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La estudiante catalana que envía sus experimentos al espacio con la NASA
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Anna García Sabaté investiga sobre fluidos

La estudiante catalana que envía sus experimentos al espacio con la NASA

Anna García Sabaté tiene 26 años y está elaborando su tesis. La pasada semana, por segunda vez, uno de sus experimentos voló en un cohete suborbital de la NASA

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“Cuando eres pequeño ves a la NASA en las películas y te quedas alucinado. Yo ahora puedo decir que he trabajado con la NASA. Es muy emocionante”. Anna García Sabaté suena entusiasmada al otro lado del teléfono, a pesar de que debe estar sufriendo un importante jet lag, ya que la noche anterior a esta entrevista volvió de Nuevo México, en Estados Unidos, donde ha estado durante una semana para asistir a una fase de su investigación muy especial: el experimento que ella misma ha diseñado y construido salió al espacio en un cohete de la agencia espacial estadounidense.

Esta barcelonesa de 26 años se encuentra inmersa en la elaboración de su tesis doctoral, y es la segunda vez que para ello cuenta con la inestimable ayuda de la NASA. En noviembre de 2013, su primer experimento embarcó en un vuelo suborbital. “Son cohetes que suben hasta 120 kilómetros de altura. Se considera que el espacio empieza en la línea de Kármán, que se encuentra a 100 kilómetros de altura, así que puedo decir que mis experimentos han estado en el espacio”, dice satisfecha. El pasado jueves 23 de octubre, despegó el segundo.

Burbujas en el espacio

El objetivo de la tesis es “analizar en condiciones de gravedad cero cómo interactúan las ondas acústicas con fluidos bifásicos, es decir, de líquido y de gas”. Una mezcla de ambos tipos de fluido es algo que se puede encontrar con frecuencia en el espacio, explica García. Por ejemplo, en sistemas de soporte vital o en los tanques de combustible. El problema es que en esos casos, la presencia de burbujas de gas en el líquido pueden reducir la eficacia del sistema.

“Lo que tratamosde hacer es determinar cómo podríamos controlar esas burbujas, reunirlas en un punto donde sepamos dónde están y evitar que causen problemas”, cuenta. De momento se encuentran en los primeros pasos para encontrar soluciones, que consisten en analizar y determinar qué fuerzas y efectos tienen lugar en esos casos.

En el futuro, sus resultados podrían tener aplicaciones más allá de la ingeniería espacial. García menciona el campo de la medicina, y en concreto el de la administración de medicamentos. “Se podrían emplear microburbujas llenas del principio médico y utilizar ultrasónicos para que lo liberen allí donde tú quieras, evitando así que afecten al resto del cuerpo”. Es un ejemplo, dice, de cómo la ciencia espacial y la básica pueden terminar revelando aplicaciones distintas muy útiles.

La NASA lleva experimentos al espacio

Se trata de una investigación que avanza a un ritmo bastante lento, reconoce García, ya que no es fácil conseguir las condiciones de microgravedad necesarias para obtener datos válidos. No está al alcance de cualquiera lanzar un cohete al espacio.

Por suerte, la NASA cuenta con un programa llamado Flight Opportunities, que busca fomentar la industria del transporte suborbital con objetivos comerciales. Investigadores de todo el mundo pueden solicitar participar en él, y así realizar los experimentos espaciales que de otra forma serían imposibles. La agencia contrata a proveedores de lanzamiento como Up Aerospace, Virgin Galactic o SpaceX, poniendo así los medios para llevar a cabo los vuelos. El experimento de García es el único europeo que ha participado en este programa.

En total, el vuelo dura 15 minutos desde el despegue hasta que vuelve a tierra, y las condiciones de microgravedad apenas se consiguen durante cinco minutos, pero son suficientes para recoger los datos necesarios para su posterior análisis.“Ha sido muy emocionante estar allí y aprender de los profesionales de la NASA y de esas empresas. Sus ingenieros tienen una experiencia que a mí me falta años alcanzar, y he aprendido mucho sobre cómo proceder y afrontar problemas”.

Tras los dos vuelos espaciales (no suyos, pero sí de sus experimentos) a García le queda el trabajo de pantalla, como ella lo llama. Tiene que analizar los datos extraídos de ambos vuelos y sacar las conclusiones de su tesis, que espera presentar si todo va según lo previsto a principios de 2016.

"Me iré, pero querría volver"

Después de eso, reconoce que el futuro es algo incierto, aunque no tiene ningún miedo. Tiene asumido que se irá del país, pero lo ve como algo positivo. “Lo haría también aunque la situación económica fuese otra”, ya que es una parte fundamental de la formación científica. “Claro que luego querría volver”, añade.

Hace aproximadamente una semana nos hacíamos eco del despegue del experimento de García, y el origen catalán de los miembros del equipo encendió la polémica, como ya viene siendo habitual con cualquier noticia que mencione esa región, tenga o no que ver con la cuestión política. Es inevitable por tanto preguntar a la investigadora por el tema. Su respuesta deja entrever mucho sentido común y algo de hartazgo.

“Todo este tema resulta ya muy cansado. Yo no me puedo quejar: mi beca de doctorado es de la Generalitat, pero el proyecto en el que se enmarca el experimento que hemos lanzado depende del Ministerio de Economía. Yo estaré encantada de que todo el que se sienta un poco involucrado con la ciencia esté orgulloso de haber tenido un experimento allí arriba. Pero sin entrar en el politiqueo, es algo que ya cansa”.

“Cuando eres pequeño ves a la NASA en las películas y te quedas alucinado. Yo ahora puedo decir que he trabajado con la NASA. Es muy emocionante”. Anna García Sabaté suena entusiasmada al otro lado del teléfono, a pesar de que debe estar sufriendo un importante jet lag, ya que la noche anterior a esta entrevista volvió de Nuevo México, en Estados Unidos, donde ha estado durante una semana para asistir a una fase de su investigación muy especial: el experimento que ella misma ha diseñado y construido salió al espacio en un cohete de la agencia espacial estadounidense.

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