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"Quien no quiera morir tendrá que convertirse en 'cyborg'"
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"Quien no quiera morir tendrá que convertirse en 'cyborg'"

Bajo la filosofía de 'Hazlo tú mismo', Cannon pretende combinar hardware, software y biología para mejorar las capacidades humanas. Y él es el conejillo de Indias

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Hoy en día todos tenemos un smartphone en el bolsillo o incluso un wearable en la muñeca. Pero el desarrollador de software Tim Cannon (Pittsburgh, EEUU, 1979) no quiere llevar un dispositivo encima. Quiere integrarse con él para ser el dispositivo.

Cannon se considera un biohacker, y su objetivo es combinar hardware, software, biología y creatividad para mejorar las capacidades humanas más allá de todo límite. Y él es el primer conejillo de Indias en esta aventura.

De momento, este transhumanista cuenta con dos chips RFID implantados en su mano, que le permiten acciones como abrir puertas con un gesto. También tiene un imán en el dedo con el que puede sentir campos electromagnéticos, desde un ordenador funcionando hasta la presencia de cables tras la pared.

Estos implantes son imperceptibles, pero Cannon no saltó a la fama por ellos. Su invento más atrevido fue Circadia, un producto experimental que implantó en su brazo, sin la ayuda de ningún profesional y sin anestesia, y que llevó durante 90 días.

El tamaño de este enorme dispositivo no tenía una explicación más lógica que la de publicitar su filosofía, algo que sin duda consiguió. Tras tres meses de prueba, Circadia fue retirada del brazo de Tim, y ahora se mantiene de recuerdo en su brazo en forma de cicatriz.

La meta final de Cannon es la de liberar a la humanidad de sus limitaciones biológicas, desde enfermedades hasta el envejecimiento. Para ello trabaja en la empresa que ha cofundado, Grindhouse Wetware, con otros biohackers como él, y que este mismo año empezará a lanzar productos para el público que no tenga miedo a jugar con los límites de la tecnología.

Pregunta: Lo siento pero tengo que preguntarlo, ¿has tenido problemas con el escáner del aeropuerto para venir aquí?

Respuesta: (Ríe). Ojalá, pero no. La primera vez estaba preparado para lo peor, porque iba a defender mis implantes con uñas y dientes, pero simplemente me pasaron el escáner por el brazo, vieron que no había nada y me dejaron pasar. Una lástima.

P.: ¿Por qué decidiste que querías implantarte dispositivos bajo la piel?

R.: William Gibson habla mucho en sus libros de las oportunidades y problemas que ofrece la tecnología en este aspecto, y yo siempre he sido un gran fan de la ciencia ficción. Vi un vídeo sobre la posibilidad de implantarse imanes en los dedos para sentir campos electromagnéticos y pensé que la revolución había empezado y que nadie me había llamado. Escuché esto en abril y en mayo ya los tenía implantados.

P.: ¿Por qué biohacking y no simplemente biotecnología?

R.: Es una forma diferente de enfrentarse a los problemas. Consiste en comprender cómo funciona nuestra biología y la tecnología para usarlas de nuevas formas, aunque estas funciones no estuvieran pensadas inicialmente. Quiero romper los límites de la percepción humana hasta que no seamos biológicos sino diseñados al 100%.

P.: ¿Cómo utilizar el cuerpo de otra forma que no sea la original?

R.: Nuestros dedos tienen clústeres de nervios en las yemas que son muy sensibles, pensados para sentir y manejar herramientas. Pero también puedo aprovecharlos para ponerme un imán y sentir pequeños movimientos. Utilizo la sensibilidad para sentir otras cosas como campos electromagnéticos.

P.: Hay quien podría considerar todo esto excesivo

R.: Yo no quiero convencer a nadie, al fin y al cabo los amish viven muy felices sin tecnología moderna. Yo puedo mostrar las ventajas que estos dispositivos tienen, pero no es una cuestión de obligar a la gente a implantarse cosas. Esto no es para todo el mundo.

P.: No es para todo el mundo, pero la mayoría de la gente ya vive conectada 24 horas al día. ¿Por qué este miedo a dar el siguiente paso?

R.: Hay una frontera natural que te dice que no se puede ir más allá de este límite, y que se mueve muy despacio sin que la veamos. Pero ahora el progreso tecnológico avanza a una velocidad que hace que esta línea ya no se desplace lentamente. Creo que esto puede preocupar a algunas personas, pero siempre ha sido así. Pasó con la revolución de los ordenadores en los 80. Incluso cuando salieron los móviles. Recuerdo a gente que en los 90 decía que ni siquiera querían recibir llamadas en su casa y que por qué iban a querer tenerlas en el bolsillo. Ahora esa misma gente se pregunta cómo podía vivir sin su móvil.

