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Un euro no es un dólar: ¿por qué nos cobran como si lo fuera?
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APPLE Y OTROS HACEN LA EQUIVALENCIA DIRECTA

Un euro no es un dólar: ¿por qué nos cobran como si lo fuera?

Un producto que en Estados Unidos vale 600 dólares, en Europa vale 600 euros. La diferencia entre divisas significa que los bolsillos europeos notarán más el golpe

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Hay que mirarlo dos veces: en el momento en el que escribimos estas líneas, 1 euro equivale a 1,28 dólares. Parece fácil ¿verdad? Con un euro, uno puede adquirir casi un 30% más de bienes que si la compra la llevara a cabo con un dólar. Pura matemática.

Pues bien, algunos fabricantes aplican sin piedad una extraña paridad euro-dólar en sus productos que da lugar a situaciones injustaspara los bolsillos de los ciudadanos de la unión. Un negocio redondo, sin duda, que convierte las ventas en los países miembros del mercado común en altamente rentable, sin haber, sobre el papel, un motivo que justifique esta diferencia de precios.

El cabreo es monumental en las redes sociales y los que viajan por ocio o trabajo a Estados Unidos aprovechan para hacerse con móviles, tabletas y demás, aprovechando la debilidad actual del dólar. Pero… ¿realmente este análisis es así de simple? La primera tentación es pensar que sí: a fin de cuentas, el grueso de la electrónica que compramos se fabrica y ensambla en China, con lo que ni siquiera cabe contar con la justificación de los portes.

Sin embargo, en este aparentemente extraño esquema hay muchos más elementos a tener en cuenta. El primero de ellos, el tipo de cambio. Así lo recalca a Teknautas Federico Steinberg, profesor de Análisis Económico dela Universidad Autónoma de Madrid e investigador del Instituto Elcano, que destaca la “situación coyuntural” en la que el euro está en una posición más fuerte que el dólar y que, por ello, los fabricantes tienen en cuenta las posibles fluctuaciones de la moneda.

Esta primera explicación puede servir para calmar la rabia de un consumidor que considere un abuso el sobreprecio que paga en Europa por un mismo producto, pero la segunda le va a reforzar más en esta incomprensión. El experto explica también que las grandes marcas intentan rentabilizar al máximo sus productos en los diferentes mercados siguiendo la lógica del valor atribuido por el usuario: en el Viejo Continente el consumidor está dispuesto a pagar más caros los productos de Apple que en el propio mercado doméstico de la firma de Cupertino.

Precios, casi siempre, 'justos'

Por otro lado y tal y como recuerda Steinberg, los precios de lista de los productos que vemos con envidia en las tiendas online en Estados Unidos no incluyen impuestos, que dependen del estado en el que se vendan. Por tanto, los fabricantes tienen en cuenta el tipo de cambio y el efecto tractor del producto en los mercados regionales con el producto en cuestión… pero ¿y la renta per cápita?

Lo cierto es que el grueso de las marcas parece ignorar esta referencia considerando únicamente obtener el máximo rendimiento por mercado, aunque empleando un precio base. Son, al final, las tasas aduaneras y los diferentes impuestos locales los que disparan los precios de venta hasta límites difíciles de creer. Uno pensaría que los mercados latinoamericanos contarían con tarifas más suaves acordes con la riqueza de los países, pero es justo al contrario: la alta burocratización y diferentes tasas disparan los precios. Así, tal y como refleja The Economist, para hacerse con un preciado iPhone en Brasil o Perú, sus ciudadanos tienen que deshacerse de más de 1.000 dólares por terminal.

Ahora bien, estas rigideces y exigencias del mercado convencional no aplican al mercado virtual, y precisamente empresas como Apple obtienen el grueso de sus beneficios en la venta de aplicaciones en su ecosistema. ¿Qué criterio escoge la firma para aplicar precios en los diferentes mercados? Aquí sí se hace tabla rasa: conversión a la divisa en el momento de publicar la aplicación en su tienda online. Y aquí tampoco llueve a gusto de todos.

El desarrollador Ole Begeman hizo unos cálculos en los que quedaban patentes las diferencias de ingresos en función de las fluctuaciones de las monedas, y el peligro que ello suponía para la economía de los desarrolladores. Pero la firma californiana conoce de primera mano que tenerles satisfechos es clave para que la rueda siga girando, así que permitió que los precios de las appsfluctuaran en función de la evolución de las diferentes divisa.

Visto lo cual, no sería justo acusar del grueso del sobreprecio de los productos a las marcas, lo que no quita que, en cualquier caso, siga siendo una buena idea aprovechar los viajes para adquirir ciertos productos en el extranjero si los tipos de cambio acompañan.

Hay que mirarlo dos veces: en el momento en el que escribimos estas líneas, 1 euro equivale a 1,28 dólares. Parece fácil ¿verdad? Con un euro, uno puede adquirir casi un 30% más de bienes que si la compra la llevara a cabo con un dólar. Pura matemática.

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