros animales muestran las características distintivas del amor'

Suele decirse que "en el amor y en la guerra, todo vale". Lo cierto es que, tal y como explica Howard en su obra, el amor (o al menos el sexo) y la guerra son la misma cosa. Entre machos y hembras se produce una carrera armamentística en la que ambos intentan optimizar su descendencia y maximizar sus beneficios. Todos los ejemplos de Sexo en la Tierra se basan en esta lucha: si los patos tienen penes explosivos, cuya erección completa se produce a 1,6 m/s y dura un tercio de segundo, con el objetivo de eliminar el esperma de sus competidores, las patas han desarrollado una vagina gigantesca y laberíntica para poder elegir quién es el afortunado que las fecunda.

Resulta irónico que el sexo, según se mire, seauna mala solución evolutiva al problema de la reproducción. Sus problemas asociados no son pocos: encontrar pareja, jugarse la vida con colores vistosos que atraen a hembras y depredadores... Y como añade Howard, "todo para acabar dividiendo nuestros genes a la mitad". La lógica dicta que todo sería más sencillo sin los penes explosivos de los patos, la necrofilia de las ranas y la metódica construcción de nidos del pez espinocho. "Podría pensarse que los animales que escogieran reproducirse por clonación dominarían el mundo... pero no lo hacen. El sexo es practicado por prácticamente cada animal a cada momento", asegura el zoólogo.

Si es tan costoso, ¿por qué existe? Howard contesta a esta pregunta hablando del único animal del libro (y uno de los pocos del planeta) que nunca, jamás, practica el sexo. Y parece que en 40 millones de años no se ha arrepentido. Se trata del rotífero bdeloideo, un ser tan desconocido como misterioso. Tanto que el investigadorlos compara con "vampiros asexuados zombis que viajan en el tiempo", y no le faltan motivos.

Estos animales microscópicos se encuentran en todas partes, probablemente a pocos metros de nosotros. Sin embargo nadie ha encontrado nunca un macho entre ellos. ¿Cómo se reproducen los bdeloideos? Por partenogénesis: las madres se clonan a sí mismas para reproducirse. Parece la solución perfecta, pero si el sexo está tan extendido en la naturaleza es por algo: al no mezclar los genomas de dos individuos para crear otros nuevos, los seres vivos se arriesgan a que los parásitos hackeen con facilidad su sistema inmunitario. De esta forma, el barajado genético fruto de la reproducción es equivalente a cambiar la contraseña de forma periódica.

'Sin sexo no habría color, ni cantos de pájaro, ni bailes, ni exhibiciones. ¿Puedes imaginar un mundo así? ¡Sería muy aburrido!'

"Es más difícil que hongos, bacterias y virus se aprovechen de animales que mezclan sus códigos de seguridad inmunológicos", aclara Howard. Los bdeloideos, empeñados en prescindir del sexo, han optado por sobrevivir a sus parásitos como viajeros en el tiempo: pueden desecarse hasta quedar en un estado de vida latente y permanecer así durante largos períodos. Una vez que sus enemigos han muerto (o bien el viento ha llevado a estos rotíferos a costas más seguras), pueden resucitar al contacto con el agua.

Todavía hay más, porque los bdeloideos han resuelto otro problema asociado a la ausencia de sexo: la poca diversidad de su genoma. Probablemente a partir de la dieta han añadido a sus genes, a lo largo de millones de años, fragmentos de ADN de hongos, plantas y bacterias que les resultaban de utilidad. En definitiva, Howard no se equivoca al bautizarlos como vampiros asexuados zombis que viajan en el tiempo.

Amor animal

Si algo deja claro Howard en las páginas de su libro es que los animales exhiben todo tipo de comportamientos sexuales: monogamia, promiscuidad, homosexualidad... ¿Existe también el amor? "No hay duda de que otros animales muestran las características distintivas del amor", asegura, "tienen los mismos neuroquímicos que recompensan los actos de proximidad con buenos sentimientos, pero ¿es esto amor de verdad?". El zoólogo no se pronuncia, y se pregunta si aquellas aves que mantienen la misma pareja año tras año sin infidelidad alguna sentirán algo más fuerte que el ser humano.

"La supervivencia sin sexo no lleva a ninguna parte", asegura Howard en su libro (a menos, por supuesto, que seas un bdeloideo). No en vano lleva en la naturaleza 1.200 millones de años y ha moldeado las especies, a través de la selección sexual, para dotarlas de colores, cornamentas, penes explosivos y demás atributos. "Puede que vivamos en el único planeta del universo que tiene algo como el sexo, y somos afortunados por ello", concluye. A fin de cuentas, en él estála clave del pasado de la vida, así como de su futuro.

No es fácil definir a Jules Howard, o al menos hacerlo sin que afloren los malentendidos. Se trata de una persona que ha intentado durante 15 años (sin éxito) ver copular a dos ranas. Se ha ocultado cual voyeur para espiar a las parejas de patos en pleno acto y ha visto todo tipo de vídeos de peces teniendo sexo. No se alarmen, lo hace por la ciencia. Este zoólogo británico, que publica una columna semanal en The Guardian, se autodefine como un "amante de los ácaros de las babosas". En Teknautas hemos hablado con él, aprovechando que la editorial Blackie Books acaba de publicar en España su libro Sexo en la Tierra, donde cuenta algunas de las historias más curiosas y menos conocidas de la reproducción animal.

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