P.: Al menos tus implantes actuales no se notan, algo que no puede decirse de Circadia. ¿Cómo fue la experiencia?

R.: Durante el primer mes tuve ataques de pánico a diario, era terrorífico.

P.: ¿Por el dolor?

R.: El proceso de curación fue mínimo. Pensaba que lo más duro iba a ser la implantación, pero lo peor fue acostumbrarse a la tecnología. Me daba miedo que me explotara en el brazo. Cada vez que sentía un hormigueo pensaba que algo pasaba, y luego sólo era un estornudo. Es lo que tiene la tecnología experimental.

P.: Te lo colocaste sin anestesia y sin ningún médico de por medio. ¿Este tipo de aparatos no deberían ser colocados por profesionales?

R.: Los kits de implantación que vende la empresa Dangerous Things son similares a los que usan los veterinarios para poner chips a los perros y gatos. No requieren anestesia. Piensa que Circadia era algo experimental, un dispositivo real no va a ser tan grande ni complicado de colocar.

P.: Pero nosotros no somos perros ni gatos, ¿no consideras peligroso el biohacking?

R.: La cuestión no es si alguien va a salir herido, sino cuándo va a ocurrir. Aun así tenemos que dar estos pasos. La tecnología todavía no está aquí, pero no vamos a llegar a ninguna parte sin arriesgarnos. Es algo que Elon Musk tiene muy claro, porque presta atención de hacia dónde se dirige la humanidad, y se ha dado cuenta de que los riesgos valen la pena.

P.: Neil Harbisson fue la primera persona en ser oficialmente reconocida como cyborg. ¿Es el comienzo para que todos lo seamos en unos años?

R.: Creo que quien no quiera morir se convertirá en cyborg. Algunos lo rechazarán al principio, pero acabarán por aceptarlo. Porque tu corazón va a fallar algún día, y cuando eso ocurra, ¿vas a rechazar uno artificial? ¿Y si te digo que gracias a él puedes vivir 50 años más?

P.: Entonces estarás encantado con la Iniciativa 2045, que busca alcanzar la inmortalidad mediante la copia digital del cerebro humano al interior de un robot

R.: Me fascina el concepto, pero lo veo como algo friki de ciencia ficción que recuerda a Star Trek. En la serie tenían teletransportadores que te desintegraban y te volvían a crear en otra parte, y eso significa que cada vez que alguien sube a uno, muere. El problema de de descargar un cerebro en un sistema informático es que las mentes funcionan en una plataforma que no está diseñada para ser apagada como un ordenador. Necesitamos reemplazar el cerebro pieza a pieza hasta que no quede nada orgánico para que haya una continuidad en la consciencia.

P.: Sea de una forma u otra, ¿crees que la humanidad alcanzará la inmortalidad?

R.: Sí lo creo, y por supuesto supondrá un montón de nuevos retos. Por ejemplo cómo sería posible alimentar a tanta gente, aunque si fuéramos digitales no habría crisis de alimentos ni de hogares, porque existiríamos en un espacio infinitesimalmente pequeño. La sociedad cambiaría radicalmente al no haber muerte ni necesidad de comida. Y es difícil sostener una sociedad en la que la supervivencia no es la prioridad.

P.: Con chips bajo la piel que recogen datos biológicos la privacidad se convierte en un problema aún mayor. Somos la tecnología, ya no se trata de proteger nuestros datos sino de protegernos nosotros mismos

R.: Es una prioridad enorme para nosotros. Gracias a la NSA sabemos que las empresas nos están mintiendo a la cara, ocultan cosas y toman nuestros datos. Y estoy seguro de que no es sólo para los gobiernos, sino que también sacan dinero de ello. No quiero que este tipo de dispositivos vengan de Apple porque estas empresas son preocupantes. Nosotros mostramos nuestras cartas y no nos escondemos, por eso utilizamos tecnologías open source para que otros puedan participar y ver cómo hacemos las cosas.

P.: ¿De ahí la filosofía del ‘Hazlo tú mismo’ y el ‘open source’?

R.: Si alguien creara un corazón artificial y luego dijera que no pueden decirte cómo funciona, sacaríamos las antorchas. No es el corazón de Grindhouse o de cualquier otra empresa: es tu corazón y tienes el derecho a conocer cómo funciona. La biotecnología necesita abrazar el open source.

