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Mi semana 'horribilis' sin el 'smartphone'
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Un editor de 'readwrite' cuenta su experiencia

Mi semana 'horribilis' sin el 'smartphone'

¿Podemos vivir sin móvil? El editor de 'ReadWrite', Matt Asay, decidió probar la experiencia durante tan solo una semana. Según él, fue algo horrible

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Salir de casa al galope y repasar mentalmente mientras bajamos a lo loco las escaleras: llaves, gafas, la mochila del crío… . Un momento, aquí falta algo. Y ese algo no es precisamente insustancial: nos hemos dejado el móvil. Da igual que hayamos bajado dos tramos o que estemos ya a dos kilómetros de casa: volveremos a por él como almas poseídas. Y así nos damos cuenta de que esta útil herramienta se ha convertido en una necesidad imperiosaque, de hecho, ubicamos en el centro de nuestras vidas.

Lo tenemos todo ahí: contactos, agenda, fotos orecordatorios. Sin embargo, lo que antes era una útil navaja suiza se ha transformado en una especie de droga que nos tiene sometidos a su ritmo. No hay más que echar un ojo a la ya típica imagen del metro de los viajeros con los rostros pegados a las pantallas de los móviles. De reyes de la tecnología a esclavos de ella en un abrir y cerrar de ojos.

Todavía contamos a nuestros hijos con cierta nostalgia aquello de “cuando yo era joven no había móviles” y contemplamos divertidos su mirada atónita. Pero,¿podríamos pasar sin móvil realmente? Un editor de Readwrite se ha animado a probarlo durante una semanay nos avanza una conclusión: “Ha sido horrible”.

El responsable de esta proeza fue Matt Asay y no tardó en darse cuenta que lo que parecía un desafío divertido, convertiría su vida en una pesadilla. Al menos en los inicios. Este aventurero descubrió algo que tal vez pasemos por alto y es que todo lo que nos rodea se está centrando en los dispositivos móviles. Tareas tan sencillas como reservar un billete de avión o buscar un itinerario de viaje son ya más fáciles en un móvil que en un ordenador. De hecho, algunos servicios como el controvertido Ubersin el móvil no tienen razón de ser. Esta cruda realidad llevó a Asay a trampear su promesa en un par de ocasiones.

“Lo siento, el espíritu estaba decidido pero la carne es débil”, escribe en su columna.

Un trago amargocon recompensa final

Dejando el aspecto práctico de utilizar un móvil, luego está el social: no tener móvil hoy en día le condena a uno al más absoluto ostracismo en el que se perderá fiestas, novedades y hasta los resultados del fútbol en tiempo real. Esta sería, sin duda, la parte más dura del experimento, pero pronto llegarían las recompensas.

Con el paso de los días, el editor fue saboreando la parte más dulce del experimento, y lo descubrió con pequeñas cosascomo irse a la cama más pronto (“total, sin móvil, no hay nada que hacer”, explica). Aunque también, y esto tiene mucho más calado, comprobó que su cerebro había comenzado a funcionar de nuevo a pleno rendimiento al no contar con apoyos como Google o las diferentes aplicaciones: “no sé si Google nos está convirtiendo en idiotas a todos”, escribe, pero sin él “empecé a pensar de nuevo”.

Parece que la información tan trillada y al alcance de la mano nos vuelve comodones y de alguna manera, nos atonta. Pero también comenzó a disfrutar de lo que él describe como silencio. No tener que mirar el móvil cada dos minutos a ver si hay alguna notificación nos aporta una libertad que únicamente saboreamos cuando vamos a algún refugio en la montaña sin cobertura. Tranquilidad, silencio, tiempo para uno mismo y para pensar.

Lo cierto es que el experimento de Asay no es nuevo.Lane Wood yaexplicó en su momentocomo sobrevivió un mes sin móvil, y todo porque se tiró al agua con un iPhone en el bolsillo recién comprado y sin dinero paraotro. En este caso, Wood advierte de algo a lo que ya nos hemos acostumbrado: “Sufrir ansiedad por no tener el móvil en la mano es algo ridículo y serio”.

Y lo es. El enganche es tal que no podemos ni ir al servicio sin el smartphone para consultar las redes sociales, o sufrimos vibraciones fantasma (mirar compulsivamente el móvil al creer que ha llegado un mensaje).

Este emprendedor explica que, gracias a ese traumático chapuzón, ahora va a los restaurantes dejando el móvil en el coche o se lo olvida en casa y,no sólo no pasa nada, sino que vive mucho mejor que antes. Y lo curioso del caso es que mucha gente ha hecho de este experimento una forma de vida: se estima que en Estados Unidos hay cerca de 30 millones de personas que no tienen móvil, y los que lo han dejado lo definen como liberador, además de notar un considerable ahorro a fin de mes esquivando los ya casi obligatorios planes de datos.

Salir de casa al galope y repasar mentalmente mientras bajamos a lo loco las escaleras: llaves, gafas, la mochila del crío… . Un momento, aquí falta algo. Y ese algo no es precisamente insustancial: nos hemos dejado el móvil. Da igual que hayamos bajado dos tramos o que estemos ya a dos kilómetros de casa: volveremos a por él como almas poseídas. Y así nos damos cuenta de que esta útil herramienta se ha convertido en una necesidad imperiosaque, de hecho, ubicamos en el centro de nuestras vidas.

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