P.: Muchas empresas ya conocen nuestros hábitos y gustos, ¿en un futuro conocerán nuestro nivel de colesterol o de azúcar en tiempo real?

R.: Para que la gente pueda tener el poder sobre sus datos, trabajamos en un servidor biológico donde puedas poner toda esta información y que no se la des a los servidores de Apple o Google. Porque son avances necesarios, los diabéticos matarían por esto. Cada uno que viene a mis charlas me pide que le avise cuando saque algo porque están cansados de ponerse inyecciones.

P.: En tu opinión, ¿qué tecnología lo va a cambiar todo?

R.: La realidad aumentada, que permite cubrir el mundo real con información digital. Esto no involucra sólo a los ojos, porque con algo como mis imanes puedes conseguir información de forma pasiva sin tener que sacar el móvil del bolsillo ni prestar atención.

P.: Muchas tecnologías emergentes copan a diario las secciones de tecnología. ¿Cuál crees que fracasará?

R.: Los wearables van a popularizarse y caer con mucha rapidez, y serán reemplazados por otra cosa. Tienen una vida muy corta porque rellenan un agujero entre dos tecnologías bien diferenciadas. No nos damos cuenta ahora, igual que no nos dimos cuenta con el LaserDisc, pero realmente no queremos ponernos estas cosas cada día. No queremos preocuparnos de perder una pulsera de 100 dólares.

P.: Desaparecerán... y se integrarán bajo la piel

R.: Absolutamente.

P.: ¿Qué avance digno de la ciencia ficción te gustaría ver a lo largo de tu vida?

R.: La capacidad de compartir experiencias a nivel cerebral. Porque no entiendes a un hombre hasta que no te pones en tu pellejo, y por culpa de eso la gente de occidente ignora la pobreza del tercer mundo. Imagina coger a uno de esos idiotas ricachones que dice que no entiende cuál es el problema de África, que lo que tienen que hacer es trabajar más duro. Le diría: genial, ¿sabes qué?, vas a vivir 48 horas como un niño pobre africano que come 100 calorías al día, y luego me cuentas lo motivado que estás para cultivar una tierra que es prácticamente rocosa con tus manos desnudas. Una tecnología así nos enseñaría a ser mejores personas.

P.: ¿Crees que los transhumanistas sois demasiado optimistas respecto al futuro y a las posibilidades de la tecnología?

R.: ¡Quien piense eso no ha conocido a la gente de Grindhouse! El problema es que la mayoría de la gente no quiere escuchar los aspectos negativos de estas tecnologías porque son realmente terroríficos, pero nosotros hablamos de esto todo el rato. Gibson habla continuamente de cómo estos avances pueden privar de derechos a la gente a la vez que surgen nuevas clases.

P.: ¿Cómo definirías la labor que hacéis en Grindhouse Wetware?

R.: Hacemos ciencia ciudadana. Somos un laboratorio de ciencia punk con gente de diferentes perfiles. Mi jefe de ingeniería trabaja durante el día de barbero. Hizo tres servicios en Irak y cuando volvió quería hacer algo en lo que no tuviera que pensar. Eso es lo que le gusta: cortar el pelo y construir tecnología conmigo.

P.: ¿Venderéis esa tecnología en algún momento?

R.: Vamos a lanzar un producto al mercado en unos seis meses. Será una tecnología de captura y reconocimiento de movimientos que te permitirá cerrar puertas, encender las luces o mandar un mensaje. Todas estas acciones podrán llevarse a cabo con un simple gesto, que es una forma natural de comunicación.

P.: ¿Creéis que habrá demanda?

R.: Cuando la gente empiece a ver los beneficios de este tipo de tecnología la querrán, primero wearables y luego implantes. Imagina pedir comida directa a tu localización con sólo mover la mano, o pedir un taxi. O incluso reservar en un restaurante y avisar de cuánto te queda para llegar. También hay gente que mira el móvil mientras le hablas y es molesto. Si pudieran tener esa información fluyendo pasivamente se solucionaría el problema.

P.: Igual es una pregunta estúpida para un transhumanista pero, ¿dónde está el límite?

R.: (Ríe). No hay límite. Lo que en el pasado se creía un límite ya no lo es, y eso va a seguir siendo así.

Hoy en día todos tenemos un smartphone en el bolsillo o incluso un wearable en la muñeca. Pero el desarrollador de software Tim Cannon (Pittsburgh, EEUU, 1979) no quiere llevar un dispositivo encima. Quiere integrarse con él para ser el dispositivo.

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